Hermanos Grimm: cuentos sin final feliz
POR Redacción lavozdegalicia.es
Nacieron en realidad como relatos descarnados, sin un ápice de sensibilidad, nada inocentes y con finales duros, sexo explícito, violencia y sadismo, orientados a ofrecer una lección de vida y reflejar la crueldad de la Edad Media
El 20 de diciembre de 1812 se publicó la primera edición de los cuentos de los hermanos Grimm, una selección de crudos relatos, en su versión original, recopilados de la tradición oral alemana y considerados entonces por los ingleses como un reflejo de la maldad germana. Los cuentos tuvieron que ser suavizados para acabar convirtiéndose en los clásicos infantiles que hoy en día son. En 2005 fueron nombrados Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Los cuentos de los hermanos Grimm tienen, contra la creencia popular que los considera los clásicos de la literatura infantil por excelencia, una cara oscura, alejada de la ilusión y los finales felices. En diciembre 20 de 2012, su primera edición cumplió 200 años, razón por la cual el cuento de los hermanos Grimm Caperucita Roja saludó a los usuarios de Google desde un doodle.
Lo cierto es que, recopilados por Jacob y Wilhelm Grimm de la tradición oral de la ciudad alemana Kassel y publicados por primera vez el 20 de diciembre de 1812, los originales cuentos de los hermanos Grimm nada tienen que ver con las descafeinadas historias que nos contaban para dormir cuando éramos niños. Nacieron en realidad como relatos descarnados, sin un ápice de sensibilidad, nada inocentes y con finales duros, sexo explícito, violencia y sadismo, orientados a ofrecer una lección de vida y reflejar la crueldad de la Edad Media.
En 1815 se publicó un segundo volumen de los cuentos de los hermanos Grimm, versión que fue ampliada en 1857 y en la que Jacob y Wilhelm Grimm suavizaron el tono y la brutalidad de sus relatos. Hoy, los manuscritos de estos cuentos son propiedad de la biblioteca de la Universidad de Kassel y desde 2005, convertidos en todo un referente de la literatura infantil, forman parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad. Doscientos años después, Google convirtió su logotipo en uno de los cuentos de los hermanos Grimm, Caperucita Roja, relatando a través de uno de sus populares doodles su peculiar versión de una de las historias más entrañables de todo el repertorio de los hermanos Grimm. Un doodleinteractivo permitió a los usuarios de Google asistir a una auténtica representación de la historia de Caperucita Roja, la abuelita, el lobo feroz y el cazador a través de 22 ilustraciones.
No siempre fueron historias para niños
Blanca Nieves, Pulgarcito, Hansel y Gretel, Cenicienta, Bella Durmiente y tantos otros personajes de las aventuras con las que los niños comparten su infancia tuvieron su origen en la pluma de Jacob y Wilhelm Grimm, en los cuentos de los Hermanos Grimm, muy unidos también en el compromiso por el estudio y el rigor científico como profesores universitarios que eran en la Alemania romántica. Esa dedicación voraz de los Hermanos Grimm hacia su cultura hizo que con un detallismo propio de los estudios etnográficos actuales recogiesen leyendas, cuentos y fábulas, respetando la sencillez y espontaneidad del discurso oral. Esos clásicos de hoy, esos cuentos de los Hermanos Grimm, que fueron recopilados y publicados entre 1812 y 1817, fueron también traducidos como Cuentos infantiles y del hogar.
Son más de 200 historias las que se reúnen en los cuentos de los Hermanos Grimm (está también la Caperucita de Perrault, pero versionada, El sastrecillo valiente, El lobo y los siete cabritillos…) cuya influencia en la literatura (¿infantil?) posterior ha sido inmensa, desde Dickens hasta la Alicia de Carroll…
Con su intención de fundamentar la expresión auténtica del espíritu alemán, los Hermanos Grimm cayeron en la paradoja de que todo lo alemán que hay en sus cuentos es al fin una migaja de lo universal de esas historias que fueron versionadas en otros países. Y es ahí donde radica la mágica fortaleza de estos cuentos de los Hermanos Grimm, relatos populares que abren la imaginación por su falta de contexto, por su maniqueísmo, por su realismo fantástico, pero sobre todo porque pueden volver a contarse de memoria y transformarse. Esa es la clave de unos textos, que en principio los Hermanos Grimm no publicaron para niños (luego los retocaron) –hay crudeza descarnada—, pero que asombran por su permeabilidad y ritmo, unos cuentos que, en muchos lugares, sus versiones escritas han desplazado casi por completo a las que seguían vivas en la tradición oral local.
Frente a estas críticas que tachaban de extremadamente duros los cuentos de los Hermanos Grimm, los escritores alemanes tuvieron que modificar, más bien suavizar, algunos de los aspectos incluidos en sus historias. Así, la madre de Hansel y Gretel pasó a ser una madrastra, porque el hecho de abandonar a los pequeños en el bosque no se acomodaba a la imagen maternal de la época, y las referencias sexuales explícitas fueron suprimidas en varios de los relatos de los cuentos de los Hermanos Grimm. En la versión original de Blanca Nieves de los cuentos de los Hermanos Grimm, a la malvada madrastra se le obligaba a bailar con unas zapatillas de hierro ardiente al rojo vivo hasta caer muerta, un ejemplo de la crudeza que imperaba en los relatos y que fue condenada por maestros, padres de familia y figuras religiosas en la América del Norte de mediados del siglo XIX.
En 1812, los escritores publicaron el primer tomo de los cuentos de los Hermanos Grimm, que se vendió modestamente en Alemania y al que siguió en 1914 una segunda edición con una nueva recopilación de historias populares. En 1837 vio la luz un tercer tomo de relatos, supervisada por los Hermanos Grimm. Entre 1825 y 1858 se publicarían diez ediciones de una edición especial de los cuentos de los Hermanos Grimm –pequeña edición— que, a diferencia de las anteriores, con notas eruditas al pie de página y orientadas a folcloristas patrióticos, se publicó con ilustraciones que acompañaban a los 50 relatos que la integraban.
Después de la Segunda Guerra Mundial estuvo prohibida la venta de los cuentos de los Hermanos Grimm en la zona de ocupación inglesa hasta 1948, considerados por la población británica como una indiscutible prueba de la maldad de los alemanes. Hoy, los cuentos de los Hermanos Grimm son una gran referencia tanto en el teatro como en el cine, en la ópera, en la pintura, en la publicidad y en la moda, y, desde 2005 fueron incluidos en el Programa Memoria del Mundo de la Unesco.
En su forma original
No todos los cuentos de los hermanos Grimm son fábulas de referencia. Existen relatos poco conocidos que también engordan el repertorio de los escritores alemanes, como Hermanito y hermanita, que se han publicado por primera vez en español y “sin edulcorar”, tal y como los concibieron los hermanos Grimm hace 200 años, un tiempo que, de acuerdo con la traductora Isabel Hernández, no les ha hecho perder “ni un ápice de vigencia”.
Con motivo del bicentenario de la publicación de los famosos cuentos de los hermanos Grimm, la editorial Nórdica lanzó una edición que reúne 17 historias que no fueron objeto de las alteraciones lingüísticas que realizó en muchos de sus cuentos Wilhem Grimm. El hecho de que los cuentos aparecieran en revistas o periódicos de la época de forma aislada contribuyó a que algunos hayan permanecido “en su forma original”.
Según la traductora de la obra, diez de estos cuentos fueron incluidos, con importantes variaciones formales, en la colección definitiva de los cuentos de los hermanos Grimm, mientras que los siete restantes, probablemente debido a su origen extranjero, no aparecen en alguna de las publicaciones que los hermanos alemanes hicieron en forma de libro.
Estos siete cuentos de los hermanos Grimm que se alejan de la tradicional inspiración alemana son Un cuentecillo, Historia de la centella, La fiesta de los habitantes del mundo subterráneo, Cuento de Hans el Espabilado, Heinz el Vago, La guerra de las avispas y los asnosy El reyezuelo. Que estos cuentos de los hermanos Grimm hayan permanecido prácticamente ocultos –señala Isabel Hernández— se debe al hecho de que los propios autores no hicieron apenas referencias a los mismos y solamente Heinz Rölleke, uno de los mayores especialistas del género, supo prestarles la atención que merecían y los editó conjuntamente en un volumen publicado por la editorial Insel en 1993.
Sobre esa base se ha gestado la edición publicada por Nórdica de unos cuentos de los hermanos Grimm que para Hernández suponen “unas de las pocas manifestaciones existentes sobre el origen del trabajo filológico” de una colección universal. Los textos, ordenados cronológicamente de acuerdo con su fecha de publicación, indican a pie de página los datos sobre el lugar y fecha de publicación, y suponen, según la traductora, “otra forma de ver y entender” los cuentos de los hermanos Grimm, el libro alemán más editado, traducido y famoso de todos los tiempos. “La gente piensa que los cuentos de los hermanos Grimm fueron siempre dirigidos al público infantil, y no es así”, explica Isabel Hernández. De acuerdo con esta traductora, lo más probable es que a los hermanos Grimm “no les gustasen lo más mínimo” las adaptaciones que se han hecho con el tiempo de sus cuentos, al considerar su trabajo desde un punto de vista filológico. “Las adaptaciones de los cuentos de los hermanos Grimm alteran su parte didáctica y el contenido, quitando elementos trascendentales”, abunda la traductora, quien considera que este volumen no entra en la categoría de literatura infantil y juvenil, “aunque si lo lee un joven, y sabe leerlo, extraerá unos mensajes vigentes hoy en día”.
La recopilación realizada por Nórdica incluye cuentos de los hermanos Grimm muy variados y en algunos casos, como el de El reyezuelo, que según Hernández se podría aplicar “a muchos de nuestros dirigentes y banqueros actuales”, transmiten mensajes “plenamente vigentes hoy día”. La idea, asegura, ha sido dar a conocer los cuentos de los hermanos Grimm “desde otro punto de vista”, ya que “cuando uno oye hablar de los hermanos Grimm, sólo tiene en la cabeza Blanca Nieves o Cenicienta con las versiones de Disney en la cabeza, cuando el origen de ese trabajo filológico era muy diferente”.
Las ilustraciones de la palentina Noemí Villamuza en blanco y negro sintetizan, a juicio de la traductora, “perfectamente el alma de cada cuento” y transmiten “el espíritu” del mensaje que querían lanzar los hermanos Grimm. Tras una traducción difícil en la que lo más costoso ha sido, dice, “darles la forma oral” a los cuentos de los hermanos Grimm y saber reflejar en español la estructura alemana, los cuentos siguen siendo, 200 años después, “una fuente de conocimiento brutal en todos los ámbitos de la vida”.
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