Cumplí 41 y me desperté, como nunca, sin despertador, antes de lo necesario, fresca como una lechuga y de buen humor (para todas estas variables vale lo de "como nunca").
Me puse a llamar a Julián a los gritos a través del patio que lleva a su bulín porque pensé que se había quedado dormido y resulta que el no necesitaba levantarse 5.30 sino 5.40 para llegar bien.
Salimos con los mostros para las escuelas. 7.30 a 9.30 en Media 5 donde no dije nada del onomástico. 9.40 a 11.50 en el sanma donde no autorizaron a mis alumnitas a traerme una torta. A la salida corriendo al super para comprar las cosas para que Magda me hiciera la torta. En 17 minutos estaba fuera. Bajar todo en casa, tirarlo donde cayera pero que no s elo coman los gatos. Mientras masticar un sanguchito, meter un yogurt en el bolso y cambiarme que hacía un calor de cagarse (El cambio de pantalón a pollera incluyó depilación casera, mal y a purada en el baño).
Lllegué tarde al turno tarde de Media 5. Ah, en el medio intenté sacar plata del cajero pero no tenía y cuando quise ir a otro me abataté en el cruce y el auto se me paró y no quise hacer kilombo así que seguí aunque ya no tenía ni un mango de los 50 pesos que le había sacdo el día anterior a Rafa.
En el primer recreo llega el dire y me dice feliz cumple y que normalmente él da el día libre (o sea que no necesitaba ir a trabajar). Le digo qué bajón que no sabía y que igual le iba a pedir salir una hora antes para llegar al teórico de Gramática a las 17.
Dejo actividades para el curso que queda libre y 16.10 salgo para la facu. (En el medio contesto mensajitos de parientes y amigos y señor cariñoso)
Autopista. Juntando los centavos para el peaje y rogando que allá esté mi compañera Norma porque si no no tengo para volver.
Llego sólo 15 minutos tarde. Aula llena, anoto datos centrales, paso a segunda materia en tercer piso: teoría con Panessi, que me cae para el tujes. Llega Norma pero como no se va a dar clase por paro y sólo tenemos que elegir comisión de prácticos y esperar una hora para que armen las listas, me rajo, que en casa me esperan mis hijos, hija y hermana. Pobre Norma la dejo a pata y encima me tiene que prestar plata (y escuchó ella en qué comisión estoy yo).
En la autopista pienso que soy una descocada por andar tan a lo loco, que hace rato que el auto hace un ruido raro y yo no lo llevo al mecánico (me trajo hasta casa, arrancó esta mañana para llevar a los chicos al cole pero se clavó antes de llegar a mi primer escuela, es bueno mi cachafalco pero yo abuso). Pero me consuelo pensando, ayer en la autopista, que todo está bien, que mi señor planea cosas interesantes para compartir conmigo, que estoy cumpliendo el sueño de la facu propia y que el Camino del Buen Aire es ya como mi casa.
LLego y detrás aterriza mi hermana con Stella Artois en mano (parece que ya la Quilmes no la quiere nadie). Felicidades del fin de la jornada: Rafa se gastó sus primeros dinerillos de jardinero en regalos para mami, Magda hizo la torta divina aunque me olvidé de comprarle huevos, Juliàn solucionó por sí mismo lo de la llave de la reja (Ah, no les dije que a media tarde me mandó mensajito diciendo que se había trabado y cuál era el número del cerrajero).
Llamadito de mi señor con planes para el día de hoy que viene con feriado detrás. Velitas, fotos y cuando mi hermana se va y los chicos a dormir todavía me queda energía para entrar al campus virtual de la facu y dejar un par de puteadas en la pantalla porque no me acuerdo mi contraseña y debo pedir confirmación en mesa de ayuda.
De paso respondí saludos en feis y me fui a dormir tipo 0. 45 porque el día ya era suficientemente gordito por haber tenido sólo 24 horas.
miércoles, 31 de marzo de 2010
sábado, 27 de marzo de 2010
TL-2: La felicidad es una leyenda urbana
TL-2: La felicidad es una leyenda urbana de Tetsuo Lumiere
“La vida es como un videojuego en el que nunca puedes ganar”: la frase, que cierra unos de los cortos que este largometraje contiene, podría sintetizar buena parte de la filosofía del actor/realizador Tetsuo Lumiére. Tras una década y media de bucear por las profundidades del under local e internacional –período coronado por el film-compilación TL-1 (“Mi reino por un platillo volador”)–, el premio obtenido en el último festival de cine de Mar del Plata por esta segunda entrega de la saga conectó finalmente la obra de este singular realizador con el gran público, y comenzó a insertarlo en el circuito tradicional del cine local. La creciente profesionalización de su trabajo permite, además, apreciar con más claridad aquellas particularidades que en obras anteriores la crítica desatendió en su apuro por encasillar a TL como realizador adolescente fan de Ed Wood, el cine clase B, la cultura bizarra, etc. etc. Como sucedía en TL-1, La felicidad es una leyenda urbana ofrece una galería de personajes condenados a habitar los márgenes de la sociedad, sea por su discapacidad (una joven sorda cuyo único contacto con el cine son las proyecciones silentes, y una florista ciega, pareja del protagonista, que al recuperar la vista lo deja de lado por ser un loser), sus orígenes (el no reconocido padre de Lumiére, un indígena homeless y peregrino) o simplemente su condición económica (el mismo TL y sus allegados, quienes alternan la vida en la calle con hogares de desconocidos y la usurpación de casas abandonadas). El mundo de Lumiére está plagado de engaños, humillaciones, violencia doméstica y callejera, acciones inconfesables, productoras de mala muerte, clínicas clandestinas, médicos falsos: en medio de tanta miseria humana y material casi folletinesca, Tetsuo Lumiére sólo puede pensar en concretar una película de platillos voladores. Su afán sólo se compara con su indolencia, y su voluntad de hacer mucho con muy poco acaba atentando contra su físico y destruyendo (casi) todos sus afectos y amistades. La vida de TL podría ser la de cualquiera de los millones de pobres del mundo globalizado que desafiara su destino (por ejemplo negándolo) y sostuviera un sueño, un deseo cualquiera, más allá de la supervivencia o el confort personales. La presente historia podría constituir una gran tragedia o una obra cargada de cinismo, pero las herramientas a las que TL recurre para contarla revelan su profunda condición de artista: el tempo y los gags propios de la comedia slapstick de Chaplin o Keaton neutralizan toda maldad en la violencia, toda sordidez en la crueldad. A la vez, el primer plano de una joven poco antes de ser mordida por una calavera-vampiro o las recurrentes melodías de Mozart y Debussy permiten experimentar belleza donde ésta parecía improbable. Sin otra pretensión que practicar una antigua y casi olvidada tradición de comedia cinematográfica, el cine de TL nos permite relacionarnos con zonas oscuras de nuestra sociedad y de nosotros mismos, a través de la luminosidad de la pantalla.
Máximo Eseverri
Sinopsis
Desde muy joven, Lumi soñó con hacer la mejor película de Ciencia-Ficción de todos los tiempos. Para lograr su propósito, filmó con insistencia y con una cámara VHS, unos precarios cortometrajes protagonizados por dinosaurios, vampiros, e invasores del centro de la Tierra, creyendo que asi llegaría a ganar fama y fortuna. Consigue enamorar a una chica ciega llamada Lourdes, y más tarde a su mejor amiga, Natasha. Vive con ambas un romance secreto y apasionado, al mismo tiempo que convence a su psicologa de la niñez para que actúe como la villana principal de su epopéyico largometraje, que será producido por un pequeño empresario textil. Lumi termina cegado por su avaricia y por sus bajos instintos, y nada sale como lo planeado, provocando que su madre enloquezca y se lance a buscar obsesivamente al verdadero padre de Lumi, al que vio tan solo una vez en su vida.
elenco: Tetsuo Lumiere, Ana Maria Castel, Natalia Santiago, Diamela Viani, Adrian Goldberger, Daniel Cler, Gabriel Chame Buendía, Claudia Schijman, Gimena Blesa, Simon Ratziel, Leonor De Kirchmayr, Emilio Gei, Gregorio Keleshian, Ezio Massa, Natalia Miranda, Ernesto Suazo, Antu Piazza, Anna Carina, Natalia Kim, Paola Bellato, Pablo Perel, Lisandro Berenguer, Leonela Lesa, Evelyn Bliman, Florencia Smayenka, Anna Carina, Natalia Kim, Maximiliano Mestre, Octavio Nessi, Sergio Nemirovsky, Caro Chande, Patricia Sanguinetti, Georgina Ciotti, Joaquin Adler, Mariano Ramos, Martin Vilela, Mariano Torres, José Streger, Demian Aiello, Luis Sosa Arroyo, Daniela Perrini, Rebeca Martinez, Lara Correa, Cecilia Oriz Lopez, Paul Meli, Jorgelina Santambrosio, Angeles Cravero, Oscar Barman, Juan Herrera, Julio Lopez Lagar, Mariano Aguerre, Elena Lisogorvsky, Gustavo Duran, Mercedes Delas, Luciano Machado, Alan Machado, Axel Machado, Federico Leon, Flaviana Skudin, Eduardo Pirone, Ariel Baccaro, Miguel Olivera, Luis Pedro Laferranderie, Mariano Sister, Sebastian Ziccarello, Diego Caton, Karina Noriega
Ficha técnica
Guión Y Dirección: Tetsuo Lumiere
Producción: Tetsuo Lumiere
Cámara: Sergio Nemirovsky, Sebastián Zicarello, Paola Bellatio, Mariano Torres, Mariano Aponte
Asistente De Dirección: Octavio Nessi
Efectos Especiales: Rebeca Martínez Peralta
Editada Por: Tetsuo Lumiere
Sonido: Hugo Meyer
Productores Asociados: Sergio Alejandro Palma, Gregorio Keleshian, Dr. Orgion.
Color: Blanco y negro / color
Duración: 86 minutos
Año: 2009
viernes, 26 de marzo de 2010
Mis Tacuarembó, la peli
INICIÓ RODAJE
Miss Tacuarembó
(Tomado de http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2010/03/12/escenariosysociedad/SOCI-02.html)
La película argentina “Miss Tacuarembó”, ópera prima de Martín Sastre, protagonizada por Natalia Oreiro, comenzó en Montevideo su rodaje, que también incluirá locaciones en Argentina.
Además de Oreiro, en el filme participan el argentino Mike Amigorena, Diego Reinhold, la española Rossy de Palma, Mirella Pascual y Mónica Villa entre otros.
La película está basada en una novela original de Dani Umpi y cuenta la historia de Natalia, una niña que crece en la ciudad de Tacuarembó, a 390 kilómetros al norte de Montevideo, en los años 80 y que, influenciada por la película Flashdance y la telenovela venezolana “Cristal”, sueña con el éxito de una estrella.
Luego de un casting por internet, la niña Sofía Silvera, de 9 años, fue seleccionada para protagonizar el papel que en la vida adulta será interpretado por Oreiro.
El filme es una coproducción entre Uruguay, Argentina y España y su rodaje puede ser seguido a través de videoblogs en la web www.misstacuarembo.com.
5 horas con Mis Tacuarembó
Feriado del mièrcoles. Sillón. Sola en casa. Dani Umpi recién comprado en Eterna Cadencia (recomendación conjunta de Luis y charla Ríos-Mairal). Divina Mis Tacuarembó (¿Chic Lit?)
miércoles, 24 de marzo de 2010
Desmaravilladores
"La única grieta decididamente profunda es la que media entre la maravilla del hombre y los desmaravilladores. Señoras y señores, a elegir de qué lado ponemos el pie"
Mario Benedetti
Mario Benedetti
Todo está guardado en la memoria
La memoria
León Gieco
Los viejos amores que no están,
la ilusión de los que perdieron,
todas las promesas que se van,
y los que en cualquier guerra se cayeron.
Todo está guardado en la memoria,
sueño de la vida y de la historia.
El engaño y la complicidad
de los genocidas que están sueltos,
el indulto y el punto final
a las bestias de aquel infierno.
Todo está guardado en la memoria,
sueño de la vida y de la historia.
La memoria despierta para herir
a los pueblos dormidos
que no la dejan vivir
libre como el viento.
Los desaparecidos que se buscan
con el color de sus nacimientos,
el hambre y la abundancia que se juntan,
el mal trato con su mal recuerdo.
Todo está clavado en la memoria,
espina de la vida y de la historia.
Dos mil comerían por un año
con lo que cuesta un minuto militar.
Cuántos dejarían de ser esclavos
por el precio de una bomba al mar.
Todo está clavado en la memoria,
espina de la vida y de la historia.
La memoria pincha hasta sangrar,
a los pueblos que la amarran
y no la dejan andar
libre como el viento.
Todos los muertos de la Amia
y los de la Embajada de Israel,
el poder secreto de las armas,
la justicia que mira y no ve.
Todo está escondido en la memoria,
refugio de la vida y de la historia.
Fue cuando se callaron las iglesias,
fue cuando el fútbol se lo comió todo,
que los padres palotinos y Angelelli
dejaron su sangre en el lodo.
Todo está escondido en la memoria,
refugio de la vida y de la historia.
La memoria estalla hasta vencer
a los pueblos que la aplastan
y que no la dejan ser
libre como el viento.
La bala a Chico Méndez en Brasil,
150.000 guatemaltecos,
los mineros que enfrentan al fusil,
represión estudiantil en México.
Todo está cargado en la memoria,
arma de la vida y de la historia.
América con almas destruidas,
los chicos que mata el escuadrón,
suplicio de Mugica por las villas,
dignidad de Rodolfo Walsh.
Todo está cargado en la memoria,
arma de la vida y de la historia.
La memoria apunta hasta matar
a los pueblos que la callan
y no la dejan volar
libre como el viento.
"Bandidos rurales", 2001
León Gieco
Los viejos amores que no están,
la ilusión de los que perdieron,
todas las promesas que se van,
y los que en cualquier guerra se cayeron.
Todo está guardado en la memoria,
sueño de la vida y de la historia.
El engaño y la complicidad
de los genocidas que están sueltos,
el indulto y el punto final
a las bestias de aquel infierno.
Todo está guardado en la memoria,
sueño de la vida y de la historia.
La memoria despierta para herir
a los pueblos dormidos
que no la dejan vivir
libre como el viento.
Los desaparecidos que se buscan
con el color de sus nacimientos,
el hambre y la abundancia que se juntan,
el mal trato con su mal recuerdo.
Todo está clavado en la memoria,
espina de la vida y de la historia.
Dos mil comerían por un año
con lo que cuesta un minuto militar.
Cuántos dejarían de ser esclavos
por el precio de una bomba al mar.
Todo está clavado en la memoria,
espina de la vida y de la historia.
La memoria pincha hasta sangrar,
a los pueblos que la amarran
y no la dejan andar
libre como el viento.
Todos los muertos de la Amia
y los de la Embajada de Israel,
el poder secreto de las armas,
la justicia que mira y no ve.
Todo está escondido en la memoria,
refugio de la vida y de la historia.
Fue cuando se callaron las iglesias,
fue cuando el fútbol se lo comió todo,
que los padres palotinos y Angelelli
dejaron su sangre en el lodo.
Todo está escondido en la memoria,
refugio de la vida y de la historia.
La memoria estalla hasta vencer
a los pueblos que la aplastan
y que no la dejan ser
libre como el viento.
La bala a Chico Méndez en Brasil,
150.000 guatemaltecos,
los mineros que enfrentan al fusil,
represión estudiantil en México.
Todo está cargado en la memoria,
arma de la vida y de la historia.
América con almas destruidas,
los chicos que mata el escuadrón,
suplicio de Mugica por las villas,
dignidad de Rodolfo Walsh.
Todo está cargado en la memoria,
arma de la vida y de la historia.
La memoria apunta hasta matar
a los pueblos que la callan
y no la dejan volar
libre como el viento.
"Bandidos rurales", 2001
domingo, 21 de marzo de 2010
Razones para llegar al cielo e intentar
Cónsul honoraria
Paulina Vinderman
Te escribo desde la nada,
pequeña oscura funcionaria que ni siquiera ve el río.
La cúpula rota se refleja en los charcos
cuando llueve
y es el único sitio en que brilla el destierro,
la única moneda que parece de oro.
A la hora del café todos hablan de nada,
se espera una tormenta (que pueda desprender el esmalte
del aire) o la notificación de otro destino.
Me siento como un cónsul en mi propia ciudad:
un poema reseco debajo del informe, la mitad
de una carta, una invitación para la fiesta en el muelle.
Esa mujer con los ojos muy pintados debo ser yo,
la que saluda bajo la luz naranja
de los faroles de papel e imagina a una goleta
amarrada a unos pasos
y a su escritorio flotando en alta mar.
El viento es débil
y la humedad de las plantas el punto de impresión.
Una ciudad, otra ciudad, se inclinan sobre mi vida
con su historia (y no lloran la mía)
Nombres tan fuertes como árboles,
tienen razones para llegar al cielo e intentar
resistir al huracán (que también gime un nombre)
La vieja furia por no saber donde piso está presente
(como un clásico)
Una niebla que se levanta del agua y oculta
el horizonte.
Veo mis pies, veo el repliegue,
la noche que termina sin haber empezado,
un cuaderno de notas en los hospitales del mundo.
Una locura de cristal, acuartelada.
Paulina Vinderman
Te escribo desde la nada,
pequeña oscura funcionaria que ni siquiera ve el río.
La cúpula rota se refleja en los charcos
cuando llueve
y es el único sitio en que brilla el destierro,
la única moneda que parece de oro.
A la hora del café todos hablan de nada,
se espera una tormenta (que pueda desprender el esmalte
del aire) o la notificación de otro destino.
Me siento como un cónsul en mi propia ciudad:
un poema reseco debajo del informe, la mitad
de una carta, una invitación para la fiesta en el muelle.
Esa mujer con los ojos muy pintados debo ser yo,
la que saluda bajo la luz naranja
de los faroles de papel e imagina a una goleta
amarrada a unos pasos
y a su escritorio flotando en alta mar.
El viento es débil
y la humedad de las plantas el punto de impresión.
Una ciudad, otra ciudad, se inclinan sobre mi vida
con su historia (y no lloran la mía)
Nombres tan fuertes como árboles,
tienen razones para llegar al cielo e intentar
resistir al huracán (que también gime un nombre)
La vieja furia por no saber donde piso está presente
(como un clásico)
Una niebla que se levanta del agua y oculta
el horizonte.
Veo mis pies, veo el repliegue,
la noche que termina sin haber empezado,
un cuaderno de notas en los hospitales del mundo.
Una locura de cristal, acuartelada.
No ahuyentar para siempre a la dama del mediodía
La dama del mediodía
(poema sin adjetivos)
a Edgar Bayley
Paulina Vinderman
La dama con sombrero de paja
camina desde el sol
hasta mi mesa en la arena.
No puedo ver sus ojos ni sus manos
pero sé que el mar
se incluye en su vestido
y su cintura se balancea
como las olas de aquella tarde.
Había roto mis uñas buscando almejas
sólo para dejarlas otra vez en su lugar
y no había tenido fuerzas
de construir castillos.
(La gaviota había muerto,
era plumas y pico en la brisa de las seis.)
La vida no es más que eso, pienso,
la lucha para no ahuyentar para siempre
a la dama del mediodía
— vestido de mar, balanceo de cintura—
sin siquiera haber reparado en sus pies.
(poema sin adjetivos)
a Edgar Bayley
Paulina Vinderman
La dama con sombrero de paja
camina desde el sol
hasta mi mesa en la arena.
No puedo ver sus ojos ni sus manos
pero sé que el mar
se incluye en su vestido
y su cintura se balancea
como las olas de aquella tarde.
Había roto mis uñas buscando almejas
sólo para dejarlas otra vez en su lugar
y no había tenido fuerzas
de construir castillos.
(La gaviota había muerto,
era plumas y pico en la brisa de las seis.)
La vida no es más que eso, pienso,
la lucha para no ahuyentar para siempre
a la dama del mediodía
— vestido de mar, balanceo de cintura—
sin siquiera haber reparado en sus pies.
Escondedora
Siempre dije de mí misma (entre otras cosas) que suelo ser "escondedora". Ahora, escondo entradas en este blog entre otras entradas en este blog.
La memoria de un puerto insignificante y caluroso
Black Mask
Paulina Vinderman
En la novela negra
ella no se enamoraría del asesino,
sería la torva ingenua bailarina de cabaret
o la dulce -nada ingenua-
muñeca con ojos como ciervos, pelo
para agitar en el viento entre las acacias.
En la novela negra
no podría jamás cruzar la línea,
bajo su respiración
estarían los muros amarillos,
la seducción de un héroe al que abrazar.
Y ya no importaría la tensión del poema
o de su espalda
soportando el mundo.
En la novela negra ella no tendría esta asfixia,
este estribillo que envejece
a medida que come de su pan
y abre los brazos en la oscuridad
en un escándalo incumplido.
Si algo la habita
es la memoria de un puerto insignificante
y caluroso
donde la muerte no es un estallido
sino una conversación, una clara evidencia.
Paulina Vinderman
En la novela negra
ella no se enamoraría del asesino,
sería la torva ingenua bailarina de cabaret
o la dulce -nada ingenua-
muñeca con ojos como ciervos, pelo
para agitar en el viento entre las acacias.
En la novela negra
no podría jamás cruzar la línea,
bajo su respiración
estarían los muros amarillos,
la seducción de un héroe al que abrazar.
Y ya no importaría la tensión del poema
o de su espalda
soportando el mundo.
En la novela negra ella no tendría esta asfixia,
este estribillo que envejece
a medida que come de su pan
y abre los brazos en la oscuridad
en un escándalo incumplido.
Si algo la habita
es la memoria de un puerto insignificante
y caluroso
donde la muerte no es un estallido
sino una conversación, una clara evidencia.
Hablando de Paulina Vinderman
Cada vez estoy más convencida de que son nuestros favoritos aquellos poetas con los que compartimos obsesiones.
"Por el dibujo de un barco en el Pacífico"
El mundo en jaque
Paulina Vinderman
Su gata murió de vieja este verano
y el gomero se dejó secar, poco después, obstinado
en el balcón.
¿A quién contar esta historia de locos,
esta encomienda que llega en un caballo con
arneses de plata -cierto rencor en las comisuras-
con quién contar?
El aire está enfermo pero todos respiran,
ella queda morada por el esfuerzo, insomne para
siempre,
buscando la estrella de lata
con la cual vestía su vida en Navidad
para cambiarla por el dibujo de un barco en el Pacífico
o una palabra que resplandezca en la oscuridad
(y no lleve comillas.)
Paulina Vinderman
Su gata murió de vieja este verano
y el gomero se dejó secar, poco después, obstinado
en el balcón.
¿A quién contar esta historia de locos,
esta encomienda que llega en un caballo con
arneses de plata -cierto rencor en las comisuras-
con quién contar?
El aire está enfermo pero todos respiran,
ella queda morada por el esfuerzo, insomne para
siempre,
buscando la estrella de lata
con la cual vestía su vida en Navidad
para cambiarla por el dibujo de un barco en el Pacífico
o una palabra que resplandezca en la oscuridad
(y no lleve comillas.)
21 de marzo
Hace un año le desée feliz cumple a mi mamá por este medio. A la noche soñé que me abrazaba y me agradecía. ¿Veré esta noche de nuevo a mi vieja?
¡Feliz cumple, ma!
¡Feliz cumple, ma!
sábado, 20 de marzo de 2010
Stef Penney: La ternura de los lobos
Stef Penney: La ternura de los lobos (Reseñada en Revista Ñ de hoy por Márgara Averbach)
(Tomado de http://www.elimparcial.es/libros/stef-penney-la-ternura-de-los-lobos-43408.html)
Traducción de Ana María de la Fuente. Salamandra. Barcelona, 2009. 448 pág. 19 €
08-07-2009
La elección del título suele constituir el emblema de una obra y nos aporta indicios de sus principales líneas argumentales. La ternura de los lobos (“The tenderness of wolves”, en el original) sugiere, en su significación externa, elementos líricos y elevados junto con una realidad temible, agresiva y —también— misteriosa. Esta dualidad de elementos expresa con exactitud las marcas distintivas de la primera novela de la escocesa Stef Penney, premiada en 2006 con el codiciado Costa Book of the Year Award y que logró sorprender, entre otros motivos, por su seguridad narrativa, madurez estilística y comprensión de la condición humana.
Ambientada en un pueblo canadiense del siglo XIX, la presencia de un hombre asesinado, simultánea a la desaparición de un adolescente, conmueve y atrapa al lector, desde un comienzo, en la trama de la obra. La madre del ausente —sospechoso del crimen— emprende su búsqueda; y en paralelo, rastreadores y miembros de una compañía comercial, en calidad de investigadores judiciales, la acompañan y persiguen, sucediéndose una serie de acontecimientos inesperados que la autora, en un continuo zigzag, va relatando a través de dos voces narradoras —una impersonal omnisciente y otra de la protagonista principal—. Todo ello, bajo el inhóspito paisaje de la tundra como marco —el frío es un elemento más de patetismo dentro de la obra—, que le sirve a Penney para adentrarnos en el mundo de los tramperos y de los indios nativos y mestizos y de los primeros inmigrantes de su país.
Más allá de los sucesos, en La ternura de los lobos destaca la introspección, la observación de sus propios actos o estados de conciencia, efectuada por la autora en unos personajes, a menudo taciturnos, que sin embargo perciben el sentimiento amoroso como su verdadero anhelo vital. El continuo caminar en busca de los demás es, en realidad, una búsqueda de ellos mismos; frente a la dureza de las circunstancias no cabe la resignación, y el hermetismo del final de la novela indica que el viaje de su existencia está aún por concluir.
Por José Miguel G. Soriano
(Tomado de http://www.elimparcial.es/libros/stef-penney-la-ternura-de-los-lobos-43408.html)
Traducción de Ana María de la Fuente. Salamandra. Barcelona, 2009. 448 pág. 19 €
08-07-2009
La elección del título suele constituir el emblema de una obra y nos aporta indicios de sus principales líneas argumentales. La ternura de los lobos (“The tenderness of wolves”, en el original) sugiere, en su significación externa, elementos líricos y elevados junto con una realidad temible, agresiva y —también— misteriosa. Esta dualidad de elementos expresa con exactitud las marcas distintivas de la primera novela de la escocesa Stef Penney, premiada en 2006 con el codiciado Costa Book of the Year Award y que logró sorprender, entre otros motivos, por su seguridad narrativa, madurez estilística y comprensión de la condición humana.
Ambientada en un pueblo canadiense del siglo XIX, la presencia de un hombre asesinado, simultánea a la desaparición de un adolescente, conmueve y atrapa al lector, desde un comienzo, en la trama de la obra. La madre del ausente —sospechoso del crimen— emprende su búsqueda; y en paralelo, rastreadores y miembros de una compañía comercial, en calidad de investigadores judiciales, la acompañan y persiguen, sucediéndose una serie de acontecimientos inesperados que la autora, en un continuo zigzag, va relatando a través de dos voces narradoras —una impersonal omnisciente y otra de la protagonista principal—. Todo ello, bajo el inhóspito paisaje de la tundra como marco —el frío es un elemento más de patetismo dentro de la obra—, que le sirve a Penney para adentrarnos en el mundo de los tramperos y de los indios nativos y mestizos y de los primeros inmigrantes de su país.
Más allá de los sucesos, en La ternura de los lobos destaca la introspección, la observación de sus propios actos o estados de conciencia, efectuada por la autora en unos personajes, a menudo taciturnos, que sin embargo perciben el sentimiento amoroso como su verdadero anhelo vital. El continuo caminar en busca de los demás es, en realidad, una búsqueda de ellos mismos; frente a la dureza de las circunstancias no cabe la resignación, y el hermetismo del final de la novela indica que el viaje de su existencia está aún por concluir.
Por José Miguel G. Soriano
Maximiliano Tomas y La joven guardia
:: Entrevistas ::
El joven guardia
19-03-2010 | Maximiliano Tomas
(Tomado de http://blog.eternacadencia.com.ar/?p=7128#more-7128)
A cinco años de la edición argentina y a uno de la edición española, Maximiliano Tomas, responsable de La joven guardia, recuerda los inicios y analiza las implicancias que la antología tuvo en la agenda cultural.
Por P.Z.
maximiliano tomas
Entonces lo dice.
–Hice un libro que presentó en sociedad a la nueva generación de escritores argentinos siendo un mero periodista con inquietudes. Todos los que critican, ¿qué hicieron? Yo fui el que decidió sentar el culo durante un año y medio para hacer el libro. ¿Por qué otro no lo hizo antes? ¿Por qué todos los que critican el libro no lo hicieron antes?
No lo dice con bronca: se podría decir que hasta parece relajado, como si supiera que en algún momento iba a decirlo, como si estuviera esperando ese momento, como si se hubiera quitado un peso de encima.
*
–¿Influyó el libro para que llegaras a ser el editor del suplemento de Cultura de Perfil?
–No. Eso se presta a confusión. El diario Perfil sale en septiembre de 2005, el libro se presentó en agosto del 2005. Me sumo al proyecto del diario y acepto crear, fundar y después dirigir el suplemento en junio de 2005. A esa altura el libro debería estar imprimiéndose, con lo cual no influyó para nada. Lo que sí pretendía era tener la posibilidad de contar con todos los escritores que integraban el libro para trabajar en el suplemento. En el caso de Juan Terranova o Hernán Arias se dio, y trabajan o trabajaron como empleados del diario. Los demás participaron escribiendo ficción, reseñas bibliográficas o críticas, ensayos, haciendo entrevistas. Pretendía que fuera una intervención: este suplemento iba a ser, entre otras cosas, el que le diera espacio a la nueva narrativa para difundir su propia obra, pero también para establecerse como crítico de obra. Casi ningún medio le daba bola a la nueva narrativa antes de eso. Hubo una voluntad de ir en contra de la agenda impuesta por los grandes sellos, de ir en contra del bestsellerismo y de ir definidamente a favor de la emergencia de las editoriales independientes. Lo nuevo, lo joven, lo independiente y lo excluido eran conceptos muy fuertes que me interesaban desde el principio para el suplemento de Cultura de Perfil. Sí: todo nació como una cuestión de tratar de romper un poco el statu quo. Incluir a los autores de La joven guardia como críticos fue un movimiento consciente.
*
Maximiliano Tomas todavía hacía periodismo de investigación para la revista Noticias cuando en 2004 compiló para la Editorial Norma la antología Cuentos breves para leer en el colectivo. Ese libro fue un éxito de ventas: según sus cálculos vendió unos 10 mil ejemplares en un año. En aquella época, Leonora Djament le había ofrecido a Tomas que hiciera la segunda parte de la antología pero él se negó (el libro saldría recién en 2007) por temor a bastardear un trabajo que tanto le había gustado a ambos.
–Tengo otro proyecto –ofreció a cambio–: tratar de ver si existe una nueva generación de escritores. Veo todo lo que puedo sobre el Nuevo Cine Argentino, voy bastante al teatro y ahí están las obras de Tolcachir, Spregelburd, Daulte, a las que integran en algo llamado Nuevo Teatro Argentino. Y no sé quiénes son los escritores de mi edad. No sé si existe una Nueva Literatura Argentina. Me gustaría hacer la investigación y en el caso de que haya un corpus de autores o de textos, que editemos un libro.
Así nació La joven guardia.
*
–¿Considerás que con La joven guardia iniciaste una generación de escritores? ¿Con ese libro se formó una generación?
–El libro fue la primera vidriera que tuvo la generación de escritores nacidos en los ‘70 en el mercado editorial y en los medios. Yo no inventé nada: Juan Terranova ya escribía, Gonzalo Garcés ya escribía, Washington Cucurto, Federico Falco, Samanta Schweblin ya escribían. Muchos de ellos tenían libros publicados. El libro sirvió –y no creo que haya demasiada gente que a esta altura lo pueda discutir– para presentar en sociedad una –a falta de una palabra mejor– generación literaria. Y también para tratar de crear un mercado: saquémonos la careta. El asunto era tratar de crear un mercado propio, crear lectores donde no los había.
–¿Por qué el límite de edad en 35 años?
–Me interesaba ver quiénes eran los tipos de mi edad que escribían. Nadie se había tomado el trabajo de ver si existían: me llevó casi un año hasta que volví a juntarme con Leonora para decirle que tenía la lista. La idea era llegar a 20 nombres, entonces pautamos las condiciones. Hay una primera condición subjetiva: hay que confiar en el gusto literario del antologador. Luego me dejaba tranquilo hacer un recorte etario: como la antología salía en 2005, definimos que se incluían los nacidos hasta 1970, o sea que el límite era hasta 35 años como máximo. El 35 fue porque era un número redondo. Además me pareció que era una edad adecuada para llamar a alguien “joven”. Teniendo en cuenta el panorama literario previo y a quienes se llamaba “jóvenes escritores” (Alan Pauls, Rodrigo Fresán, Juan Forn, Sergio Bizzio) no estaba mal. Teníamos 15 años menos que ellos.
–También se puso la condición de tener obra publicada.
–Fue el único requisito que puso la editorial: que tuvieran al menos un libro publicado en cualquier formato, en cualquier editorial, en cualquier lugar del mundo. Lo que ni siquiera respeté, porque si hilás fino te encontrás con que Gisela Antonuccio, por ejemplo, no tenía ningún libro publicado a la fecha, e igual está en la antología. Fue un requisito de la editorial para establecer un piso de calidad o para salvarse de una arbitrariedad. Funcionó, pero si yo veía que había alguien que tenía que estar y no cumplía con el requisito lo iba a publicar igual.
*
Durante todo ese año, Maximiliano Tomas se dedicó a investigar para llegar a 20 nombres. Llamó a editores y talleristas, envió mails a diarios y redacciones: pedía cuentos. Antes de empezar el proyecto de La joven guardia no conocía a ninguno de los escritores que finalmente fueron seleccionados. “Ni a uno ni a dos: no conocía a nadie”, asegura. Durante el proceso de selección se reunió con cada uno. “Una de las cuestiones por las cuales hice el libro fue para conocer a mis contemporáneos. Me pareció que era una oportunidad magnífica para tenerlos cara a cara”.
–¿En serio vas a hacer una cosa así? ¿Y la Editorial Norma va a publicar el libro?
La duda era la respuesta de todos los candidatos: una mezcla de amabilidad y sorpresa genuina. En 2004 muy pocos habían protagonizado notas o entrevistas. Faltaba mucho para las provocaciones de Terranova (“los desaparecidos me chupan un huevo”), las tapas de ADN, las notas dominicales en Clarín.
Leonora Djament, editora de Norma en tiempos de La joven guardia, explica el por qué de tanta incredulidad: “Seis años atrás era mucho más difícil que ahora publicar novelas de los llamados jóvenes escritores. Hoy es más fácil por la aparición de editoriales independientes como Entropía, pero también por grandes editoriales como Mondadori. En Norma nos interesaba hacer la apuesta por los jóvenes, pero una cosa es publicar a un joven con tres novelas y otra a uno que no tiene nada o que a lo sumo tiene un cuento publicado en una antología. Es una apuesta a futuro: a lo mejor el escritor no vuelve a escribir nada. Cómo hace una editorial grande para sostener un autor con un único libro. La joven guardia aparecía como el proyecto perfecto: en un solo libro se podía mostrar una parte de lo que estaba pasando. No era posible publicar 20 primeras novelas pero sí era posible armar ese pantallazo. Efectivamente funcionó como eso: fue una de vidriera”.
Tomas llegó a manejar unos 60 nombres y empezó a ajustar el criterio para llegar a 20.
–Fue uno de los procesos más transparentes que se pueda imaginar, por la sencilla razón de que no había ningún interés en el medio: no existía el mundo de las antologías, nadie sabía si existía una nueva narrativa argentina o no. Si aún hoy nadie lo sabe, en ese momento menos que menos. Mucha gente quedó enojada por no haber entrado y precisamente por eso hablaron mal de mí y del libro. Una de esas personas me mandó dos series de cuentos: en el segundo envío me dijo “como no te gustaron los cuentos que le gustaron a mi amigo Marcelo Cohen, te mando los cuentos que le gustaron a mi amigo Ricardo Piglia”. A mí no me gustaron ni los cuentos que decía que le habían gustado a Cohen ni los que decía que le habían gustado a Piglia, y quedó afuera. Por más nombres que invoques –respeto a esos dos autores–, el editor del libro soy yo, y si no me gusta, no lo voy a incluir.
Cada convocado enviaba tres o cuatro cuentos. Tomas seleccionaba uno y comenzaba el intercambio para ajustar detalles, sugerencias. La decisión final, igualmente, estaba en manos del autor. Por ejemplo, a Tomas no le cerraba el párrafo final del cuento de Federico Falco, pero Falco prefirió mantenerlo como estaba. Era negociación amable. Con Diego Grillo Trubba trabajaron un poco más para emprolijar el texto. Cucurto, en cambio, le entregó el cuento y le dio la potestad de modificarlo como quisiera (más tarde Damián Ríos, quien fuera editor de Cucurto en Interzona, le dijo a Tomas que no estaba conforme con cómo lo había modificado).
–¿Cómo era la selección de los cuentos? ¿Qué buscabas?
–Para empezar me tenía que gustar a mí. Hacía una selección personal y al mismo trataba de que no hubiera dos cuentos demasiado similares. La diversidad fue un concepto fundamental: quería que hubiera diversidad de voces, diversidad de tonos, diversidad de temas. Además había una manera de elegirlos, de organizarlos, de ordenarlos: el libro tenía que fluir. En las antologías hay que elegir autores que den una muestra lo más acabada posible de la producción actual, y al mismo tiempo que sea representativa de su propia obra pero que no sea similar a otra. Hay que tener en cuenta hasta algo tan banal como la extensión. En 20 autores no podés dedicarle 40 páginas a uno y 2 a otro. Tratás de que todo esté equilibrado.
–¿Desde la editorial te daban alguna indicación?
–No. Una de las cosas más asombrosas fue que confiaron en mi criterio desde el primer minuto. No hubo objeciones ni recomendación alguna. No hubo presiones para que incluyera o dejara afuera a nadie. Leonora Djament y Gabriela Franco se encargaban del trabajo de coordinación, verificaban cómo íbamos con los tiempos, se interesaban en saber qué autores había. Sobre todo se alegraban cuando les enviaba textos de escritores que ellas no conocían (que eran muchos).
*
maximiliano tomas
Tomas quería que el libro tuviera cuatro prólogos: un autor por década. Abelardo Castillo representando los ‘60, Luis Gusmán los ‘70, alguien –no llegó a definirse quién– de los ‘80, Guebel o Bizzio representando a los ‘90. Cuatro décadas leyendo a la generación del 2000: opinando, criticando, sugiriendo, advirtiendo. Pero la idea no pudo realizarse: “Fue lo único que dijeron que no en la editorial. Les resultaba muy caro hacer un libro que sólo en prólogos se llevara 5 o 6 mil pesos de adelanto”.
Aunque ya había mantenido un contacto con Daniel Guebel, finalmente se decidió que el prefacio fuera de Abelardo Castillo (Tomas había sido alumno del taller de Castillo). Ese texto fue una de las cosas más criticadas del libro.
–¿Cuál es tu opinión del prefacio?
–Tuve una opinión en su momento, tengo una opinión hoy, sigue siendo la misma pero más completa. Que Abelardo haya aceptado prologar La joven guardia me pareció un gesto de un valor inconmensurable, muy valioso de su parte. No tenía ninguna necesidad profesional ni personal de hacerlo. De ninguna manera lo hizo por el dinero. Creo que lo hizo convencido porque me conocía a mí, porque la conocía a Leonora y porque conocía a algunos autores que integraban la antología.
En el prefacio, Castillo dice:
Debo encontrar, ahora, un modo de referirme a este libro, que estoy presentando pero que, voluntariamente, aún no he leído. No se trata de una paradoja o una irresponsabilidad, ya que estas palabras de presentación no deben ser un prólogo sino algo así como un acompañamiento a sus autores. Como si dijéramos, visto desde ellos, una especie de paseo informal con un señor de cierta edad. Todo lo que sé de este libro, y todo lo que me hace falta saber, es que se trata de veinte cuentos escrito por jóvenes menores de treinta y cinco años. No conozco a muchos, pero admiro a algunos y, sobre todo, conozco a quienes han hecho la selección, lo que me garantiza a priori la calidad de los textos.
–No me llamó para nada la atención esa omisión que todo el mundo señala –continúa Tomas–. Hasta diría que es de una honestidad intelectual llamativa, porque podría haber surfeado (“leí los cuentos, me parece muy buena antología”) y poner el gancho. Sin embargo él dijo “confío en el editor, confío en la directora editorial, conozco un par de autores, no leí los cuentos pero esto vale la pena”. Un gran gesto que se leyó mal y quedó diluido. Muchos dijeron que no necesitaban que Abelardo Castillo viniera a certificar… ¡El no certificó nada! Hizo un gesto, como un saludo.
En una entrevista en marzo de 2009, un tajante Abelardo Castillo dijo no sentirse en absoluto padrino de este grupo de escritores. “No soy en absoluto padrino de los escritores de La joven guardia. Me pidieron un prefacio que acompañara a esos jóvenes escritores. De ninguna manera quise ser el padrino de ninguno de ellos, aunque había algunos escritores que escribían en ese libro que yo conocía y admiraba. Me tomé el trabajo de no leer los textos para no tener que opinar sobre ellos porque muy probablemente hubiera estado en desacuerdo con el 90% de lo publicado ahí.”
Tomas vuelve a destacar el gesto y el compromiso de Castillo cuando cuenta que hubo otros escritores que se negaron a participar. Aunque admite que no sabe si volvería a incluirlo:
–No sé si volvería a incluir el prefacio de Abelardo –dice.
*
¿En qué se piensa hoy cuando se menciona a La joven guardia? ¿Quién lo relaciona con aquel extraño de pelo largo que iba sin preocupaciones? El título del libro llegó en una charla con las editoras Leonora Djament y Gabriela Franco.
–Fue lo primero que me surgió –dice Tomas–, teniendo en cuenta que necesitábamos una bajada que especificara “Nueva narrativa argentina”. Me sigue pareciendo bueno. ¿Qué se pide de un título? Que coquetee con el contenido del libro, que logre instalar una suerte de marca y que apele al lector de una manera directa y llamativa. Que funcione como argumento de atención y como argumento de venta. Para la antología fue inmejorable. Cómo no sentir que ese título después de 5 años fue efectivo. Es más: si el libro se llamara de otra manera tal vez no hubiera tenido tantas notas, tantas reseñas.
Guillermo Saccomanno en la presentación del libro, que se hizo en el Centro Cultural Torquato Tasso, vinculó el título a la dictadura militar. Para reforzar el vínculo, Saccomanno también se agarró de la portada del libro, donde abundan los muñequitos Jack.
–La verdad, me parece una estupidez –arremete Tomas–. No podés hilar tan fino con un argumento tan básico. ¿Que los muñequitos Jack sean de una golosina que alcanzó su momento de esplendor en la década del ‘70? Está bien: nadie debe ser ingenuo, nadie tiene que desconocer los antecedentes históricos de cualquier fenómeno, pero es la tapa de un libro… Y los muñequitos Jack –como nota de color, se regalaron durante la presentación– eran los chocolates que yo comía cuando era chico. No los compraba porque fueran los muñequitos de Videla y Galtieri. Me los compraban mis viejos, que fueron militantes peronistas y después de los derechos humanos, porque yo era un chico de 5 años y quería comer chocolates y adentro traían muñequitos. Aflojemos un poco.
Juan Terranova suele decir que Maximiliano Tomas es un gran titulador. No sabemos si en aquel entonces le gustaba La joven guardia como título, pero hubo un momento en que lo empezó a sentir como un peso. Dos años atrás decía que prefería la “etiqueta” Nueva Narrativa Argentina porque era una definición más neutra. “Me parece un título completamente desafortunado. Hubiera preferido ponerle La guardia pretoriana, que tiene una referencia más clara. Yo no guardo nada, no soy guardián de nada”.
–Terranova jode todo el tiempo con eso –Tomas lo trae a colación sin necesidad de recordárselo– “Yo no soy el guardián de nada”. ¡Ya sé, boludo! ¡El guardián entre el centeno! ¿Pero qué se le pide a un título? Que sea efectivo. Y lo fue. A mí me alegra mucho que hoy pongas “la joven guardia” en Google y te salten más cosas del libro que sobre “El extraño de pelo largo”. Está buenísimo, cómo no va a estar bueno.
*
–¿Cómo te sentís con aquellos que se autoproclaman dentro de la generación de La joven guardia a pesar de no estar en el libro?
–La joven guardia es una antología que funciona como un muestrario de producción generacional. Lo extraño fue lo que se armó alrededor de lecturas externas, interpretaciones, fabulaciones o lo que fuera. Pero es un libro que tenía una función muy concreta: tratar de ver si había gente joven que estuviera escribiendo y qué estaba haciendo. Objetivo cumplido. Punto. Se acabó. Eso era todo lo que yo pretendía. Pero por supuesto no refleja ni agota un fenómeno completo. No podría hacerlo ni un libro, quizá ni una biblioteca. Hay un montón de nombres de escritores que tal vez valgan la pena que no están en el libro y que ya irán surgiendo. De hecho he visto notas generacionales acerca de escritores nacidos en los ‘80, ya tienen casi 30 años. Dentro de poco tiempo debería aparecer una nueva antología: La joven joven guardia, o una cosa así [Risas]. El libro funcionó como la chispa que encendió algo, aunque no sé muy bien qué. Puedo ver emergentes: empezaron a hacerse lecturas, presentaciones, antologías. Las editoriales independientes venían cobrando mucha visibilidad e importancia en el campo editorial y todo eso se juntó. ¿Fue por el libro? Evidentemente no. O por lo menos no sólo por el libro.
Después de La joven guardia surgió una serie de nuevas antologías. Mondadori inició la colección Reservoir Books –abierto homenaje a Reservoir dogs, la película de Quentin Tarantino–, con la que a la fecha lleva editadas cinco antologías temáticas. Glenda Vieites, editora de Random House Mondadori –que antes de llegar a la editorial había trabajado en el suplemento de Cultura del Diario Perfil– le propuso a Tomas que se hiciera cargo de la serie de antologías, pero él no quiso.
–Mi trabajo ya estaba hecho. Todo lo que tenía que decir lo dije con La joven guardia. Lo que hiciera al margen de ese libro sería bastardear la idea original. Yo le recomendé a Glenda que la hiciera con Diego Grillo Trubba.
Lo mismo sucedió con Buenos Aires/Escala 1:1, antología publicada por Entropía en 2007: Juan Terranova le ofreció trabajar como una dupla, pero volvió a negarse. “Me hubiese convertido en un padrino profesional de la nueva generación de escritores argentinos, lo que de ninguna manera me interesa”. (Sin embargo, fue lo que sucedió: desde hace cinco años es un referente de consulta para conocer escritores argentinos. Entre risas, dice que trabaja gratis como consejero de escritores y editoriales).
Maximiliano Tomas no volvió a editar una antología de narrativa, pero en 2007 –además de la segunda entrega de los Cuentos breves para leer en el colectivo– se decidió a compilar La Argentina crónica, un libro que traspolaba la misma intención primigenia de La joven guardia a la crónica periodística.
–Fueron dos actos curatoriales similares en distintos campos. Hasta está la cuestión generacional: tenían que ser cronistas menores de 40 años que acreditaran un trabajo efectivo de por lo menos 5 años y que publicaran artículos de manera regular. El límite de edad es de 40 años porque hay que tener en cuenta que el camino a la crónica es un destino final. Lleva tiempo hasta que uno empieza a hacerse un nombre. Quiero a los dos libros de la misma manera. Cuando comencé a hacer La joven guardia sabía que me estaba metiendo en un terreno en que no era especialista. Jugaba la voluntad del trabajo y la intuición, dependía de la colaboración de otra gente. Era como pescar en medio de la niebla. Todo era nuevo, puro descubrimiento, un caso detrás de otro. Dos años más tarde, cuando hice La argentina crónica, hacía muchos años que trabajaba en periodismo, había leído casi todos los libros que sacaron los cronistas que fueron incluidos en el libro, daba clases de periodismo narrativo, había publicado una buena cantidad de crónicas en un montón de revistas. Esa es la diferencia fundamental: yo fui periodista mucho antes que editor o que escritor de ficción. Ya no había una cuestión de sorpresa sino de poner en evidencia algo que estaba sucediendo y que, de nuevo, nadie había hecho. La Argentina crónica pretendía ser un libro para el público masivo al mismo tiempo que un libro para las escuelas de periodismo y para las carreras de comunicación, por eso las biografías y el cuestionario que cierra cada texto. Yo quería una bibliografía que mostrara que algo viene pasando con este género en la Argentina y en América Latina desde hace muchos años. Que hay gente que tiene entre 25 y 40 años que escribe cosas asombrosas. Por eso Martín Caparrós hace el prólogo como una especie de padrino generacional, algo que en casi todos los que integran el libro están de acuerdo. Con el prólogo de Martín pasó lo que no pasó con el prólogo de Abelardo: se dio un sentimiento unánime de consenso.
*
Es curioso el camino por el que avanzan los libros. El argumento que Maximiliano Tomas utilizó para convencer a los editores argentinos fue el mismo que utilizó para convencer a los editores españoles. En España también habían funcionado muy bien los Cuentos breves para leer en el bus: en los primeros seis meses se vendieron unos 20 mil ejemplares. Cuando le pidieron que editara la segunda parte, presentó La joven guardia.
Cuatro años distaban de la edición argentina de la española. Ya no había prefacio de Abelardo Castillo y el prólogo de Tomas tenía otra firmeza:
Ingrata tarea la de establecer un nuevo canon, aunque sea de manera involuntaria. Cuando este libro apareció en la Argentina, en agosto de 2005, no era ésa su intención. ¿Quién podría, acaso, decidir de un día para otro qué es lo que va a llamarse “nueva narrativa argentina”, rotular textos y autores, compilarlos en un libro, sentarse a descansar y pretender que el público y la crítica reciban esa selección con complacencia? No existen tales operaciones de mercado, y los movimientos y las generaciones literarias se conforman al margen y pesar de ellas, contrariamente a lo que suele creerse.
–El canon no se impone: sucede. Es imposible establecer un canon. Hay varios escritores jóvenes que tienen varios libros publicados, ocupan espacio en las librerías y en los medios y no están en La joven guardia. Muchos de ellos quedaron afuera del libro porque no me gustaban o no me interesaban. ¿Se habla de La joven guardia y se confunde el título de un libro como el nombre de una generación? Sí. ¿Se habla de la nueva narrativa argentina y uno de los libros que siempre se citan es La joven guardia? sí. Finalmente: ¿de los 20 o 23 autores de La joven guardia, el 90 por ciento sigue escribiendo y cada vez tiene más relevancia y ganó premios importantes en todos estos años? Sí. ¿El libro funciona como la imposición de un canon? No era de ninguna manera la idea original. Yo creo que eso no sucedió ni para el periodismo especializado ni para la Academia, en cambió quizá sí haya funcionado para el periodismo general y para el lector común (si es que el lector común existe). En ese caso se acerca bastante a la idea de un canon.
En la edición española, Tomas incluyó tres cuentos nuevos, pero de ninguno de los autores que quedaron afuera de la primera selección:
–Incluí a Félix Bruzzone porque desde el primer momento que leí un texto de él me rompió la cabeza. Fue antes de que publicara la novela. Me dije “este pibe va a seguir escribiendo”, sin ningún tipo de dudas era un escritor, tenía que estar. Iosi Havilio también me rompió la cabeza con Opendoor, tiene un talento impresionante. El caso más crítico es el de Andrés Neumann: en 2005 había quedado fuera porque me parecía que era más español que argentino, ya tenía una carrera y me parecía que en España era muy conocido y que acá no lo conocía nadie. No había tenido contacto con él. Ahora que el libro se iba a distribuir en España y que los españoles hicieron una edición específica me pareció que dejarlo afuera era ya una cuestión meramente personal y no tan profesional. Además, él sigue diciendo que es un escritor argentino, por más que hace 20 años que vive en España. Mantuve el corpus original de textos y al agregarle esos tres me parece que le di un cierre.
–¿Cómo fue la recepción del libro en España?
–Pasó algo rarísimo: la recepción fue espectacular. Teniendo en cuenta que es un libro que no está destinado a un público masivo, que es un libro de escritores argentinos jóvenes que se edita en España, teniendo en cuenta el volumen de novedades y el volumen del mercado español, fue asombroso. Primero con la cantidad de público que asistió a las dos presentaciones y después por el centimetraje que tuvo en la prensa. Una cantidad de notas que creo que individualmente (y lamentablemente) no ha tenido ningún escritor argentino joven. Hubo notas en el ABC, en Babelia, en el cuerpo Central de El País.
“Los chicos que viajaron para las presentaciones” son Samanta Schweblin, Juan Terranova, Diego Grillo Trubba y Patricio Pron. La gira española fue otro álgido capítulo en el culebrón de La joven guardia. Tomas se toma mucho tiempo en reconstruir la historia del viaje y la posterior crónica de Pron en Etiqueta Negra.
Cuando el libro estuvo listo para editarse en España, Tomas retomó un antiguo contacto con el Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Hernán Lombardi, quien le había ofrecido ayuda económica para la promoción de la nueva generación de escritores. Lombardi se comprometió a pagar los pasajes y el alojamiento para que tres escritores de la antología viajaran a España. “Me pareció que, más allá del signo político o ideológico del gobierno de Macri o la gestión de Lombardi, estaba bueno un apoyo oficial a esta movida, después de tanto laburo y sacrificio”. Tomas, entonces, invitó a Samanta Schweblin, Juan Terranova y Diego Grillo Trubba. Mientras tanto, se ocupó de confirmar las dos presentaciones en España: la primera en Barcelona, donde participó Ignacio Echevarría y estuvo presente Rodrigo Fresán, la segunda en Casa de las Américas en Madrid donde fueron acompañados por Costantino Bértolo.
–Entonces me doy cuenta de que podía sumar a Patricio que estaba viviendo en Madrid.
Tomas y Pron mantienen relaciones cordiales desde el 2005. Los contactos se hacían vía correo electrónico; Pron usaba el anacronismo de fechar los mails como en las cartas. “Ponía Gottingen, 16 de marzo, eso siempre me causó mucha gracia”. Recién se conocieron en 2008, poco antes de que Tomas viajara a Barcelona. El encuentro, quiso el destino, fue cerca de Eterna Cadencia y, como dos viejos compañeros desconocidos, recordaron anécdotas de La joven guardia tres años más tarde.
–Casa de las Américas te paga honorarios por participar de un encuentro. No me acuerdo cuánto era, alrededor de 300 euros. Había honorarios para cuatro: para los tres chicos y para mí. Pero yo pedí que no me pagaran para que sumáramos a Patricio. Y conseguí que el Gobierno de la Ciudad le pagara el pasaje en tren para que viniera a Barcelona. Patricio se nos sumó en la presentación de Barcelona. Tanto los días que pasamos en Barcelona como los que pasamos en Madrid fueron… no hay otra palabra: fantásticamente divertidos. Fue como un descubrimiento, Patricio fue el más incorrecto y el más divertido de nosotros cinco. Cuando se juntaba con Terranova hacían unos delirios completos. Fue una convivencia de amigos. Un grupo de amigos que se tomaba en serio las presentaciones y se cagaba de risa el resto del tiempo.
Cuando Pron llegó a Barcelona le contó a sus compañeros de viaje que le había vendido a Etiqueta Negra una crónica de las presentaciones, algo que fue muy bien recibido entre la comitiva. Pasaron los cinco o seis días de gira y cuando ya cada uno había vuelto a su ciudad, recibieron el artículo de Pron antes de que fuera publicado. Pron les pedía que revisaran los datos por si era necesario corregir alguno.
–Para mí la nota estaba bien. Lo único que le dije a Patricio fue que no me gustaba el título de la nota ni la bajada. “Una gira supuestamente divertida con escritores que escritores argentinos que nunca más volveré a hacer”: un homenaje a un título de David Foster Wallace. Me parecía que no se condecía con lo que habíamos vivido nosotros. Y en la bajada decía que éramos hijos de Borges y de Cortázar. Eso es precisamente lo que nunca quise ser. Yo no soy hijo de nadie, mucho menos de Borges y Cortázar. El me escribió contándome que estaba de acuerdo conmigo, el título lo había puesto el editor y a él tampoco le gustaba. Después me enteré cómo se estaba leyendo la nota acá y del escándalo que se armó. Yo estaba en Barcelona, fuera de toda una esfera de lecturas y de vivencias y de sentimientos. Me preguntaba si estaban todos locos. ¿Leyeron la misma nota que yo?
–Pero es bastante duro con Schweblin. La compara con un ciervo a punto de ser arrollado.
–Me parece que hay un error metodológico fundamental en la nota. Patricio es un escritor de ficciones, de cuentos y novelas, pero no es periodista y sobre todo no es cronista, una especie de subgénero o de suboficio dentro del periodismo. Cometió un error de principiante que lo hubiese salvado de todas las críticas que recibió y que hubiese hecho a la nota muchísimo mejor de lo que fue. El cronista, por lo general, se sorprende con el lector. No encuentra lo que va buscar. El buen cronista se sorprende con lo que encuentra, que es lo que no esperaba. Y el buen cronista nunca tiene que tomarse demasiado en serio a sí mismo. Estas son las lecciones básicas de los grandes maestros de la crónica: tomate en serio tus temas, tomate en serio tus personajes, tomate en serio tu trabajo, pero no te tomes en serio a vos mismo. El grave error que comete Patricio es limitarse a mirar cuando en realidad fue protagonista de la historia. Traiciona su participación en la historia y se pone afuera como si él estuviera del otro lado de la vidriera, como si no hubiera participado. Y lo que es peor: se toma muy en serio a sí mismo. Dice “la verdad la tengo yo, la literatura es esto y todos los demás, que tienen opiniones distintas a la mía, están equivocados”, como si definiera cuál es la verdad y cuál la mentira desde un atril.
Un crítico español le dijo a Tomas que creía que Pron había llegado a Barcelona con la nota ya a medio escribir, con todos los prejuicios a flor de piel y que la realidad se los desmintió. Es una posibilidad que no descarta:
–Porque a la nota –sigue Tomas– se le notan las tensiones. Se le notan las costuras. No terminó de saber del todo qué es lo que quería decir. Patricio es una persona mucho más inteligente de lo que demuestra ese artículo. Si hubiera podido tomarse más tiempo, hubiera escrito otro artículo, lo hubiera corregido más y hubiera sido más cuidadoso. Creo que la escribió muy sobre la hora y creo que no terminó de resolver sus conflictos internos con la historia que quería contar. Todo eso sumado a que el editor le puso un título de mierda y le hizo una bajada al menos incorrecta, generó lo que finalmente generó que son malos entendidos. Lo que pasa es que Buenos Aires es la capital internacional de la mala leche. Pareciera que todo el mundo está esperando que vos hagas algo para criticarte. Hagas lo que hagas. Cómo puede ser que haya tantos tipos con mala leche que estén esperando saltarte al cuello por cualquier cosa, incluso por cosas que no tienen importancia.
*
–Con respecto a la lista de autores: ¿que aparezcan en el libro les dio la visibilidad necesaria para desembarcar en grandes editoriales, o, por el contrario, fue esa agilidad que tenían lo que hizo que los convocaras?
–No puede ser leído como un fenómeno direccionado, aunque viendo el paso del tiempo, estaríamos más cerca de la primera opción. Ya de por sí nadie sabe cómo le va a ir a un escritor cuando publica un primer libro, pretender analizar uno que incluye a 20 autores es imposible. Sí creo que el libro cumplió con una de sus finalidades, que fue la de darle visibilidad a los integrantes. Había escritores que ya tenían cierta difusión (Gonzalo Garcés, Washington Cucurto, Florencia Abate, Gabriela Bejerman) y había otros que no. Hicieron, por los menos, unas diez notas colectivas, hubo fotos, entrevistas, fueron tapa del suplemento ADN. Tiendo a pensar que toda publicidad ayudar a publicar. Seguramente iban a terminar publicando sus obras, pero tal vez les hubiese tomado más tiempo.
–La joven guardia sorprendió a toda una estructura de la cultura: de repente todo era joven guardia o nada era joven guardia. Cinco años más tarde, ¿cómo sentís que fue asimilada?
–Fue un proceso de asimilación mediante el equívoco y la confusión; no podría haber sido de otra manera. Pretender utilizar el título de un libro para nombrar a una generación de escritores es algo raro. Todo lo que tiende a agrupar y a aglutinar está equivocado. La escritura es algo que se hace de manera individual y en soledad, y cada uno de los escritores que figuran en el libro lo demostró. Al mismo tiempo, sin ponerme demasiado colorado puedo decir que no me perdí demasiados autores. El 90% de los mejores escritores argentinos que tienen menos de 40 años está en el libro. Se me ocurren dos autores que no están y que pertenecen a la generación de los nacidos en el ’70: Hernán Ronsino y Matías Capelli. Sin duda me hubiera gustado que estuvieran, pero en ese momento no los conocí. Si tuviera que hacer una edición 2010 de La joven guardia y pudiera agregar nombres, además de los tres incluidos en la edición española, sólo agregaría Matías Capelli y Hernán Ronsino. Después de 5 años no está nada mal, ¿no?
–¿El libro resiste artísticamente el paso del tiempo? ¿Cómo lo ves en otros cinco años o en otros diez?
–Sinceramente no puedo separar los cuentos del libro. No quiero decir que se agoten o que no tengan interés por fuera del libro, pero me es imposible separar los cuentos del conjunto. Como dije antes, fueron elegidos individual y colectivamente para integrar el volumen. No sólo no me arrepiento sino que haría el mismo libro. El libro resiste el paso del tiempo: el año pasado fue publicado en España casi sin variaciones. Logró sus cometidos, qué más se le puede pedir. ¿Va a seguir siendo válido dentro de cinco o diez años? No tengo la menor idea. Ya fue valioso, ya fue válido. Ahora quiero leer ahora a la próxima generación. Quiero leer una antología que tenga el mismo nivel o aún mejor de los escritores nacidos en la década del ‘80. Estoy esperando ese libro.
El joven guardia
19-03-2010 | Maximiliano Tomas
(Tomado de http://blog.eternacadencia.com.ar/?p=7128#more-7128)
A cinco años de la edición argentina y a uno de la edición española, Maximiliano Tomas, responsable de La joven guardia, recuerda los inicios y analiza las implicancias que la antología tuvo en la agenda cultural.
Por P.Z.
maximiliano tomas
Entonces lo dice.
–Hice un libro que presentó en sociedad a la nueva generación de escritores argentinos siendo un mero periodista con inquietudes. Todos los que critican, ¿qué hicieron? Yo fui el que decidió sentar el culo durante un año y medio para hacer el libro. ¿Por qué otro no lo hizo antes? ¿Por qué todos los que critican el libro no lo hicieron antes?
No lo dice con bronca: se podría decir que hasta parece relajado, como si supiera que en algún momento iba a decirlo, como si estuviera esperando ese momento, como si se hubiera quitado un peso de encima.
*
–¿Influyó el libro para que llegaras a ser el editor del suplemento de Cultura de Perfil?
–No. Eso se presta a confusión. El diario Perfil sale en septiembre de 2005, el libro se presentó en agosto del 2005. Me sumo al proyecto del diario y acepto crear, fundar y después dirigir el suplemento en junio de 2005. A esa altura el libro debería estar imprimiéndose, con lo cual no influyó para nada. Lo que sí pretendía era tener la posibilidad de contar con todos los escritores que integraban el libro para trabajar en el suplemento. En el caso de Juan Terranova o Hernán Arias se dio, y trabajan o trabajaron como empleados del diario. Los demás participaron escribiendo ficción, reseñas bibliográficas o críticas, ensayos, haciendo entrevistas. Pretendía que fuera una intervención: este suplemento iba a ser, entre otras cosas, el que le diera espacio a la nueva narrativa para difundir su propia obra, pero también para establecerse como crítico de obra. Casi ningún medio le daba bola a la nueva narrativa antes de eso. Hubo una voluntad de ir en contra de la agenda impuesta por los grandes sellos, de ir en contra del bestsellerismo y de ir definidamente a favor de la emergencia de las editoriales independientes. Lo nuevo, lo joven, lo independiente y lo excluido eran conceptos muy fuertes que me interesaban desde el principio para el suplemento de Cultura de Perfil. Sí: todo nació como una cuestión de tratar de romper un poco el statu quo. Incluir a los autores de La joven guardia como críticos fue un movimiento consciente.
*
Maximiliano Tomas todavía hacía periodismo de investigación para la revista Noticias cuando en 2004 compiló para la Editorial Norma la antología Cuentos breves para leer en el colectivo. Ese libro fue un éxito de ventas: según sus cálculos vendió unos 10 mil ejemplares en un año. En aquella época, Leonora Djament le había ofrecido a Tomas que hiciera la segunda parte de la antología pero él se negó (el libro saldría recién en 2007) por temor a bastardear un trabajo que tanto le había gustado a ambos.
–Tengo otro proyecto –ofreció a cambio–: tratar de ver si existe una nueva generación de escritores. Veo todo lo que puedo sobre el Nuevo Cine Argentino, voy bastante al teatro y ahí están las obras de Tolcachir, Spregelburd, Daulte, a las que integran en algo llamado Nuevo Teatro Argentino. Y no sé quiénes son los escritores de mi edad. No sé si existe una Nueva Literatura Argentina. Me gustaría hacer la investigación y en el caso de que haya un corpus de autores o de textos, que editemos un libro.
Así nació La joven guardia.
*
–¿Considerás que con La joven guardia iniciaste una generación de escritores? ¿Con ese libro se formó una generación?
–El libro fue la primera vidriera que tuvo la generación de escritores nacidos en los ‘70 en el mercado editorial y en los medios. Yo no inventé nada: Juan Terranova ya escribía, Gonzalo Garcés ya escribía, Washington Cucurto, Federico Falco, Samanta Schweblin ya escribían. Muchos de ellos tenían libros publicados. El libro sirvió –y no creo que haya demasiada gente que a esta altura lo pueda discutir– para presentar en sociedad una –a falta de una palabra mejor– generación literaria. Y también para tratar de crear un mercado: saquémonos la careta. El asunto era tratar de crear un mercado propio, crear lectores donde no los había.
–¿Por qué el límite de edad en 35 años?
–Me interesaba ver quiénes eran los tipos de mi edad que escribían. Nadie se había tomado el trabajo de ver si existían: me llevó casi un año hasta que volví a juntarme con Leonora para decirle que tenía la lista. La idea era llegar a 20 nombres, entonces pautamos las condiciones. Hay una primera condición subjetiva: hay que confiar en el gusto literario del antologador. Luego me dejaba tranquilo hacer un recorte etario: como la antología salía en 2005, definimos que se incluían los nacidos hasta 1970, o sea que el límite era hasta 35 años como máximo. El 35 fue porque era un número redondo. Además me pareció que era una edad adecuada para llamar a alguien “joven”. Teniendo en cuenta el panorama literario previo y a quienes se llamaba “jóvenes escritores” (Alan Pauls, Rodrigo Fresán, Juan Forn, Sergio Bizzio) no estaba mal. Teníamos 15 años menos que ellos.
–También se puso la condición de tener obra publicada.
–Fue el único requisito que puso la editorial: que tuvieran al menos un libro publicado en cualquier formato, en cualquier editorial, en cualquier lugar del mundo. Lo que ni siquiera respeté, porque si hilás fino te encontrás con que Gisela Antonuccio, por ejemplo, no tenía ningún libro publicado a la fecha, e igual está en la antología. Fue un requisito de la editorial para establecer un piso de calidad o para salvarse de una arbitrariedad. Funcionó, pero si yo veía que había alguien que tenía que estar y no cumplía con el requisito lo iba a publicar igual.
*
Durante todo ese año, Maximiliano Tomas se dedicó a investigar para llegar a 20 nombres. Llamó a editores y talleristas, envió mails a diarios y redacciones: pedía cuentos. Antes de empezar el proyecto de La joven guardia no conocía a ninguno de los escritores que finalmente fueron seleccionados. “Ni a uno ni a dos: no conocía a nadie”, asegura. Durante el proceso de selección se reunió con cada uno. “Una de las cuestiones por las cuales hice el libro fue para conocer a mis contemporáneos. Me pareció que era una oportunidad magnífica para tenerlos cara a cara”.
–¿En serio vas a hacer una cosa así? ¿Y la Editorial Norma va a publicar el libro?
La duda era la respuesta de todos los candidatos: una mezcla de amabilidad y sorpresa genuina. En 2004 muy pocos habían protagonizado notas o entrevistas. Faltaba mucho para las provocaciones de Terranova (“los desaparecidos me chupan un huevo”), las tapas de ADN, las notas dominicales en Clarín.
Leonora Djament, editora de Norma en tiempos de La joven guardia, explica el por qué de tanta incredulidad: “Seis años atrás era mucho más difícil que ahora publicar novelas de los llamados jóvenes escritores. Hoy es más fácil por la aparición de editoriales independientes como Entropía, pero también por grandes editoriales como Mondadori. En Norma nos interesaba hacer la apuesta por los jóvenes, pero una cosa es publicar a un joven con tres novelas y otra a uno que no tiene nada o que a lo sumo tiene un cuento publicado en una antología. Es una apuesta a futuro: a lo mejor el escritor no vuelve a escribir nada. Cómo hace una editorial grande para sostener un autor con un único libro. La joven guardia aparecía como el proyecto perfecto: en un solo libro se podía mostrar una parte de lo que estaba pasando. No era posible publicar 20 primeras novelas pero sí era posible armar ese pantallazo. Efectivamente funcionó como eso: fue una de vidriera”.
Tomas llegó a manejar unos 60 nombres y empezó a ajustar el criterio para llegar a 20.
–Fue uno de los procesos más transparentes que se pueda imaginar, por la sencilla razón de que no había ningún interés en el medio: no existía el mundo de las antologías, nadie sabía si existía una nueva narrativa argentina o no. Si aún hoy nadie lo sabe, en ese momento menos que menos. Mucha gente quedó enojada por no haber entrado y precisamente por eso hablaron mal de mí y del libro. Una de esas personas me mandó dos series de cuentos: en el segundo envío me dijo “como no te gustaron los cuentos que le gustaron a mi amigo Marcelo Cohen, te mando los cuentos que le gustaron a mi amigo Ricardo Piglia”. A mí no me gustaron ni los cuentos que decía que le habían gustado a Cohen ni los que decía que le habían gustado a Piglia, y quedó afuera. Por más nombres que invoques –respeto a esos dos autores–, el editor del libro soy yo, y si no me gusta, no lo voy a incluir.
Cada convocado enviaba tres o cuatro cuentos. Tomas seleccionaba uno y comenzaba el intercambio para ajustar detalles, sugerencias. La decisión final, igualmente, estaba en manos del autor. Por ejemplo, a Tomas no le cerraba el párrafo final del cuento de Federico Falco, pero Falco prefirió mantenerlo como estaba. Era negociación amable. Con Diego Grillo Trubba trabajaron un poco más para emprolijar el texto. Cucurto, en cambio, le entregó el cuento y le dio la potestad de modificarlo como quisiera (más tarde Damián Ríos, quien fuera editor de Cucurto en Interzona, le dijo a Tomas que no estaba conforme con cómo lo había modificado).
–¿Cómo era la selección de los cuentos? ¿Qué buscabas?
–Para empezar me tenía que gustar a mí. Hacía una selección personal y al mismo trataba de que no hubiera dos cuentos demasiado similares. La diversidad fue un concepto fundamental: quería que hubiera diversidad de voces, diversidad de tonos, diversidad de temas. Además había una manera de elegirlos, de organizarlos, de ordenarlos: el libro tenía que fluir. En las antologías hay que elegir autores que den una muestra lo más acabada posible de la producción actual, y al mismo tiempo que sea representativa de su propia obra pero que no sea similar a otra. Hay que tener en cuenta hasta algo tan banal como la extensión. En 20 autores no podés dedicarle 40 páginas a uno y 2 a otro. Tratás de que todo esté equilibrado.
–¿Desde la editorial te daban alguna indicación?
–No. Una de las cosas más asombrosas fue que confiaron en mi criterio desde el primer minuto. No hubo objeciones ni recomendación alguna. No hubo presiones para que incluyera o dejara afuera a nadie. Leonora Djament y Gabriela Franco se encargaban del trabajo de coordinación, verificaban cómo íbamos con los tiempos, se interesaban en saber qué autores había. Sobre todo se alegraban cuando les enviaba textos de escritores que ellas no conocían (que eran muchos).
*
maximiliano tomas
Tomas quería que el libro tuviera cuatro prólogos: un autor por década. Abelardo Castillo representando los ‘60, Luis Gusmán los ‘70, alguien –no llegó a definirse quién– de los ‘80, Guebel o Bizzio representando a los ‘90. Cuatro décadas leyendo a la generación del 2000: opinando, criticando, sugiriendo, advirtiendo. Pero la idea no pudo realizarse: “Fue lo único que dijeron que no en la editorial. Les resultaba muy caro hacer un libro que sólo en prólogos se llevara 5 o 6 mil pesos de adelanto”.
Aunque ya había mantenido un contacto con Daniel Guebel, finalmente se decidió que el prefacio fuera de Abelardo Castillo (Tomas había sido alumno del taller de Castillo). Ese texto fue una de las cosas más criticadas del libro.
–¿Cuál es tu opinión del prefacio?
–Tuve una opinión en su momento, tengo una opinión hoy, sigue siendo la misma pero más completa. Que Abelardo haya aceptado prologar La joven guardia me pareció un gesto de un valor inconmensurable, muy valioso de su parte. No tenía ninguna necesidad profesional ni personal de hacerlo. De ninguna manera lo hizo por el dinero. Creo que lo hizo convencido porque me conocía a mí, porque la conocía a Leonora y porque conocía a algunos autores que integraban la antología.
En el prefacio, Castillo dice:
Debo encontrar, ahora, un modo de referirme a este libro, que estoy presentando pero que, voluntariamente, aún no he leído. No se trata de una paradoja o una irresponsabilidad, ya que estas palabras de presentación no deben ser un prólogo sino algo así como un acompañamiento a sus autores. Como si dijéramos, visto desde ellos, una especie de paseo informal con un señor de cierta edad. Todo lo que sé de este libro, y todo lo que me hace falta saber, es que se trata de veinte cuentos escrito por jóvenes menores de treinta y cinco años. No conozco a muchos, pero admiro a algunos y, sobre todo, conozco a quienes han hecho la selección, lo que me garantiza a priori la calidad de los textos.
–No me llamó para nada la atención esa omisión que todo el mundo señala –continúa Tomas–. Hasta diría que es de una honestidad intelectual llamativa, porque podría haber surfeado (“leí los cuentos, me parece muy buena antología”) y poner el gancho. Sin embargo él dijo “confío en el editor, confío en la directora editorial, conozco un par de autores, no leí los cuentos pero esto vale la pena”. Un gran gesto que se leyó mal y quedó diluido. Muchos dijeron que no necesitaban que Abelardo Castillo viniera a certificar… ¡El no certificó nada! Hizo un gesto, como un saludo.
En una entrevista en marzo de 2009, un tajante Abelardo Castillo dijo no sentirse en absoluto padrino de este grupo de escritores. “No soy en absoluto padrino de los escritores de La joven guardia. Me pidieron un prefacio que acompañara a esos jóvenes escritores. De ninguna manera quise ser el padrino de ninguno de ellos, aunque había algunos escritores que escribían en ese libro que yo conocía y admiraba. Me tomé el trabajo de no leer los textos para no tener que opinar sobre ellos porque muy probablemente hubiera estado en desacuerdo con el 90% de lo publicado ahí.”
Tomas vuelve a destacar el gesto y el compromiso de Castillo cuando cuenta que hubo otros escritores que se negaron a participar. Aunque admite que no sabe si volvería a incluirlo:
–No sé si volvería a incluir el prefacio de Abelardo –dice.
*
¿En qué se piensa hoy cuando se menciona a La joven guardia? ¿Quién lo relaciona con aquel extraño de pelo largo que iba sin preocupaciones? El título del libro llegó en una charla con las editoras Leonora Djament y Gabriela Franco.
–Fue lo primero que me surgió –dice Tomas–, teniendo en cuenta que necesitábamos una bajada que especificara “Nueva narrativa argentina”. Me sigue pareciendo bueno. ¿Qué se pide de un título? Que coquetee con el contenido del libro, que logre instalar una suerte de marca y que apele al lector de una manera directa y llamativa. Que funcione como argumento de atención y como argumento de venta. Para la antología fue inmejorable. Cómo no sentir que ese título después de 5 años fue efectivo. Es más: si el libro se llamara de otra manera tal vez no hubiera tenido tantas notas, tantas reseñas.
Guillermo Saccomanno en la presentación del libro, que se hizo en el Centro Cultural Torquato Tasso, vinculó el título a la dictadura militar. Para reforzar el vínculo, Saccomanno también se agarró de la portada del libro, donde abundan los muñequitos Jack.
–La verdad, me parece una estupidez –arremete Tomas–. No podés hilar tan fino con un argumento tan básico. ¿Que los muñequitos Jack sean de una golosina que alcanzó su momento de esplendor en la década del ‘70? Está bien: nadie debe ser ingenuo, nadie tiene que desconocer los antecedentes históricos de cualquier fenómeno, pero es la tapa de un libro… Y los muñequitos Jack –como nota de color, se regalaron durante la presentación– eran los chocolates que yo comía cuando era chico. No los compraba porque fueran los muñequitos de Videla y Galtieri. Me los compraban mis viejos, que fueron militantes peronistas y después de los derechos humanos, porque yo era un chico de 5 años y quería comer chocolates y adentro traían muñequitos. Aflojemos un poco.
Juan Terranova suele decir que Maximiliano Tomas es un gran titulador. No sabemos si en aquel entonces le gustaba La joven guardia como título, pero hubo un momento en que lo empezó a sentir como un peso. Dos años atrás decía que prefería la “etiqueta” Nueva Narrativa Argentina porque era una definición más neutra. “Me parece un título completamente desafortunado. Hubiera preferido ponerle La guardia pretoriana, que tiene una referencia más clara. Yo no guardo nada, no soy guardián de nada”.
–Terranova jode todo el tiempo con eso –Tomas lo trae a colación sin necesidad de recordárselo– “Yo no soy el guardián de nada”. ¡Ya sé, boludo! ¡El guardián entre el centeno! ¿Pero qué se le pide a un título? Que sea efectivo. Y lo fue. A mí me alegra mucho que hoy pongas “la joven guardia” en Google y te salten más cosas del libro que sobre “El extraño de pelo largo”. Está buenísimo, cómo no va a estar bueno.
*
–¿Cómo te sentís con aquellos que se autoproclaman dentro de la generación de La joven guardia a pesar de no estar en el libro?
–La joven guardia es una antología que funciona como un muestrario de producción generacional. Lo extraño fue lo que se armó alrededor de lecturas externas, interpretaciones, fabulaciones o lo que fuera. Pero es un libro que tenía una función muy concreta: tratar de ver si había gente joven que estuviera escribiendo y qué estaba haciendo. Objetivo cumplido. Punto. Se acabó. Eso era todo lo que yo pretendía. Pero por supuesto no refleja ni agota un fenómeno completo. No podría hacerlo ni un libro, quizá ni una biblioteca. Hay un montón de nombres de escritores que tal vez valgan la pena que no están en el libro y que ya irán surgiendo. De hecho he visto notas generacionales acerca de escritores nacidos en los ‘80, ya tienen casi 30 años. Dentro de poco tiempo debería aparecer una nueva antología: La joven joven guardia, o una cosa así [Risas]. El libro funcionó como la chispa que encendió algo, aunque no sé muy bien qué. Puedo ver emergentes: empezaron a hacerse lecturas, presentaciones, antologías. Las editoriales independientes venían cobrando mucha visibilidad e importancia en el campo editorial y todo eso se juntó. ¿Fue por el libro? Evidentemente no. O por lo menos no sólo por el libro.
Después de La joven guardia surgió una serie de nuevas antologías. Mondadori inició la colección Reservoir Books –abierto homenaje a Reservoir dogs, la película de Quentin Tarantino–, con la que a la fecha lleva editadas cinco antologías temáticas. Glenda Vieites, editora de Random House Mondadori –que antes de llegar a la editorial había trabajado en el suplemento de Cultura del Diario Perfil– le propuso a Tomas que se hiciera cargo de la serie de antologías, pero él no quiso.
–Mi trabajo ya estaba hecho. Todo lo que tenía que decir lo dije con La joven guardia. Lo que hiciera al margen de ese libro sería bastardear la idea original. Yo le recomendé a Glenda que la hiciera con Diego Grillo Trubba.
Lo mismo sucedió con Buenos Aires/Escala 1:1, antología publicada por Entropía en 2007: Juan Terranova le ofreció trabajar como una dupla, pero volvió a negarse. “Me hubiese convertido en un padrino profesional de la nueva generación de escritores argentinos, lo que de ninguna manera me interesa”. (Sin embargo, fue lo que sucedió: desde hace cinco años es un referente de consulta para conocer escritores argentinos. Entre risas, dice que trabaja gratis como consejero de escritores y editoriales).
Maximiliano Tomas no volvió a editar una antología de narrativa, pero en 2007 –además de la segunda entrega de los Cuentos breves para leer en el colectivo– se decidió a compilar La Argentina crónica, un libro que traspolaba la misma intención primigenia de La joven guardia a la crónica periodística.
–Fueron dos actos curatoriales similares en distintos campos. Hasta está la cuestión generacional: tenían que ser cronistas menores de 40 años que acreditaran un trabajo efectivo de por lo menos 5 años y que publicaran artículos de manera regular. El límite de edad es de 40 años porque hay que tener en cuenta que el camino a la crónica es un destino final. Lleva tiempo hasta que uno empieza a hacerse un nombre. Quiero a los dos libros de la misma manera. Cuando comencé a hacer La joven guardia sabía que me estaba metiendo en un terreno en que no era especialista. Jugaba la voluntad del trabajo y la intuición, dependía de la colaboración de otra gente. Era como pescar en medio de la niebla. Todo era nuevo, puro descubrimiento, un caso detrás de otro. Dos años más tarde, cuando hice La argentina crónica, hacía muchos años que trabajaba en periodismo, había leído casi todos los libros que sacaron los cronistas que fueron incluidos en el libro, daba clases de periodismo narrativo, había publicado una buena cantidad de crónicas en un montón de revistas. Esa es la diferencia fundamental: yo fui periodista mucho antes que editor o que escritor de ficción. Ya no había una cuestión de sorpresa sino de poner en evidencia algo que estaba sucediendo y que, de nuevo, nadie había hecho. La Argentina crónica pretendía ser un libro para el público masivo al mismo tiempo que un libro para las escuelas de periodismo y para las carreras de comunicación, por eso las biografías y el cuestionario que cierra cada texto. Yo quería una bibliografía que mostrara que algo viene pasando con este género en la Argentina y en América Latina desde hace muchos años. Que hay gente que tiene entre 25 y 40 años que escribe cosas asombrosas. Por eso Martín Caparrós hace el prólogo como una especie de padrino generacional, algo que en casi todos los que integran el libro están de acuerdo. Con el prólogo de Martín pasó lo que no pasó con el prólogo de Abelardo: se dio un sentimiento unánime de consenso.
*
Es curioso el camino por el que avanzan los libros. El argumento que Maximiliano Tomas utilizó para convencer a los editores argentinos fue el mismo que utilizó para convencer a los editores españoles. En España también habían funcionado muy bien los Cuentos breves para leer en el bus: en los primeros seis meses se vendieron unos 20 mil ejemplares. Cuando le pidieron que editara la segunda parte, presentó La joven guardia.
Cuatro años distaban de la edición argentina de la española. Ya no había prefacio de Abelardo Castillo y el prólogo de Tomas tenía otra firmeza:
Ingrata tarea la de establecer un nuevo canon, aunque sea de manera involuntaria. Cuando este libro apareció en la Argentina, en agosto de 2005, no era ésa su intención. ¿Quién podría, acaso, decidir de un día para otro qué es lo que va a llamarse “nueva narrativa argentina”, rotular textos y autores, compilarlos en un libro, sentarse a descansar y pretender que el público y la crítica reciban esa selección con complacencia? No existen tales operaciones de mercado, y los movimientos y las generaciones literarias se conforman al margen y pesar de ellas, contrariamente a lo que suele creerse.
–El canon no se impone: sucede. Es imposible establecer un canon. Hay varios escritores jóvenes que tienen varios libros publicados, ocupan espacio en las librerías y en los medios y no están en La joven guardia. Muchos de ellos quedaron afuera del libro porque no me gustaban o no me interesaban. ¿Se habla de La joven guardia y se confunde el título de un libro como el nombre de una generación? Sí. ¿Se habla de la nueva narrativa argentina y uno de los libros que siempre se citan es La joven guardia? sí. Finalmente: ¿de los 20 o 23 autores de La joven guardia, el 90 por ciento sigue escribiendo y cada vez tiene más relevancia y ganó premios importantes en todos estos años? Sí. ¿El libro funciona como la imposición de un canon? No era de ninguna manera la idea original. Yo creo que eso no sucedió ni para el periodismo especializado ni para la Academia, en cambió quizá sí haya funcionado para el periodismo general y para el lector común (si es que el lector común existe). En ese caso se acerca bastante a la idea de un canon.
En la edición española, Tomas incluyó tres cuentos nuevos, pero de ninguno de los autores que quedaron afuera de la primera selección:
–Incluí a Félix Bruzzone porque desde el primer momento que leí un texto de él me rompió la cabeza. Fue antes de que publicara la novela. Me dije “este pibe va a seguir escribiendo”, sin ningún tipo de dudas era un escritor, tenía que estar. Iosi Havilio también me rompió la cabeza con Opendoor, tiene un talento impresionante. El caso más crítico es el de Andrés Neumann: en 2005 había quedado fuera porque me parecía que era más español que argentino, ya tenía una carrera y me parecía que en España era muy conocido y que acá no lo conocía nadie. No había tenido contacto con él. Ahora que el libro se iba a distribuir en España y que los españoles hicieron una edición específica me pareció que dejarlo afuera era ya una cuestión meramente personal y no tan profesional. Además, él sigue diciendo que es un escritor argentino, por más que hace 20 años que vive en España. Mantuve el corpus original de textos y al agregarle esos tres me parece que le di un cierre.
–¿Cómo fue la recepción del libro en España?
–Pasó algo rarísimo: la recepción fue espectacular. Teniendo en cuenta que es un libro que no está destinado a un público masivo, que es un libro de escritores argentinos jóvenes que se edita en España, teniendo en cuenta el volumen de novedades y el volumen del mercado español, fue asombroso. Primero con la cantidad de público que asistió a las dos presentaciones y después por el centimetraje que tuvo en la prensa. Una cantidad de notas que creo que individualmente (y lamentablemente) no ha tenido ningún escritor argentino joven. Hubo notas en el ABC, en Babelia, en el cuerpo Central de El País.
“Los chicos que viajaron para las presentaciones” son Samanta Schweblin, Juan Terranova, Diego Grillo Trubba y Patricio Pron. La gira española fue otro álgido capítulo en el culebrón de La joven guardia. Tomas se toma mucho tiempo en reconstruir la historia del viaje y la posterior crónica de Pron en Etiqueta Negra.
Cuando el libro estuvo listo para editarse en España, Tomas retomó un antiguo contacto con el Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Hernán Lombardi, quien le había ofrecido ayuda económica para la promoción de la nueva generación de escritores. Lombardi se comprometió a pagar los pasajes y el alojamiento para que tres escritores de la antología viajaran a España. “Me pareció que, más allá del signo político o ideológico del gobierno de Macri o la gestión de Lombardi, estaba bueno un apoyo oficial a esta movida, después de tanto laburo y sacrificio”. Tomas, entonces, invitó a Samanta Schweblin, Juan Terranova y Diego Grillo Trubba. Mientras tanto, se ocupó de confirmar las dos presentaciones en España: la primera en Barcelona, donde participó Ignacio Echevarría y estuvo presente Rodrigo Fresán, la segunda en Casa de las Américas en Madrid donde fueron acompañados por Costantino Bértolo.
–Entonces me doy cuenta de que podía sumar a Patricio que estaba viviendo en Madrid.
Tomas y Pron mantienen relaciones cordiales desde el 2005. Los contactos se hacían vía correo electrónico; Pron usaba el anacronismo de fechar los mails como en las cartas. “Ponía Gottingen, 16 de marzo, eso siempre me causó mucha gracia”. Recién se conocieron en 2008, poco antes de que Tomas viajara a Barcelona. El encuentro, quiso el destino, fue cerca de Eterna Cadencia y, como dos viejos compañeros desconocidos, recordaron anécdotas de La joven guardia tres años más tarde.
–Casa de las Américas te paga honorarios por participar de un encuentro. No me acuerdo cuánto era, alrededor de 300 euros. Había honorarios para cuatro: para los tres chicos y para mí. Pero yo pedí que no me pagaran para que sumáramos a Patricio. Y conseguí que el Gobierno de la Ciudad le pagara el pasaje en tren para que viniera a Barcelona. Patricio se nos sumó en la presentación de Barcelona. Tanto los días que pasamos en Barcelona como los que pasamos en Madrid fueron… no hay otra palabra: fantásticamente divertidos. Fue como un descubrimiento, Patricio fue el más incorrecto y el más divertido de nosotros cinco. Cuando se juntaba con Terranova hacían unos delirios completos. Fue una convivencia de amigos. Un grupo de amigos que se tomaba en serio las presentaciones y se cagaba de risa el resto del tiempo.
Cuando Pron llegó a Barcelona le contó a sus compañeros de viaje que le había vendido a Etiqueta Negra una crónica de las presentaciones, algo que fue muy bien recibido entre la comitiva. Pasaron los cinco o seis días de gira y cuando ya cada uno había vuelto a su ciudad, recibieron el artículo de Pron antes de que fuera publicado. Pron les pedía que revisaran los datos por si era necesario corregir alguno.
–Para mí la nota estaba bien. Lo único que le dije a Patricio fue que no me gustaba el título de la nota ni la bajada. “Una gira supuestamente divertida con escritores que escritores argentinos que nunca más volveré a hacer”: un homenaje a un título de David Foster Wallace. Me parecía que no se condecía con lo que habíamos vivido nosotros. Y en la bajada decía que éramos hijos de Borges y de Cortázar. Eso es precisamente lo que nunca quise ser. Yo no soy hijo de nadie, mucho menos de Borges y Cortázar. El me escribió contándome que estaba de acuerdo conmigo, el título lo había puesto el editor y a él tampoco le gustaba. Después me enteré cómo se estaba leyendo la nota acá y del escándalo que se armó. Yo estaba en Barcelona, fuera de toda una esfera de lecturas y de vivencias y de sentimientos. Me preguntaba si estaban todos locos. ¿Leyeron la misma nota que yo?
–Pero es bastante duro con Schweblin. La compara con un ciervo a punto de ser arrollado.
–Me parece que hay un error metodológico fundamental en la nota. Patricio es un escritor de ficciones, de cuentos y novelas, pero no es periodista y sobre todo no es cronista, una especie de subgénero o de suboficio dentro del periodismo. Cometió un error de principiante que lo hubiese salvado de todas las críticas que recibió y que hubiese hecho a la nota muchísimo mejor de lo que fue. El cronista, por lo general, se sorprende con el lector. No encuentra lo que va buscar. El buen cronista se sorprende con lo que encuentra, que es lo que no esperaba. Y el buen cronista nunca tiene que tomarse demasiado en serio a sí mismo. Estas son las lecciones básicas de los grandes maestros de la crónica: tomate en serio tus temas, tomate en serio tus personajes, tomate en serio tu trabajo, pero no te tomes en serio a vos mismo. El grave error que comete Patricio es limitarse a mirar cuando en realidad fue protagonista de la historia. Traiciona su participación en la historia y se pone afuera como si él estuviera del otro lado de la vidriera, como si no hubiera participado. Y lo que es peor: se toma muy en serio a sí mismo. Dice “la verdad la tengo yo, la literatura es esto y todos los demás, que tienen opiniones distintas a la mía, están equivocados”, como si definiera cuál es la verdad y cuál la mentira desde un atril.
Un crítico español le dijo a Tomas que creía que Pron había llegado a Barcelona con la nota ya a medio escribir, con todos los prejuicios a flor de piel y que la realidad se los desmintió. Es una posibilidad que no descarta:
–Porque a la nota –sigue Tomas– se le notan las tensiones. Se le notan las costuras. No terminó de saber del todo qué es lo que quería decir. Patricio es una persona mucho más inteligente de lo que demuestra ese artículo. Si hubiera podido tomarse más tiempo, hubiera escrito otro artículo, lo hubiera corregido más y hubiera sido más cuidadoso. Creo que la escribió muy sobre la hora y creo que no terminó de resolver sus conflictos internos con la historia que quería contar. Todo eso sumado a que el editor le puso un título de mierda y le hizo una bajada al menos incorrecta, generó lo que finalmente generó que son malos entendidos. Lo que pasa es que Buenos Aires es la capital internacional de la mala leche. Pareciera que todo el mundo está esperando que vos hagas algo para criticarte. Hagas lo que hagas. Cómo puede ser que haya tantos tipos con mala leche que estén esperando saltarte al cuello por cualquier cosa, incluso por cosas que no tienen importancia.
*
–Con respecto a la lista de autores: ¿que aparezcan en el libro les dio la visibilidad necesaria para desembarcar en grandes editoriales, o, por el contrario, fue esa agilidad que tenían lo que hizo que los convocaras?
–No puede ser leído como un fenómeno direccionado, aunque viendo el paso del tiempo, estaríamos más cerca de la primera opción. Ya de por sí nadie sabe cómo le va a ir a un escritor cuando publica un primer libro, pretender analizar uno que incluye a 20 autores es imposible. Sí creo que el libro cumplió con una de sus finalidades, que fue la de darle visibilidad a los integrantes. Había escritores que ya tenían cierta difusión (Gonzalo Garcés, Washington Cucurto, Florencia Abate, Gabriela Bejerman) y había otros que no. Hicieron, por los menos, unas diez notas colectivas, hubo fotos, entrevistas, fueron tapa del suplemento ADN. Tiendo a pensar que toda publicidad ayudar a publicar. Seguramente iban a terminar publicando sus obras, pero tal vez les hubiese tomado más tiempo.
–La joven guardia sorprendió a toda una estructura de la cultura: de repente todo era joven guardia o nada era joven guardia. Cinco años más tarde, ¿cómo sentís que fue asimilada?
–Fue un proceso de asimilación mediante el equívoco y la confusión; no podría haber sido de otra manera. Pretender utilizar el título de un libro para nombrar a una generación de escritores es algo raro. Todo lo que tiende a agrupar y a aglutinar está equivocado. La escritura es algo que se hace de manera individual y en soledad, y cada uno de los escritores que figuran en el libro lo demostró. Al mismo tiempo, sin ponerme demasiado colorado puedo decir que no me perdí demasiados autores. El 90% de los mejores escritores argentinos que tienen menos de 40 años está en el libro. Se me ocurren dos autores que no están y que pertenecen a la generación de los nacidos en el ’70: Hernán Ronsino y Matías Capelli. Sin duda me hubiera gustado que estuvieran, pero en ese momento no los conocí. Si tuviera que hacer una edición 2010 de La joven guardia y pudiera agregar nombres, además de los tres incluidos en la edición española, sólo agregaría Matías Capelli y Hernán Ronsino. Después de 5 años no está nada mal, ¿no?
–¿El libro resiste artísticamente el paso del tiempo? ¿Cómo lo ves en otros cinco años o en otros diez?
–Sinceramente no puedo separar los cuentos del libro. No quiero decir que se agoten o que no tengan interés por fuera del libro, pero me es imposible separar los cuentos del conjunto. Como dije antes, fueron elegidos individual y colectivamente para integrar el volumen. No sólo no me arrepiento sino que haría el mismo libro. El libro resiste el paso del tiempo: el año pasado fue publicado en España casi sin variaciones. Logró sus cometidos, qué más se le puede pedir. ¿Va a seguir siendo válido dentro de cinco o diez años? No tengo la menor idea. Ya fue valioso, ya fue válido. Ahora quiero leer ahora a la próxima generación. Quiero leer una antología que tenga el mismo nivel o aún mejor de los escritores nacidos en la década del ‘80. Estoy esperando ese libro.
CÓMO ESCRIBIR POEMAS EXTRAORDINARIOS
CÓMO ESCRIBIR POEMAS EXTRAORDINARIOS
Alejandro Schmidt
no lea nada
no aprenda
no contemple
nunca
nada
acepte
(lo que llamamos realidad es una vibración molecular de baja intensidad)
silencio
mucho silencio
una palabra
después
oscuridad,oscuridad,oscuridad
pajaritos
poco punto
coma la coma
los puntos suspensivos
son los días
siempre la pregunta
apenas la respuesta
ame la mentira
el plagio
la cita
dese cuenta
dese vuelta
nunca la vida
nunca la muerte
siempre el alma
(el alma es confiable)
y del alma
poco
muy poco
más el paisaje
los abismos
otra vez el viento
la soledad ante todo
en el después (de casi nada)
no se le ocurra pedir
por esto
que le pasa ( haber nacido,otros disgustos)
no se le ocurra
sugerir
compasión
comprensión
o enseñanzas
ni dar
o darse
en lo que cree ¡vamos!
escribir
hay tiempo que perder
(no hay un segundo que perder)
abunde el desprecio
la rémora
los tedios
entonces (después de 20,30 años,supongamos)
si es servil
se ha roto,lleva estigmas
entonces
SÍ
usted
escribirá
poemas extraordinarios
para nadie,ninguno,jamás
por los siglos de los siglos.
Alejandro Schmidt
no lea nada
no aprenda
no contemple
nunca
nada
acepte
(lo que llamamos realidad es una vibración molecular de baja intensidad)
silencio
mucho silencio
una palabra
después
oscuridad,oscuridad,oscuridad
pajaritos
poco punto
coma la coma
los puntos suspensivos
son los días
siempre la pregunta
apenas la respuesta
ame la mentira
el plagio
la cita
dese cuenta
dese vuelta
nunca la vida
nunca la muerte
siempre el alma
(el alma es confiable)
y del alma
poco
muy poco
más el paisaje
los abismos
otra vez el viento
la soledad ante todo
en el después (de casi nada)
no se le ocurra pedir
por esto
que le pasa ( haber nacido,otros disgustos)
no se le ocurra
sugerir
compasión
comprensión
o enseñanzas
ni dar
o darse
en lo que cree ¡vamos!
escribir
hay tiempo que perder
(no hay un segundo que perder)
abunde el desprecio
la rémora
los tedios
entonces (después de 20,30 años,supongamos)
si es servil
se ha roto,lleva estigmas
entonces
SÍ
usted
escribirá
poemas extraordinarios
para nadie,ninguno,jamás
por los siglos de los siglos.
Saccomanno Y Fresàn
(Tomado de http://www.abc.es/20100209/cultura-libros/guillermo-saccomanno-deslumbra-oficinista-20100209.html)
Guillermo Saccomanno deslumbra con «El oficinista»
SERGI DORIA | BARCELONA
Nunca hubo unanimidad tan entusiasta. José Manuel Caballero Bonald, Pere Gimferrer, Ricardo Menéndez Salmón, Rosa Montero y Elena Ramírez, miembros del jurado del Biblioteca Breve coincidían en que «El oficinista», de Guillermo Saccomanno, marca un antes y un después en la trayectoria del premio. Robert Arlt, Dostoievski, Kafka, Ballard, parecen respirar en esta novela. «La precisión de la escritura se une a su capacidad visionaria» (Gimferrer). «Una obra poderosa en lo que enuncia y soberbia en lo que calla» (Menéndez Salmón). «Un descubrimiento; una historia antiutopista y moral con una escritura tallada y desnuda; de lo mejor que he leído en mucho tiempo» (Rosa Montero). «Una hazaña novelística» (Caballero Bonald).
Inédito en España
Guillermo Saccomanno no cuenta con ningún título publicado en España. Postrado por la enfermedad, no pudo viajar a Barcelona para escuchar las alabanzas del jurado y recibir el cheque de 30.000 euros. Hubo de ser su amigo, el escritor y colaborador de ABC Rodrigo Fresán, quien desvelara las facetas de este autor adicto al perfeccionismo.
Nacido hace 62 años en el barrio bonaerense de Mataderos, consagró su juventud al cómic, el cine, la serie negra y el folletín. Crecido en los veneros de Dostoievski, las aventuras de Salgari y «Los siete locos» de Arlt, Saccomanno trabajó en publicidad y en el cómic. De las viñetas pasó a la literatura con los relatos de «Animales domésticos», «La indiferencia del mundo» y la trilogía «La lengua del malón», «Un amor argentino» y «77». Saccomanno, destacó Fresán, «llega a España con una obra formada en la plenitud de su talento».
¿Ecos de Blade Runner, utopía, distopía o un futuro que es ya presente espantoso? Una novela de lenguaje conciso escrita en su primera versión el verano de 2003 y reescrita durante seis años.
,
Saccomanno es un genio: hasta lo que dicen contra él es bueno
CRÍTICA
Efecto y forma
J. ERNESTO AYALA-DIP 20/03/2010
(Tomado de http://www.elpais.com/articulo/portada/Efecto/forma/elpepuculbab/20100320elpbabpor_8/Tes)
A propósito de la publicación de El buen dolor (2001), el escritor argentino Guillermo Saccomanno defendió su admiración por John Cheever, y de paso dio pistas sobre lo que él piensa del hecho literario. El escritor nunca disimuló su canon literario argentino: Roberto Arlt, Manuel Puig y Rodolfo Walsh, autores tras cuyos respectivos estilos encontramos una profunda reflexión sobre la realidad argentina, las sempiternas patologías de su pequeña burguesía y su violencia política. A su vez, detrás de su prosa aparentemente sencilla, directa, con ese laconismo cortante de los que desconfían del dispendio de las palabras, el hoy premiado con el Biblioteca Breve por su novela El oficinista no esconde su teoría de la escritura: la escritura es forma. Concibe toda operación literaria como un eslabón ineludible entre la realidad y la ficción. Es decir, como si nos dijera que se traiciona la verdad y se gana en verosimilitud novelesca: una manera de descubrir una verdad más esencial. Una novela suya fue galardonada en la Semana Negra de Gijón con el Premio Dashiell Hammett el año pasado. Me refiero a 77. Dicho título hace referencia al invierno de 1977 en Argentina: a su terror político encarnado en una represión infernal. En esa novela ya veíamos el tratamiento que hacía Saccomanno de la realidad cotidiana en convivencia con un terror institucionalizado. Pues bien, en El oficinista este paisaje vuelve a sernos familiar. Sólo que esta vez hay costuras en la trama y el dibujo del protagonista que evidencian demasiado un manierismo en la forma novelesca, una contención excesivamente rebuscada en una escritura que parece buscar más efectismo que profundidad humana. Desde las primeras páginas de El oficinista, a su protagonista (un personaje, junto a su mujer, probablemente muy en la línea entre expresionista y canallesca de algunos de Roberto Arlt) lo hallamos inmerso en una escenografía digna de Blade Runner. Y me refiero a la película que se hizo basándose en la novela de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, y no a la novela en sí. Perros clonados y helicópteros que casi rozan las ventanas de los edificios son un artificio demasiado evidente y ya no digamos innecesario para la historia de un oficinista que se engaña a sí mismo enamorándose de una compañera de oficina. Me ha llamado la atención que en la contraportada se haga referencia a Ballard y a Dostoievski. Ballard era un estilista que dotó a la frase literaria de toda la fuerza, el color y la plasticidad de su imaginación antiutópica. Característica ésta que falta absolutamente en la novela de Saccomanno. Y de Dostoievski me parece que el autor argentino debió poner más empeño en plasmar en su relato alguna oración subordinada que expresara más el pretendido calado filosófico de su héroe. Su tiempo y su espacio no son reconocibles. Ambigüedad premeditada. Pero esta pretendida atemporalidad en el tratamiento de la violencia de Estado la pone en entredicho el mismo narrador omnisciente cuando se hace explícita referencia a una práctica de la junta militar genocida: arrojar desde aviones a presos políticos al mar. Dado que es el oficinista quien teme pasar por la misma experiencia en boca del narrador omnisciente, uno se pregunta: ¿cómo lo pudo saber, si eso se supo años más tarde de la dictadura? Novela correcta en general y un exhibicionismo injustificado en la gestión de su despojamiento formal.
Efecto y forma
J. ERNESTO AYALA-DIP 20/03/2010
(Tomado de http://www.elpais.com/articulo/portada/Efecto/forma/elpepuculbab/20100320elpbabpor_8/Tes)
A propósito de la publicación de El buen dolor (2001), el escritor argentino Guillermo Saccomanno defendió su admiración por John Cheever, y de paso dio pistas sobre lo que él piensa del hecho literario. El escritor nunca disimuló su canon literario argentino: Roberto Arlt, Manuel Puig y Rodolfo Walsh, autores tras cuyos respectivos estilos encontramos una profunda reflexión sobre la realidad argentina, las sempiternas patologías de su pequeña burguesía y su violencia política. A su vez, detrás de su prosa aparentemente sencilla, directa, con ese laconismo cortante de los que desconfían del dispendio de las palabras, el hoy premiado con el Biblioteca Breve por su novela El oficinista no esconde su teoría de la escritura: la escritura es forma. Concibe toda operación literaria como un eslabón ineludible entre la realidad y la ficción. Es decir, como si nos dijera que se traiciona la verdad y se gana en verosimilitud novelesca: una manera de descubrir una verdad más esencial. Una novela suya fue galardonada en la Semana Negra de Gijón con el Premio Dashiell Hammett el año pasado. Me refiero a 77. Dicho título hace referencia al invierno de 1977 en Argentina: a su terror político encarnado en una represión infernal. En esa novela ya veíamos el tratamiento que hacía Saccomanno de la realidad cotidiana en convivencia con un terror institucionalizado. Pues bien, en El oficinista este paisaje vuelve a sernos familiar. Sólo que esta vez hay costuras en la trama y el dibujo del protagonista que evidencian demasiado un manierismo en la forma novelesca, una contención excesivamente rebuscada en una escritura que parece buscar más efectismo que profundidad humana. Desde las primeras páginas de El oficinista, a su protagonista (un personaje, junto a su mujer, probablemente muy en la línea entre expresionista y canallesca de algunos de Roberto Arlt) lo hallamos inmerso en una escenografía digna de Blade Runner. Y me refiero a la película que se hizo basándose en la novela de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, y no a la novela en sí. Perros clonados y helicópteros que casi rozan las ventanas de los edificios son un artificio demasiado evidente y ya no digamos innecesario para la historia de un oficinista que se engaña a sí mismo enamorándose de una compañera de oficina. Me ha llamado la atención que en la contraportada se haga referencia a Ballard y a Dostoievski. Ballard era un estilista que dotó a la frase literaria de toda la fuerza, el color y la plasticidad de su imaginación antiutópica. Característica ésta que falta absolutamente en la novela de Saccomanno. Y de Dostoievski me parece que el autor argentino debió poner más empeño en plasmar en su relato alguna oración subordinada que expresara más el pretendido calado filosófico de su héroe. Su tiempo y su espacio no son reconocibles. Ambigüedad premeditada. Pero esta pretendida atemporalidad en el tratamiento de la violencia de Estado la pone en entredicho el mismo narrador omnisciente cuando se hace explícita referencia a una práctica de la junta militar genocida: arrojar desde aviones a presos políticos al mar. Dado que es el oficinista quien teme pasar por la misma experiencia en boca del narrador omnisciente, uno se pregunta: ¿cómo lo pudo saber, si eso se supo años más tarde de la dictadura? Novela correcta en general y un exhibicionismo injustificado en la gestión de su despojamiento formal.
viernes, 19 de marzo de 2010
Grandeza boliviana
Eterna Cadencia Editora en la prensa ::
Tomado de http://blog.eternacadencia.com.ar/?p=7095#more-7095
¿Ha vuelto Bruno Morales?
18-03-2010 | Bruno Morales, Washington Cucurto
Washington Cucurto opina con convicción sobre el caso de Bolivia construcciones y la nueva Grandeza boliviana. Una columna para leer hasta el final.
Por Washington Cucurto (para Revista C).
grandeza bolivianaTodavía recuerdo con mucho humor, queridos lectores, aquellos días en que Bruno Morales ingresó en la literatura argentina en medio de un escándalo. Recuerdo que corrí a comprar Bolivia Construcciones para ver de qué se trataba. El libro había sido recientemente premiado en un importante concurso literario de esos que las editoriales inventan para publicitarse. Fue premiado y de inmediato acusado de plagio. Yo pensé: esta es una idea genial para vender un libro y crear un pequeño escándalo en el mundillo literario. Sonreí por la travesura. Por supuesto, al conocerse el simpático percance, salieron con los tapones de punta los falsos detractores que, en el fondo, son envidiosos y lo defenestraron. Acusaron a los jurados burlados y le revocaron el premio. También hubo voces que lo defendieron e interpretaron su accionar como la búsqueda de alguna forma de intervención social de la literatura.
Bolivia Construcciones, entonces, se convirtió en un libro incómodo y famoso. Un libro que interpelaba no sólo los valores morales de una falsa literatura, sino también de toda una sociedad. ¿Estaba bien copiar las letras de un libro y ponerlas en otra historia y darles otra forma, otra función, otra vida? ¿Le deben algo aquellos pasajes copiados de la novela de Carmen Laforet a Bolivia construcciones? ¿Existieron esas copias? ¿Y qué entonces? ¿No volvía, al fin de cuentas, a encontrarse con los lectores después de permanecer olvidada en los anaqueles de la cultura universal, gracias a este gesto literario?
Confieso que es muy lindo y divertido afanarles a los grandes autores. Frases, ideas, párrafos, versos, tonos, sonidos, imágenes. Yo una vez, le robé un verso a Osvaldo Lamborghini. Me gustó cómo quedaba en mi poema y fui y le robé otro verso a mi amigo Daniel, pero le cambié una palabrita que pensé, quedaba mejor. Daniel al leerlo en mi poema se dio cuenta y se enojó mucho y me dijo: “No me robes más, negro”. Me enojó su egoísmo. Fue como si no me hubiera querido prestar un objeto o una campera cuando hace frío. Me di cuenta de que los escritores son celosos de sus ideas y de sus procedimientos. No los comparten, sino que los esconden. Los utilizan sólo para confrontar de la misma forma que lo hacen los políticos. Creen que son serios y no lo son. No los entiendo. Muchas veces me dijeron: “Esto es Lamborghini”, “esto es Duran”, “esto se lo afanaste a Perlongher”, “esto es Copi”. Me parecía re divertido copiarle a un tipo que se llamaba Copi. Copi te copio, por gil. Entendí que la única forma posible de que las ideas y la literatura fueran para todos, era afanándolas, tergiversándolas, dándolas vuelta, parodiándolas o burlándonos de ellas. Una idea no es nada si no existe alguien que haga algo con ellas. Una idea por sí misma, no tiene ningún sentido. Gracias al robo, la copia, el plagio indiscriminado, la intertextualidad que le dicen, el diálogo, la parodia, la sátira y el humor, lo que mantenía viva la tradición, lo que hacía que las ideas fueran disfrutadas por todos. Una transposición del curro, digamos. Ya que no podemos comprarnos una casa, ni conseguir un buen empleo, ni tener una vida medianamente digna, por lo menos afanemos ideas en el gran mundillo de la propiedad privada: el mundo cultural.
Me encantó Bolivia Construcciones. Gracias a Bruno Morales o Sergio Di Nucci entendí que la literatura es mucho más que un libro. Que un libro también puede ser atrevimiento, riesgo y movilización. Que los libros están hechos de ideas y que una idea no termina en un libro, sino que nace a partir de él. Que la literatura buena no tiene nada que ver con el mundo; que el mundo es ideal para una literatura sucia, mala y desprejuiciada. Que, por suerte, también existe una literatura que no es burguesa.
Ahora volvió a mi vida Bruno Morales, con su nuevo libro Grandeza Boliviana —que acaba de editar en una preciosa y cuidada edición la editorial Eterna Cadencia—. Los temas son más o menos los mismos, los ambientes parecidos y los climas y tonos iguales. Lo que no es igual es la extraña maquinaria de narrar que Bruno Morales o Sergio Di Nucci ponen al alcance de quien lo lea. Con una lograda economía de palabras y con un clima alejado de la grandilocuencia y las pretensiones estilísticas, nos muestra una impecable manera de contar. Es como si nos dijera: “Se puede escribir una novela simple sobre un mundo desconocido”. Y es precisamente de eso, del extraño y lejano mundo de la inmigración boliviana que nos habla el autor.
Leí unas páginas y ya me gusta, al igual que la novela anterior la leeré en una sola tarde y ya sé que me volveré a encontrar con ese mundo que aprendí a reconocer en estas historias de Morales.
Me alegra que Morales o Di Nucci, repito (me parece importante separar, un autor nunca es igual a su seudónimo), haya vuelto a editar algo; que haya dejado atrás el escándalo del premio y la etiqueta de joven promesa. Me alegra que siga escribiendo. A aquellos que detestan la diferencia, les molestará. Pero es necesario.
jueves, 18 de marzo de 2010
"Mis brazos todavía hacen ruido de alas"
El nadador
Héctor Viel Témperley
Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.
Soy el hombre que quiere ser aguada
para beber tus lluvias
con la piel de su pecho.
Soy el nadador, Señor, bota sin pierna bajo el cielo
para tus lluvias mansas,
para tus fuertes lluvias,
para todas tus aguas.
Las aguas como lonjas de una piel infinita,
las aguas libres y la de los lagos,
que no son más que cielos arrastrados
por tus caídos ángeles.
Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.
Tuyo es mi cuerpo, que hasta en las más bajas
aguas de los arrollos
se sostiene vibrante,
como en medio del aire.
Mi cuerpo que se hunde
en transparentes ríos
y va soltando en ellos
su aliento, lentamente,
dándoselo a aspirar
a la corriente.
Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada
hasta las lluvias
de su infancia,
que a las tardes crecían
entre sus piernas salpicadas
como alto y limpio pajonal que aislaba
las casonas
y desde sus paredes
celestes se ensanchaba.
Soy el nadador, Señor, el hombre que nada
por la memoria de las aguas
hasta donde su pecho
recuerda las pisadas,
como marcas de luz, de tus sandalias.
Y recuerda los días cuando el cielo
rodaba hasta los ríos como un viento
y hacía el agua tan azul que el hombre
entraba en ella y respiraba.
Soy el hombre que nada hasta los cielos
con sus largas miradas.
Soy el nadador, Señor, sólo el hombre que nada.
Gracias doy a tus aguas porque en ellas
mis brazos todavía
hacen ruido de alas.
Héctor Viel Témperley
Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.
Soy el hombre que quiere ser aguada
para beber tus lluvias
con la piel de su pecho.
Soy el nadador, Señor, bota sin pierna bajo el cielo
para tus lluvias mansas,
para tus fuertes lluvias,
para todas tus aguas.
Las aguas como lonjas de una piel infinita,
las aguas libres y la de los lagos,
que no son más que cielos arrastrados
por tus caídos ángeles.
Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.
Tuyo es mi cuerpo, que hasta en las más bajas
aguas de los arrollos
se sostiene vibrante,
como en medio del aire.
Mi cuerpo que se hunde
en transparentes ríos
y va soltando en ellos
su aliento, lentamente,
dándoselo a aspirar
a la corriente.
Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada
hasta las lluvias
de su infancia,
que a las tardes crecían
entre sus piernas salpicadas
como alto y limpio pajonal que aislaba
las casonas
y desde sus paredes
celestes se ensanchaba.
Soy el nadador, Señor, el hombre que nada
por la memoria de las aguas
hasta donde su pecho
recuerda las pisadas,
como marcas de luz, de tus sandalias.
Y recuerda los días cuando el cielo
rodaba hasta los ríos como un viento
y hacía el agua tan azul que el hombre
entraba en ella y respiraba.
Soy el hombre que nada hasta los cielos
con sus largas miradas.
Soy el nadador, Señor, sólo el hombre que nada.
Gracias doy a tus aguas porque en ellas
mis brazos todavía
hacen ruido de alas.
Libros marcados
Mairal dijo que había cotejado las ediciones originales de los poemas de Borges con su obras completas, que había marcado cada corrección del viejo, como espiando sus pequeñas trampas a sí mismo en la supresión o el mejoramiento del sí mismo joven.
Ríos contó que leyó un cuento de Elvio Gandolfo en el que se hablaba de un libro inédito del padre de Elvio y que él, Ríos, el lector, se tranformó en editor de ese inédito y cambió a feliz el final del cuento que había admirado.
Mairal dijo que tenía subrayadas todas las metáforas crudas, raras, bizarras de Arlt en Los siete locos.
Ríos dijo que casi no publica una novela de Aira porque el personaje había algo demasiado violentamente inaceptable que le impedía completar la lectura. Y cómo decirle a Aira que no se quiere seguir leyèndolo (No nos contó la vuelta de tuerca que evitó el conflicto y hará que Yo fui una mujer casada salga pronto en su nuevo sello editorial).
Mairal dijo que sabía que había en él varios niveles de subrayador: el estudioso, el fantasmagórico (¿era esa la palabra? ¿O era poseído? ¿o delirado?), el indignado (con galicismos en las traducciones).
Ríos nos leyó un poema que aparece en uan novela que editará pronto cuya autora no recuerdo. El poema estaba dirigido al service malo, de nombre ¿Roberto?, que no reparaba adecuadamente la heladera de la protagonista.
Y fue un placer ver el placer de estos dos tipos al contarnos sus placeres. Un placer verlos "venderse" uno al otro, contar el proceso de edición de El año del desierto, un placer saber que todos esos placeres están permitidos, aceptados, hasta festejados.
Marcas y pudores
Ayer en el Malba. Mairal y Ríos en el escenario y Luis de un lado y Lau del otro, aquí en las butacas del auditorio algo intimidante.
La idea es genial: que alguien te cuente qué marcó en sus libros, por qué, qué recuerda de ese momento del marcado, qué siente de aquel sí mismo que marcó aquellas cosas. Las preguntas de la conductora eran algo básicas, pero los invitados se dejaban llevar por sus propios delirios sin necesidad de conducción. Y yo pensaba que ellos estaban diciendo el tipo de cosas que yo suelo ocultar que me pasan. Y estos dos se lanzaban a contarlas como si fuera normal (hacerlas, pensarlas, sentirlas, decirlas) y yo me moría ante la idea de que el lunes que viene empiezo en taller de Mairal en Eterna Cadencia y Ríos prometió darme noticias de mis cuentos en este marzo (mis cuentos, mis escondidos cuentos sacados a la luz este enero y a los que Ríos llegó proque se enteró por este blog).
No es cholulismo, les juro, es el pudor más puro y llano.
La idea es genial: que alguien te cuente qué marcó en sus libros, por qué, qué recuerda de ese momento del marcado, qué siente de aquel sí mismo que marcó aquellas cosas. Las preguntas de la conductora eran algo básicas, pero los invitados se dejaban llevar por sus propios delirios sin necesidad de conducción. Y yo pensaba que ellos estaban diciendo el tipo de cosas que yo suelo ocultar que me pasan. Y estos dos se lanzaban a contarlas como si fuera normal (hacerlas, pensarlas, sentirlas, decirlas) y yo me moría ante la idea de que el lunes que viene empiezo en taller de Mairal en Eterna Cadencia y Ríos prometió darme noticias de mis cuentos en este marzo (mis cuentos, mis escondidos cuentos sacados a la luz este enero y a los que Ríos llegó proque se enteró por este blog).
No es cholulismo, les juro, es el pudor más puro y llano.
martes, 16 de marzo de 2010
Una mujer que es solo su perfil
"Una mujer que es sólo su perfil, acopio inútil de verbo y perspectiva, verdad alada en vuelo rasante por los sumideros del mundo, cuerpo o vapor que asciende demandándonos, eso es, al fin y al cabo, la poesía."
Favio Crescenzi
Favio Crescenzi
El ARTE DE LA POESÍA Ezra Pound
A mi amigo, el poeta Julio José Leite
El ARTE DE LA POESÍA
Ezra Pound
Constantemente repito que se necesitaron dos siglos de Provenza y uno de Toscana para desarrollar los instrumentos que utilizó Dante en su obra maestra, y que fueron necesarios los latinistas del Renacimiento y la Pléyade, además del lenguaje colorido de su propia época, para preparar los instrumentos de Shakespeare. Es de enorme importancia que se escriba gran poesía, pero no importa en absoluto quién la escriba.
Si algo se expresó de una manera definitiva en la Atlántida o en la Arcadia, en el año 450 a. c., o en el 1290 de nuestra era, no nos toca a los modernos decirlo de nuevo ni empañar la memoria de los muertos diciendo lo mismo pero con menos habilidad y convicción.
En cada época uno o dos genios descubren algo y lo expresan. Puede estar solo en una o dos líneas, o en alguna cualidad de una cadencia, y después veinte o doscientos o dos mil o más seguidores repiten y diluyen y modifican.
La gran literatura es sencillamente idioma cargado de significado hasta el máximo de sus posibilidades. Tal como en medicina existen el arte de diagnosticar y el arte de curar, también en las artes, y en las artes particulares de la poesía … existe el arte de diagnosticar y el de curar. Uno persigue el culto de la fealdad y el otro el culto de la belleza.
La mayoría de los llamados poetas mayores han regalado su propio don, pero el término de “mayor” es más bien un regalo que les hace Cronos a ellos. Quiero decir que han nacido justamente a su hora y que les fue dado amontonar y arreglar y armonizar los resultados de los trabajos de muchos hombres.
En el verso algo le ha sucedido a la inteligencia. En la prosa la inteligencia ha encontrado un objeto para sus observaciones. El hecho poético preexiste.
Los artistas son las antenas de la raza. … digamos que los escritores de un país son los voltímetros y los manómetros de la vida intelectual de la nación. Son los instrumentos registradores, y si falsifican sus informes no hay límite al daño que pueden causar. El mal arte es un arte inexacto. Es arte que rinde informes falsos.
Toda crítica debería ser admitidamente personal. Al final de cuentas el crítico sólo puede decir “me gusta” o “me conmueve”, o algo por el estilo. Cuando se nos ha mostrado a sí mismo, podemos comprender lo que quiere decir. Todo crítico debería dar información acerca de las fuentes y límites de su conocimiento.
Sugiero mandar al diablo a cuanto crítico emplee términos generales vagos. No sólo a los que usan términos vagos por ser demasiado ignorantes para tener algo que decir, sino también a los críticos que emplean términos vagos para ocultar lo que quieren decir, y a todos los críticos que emplean los términos tan vagamente que el lector puede creer que está de acuerdo con ellos o que asiente a sus afirmaciones cuando de hecho no es así.
Haz que un hombre te diga antes que nada y en especial qué escritores piensa que son buenos escritores; después se pueden escuchar sus explicaciones.
La única crítica realmente viciada es la crítica académica de los que hacen la gran renuncia, que se niegan a decir lo que piensan, si es que piensan, y que citan las opiniones aceptadas… Su traición a la gran obra del pasado es tan grande como la del falso artista del presente. Si no les importa lo suficiente la herencia como para tener convicciones personales, no tienen derecho a escribir.
No hagas caso de la crítica de quienes nunca hayan escrito una obra notable.
Usar tres páginas para no decir nada no es estilo, en el sentido serio de la palabra.
No repitas en versos mediocres lo que ya se haya dicho en buena prosa. No creas que se puede engañar a una persona inteligente esquivando las dificultades del inefablemente difícil arte de la buena prosa mediante el artilugio de fraccionar la composición en versos.
Lo que hoy aburre al entendido aburrirá al público mañana.
Déjate influir por cuantos grandes artistas sea posible, pero ten la decencia de reconocer plenamente la deuda o, si no, trata de ocultarla. Que el aprendiz se llene la cabeza con las mejores cadencias que pueda descubrir, preferiblemente en un idioma extranjero, para que el significado de las palabras tenga menos posibilidades de distraer su atención del movimiento del verso.
No te imagines que algo “saldrá bien” en verso sólo porque resulta pesado en prosa. La poesía es un centauro. La facultad pensante, estructuradora y aclaradora de las palabras debe moverse y saltar con las facultades energizantes, sensitivas y musicales. Es precisamente la dificultad de esta existencia anfibia lo que mantiene bajo el número de buenos poetas de quienes se tiene noticia.
Es cierto que la mayoría de la gente poetiza más o menos, entre los diecisiete y los veintitrés años. Las emociones son nuevas, y para su dueño, interesantes y no hay mucha personalidad o mente que mover. Conforme el hombre, conforme su mente, se vuelve una máquina más y más pesada, una estructura cada vez más complicada, necesita de un voltaje cada vez mayor de energía emotiva para adquirir un movimiento armónico… En el caso de Guido, su obra más fuerte se da a los cincuenta. La poesía más importante la han escrito hombres de más de treinta.
Citando mal a Confucio, se podría decir: No importa que el autor quiera el bien de la raza o que actúe simplemente por vanidad personal. El resultado se produce mecánicamente. En la medida en que su obra es exacta, es decir, fiel a la conciencia humana y a la naturaleza del hombre, en la medida en que formula con exactitud el deseo, será duradera y será “útil”, quiero decir que mantiene la claridad y precisión del pensamiento, no sólo para el beneficio de algunos diletantes y “amantes de la literatura”, sino que mantiene la salud del pensamiento fuera de los círculos literarios y en una existencia no literaria, en la vida general comunal e individual.
UN PACTO
Haré un pacto contigo, Walt Whitman-
Te he detestado ya bastante.
Vengo a ti como un niño crecido
Que ha tenido un papá testarudo;
Ya tengo edad de hacer amigos.
Fuiste tú el que cortaste la madera,
Ya es tiempo ahora de labrar.
Tenemos la misma savia y la misma raíz-
Haya comercio, pues, entre nosotros.
Ezra Pound
El ARTE DE LA POESÍA
Ezra Pound
Constantemente repito que se necesitaron dos siglos de Provenza y uno de Toscana para desarrollar los instrumentos que utilizó Dante en su obra maestra, y que fueron necesarios los latinistas del Renacimiento y la Pléyade, además del lenguaje colorido de su propia época, para preparar los instrumentos de Shakespeare. Es de enorme importancia que se escriba gran poesía, pero no importa en absoluto quién la escriba.
Si algo se expresó de una manera definitiva en la Atlántida o en la Arcadia, en el año 450 a. c., o en el 1290 de nuestra era, no nos toca a los modernos decirlo de nuevo ni empañar la memoria de los muertos diciendo lo mismo pero con menos habilidad y convicción.
En cada época uno o dos genios descubren algo y lo expresan. Puede estar solo en una o dos líneas, o en alguna cualidad de una cadencia, y después veinte o doscientos o dos mil o más seguidores repiten y diluyen y modifican.
La gran literatura es sencillamente idioma cargado de significado hasta el máximo de sus posibilidades. Tal como en medicina existen el arte de diagnosticar y el arte de curar, también en las artes, y en las artes particulares de la poesía … existe el arte de diagnosticar y el de curar. Uno persigue el culto de la fealdad y el otro el culto de la belleza.
La mayoría de los llamados poetas mayores han regalado su propio don, pero el término de “mayor” es más bien un regalo que les hace Cronos a ellos. Quiero decir que han nacido justamente a su hora y que les fue dado amontonar y arreglar y armonizar los resultados de los trabajos de muchos hombres.
En el verso algo le ha sucedido a la inteligencia. En la prosa la inteligencia ha encontrado un objeto para sus observaciones. El hecho poético preexiste.
Los artistas son las antenas de la raza. … digamos que los escritores de un país son los voltímetros y los manómetros de la vida intelectual de la nación. Son los instrumentos registradores, y si falsifican sus informes no hay límite al daño que pueden causar. El mal arte es un arte inexacto. Es arte que rinde informes falsos.
Toda crítica debería ser admitidamente personal. Al final de cuentas el crítico sólo puede decir “me gusta” o “me conmueve”, o algo por el estilo. Cuando se nos ha mostrado a sí mismo, podemos comprender lo que quiere decir. Todo crítico debería dar información acerca de las fuentes y límites de su conocimiento.
Sugiero mandar al diablo a cuanto crítico emplee términos generales vagos. No sólo a los que usan términos vagos por ser demasiado ignorantes para tener algo que decir, sino también a los críticos que emplean términos vagos para ocultar lo que quieren decir, y a todos los críticos que emplean los términos tan vagamente que el lector puede creer que está de acuerdo con ellos o que asiente a sus afirmaciones cuando de hecho no es así.
Haz que un hombre te diga antes que nada y en especial qué escritores piensa que son buenos escritores; después se pueden escuchar sus explicaciones.
La única crítica realmente viciada es la crítica académica de los que hacen la gran renuncia, que se niegan a decir lo que piensan, si es que piensan, y que citan las opiniones aceptadas… Su traición a la gran obra del pasado es tan grande como la del falso artista del presente. Si no les importa lo suficiente la herencia como para tener convicciones personales, no tienen derecho a escribir.
No hagas caso de la crítica de quienes nunca hayan escrito una obra notable.
Usar tres páginas para no decir nada no es estilo, en el sentido serio de la palabra.
No repitas en versos mediocres lo que ya se haya dicho en buena prosa. No creas que se puede engañar a una persona inteligente esquivando las dificultades del inefablemente difícil arte de la buena prosa mediante el artilugio de fraccionar la composición en versos.
Lo que hoy aburre al entendido aburrirá al público mañana.
Déjate influir por cuantos grandes artistas sea posible, pero ten la decencia de reconocer plenamente la deuda o, si no, trata de ocultarla. Que el aprendiz se llene la cabeza con las mejores cadencias que pueda descubrir, preferiblemente en un idioma extranjero, para que el significado de las palabras tenga menos posibilidades de distraer su atención del movimiento del verso.
No te imagines que algo “saldrá bien” en verso sólo porque resulta pesado en prosa. La poesía es un centauro. La facultad pensante, estructuradora y aclaradora de las palabras debe moverse y saltar con las facultades energizantes, sensitivas y musicales. Es precisamente la dificultad de esta existencia anfibia lo que mantiene bajo el número de buenos poetas de quienes se tiene noticia.
Es cierto que la mayoría de la gente poetiza más o menos, entre los diecisiete y los veintitrés años. Las emociones son nuevas, y para su dueño, interesantes y no hay mucha personalidad o mente que mover. Conforme el hombre, conforme su mente, se vuelve una máquina más y más pesada, una estructura cada vez más complicada, necesita de un voltaje cada vez mayor de energía emotiva para adquirir un movimiento armónico… En el caso de Guido, su obra más fuerte se da a los cincuenta. La poesía más importante la han escrito hombres de más de treinta.
Citando mal a Confucio, se podría decir: No importa que el autor quiera el bien de la raza o que actúe simplemente por vanidad personal. El resultado se produce mecánicamente. En la medida en que su obra es exacta, es decir, fiel a la conciencia humana y a la naturaleza del hombre, en la medida en que formula con exactitud el deseo, será duradera y será “útil”, quiero decir que mantiene la claridad y precisión del pensamiento, no sólo para el beneficio de algunos diletantes y “amantes de la literatura”, sino que mantiene la salud del pensamiento fuera de los círculos literarios y en una existencia no literaria, en la vida general comunal e individual.
UN PACTO
Haré un pacto contigo, Walt Whitman-
Te he detestado ya bastante.
Vengo a ti como un niño crecido
Que ha tenido un papá testarudo;
Ya tengo edad de hacer amigos.
Fuiste tú el que cortaste la madera,
Ya es tiempo ahora de labrar.
Tenemos la misma savia y la misma raíz-
Haya comercio, pues, entre nosotros.
Ezra Pound
lunes, 15 de marzo de 2010
25 preguntas para Maximiliano Tomas
.25 preguntas >
Maximiliano Tomas
(Tomado de http://sites.google.com/site/25preguntas/
Maximiliano Tomas nació en Buenos Aires en noviembre de 1975. Compiló antologías como La joven guardia. Nueva narrativa argentina (2005) y La Argentina crónica. Historias reales de un país al límite (2007). Dirige el suplemento de Cultura del diario “Perfil”.
¿Cuál fue el último libro que leíste?
Piquito de oro, de Gustavo Ferreyra. Todavía no lo terminé, ni creo que lo haga, pero no por culpa del autor: no estaba en el lugar, ni en el momento, ni en el estado mental adecuado para leer el libro. Ahora ya pasó, pero acabo de recibir la biografía de Johnny Rotten, y con esa tentación delante de mí no creo que sea posible volver atrás.
¿Qué libro te gustaría leer en breve?
Deudas, nuevas y viejas: 2666 de Roberto Bolaño, La novela luminosa de Mario Levrero, Phoenix de Eduardo Muslip, Tuperware de Blanca Lema, Bouvard y Pecuchet de Flaubert, Los cantos de Maldoror de Lautreamont, y un montón de ensayos sobre pornografía que tengo en la mesa de luz.
¿Descargás música digital?
No. A veces la descargan por mí. Igual que las películas y las series. Además tengo cedés, no uso mp3 ni Ipod. Cada tanto, en un acto conscientemente anacrónico, salgo a comprarme discos. Me gusta romper el celofán del envoltorio, leer los libritos con las letras y las fichas técnicas, poner el disco en el reproductor y apretar play. No hay nada que hacer: nací en la década del 70. Además, la crisis de la industria discográfica hizo que se editaran un montón de compilados geniales. Me acabo de comprar uno de Sumo, y de afuera me traje otros de Joy Division, The Pixies, The Ramones.
¿A quién votaste en las últimas elecciones?
No voté. Por suerte estaba viviendo fuera del país. Me hubiera agarrado un ataque de pánico en el cuarto oscuro. Por las dudas, también había perdido el documento.
¿Cuánto tiempo pasás conectado a la web?
¿Por día? Todo el tiempo. Salvo cuando duermo (y no tanto, porque tengo el Blackberry al lado de la cama), estoy comiendo u ocupado con esas otras dos cosas que hacen los seres humanos y no sería delicado detallar.
¿Qué te resulta satisfactorio?
¿El trabajo bien hecho, tal vez?
¿Qué te irrita?
La ignorancia. La publicidad. La envidia. La maledicencia sin talento. La obsesión por el dinero. La obsesión por el éxito. La obsesión por la salud. Los vegetarianos radicales. Todos los radicales. La falta de palabra y de compromiso. La falta de respeto por la experiencia y la sabiduría ajena. Las colas en los bancos, cines, aeropuertos. La falta de sueño. Que me hablen apenas me despierto. Que me toquen las piernas. Hablar por teléfono. Los errores de ortografía. Los libros mal editados. La mala literatura. Los escritores pretenciosos. La vanidad de ciertos escritores y, peor, de ciertos periodistas. El corporativismo. El ruido de Buenos Aires, la suciedad de Buenos Aires, la fealdad de ciertas zonas de Buenos Aires. La música de los demás a un volumen alto. El ruido ambiente en general. Los hombres que no saben jugar al fútbol. El estado lamentable del fútbol argentino. River Plate hoy. Román Riquelme y sus epígonos, lentos e inútiles, siempre. La violencia verbal y física. La gente que no sabe manejar y que, por supuesto, tiene auto y sale a manejar. El transporte público. Que a los músicos talentosos, como mi hermano, les cueste tanto sobrevivir. La avivada criolla. La apelación constante al peronismo, ya sea como solución o como fantasma. Mis genes italianos. Los nacionalismos. Las generalizaciones. Como ven, soy una persona irritable, pero no suelo demostrarlo.
¿Cuál es tu lectura diaria preferida?
Blogs en general y las secciones culturales de los diarios de la Argentina, España y Chile.
¿Qué te gusta cocinar?
Las pocas cosas que puedo hacer bien: milanesas, chop-suey, pastas, ensaladas, carne a la parrilla.
¿Qué te gusta comer?
Ravioles de calabaza o berenjena en Campo Dei Fiori. Ravioles de cordero en Vicente. Milanesa a la napolitana con papas fritas en La Farola de Cabildo. Pizza en Guerrin. Entraña con huevos fritos en casi cualquier lado, pero mejor en La Dorita. Ensaladas en Bardot. Bondiola de cerdo en el Café San Juan. Cordero patagónico en Sucre. Tapas en Le Bar. Lomo de cerdo agridulce en la casa de mi madre. Queso y dulce en el restaurante del edificio de La Prensa. Comida china por delivery. Helados en Via Flaminia. No como nada, pero nada, que salga del agua.
¿Cuál es tu peor defecto?
Todos los que no son mis virtudes. Que son más bien pocas.
¿Qué cosas te obsesionan?
La literatura. El trabajo. Las mujeres. No necesariamente en ese orden.
¿Qué pensás de las redes sociales digitales?
Me tienen sin cuidado. No tengo Facebook, no uso MySpace ni Twitter. En el mejor de los casos, una manera intrascendente de perder el tiempo. En el peor, una red de interespionaje voluntaria y consentida; es decir, una de las peores pesadillas que pueda imaginar.
¿Qué cosas te dan miedo?
Navegar. Los tiburones. Las serpientes. Las cucarachas. Que el mundo sea dominado finalmente por el cinismo y la estupidez. La muerte de mis seres queridos. La discapacidad física o mental propia. La muerte del deseo. La impotencia sexual.
¿Qué cosas te hacen reír?
El humor de mis amigos y conocidos. El teatro de Rafael Spregelburd. Algunas series de televisión y películas. Los caballeros de la mesa cuadrada de los Monty Python, El mundo según Wayne, El gran Lebowski, por poner tres ejemplos. Muchos videos de Youtube. Capusotto y Cha-cha-chá. Unos pocos libros. Los bloopers futbolísticos. Djokovic imitando a sus compañeros de circuito.
¿Qué es lo más difícil de dirigir un suplemento cultural?
Generar sentido, decir cosas nuevas, no repetirse, evitar que se vuelva un medio previsible y un oficio mecánico, eludir la agenda de la industria editorial, lidiar con los egos de los escritores y atender los llamados y mails de los agentes de prensa.
¿Y lo que más satisfacciones te da?
Haber creado un espacio de enunciación y visibilidad nuevo, no sé si mejor o peor, pero sin dudas distinto. Haber conocido personalmente y trabajar junto a muchos de los escritores y críticos que más quiero y admiro: Guillermo Piro, Daniel Guebel, Damián Tabarovsky, Quintín, Beatriz Sarlo, Fogwill, Ignacio Echevarría, Constantino Bértolo, Luis Chitarroni, Elvio Gandolfo, Matías Serra Bradford, Juan Terranova, Hernán Arias, Mercedes Urquiza, Diego Grillo Trubba, Rafael Spregelburd, Pedro Mairal, Daniel Link, Fabián Casas y tantos otros. Hacer, con menos recursos y menos gente, un suplemento tan interesante como los de la competencia.
Si un librero te pide que le recomiendes tres discos, ¿cuáles elegís?
The Wall, de Pink Floyd. Rocket to Russia, The Ramones. Roseland NYC Live, Portishead.
¿Y si un melómano te pide que le recomiendes tres libros?
Esta es muy difícil. Vamos sólo con la primera mitad del siglo XX dentro de la narrativa breve en lengua inglesa, para acotar la elección y suponiendo que nuestro melómano sea anglófilo: Relatos, de John Cheever. Nueve cuentos, de J.D. Salinger. Una salita cerca de la calle Edgware, de Graham Greene. Uno podría, haciendo un gran esfuerzo, elegir tan sólo diez discos y diez películas del siglo XX y escucharlos y verlas durante toda su vida. Con la literatura no existe esa posibilidad. Hay tanto y tan bueno.
¿Por qué hay tanta paranoia en el campo cultural argentino?
La paranoia, la desconfianza, la suspicacia, la maledicencia, el parricidio y la envidia son los motores a combustión del campo cultural o literario argentino: no podría ser de otra manera. Al mismo tiempo hay tan poco dinero y tan poco prestigio en juego que muchas veces las peleas y rencillas mueven a la risa, si no al espanto. Habrá que aprender a convivir con eso (Buenos Aires como la capital internacional de la mala leche) o dedicarse a otra cosa.
¿A qué tres conciertos del siglo XX te hubiera gustado ir?
Hay sólo seis bandas que me hubiera gustado ver en vivo: The Doors, The Ramones, Sex Pistols, Portishead, Sumo, los Redonditos de Ricota. Vi a cuatro. Me doy por satisfecho.
¿Sobre qué tema es imposible escribir una buena crónica?
Calculo que sobre uno mismo.
¿Qué le sobra y qué le falta al periodismo argentino?
A los periodistas argentinos les sobra autoconfianza, vanidad, corporativismo y vagancia. Refiriéndome sólo a los periodistas de prensa, creo que a muchos les falta preparación intelectual, reflexión, compromiso con su trabajo, honestidad, algo de ética y buena prosa. Es lo que trato de enseñarles a mis alumnos, no sé si lo logro. Y a todos, al mismo tiempo, nos faltan lectores. Y a las empresas, anunciantes. La contraprestación evidente sería que las empresas periodísticas se decidieran de una buena vez a pagar salarios dignos, lo que está lejos de convertirse en una realidad.
¿Cuál sería la mejor forma de festejar el Bicentenario de la Revolución de Mayo?
Aboliendo los nacionalismos, las fronteras, los partidos políticos, desterrando el concepto de patria y estableciendo de una vez por todas la anarquía. Suena utópico, ¿no?
¿Qué te hace feliz?
Estar enamorado. El sexo. El cariño de mis amigos y de mi familia. El respeto de los demás. La belleza femenina. Jugar al fútbol. Jugar al tenis. Jugar al golf. Andar en skate. Los libros nuevos. El olor de los libros viejos. La inteligencia. Aprender. Salir de viaje. Perderme en ciudades desconocidas. Escuchar historias bien contadas. Ir a comer con amigos. Hacer sentir bien a alguien. Aguantar la respiración abajo del agua, acostado en el fondo de la pileta. La buena literatura. Las buenas crónicas. El buen cine. Las buenas series de televisión. Ciertos aromas y recuerdos de la infancia y la adolescencia. Los árboles de la calle Melián. Dormir doce horas seguidas. El café con leche y las medialunas y el diario por las mañanas. La ropa recién lavada y planchada. Mi casa cuando está limpia. Generar proyectos. El chocolate. Los hisopos. To procrastinate. Poner un punto final. Comer. Las galletitas de limón de Havanna. Comprar remeras y zapatillas. No atender el teléfono. Mirar un compilado de goles en televisión. La heladera cuando está llena. Las montañas rusas. Manejar en la ruta. El Pineral con agua tónica y limón. El Escorihuela Gascón Malbec. El gintonic con Bombay Saphire. El olor a tabaco de pipa. La música punk. Las canciones de los Doors y de los Redonditos de Ricota. Ciertas calles y barrios y olores de Buenos Aires. Barcelona.
Maximiliano Tomas
(Tomado de http://sites.google.com/site/25preguntas/
Maximiliano Tomas nació en Buenos Aires en noviembre de 1975. Compiló antologías como La joven guardia. Nueva narrativa argentina (2005) y La Argentina crónica. Historias reales de un país al límite (2007). Dirige el suplemento de Cultura del diario “Perfil”.
¿Cuál fue el último libro que leíste?
Piquito de oro, de Gustavo Ferreyra. Todavía no lo terminé, ni creo que lo haga, pero no por culpa del autor: no estaba en el lugar, ni en el momento, ni en el estado mental adecuado para leer el libro. Ahora ya pasó, pero acabo de recibir la biografía de Johnny Rotten, y con esa tentación delante de mí no creo que sea posible volver atrás.
¿Qué libro te gustaría leer en breve?
Deudas, nuevas y viejas: 2666 de Roberto Bolaño, La novela luminosa de Mario Levrero, Phoenix de Eduardo Muslip, Tuperware de Blanca Lema, Bouvard y Pecuchet de Flaubert, Los cantos de Maldoror de Lautreamont, y un montón de ensayos sobre pornografía que tengo en la mesa de luz.
¿Descargás música digital?
No. A veces la descargan por mí. Igual que las películas y las series. Además tengo cedés, no uso mp3 ni Ipod. Cada tanto, en un acto conscientemente anacrónico, salgo a comprarme discos. Me gusta romper el celofán del envoltorio, leer los libritos con las letras y las fichas técnicas, poner el disco en el reproductor y apretar play. No hay nada que hacer: nací en la década del 70. Además, la crisis de la industria discográfica hizo que se editaran un montón de compilados geniales. Me acabo de comprar uno de Sumo, y de afuera me traje otros de Joy Division, The Pixies, The Ramones.
¿A quién votaste en las últimas elecciones?
No voté. Por suerte estaba viviendo fuera del país. Me hubiera agarrado un ataque de pánico en el cuarto oscuro. Por las dudas, también había perdido el documento.
¿Cuánto tiempo pasás conectado a la web?
¿Por día? Todo el tiempo. Salvo cuando duermo (y no tanto, porque tengo el Blackberry al lado de la cama), estoy comiendo u ocupado con esas otras dos cosas que hacen los seres humanos y no sería delicado detallar.
¿Qué te resulta satisfactorio?
¿El trabajo bien hecho, tal vez?
¿Qué te irrita?
La ignorancia. La publicidad. La envidia. La maledicencia sin talento. La obsesión por el dinero. La obsesión por el éxito. La obsesión por la salud. Los vegetarianos radicales. Todos los radicales. La falta de palabra y de compromiso. La falta de respeto por la experiencia y la sabiduría ajena. Las colas en los bancos, cines, aeropuertos. La falta de sueño. Que me hablen apenas me despierto. Que me toquen las piernas. Hablar por teléfono. Los errores de ortografía. Los libros mal editados. La mala literatura. Los escritores pretenciosos. La vanidad de ciertos escritores y, peor, de ciertos periodistas. El corporativismo. El ruido de Buenos Aires, la suciedad de Buenos Aires, la fealdad de ciertas zonas de Buenos Aires. La música de los demás a un volumen alto. El ruido ambiente en general. Los hombres que no saben jugar al fútbol. El estado lamentable del fútbol argentino. River Plate hoy. Román Riquelme y sus epígonos, lentos e inútiles, siempre. La violencia verbal y física. La gente que no sabe manejar y que, por supuesto, tiene auto y sale a manejar. El transporte público. Que a los músicos talentosos, como mi hermano, les cueste tanto sobrevivir. La avivada criolla. La apelación constante al peronismo, ya sea como solución o como fantasma. Mis genes italianos. Los nacionalismos. Las generalizaciones. Como ven, soy una persona irritable, pero no suelo demostrarlo.
¿Cuál es tu lectura diaria preferida?
Blogs en general y las secciones culturales de los diarios de la Argentina, España y Chile.
¿Qué te gusta cocinar?
Las pocas cosas que puedo hacer bien: milanesas, chop-suey, pastas, ensaladas, carne a la parrilla.
¿Qué te gusta comer?
Ravioles de calabaza o berenjena en Campo Dei Fiori. Ravioles de cordero en Vicente. Milanesa a la napolitana con papas fritas en La Farola de Cabildo. Pizza en Guerrin. Entraña con huevos fritos en casi cualquier lado, pero mejor en La Dorita. Ensaladas en Bardot. Bondiola de cerdo en el Café San Juan. Cordero patagónico en Sucre. Tapas en Le Bar. Lomo de cerdo agridulce en la casa de mi madre. Queso y dulce en el restaurante del edificio de La Prensa. Comida china por delivery. Helados en Via Flaminia. No como nada, pero nada, que salga del agua.
¿Cuál es tu peor defecto?
Todos los que no son mis virtudes. Que son más bien pocas.
¿Qué cosas te obsesionan?
La literatura. El trabajo. Las mujeres. No necesariamente en ese orden.
¿Qué pensás de las redes sociales digitales?
Me tienen sin cuidado. No tengo Facebook, no uso MySpace ni Twitter. En el mejor de los casos, una manera intrascendente de perder el tiempo. En el peor, una red de interespionaje voluntaria y consentida; es decir, una de las peores pesadillas que pueda imaginar.
¿Qué cosas te dan miedo?
Navegar. Los tiburones. Las serpientes. Las cucarachas. Que el mundo sea dominado finalmente por el cinismo y la estupidez. La muerte de mis seres queridos. La discapacidad física o mental propia. La muerte del deseo. La impotencia sexual.
¿Qué cosas te hacen reír?
El humor de mis amigos y conocidos. El teatro de Rafael Spregelburd. Algunas series de televisión y películas. Los caballeros de la mesa cuadrada de los Monty Python, El mundo según Wayne, El gran Lebowski, por poner tres ejemplos. Muchos videos de Youtube. Capusotto y Cha-cha-chá. Unos pocos libros. Los bloopers futbolísticos. Djokovic imitando a sus compañeros de circuito.
¿Qué es lo más difícil de dirigir un suplemento cultural?
Generar sentido, decir cosas nuevas, no repetirse, evitar que se vuelva un medio previsible y un oficio mecánico, eludir la agenda de la industria editorial, lidiar con los egos de los escritores y atender los llamados y mails de los agentes de prensa.
¿Y lo que más satisfacciones te da?
Haber creado un espacio de enunciación y visibilidad nuevo, no sé si mejor o peor, pero sin dudas distinto. Haber conocido personalmente y trabajar junto a muchos de los escritores y críticos que más quiero y admiro: Guillermo Piro, Daniel Guebel, Damián Tabarovsky, Quintín, Beatriz Sarlo, Fogwill, Ignacio Echevarría, Constantino Bértolo, Luis Chitarroni, Elvio Gandolfo, Matías Serra Bradford, Juan Terranova, Hernán Arias, Mercedes Urquiza, Diego Grillo Trubba, Rafael Spregelburd, Pedro Mairal, Daniel Link, Fabián Casas y tantos otros. Hacer, con menos recursos y menos gente, un suplemento tan interesante como los de la competencia.
Si un librero te pide que le recomiendes tres discos, ¿cuáles elegís?
The Wall, de Pink Floyd. Rocket to Russia, The Ramones. Roseland NYC Live, Portishead.
¿Y si un melómano te pide que le recomiendes tres libros?
Esta es muy difícil. Vamos sólo con la primera mitad del siglo XX dentro de la narrativa breve en lengua inglesa, para acotar la elección y suponiendo que nuestro melómano sea anglófilo: Relatos, de John Cheever. Nueve cuentos, de J.D. Salinger. Una salita cerca de la calle Edgware, de Graham Greene. Uno podría, haciendo un gran esfuerzo, elegir tan sólo diez discos y diez películas del siglo XX y escucharlos y verlas durante toda su vida. Con la literatura no existe esa posibilidad. Hay tanto y tan bueno.
¿Por qué hay tanta paranoia en el campo cultural argentino?
La paranoia, la desconfianza, la suspicacia, la maledicencia, el parricidio y la envidia son los motores a combustión del campo cultural o literario argentino: no podría ser de otra manera. Al mismo tiempo hay tan poco dinero y tan poco prestigio en juego que muchas veces las peleas y rencillas mueven a la risa, si no al espanto. Habrá que aprender a convivir con eso (Buenos Aires como la capital internacional de la mala leche) o dedicarse a otra cosa.
¿A qué tres conciertos del siglo XX te hubiera gustado ir?
Hay sólo seis bandas que me hubiera gustado ver en vivo: The Doors, The Ramones, Sex Pistols, Portishead, Sumo, los Redonditos de Ricota. Vi a cuatro. Me doy por satisfecho.
¿Sobre qué tema es imposible escribir una buena crónica?
Calculo que sobre uno mismo.
¿Qué le sobra y qué le falta al periodismo argentino?
A los periodistas argentinos les sobra autoconfianza, vanidad, corporativismo y vagancia. Refiriéndome sólo a los periodistas de prensa, creo que a muchos les falta preparación intelectual, reflexión, compromiso con su trabajo, honestidad, algo de ética y buena prosa. Es lo que trato de enseñarles a mis alumnos, no sé si lo logro. Y a todos, al mismo tiempo, nos faltan lectores. Y a las empresas, anunciantes. La contraprestación evidente sería que las empresas periodísticas se decidieran de una buena vez a pagar salarios dignos, lo que está lejos de convertirse en una realidad.
¿Cuál sería la mejor forma de festejar el Bicentenario de la Revolución de Mayo?
Aboliendo los nacionalismos, las fronteras, los partidos políticos, desterrando el concepto de patria y estableciendo de una vez por todas la anarquía. Suena utópico, ¿no?
¿Qué te hace feliz?
Estar enamorado. El sexo. El cariño de mis amigos y de mi familia. El respeto de los demás. La belleza femenina. Jugar al fútbol. Jugar al tenis. Jugar al golf. Andar en skate. Los libros nuevos. El olor de los libros viejos. La inteligencia. Aprender. Salir de viaje. Perderme en ciudades desconocidas. Escuchar historias bien contadas. Ir a comer con amigos. Hacer sentir bien a alguien. Aguantar la respiración abajo del agua, acostado en el fondo de la pileta. La buena literatura. Las buenas crónicas. El buen cine. Las buenas series de televisión. Ciertos aromas y recuerdos de la infancia y la adolescencia. Los árboles de la calle Melián. Dormir doce horas seguidas. El café con leche y las medialunas y el diario por las mañanas. La ropa recién lavada y planchada. Mi casa cuando está limpia. Generar proyectos. El chocolate. Los hisopos. To procrastinate. Poner un punto final. Comer. Las galletitas de limón de Havanna. Comprar remeras y zapatillas. No atender el teléfono. Mirar un compilado de goles en televisión. La heladera cuando está llena. Las montañas rusas. Manejar en la ruta. El Pineral con agua tónica y limón. El Escorihuela Gascón Malbec. El gintonic con Bombay Saphire. El olor a tabaco de pipa. La música punk. Las canciones de los Doors y de los Redonditos de Ricota. Ciertas calles y barrios y olores de Buenos Aires. Barcelona.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Lunes por la madrugada...
Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...
que sonríe cómplice de amor...