miércoles, 2 de septiembre de 2015

Vidas de revista pro vida sana que en realidad son caminatas por tru la lá, el país de no me acuerdo, donde viven los monstruos o la fábrica de chocolate

Dice en feis Felix Bruzzone
1 hora
Me cruzo en la calle con clienta waldorf (a esta altura habría que decir exclienta pero bueno, uno nunca pierde las esperanzas). Por cómo camina hay que decir que está completamente trulada. Cada dos pasos levanta el pie derecho hasta tocarse el culo con el talón y gira la rodilla noventa grados con un movimiento de cadera que pretende ser un paso de baile, pero no es. La saludo. Me saluda. Está demasiado contenta. No sabe quién soy. Yo sí. Yo te vi en tetas, ¿te acordás? Y revisé el diario íntimo que olvidaste abierto en la página de los dibujos de ballenas y sirenas. En fin, no importa. Es como estar hablando con alguien a quien solo conocés de haber visto en bolas en una revista. El waldorfismo argentino tiene esa impronta revisteril. Vidas de revista pro vida sana que en realidad son caminatas por tru la lá, el país de no me acuerdo, donde viven los monstruos o la fábrica de chocolate. El waldorfismo, de hecho, nació en una fábrica. Estaba pensado para hijos de obreros, no para torcuatenses new age que no se acuerdan de su piletero porque su piletero es... ¿quién era? Pero bueno, todo se puede adaptar. Si a la segunda oportunidad la cosa no funciona, puede funcionar a la tercera, a la cuarta, etc. La culpa igual no es del waldorfismo. Es de Don Torcuato. Territorio ladino y arbolado. Aunque sobre todo ladino. ¿Cuántas veces los tanques de Campo de Mayo desfilaron por la ruta 202 rumbo al centro y todos se quedaron adentro tirando ramitas a la chimenea? Nadie se acuerda.
-¿De verdad no sabés quién soy?
-Ay, ni idea, ¿me decís?
-No importa, te dejo mi número.
-Perdoname, pero... ¿es un levante?
-Sí -digo mientras anoto nombre teléfono y profesión. -Tomá, llamame.
Me voy y me quedo pensando en si ella sabrá (o se acordará) qué es un "piletero". Tendría que haber escrito otra cosa. Algo más claro, ¿no? Pero qué.





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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...