lunes, 30 de mayo de 2011
Club de lectura en junio
CLUB DE LECTURA
Coordinado por Martín Villagarcía
El Club de Lectura de Brandon es un espacio donde nos juntamos a charlar sobre libros con amigos, a relajarnos, a tomar algo y a conocer gente nueva. Las reuniones son todos los meses en la casita y los libros abordan siempre algún aspecto de la temática LGTTBI. En Junio nos encontramos el jueves 9/06 a las 20 hs a charlar sobre Miss Tacuarembo de Dani Umpi y el jueves 16/06 a ver la pelicula, dirigida por Martin Sastre. Ya te podés inscribir en Brandon (Luis María Drago 236, abierto de jueves a domingo a partir de las 20 hs) o vía mail (clubdelectura@brandongayday.com.ar o martinvillagarcia@gmail.com) y el precio es de $40 por mes, que los podés pagar por adelantado o el mismo día del encuentro. Una vez que te inscribas, te vamos a entregar una guía de lectura con puntas de análisis y lecturas sugeridas. ¡Te esperamos!
JUNIO
Jueves 9/06 20 hs Miss Tacuarembo de Dani Umpi
Jueves 16/06 20 hs proyeccion del film Miss Tacuarembo, dirigido por Martin Sastre
Valor $40 (incluye guía de lectura)
Abierta la INSCRIPCIÓN
Casa Brandon (Luis María Drago 236, Almagro)
Más información: martinvillagarcia@gmail.com
clubdelectura@brandongayday.com.ar
Martín Villagarcía es argentino y nació en 1986. Es escritor, crítico literario, ilustrador y fotógrafo. Publicó las plaquetas de poesía Afasia (Color Pastel, 2006), Farsa (Proveedora de droga, 2007) y Cómo desaparecer completamente (y nunca volver a ser encontrado) (Color pastel, 2010). Colabora con las revistas El Interpretador y No-Retornable escribiendo crítica literaria y de artes audiovisuales. Realizó la exposición de ilustraciones Creepshow en casaBrandon en 2008 y el cortometraje de terror Espejismos de la noche en el mismo año. Estudió fotografía en la ENFO y actualmente está terminando la licenciatura y profesorado en Letras en la UBA. Mantiene el blog “El cuarto abierto” (www.elcuartoabierto.blogspot.com) y una página personal con fotos, ilustraciones y videos (www.martinvillagarcia.com.ar).
Frases sueltas, huellas de mujeres perdidas
"Dentro de mil años no quedará nada
de cuanto se ha escrito en este siglo.
Leerán frases sueltas, huellas
de mujeres perdidas,
fragmentos de niños inmóviles,
tus ojos lentos y verdes
simplemente no existirán.
Será como la Antología Griega,
aún más distante,
como una playa en invierno
para otro asombro y otra indiferencia."
Roberto Bolaño. La universidad Desconocida
de cuanto se ha escrito en este siglo.
Leerán frases sueltas, huellas
de mujeres perdidas,
fragmentos de niños inmóviles,
tus ojos lentos y verdes
simplemente no existirán.
Será como la Antología Griega,
aún más distante,
como una playa en invierno
para otro asombro y otra indiferencia."
Roberto Bolaño. La universidad Desconocida
domingo, 29 de mayo de 2011
El aura del derrotado
Meses difíciles
Pedro Mairal
Cuidado con mayo y junio. Son meses de renuncias, no tanto políticas, sino más bien personales. Mayo y junio son los meses del ultimátum íntimo, inconfesado. A principio de año empezaste clases de actuación o te anotaste en sociología, en percusión, en el gimnasio, en pileta, pensando que este año finalmente ibas a lograrlo, este año iba a ser distinto, todo vos ibas a ser un súper vos, más alto, parado más derecho, más flaco, comiendo menos y mejor, te ibas a poner las pilas, este año ibas a terminar la tesis, o el quincho de atrás, este año ibas a cuidar bien el jardín, a pintar, a pasarte en limpio, a sacar la bici, a encarar el trabajo con más ganas, más organizado, más eficiente. Y el comienzo de año ayudó: los meses nuevos, la compu nueva, las caras renovadas en la clase de yoga, el buen clima del fin del verano... Pero algo se cansó, quizá no vos sino las semanas mismas se cansaron, faltó la chica linda que iba a yoga, faltaron otros, una mañana quedaste sólo vos con la profe resfriada, en el trabajo no te aumentaron y te dio bronca ser más organizado y se acumularon los informes sin hacer, llovió mucho en abril y no pudiste pintar ni sacar la bici que ahora está pinchada, te ganó el yuyal, el quincho quedó en planes porque resultó muy caro, la tesis mejor terminarla en verano cuando puedas leer más, el papel de la dieta quedó crucificado con dos imanes en la heladera porque leíste que el yogur diet es cancerígeno, faltaste a pileta por el frío, el profe de percusión era medio mala onda, la sociología no es lo tuyo, en teatro francamente no te ves. Qué lindo renunciar, coronarse con el aura del derrotado, desertar, no ir más, saber que igual la vida empieza a cada rato.
Perfil, 28 de mayo de 2011
Pedro Mairal
Cuidado con mayo y junio. Son meses de renuncias, no tanto políticas, sino más bien personales. Mayo y junio son los meses del ultimátum íntimo, inconfesado. A principio de año empezaste clases de actuación o te anotaste en sociología, en percusión, en el gimnasio, en pileta, pensando que este año finalmente ibas a lograrlo, este año iba a ser distinto, todo vos ibas a ser un súper vos, más alto, parado más derecho, más flaco, comiendo menos y mejor, te ibas a poner las pilas, este año ibas a terminar la tesis, o el quincho de atrás, este año ibas a cuidar bien el jardín, a pintar, a pasarte en limpio, a sacar la bici, a encarar el trabajo con más ganas, más organizado, más eficiente. Y el comienzo de año ayudó: los meses nuevos, la compu nueva, las caras renovadas en la clase de yoga, el buen clima del fin del verano... Pero algo se cansó, quizá no vos sino las semanas mismas se cansaron, faltó la chica linda que iba a yoga, faltaron otros, una mañana quedaste sólo vos con la profe resfriada, en el trabajo no te aumentaron y te dio bronca ser más organizado y se acumularon los informes sin hacer, llovió mucho en abril y no pudiste pintar ni sacar la bici que ahora está pinchada, te ganó el yuyal, el quincho quedó en planes porque resultó muy caro, la tesis mejor terminarla en verano cuando puedas leer más, el papel de la dieta quedó crucificado con dos imanes en la heladera porque leíste que el yogur diet es cancerígeno, faltaste a pileta por el frío, el profe de percusión era medio mala onda, la sociología no es lo tuyo, en teatro francamente no te ves. Qué lindo renunciar, coronarse con el aura del derrotado, desertar, no ir más, saber que igual la vida empieza a cada rato.
Perfil, 28 de mayo de 2011
miércoles, 25 de mayo de 2011
Entreabierta, curva, cóncava
LA CONCHA
Pedro Salinas
Tersa, pulida, rosada
¡cómo la acariciarían,
sí, mejilla de doncella!
Entreabierta, curva, cóncava,
su albergue, encaracolada,
mi mirada se hace dentro.
Azul, rosa, malva, verde,
tan sin luz, tan irisada,
tardes, cielos, nubes, soles,
crepúsculos me eterniza.
En el óvalo de esmalte
rectas sutiles, primores
de geometría en gracia,
la solución le dibujan,
sin error, a aquel problema
propuesto
en lo más hondo del mar.
Pero su hermosura, inútil,
nunca servirá. La cogen,
la miran, la tiran ya.
Desnuda, sola, bellísima
la venera, eco de mito,
de carne virgen, de diosa,
su perfección sin amante
en la arena perpetúa.
Pedro Salinas
Tersa, pulida, rosada
¡cómo la acariciarían,
sí, mejilla de doncella!
Entreabierta, curva, cóncava,
su albergue, encaracolada,
mi mirada se hace dentro.
Azul, rosa, malva, verde,
tan sin luz, tan irisada,
tardes, cielos, nubes, soles,
crepúsculos me eterniza.
En el óvalo de esmalte
rectas sutiles, primores
de geometría en gracia,
la solución le dibujan,
sin error, a aquel problema
propuesto
en lo más hondo del mar.
Pero su hermosura, inútil,
nunca servirá. La cogen,
la miran, la tiran ya.
Desnuda, sola, bellísima
la venera, eco de mito,
de carne virgen, de diosa,
su perfección sin amante
en la arena perpetúa.
El cisne negro
Me encantó. Muy bueno el tratamiento del tema del doble. Fabulosos los momentos de transformación en cisne y el final co las alas negras en el segundo acto de El lago de los cisnes.
Me decepcionó un poco el claro vuelco del desenlace hacia la hipótesis realista, hubiera sido más interesante sostener la posibilidad de la solución fantástica.
Tampoco me convence mucho la relación unilateral entre arte y vida, pero bué. Quizás es que me gusta pensar que ambos cisnes "viven" en todos nosotros, que no hace falta elegir ni matar a ninguno y que, una vez que se ha experimentado la perfección, eso realimenta la vida y no la destruye.
La duquesa
Muy buena. Qué hijos de puta los maridos (y las madres funcionales al sistema) del 1700. Y después dicen que feminismo y machismo son dos caras de la misma moneda. A ver si reparar tanta injusticia ahora es lo mismo que un prejuicio que sostiene el poder.
Ojalá las mujeres del 2200 vean nuestros pequeños avances de hoy como algo monstruoso que ellas ya dejaron atrás.
Ojalá las mujeres del 2200 vean nuestros pequeños avances de hoy como algo monstruoso que ellas ya dejaron atrás.
martes, 24 de mayo de 2011
domingo, 22 de mayo de 2011
Los topos, política y queer
Una deriva queer de la pérdida A propósito de Los topos, de Félix Bruzzone
Emilio Bernini*
Los topos, de Félix Bruzzone, es una novela de un hijo de desaparecidos y es también una novela queer. La combinación del relato de Hijo, que parece inducir necesariamente lo autobiográfico, y lo autobiográfico en relación con la historia política, y de un relato queer, que afirma la diversidad de las prácticas sexuales y cuestiona la identidad basada en el género biológico de los sujetos, puede haber sido, para las expectativas de la lectura política, como para las expectativas de lectura de género, que no siempre van juntas, algo decepcionante o escandaloso. Por un lado, la novela cuestiona decididamente la identidad del Hijo, puesto que su narrador, que es hijo de desaparecidos, no se reconoce en esa filiación, no se identifica con sus padres, no milita en la organización cuyo nombre designa el vínculo filial mismo y, en este punto, el nombre no permite afirmar otra identidad que no esté necesariamente determinada por los padres. Como es evidente, los HIJOS en el nombre que eligen para denominarse se designan a sí mismos en su relación de parentesco con los padres. El cine argentino de los últimos años ha dado muestras notorias de esa filiación identitaria, ya de manera más interpelatoria a los propios padres o a su generación, como en M, de Nicolás Prividera, pero desde la asunción completa, aunque crítica, de todas sus ideas políticas; ya desde la identificación más cercana, sin distancias, como el nombre mismo de Papá Iván, la película de María Inés Roqué, lo sugiere; o ya desde el cuestionamiento generacional de Los rubios, de Albertina Carri, que configura una diferencia identitaria con el grupo electivo de afinidades, pero que no deja de filmar, sin embargo, el ensayo por narrar una historia de los padres. Los rubios es el nombre que en el barrio daban a los padres de la cineasta, no el de su grupo de amigos, aunque éstos se pongan pelucas rubias, al final, en un gesto a la vez de reconocimiento y distancia. Todos los nombres de las películas de los Hijos, incluida la más cifrada M (que no deja de remitir a Madre, a Marta, el nombre la madre de Prividera, a mamá y a Montoneros), nombran, pues, a los padres (y a las madres), y todas son una investigación, una búsqueda, más o menos exitosa en su reconstrucción, relativa a sus vidas íntimas y políticas.
Por el contrario, Los topos, ya es desconcertante como título de un relato de Hijo, y su historia no es nunca, salvo un breve intento rápidamente desviado, la investigación sobre el destino de la madre del narrador y de un supuesto hijo, hermano del narrador, nacido en cautiverio. La progresiva mutación identitaria del narrador, de Hijo que vive con su abuela Lela, ambos de oficio de reposteros, y muchacho de barrio con su novia progresista Romina, a amante de una travesti llamada Maira, y luego a lumpen sin casa, que se enamora de su amigo Mariano, a albañil en Bariloche y a travesti, demuestra no sólo que la identidad del Hijo es algo de lo que el narrador busca deshacerse, o algo que hay que transformar, imperiosamente, con los cambios de estado, de situación, de sexualidad y de nombre, sino también que la identidad es una construcción, un proceso, sujeto a la contingencia histórica, cultural, política y micropolítica, es decir, familiar. Ese saber de la identidad como construcción procede de la cultura queer y no, desde luego, de la política. La política, en sus formas más combativas, en la forma en que la concebían los padres militantes y los hijos que se reconocen en ellos, necesita definir identidades estables, porque es una condición imprescindible para la lucha, ya para el enfrentamiento con el enemigo de clase, ya para promover la acción de la justicia sobre los responsables de las desapariciones. La política define lealtades y traiciones; por eso, el tránsfuga político es uno de los sujetos más despreciados por la moral de la política. La abuela Lela, en la novela, es un ejemplo de esa constancia identitaria que demanda la lucha política, como también lo es Romina, la primera novia del narrador, que milita en HIJOS, a pesar de no ser ella una Hija. En esa oposición de saberes y de imaginarios (el saber queer posidentitario y el imaginario identitario de la política), la novela escandaliza o decepciona.
La figura más notoria del escándalo es la travesti. Aun asimilada en la visibilidad mediática, y aun normalizada en su propia concepción como sujeto con derechos, que busca ingresar a la ley (estatuto de la travesti que documenta bien Hotel Gondolín, la película de Fernando López Escrivá), la travesti sigue siendo en gran parte un punto de resistencia a la normatividad gay. Son conocidas las discusiones, hacia los años ochenta, entre los militantes de la CHA y las travestis, porque los gays no querían que ellas participaran de las marchas del orgullo. Carlos Correas, uno de los últimos escritores malditos, encontró en las travestis, también hacia los mismos años, una supervivencia de la forma sartreana-genetiana del Mal. En Los topos, Félix Bruzzone construye una travesti en esa tradición antisocial, inasimilable, y en un punto, irreductiblemente escandalosa. En primer lugar, porque Maira, la travesti de que se enamora perdidamente el narrador, es un Hijo que radicaliza la política de la agrupación, cuya forma más violenta es el escrache, una práctica que siempre es una interpelación a la justicia. Maira asesina militares, descree pues de la reparación de las instituciones, descree del camino progresivo de la política. En segundo lugar, porque Maira como travesti –es decir, como travesti en sí– tiene una opacidad, es un misterio de la identidad. Para el narrador y para el lector ella es, o puede ser, a la vez, una espía, una agente de un complot internacional para acabar con los homosexuales, un informante de la policía para delatar a los militantes de HIJOS, una miembro de una red que involucra a políticos y, finalmente, es una Hija que venga a sus padres, una travesti vengadora cuya sola formulación ya es paródica. En la novela hay, de la travesti, su aspecto grotesco, mimético paródico, ese aspecto que se concibe, con más o menos deliberación, como una imitación siempre exagerada de la mujer biológica, exacerbada precisamente en los rasgos masculinos; una imitación que nunca deja dar cuenta de su modo de ser mimético, porque hay algo del secreto de la identidad travesti –y yo diría del goce de la identidad travesti– que está precisamente en esa mimesis que deja entrever, por mínimo que sea, su carácter de copia. El recurso de algunos humoristas más o menos bastos, de travestirse, de vestirse de mujeres, apela siempre a ese aspecto grotesco de la travesti. Pero también la travesti misma apela a su grotesco en sus imitaciones, por ejemplo, de las divas del cine o de la canción, donde duplica la puesta en evidencia de la copia, a la vez que duplica la copia (copia de mujer y copia de diva). Ahora bien, no es, en absoluto, ese aspecto grotesco de la travesti el que está en la novela. Quiero decir, el efecto paródico no tiene como objeto a la travesti en sí misma, sino a la política. La política es aquí objeto de la parodia, la política de la militancia, la política identitaria, que supone la creencia, en última instancia, en la acción en ese mismo mundo histórico que, a pesar de los cambios políticos, no sólo ha desaparecido a los padres sino que ha devastado la vida de los hijos.
Esta es una tesis fuerte de la novela, la más notable. Entre el terrorismo de Estado que aniquiló a los padres y la vida devastada de los hijos no hay corte sino continuidad. Pero no por el hecho mismo de que ser un hijo de desaparecido es una devastación de la vida del hijo (que la novela no deja de narrar en las pesadillas, en los desmayos, en la deriva misma –en su deriva social, en su deriva erótica, en la deriva identitaria– del narrador), sino porque en la cultura aun democrática se perpetúa el fascismo en sus formas familiares, cotidianas, micropolíticas. La novela señala esto una y otra vez: el narrador se hace amigo y se enamora de Mariano, un vecino del barrio cuya madre ha sido asesinada por un padre abusador; Maira, la travesti, es secuestrada, en una repetición traumática, y paródica, del secuestro de la madre del narrador, algo que, a la vez, es la consecuencia más horrorosa de la identificación con los padres; en Bariloche, ya el personaje del Alemán, un ingeniero que dirige la construcción de un hotel donde están empleados el narrador y su amigo Mariano como albañiles, es una figura del represor que tortura a las travestis de la zona, por goce, y que secuestra a Maira. La novela es muy clara al respecto cuando dice: “y sí uno con los travestis hace muchas cosas, no todo es pagar por sexo: uno puede matar travestis a cuchilladas, hacerlos desaparecer”, un término que aquí no puede ser, claro está, en absoluto ingenuo. Los topos no sólo narra la vida devastada del hijo, sino que narra sobre todo lo que habría que denominar el posterrorismo, la posdictadura, entendiendo por posterrorismo la continuidad microfascista, cotidiana, familiar, social, del terrorismo de Estado; su dispersión, si se quiere, molecular; su insistencia en la vida de todos los días. De ahí, la percepción del narrador de una realidad como una trama conspirativa, de ahí desconfianza de los otros, la incertidumbre de las identidades, la amenaza difusa pero continua de una persecución de que es objeto.
Pero si la novela es paródica, no deja de tomar en serio, como toda parodia que se precie, aquello que copia y que burla. En su crítica paródica a la política de los padres y a la política de los hijos, e incluso de las abuelas –la abuela Lela es vista como una mujer obsesionada, insomne y que alucina– la novela, en su narrador, no deja de hacerse cargo, por medio de varios desplazamientos, del mandato de la abuela de buscar a su hermano nacido en cautiverio y conocer algo más del destino de su madre. Lo hace cuando busca a la travesti Maira y finalmente sabe que ella es su medio hermano, ambos hijos del mismo padre. Lo hace incluso cuando decide vengar al Alemán, el responsable de la desaparición de Maira, pero en todos los casos, los resultados son siempre equívocos, inciertos, inesperados, sujetos a la lógica de la deriva, una lógica que no es nunca la de la planificación política. En esto, la novela narra el fracaso de la política en la continuidad microfascista y molecular del terrorismo de Estado en el presente democrático, pero también narra la necesidad de la reparación cuyas formas son la venganza, e incluso, la búsqueda amorosa incesante del narrador (sucesivamente, en Romina, en Maira, en Mariano, y en el Alemán mismo, el torturador, o dicho de otro modo, el abusador). El amor es así parte de la lógica misma de la deriva, aquello que permite el avance mismo e incierto del relato, y a la vez, aquello que suple la motivación política, que está en el lugar donde falla la política; y es también la elección de un tono que trivializa el discurso político.
Aun así, la novela es profundamente política en su tesis. Su tesis de la continuidad del fascismo en el presente democrático se extiende también hacia atrás, hacia la generación de los padres; particularmente, a la figura del padre, que es la que más tarda en aparecer y, sin embargo, pareciera, la más importante. En esto, Los topos es más radical que cualquiera de los textos de los Hijos, ya sean películas o novelas, que –al menos que yo sepa– nunca ha imaginado o no se ha permitido imaginar, en un padre militante, al traidor, al doble agente, a lo que la novela llama, en efecto, el topo , que es un término de la jerga de la militancia revolucionaria. María Inés Roqué, en Papá Iván , entrevista al presunto delator de su padre, y en sus preguntas, en el plano mismo de la conversación, la película cumple con la tarea de hacer justicia (documental). Los topos, en cambio, no pone en un otro que no sea el padre la traición, sino en efecto, en el padre mismo, y su narrador no consigue hacer justicia con él, es decir, vengarlo, porque la figura del Alemán, que asume fantasmáticamente el rol del padre que ha delatado a la madre del narrador, no constituye un objetivo definido, en el sentido de un objetivo político, y porque, además, el plan de venganza se mezcla con el amor, que suple la falla de la política. La novela de Mariano Dupont, Aún, pone en el centro de su relato a un traidor, a un compañero militante que delata; pero no sólo no es la novela de un Hijo, sino que, además, narra la culpa que siempre contiene en sí misma una instancia, una posibilidad de redención. De ahí la forma de Aún, más bien centrípeta, ya que tiende a detenerse en la narración del centro mismo de la culpa, como se dijera en la percepción del afecto de la culpa, en la línea de la literatura de Juan José Saer, mientras que Los topos, avanza hacia adelante, en la línea de la literatura de César Aira, pero también, como declaró el mismo Bruzzone, con el modelo de relato de las series de televisión como Lost en su lógica de la multiplicación de roles para los mismos personajes y en su lógica de la mezcla de géneros narrativos. Pero la diferencia con la literatura a lo Aira, y con las series como Lost, no es otra que la experiencia. La experiencia del Hijo es la que posibilita esa forma de una búsqueda de aquello mismo de lo que se huye, es la que da a la novela la forma de la repetición no solo del pasado (una madre desaparecida, abusada y delatada por su esposo militante, que se reitera de modo desplazado y desdoblado tanto en el abuso que del narrador travesti hace el Alemán cuando son amantes, como en la desaparición de Maira), sino incluso del propio presente (la historia del narrador que repite la de Maira, porque ambos son hijos del mismo padre, porque ambos son travestis y establecen un mismo vínculo con el Alemán, que es la figura de repetición de su padre de ellos, y porque su relación amorosa con él adquiere la forma de un secuestro). La experiencia es la que da esa forma a la vez siniestra y paródica de la repetición y contiene así la fuga hacia adelante de la narración de tipo aireano que es una narración sin experiencia, o en la que la experiencia no es fundamento del relato. Los topos nunca deja de ser un relato de la pérdida.
La tesis de Los topos es inquietante. No supone ninguna inocencia heroica en los padres, ni tampoco una victimización martirológico-cristiana. Por el contrario, parecen más bien incluidos en una misma época de violencia fascista, cotidiana y estatal, que atraviesa las épocas y las formas políticas: la forma de la repetición desplazada y desdoblada de la novela da cuenta de ello. Pero lo inquietante no es tanto la tesis que el texto en su forma comprueba sino el tipo de sujetos que la cultura produce, que la novela llama topo. El topo no es solo el doble agente, el traidor, como el padre del narrador; es también algo así como una condición de los sujetos en la historia. Topo es llamado el propio narrador por las travestis de Bariloche y por el Alemán; y el narrador es un topo en el punto mismo en que se enamora del Alemán, que sin embargo abusa de él, lo tortura y además ha secuestrado a Maira; topo también es Maira, en su infiltración entre la policía y los militares para matarlos. Pero topo también es el Alemán, porque en él el amor convive con el abuso de la misma persona amada. El topo, en consecuencia, es algo más que el tránsfuga de la política; parece ser a algo así como una forma de la supervivencia, de la preservación de sí, en un mundo donde la política ha fracasado en procurar la preservación y la supervivencia, y parece ser también la forma de ese mismo microfascismo cotidiano que hace coexistir la violencia y el amor en el mismo sujeto, el amor por el otro despreciado, y por el otro que abusa de uno. Pero el topo de la cultura conserva del topo político ser objeto del desprecio de los otros, objeto de la condena moral, del odio y de la aniquilación. Los topos, el título desconcertante de la novela, no son pues únicamente los padres.
*Autor
Emilio Bernini dirige la revista Kilómetro 111. Ensayos sobre cine. Es Director de la Maestría en Cine Documental de la Universidad del Cine y enseña como Profesor en la Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Entre otros textos, ha publicado Silvia Prieto, un film sin atributos.
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Emilio Bernini*
Los topos, de Félix Bruzzone, es una novela de un hijo de desaparecidos y es también una novela queer. La combinación del relato de Hijo, que parece inducir necesariamente lo autobiográfico, y lo autobiográfico en relación con la historia política, y de un relato queer, que afirma la diversidad de las prácticas sexuales y cuestiona la identidad basada en el género biológico de los sujetos, puede haber sido, para las expectativas de la lectura política, como para las expectativas de lectura de género, que no siempre van juntas, algo decepcionante o escandaloso. Por un lado, la novela cuestiona decididamente la identidad del Hijo, puesto que su narrador, que es hijo de desaparecidos, no se reconoce en esa filiación, no se identifica con sus padres, no milita en la organización cuyo nombre designa el vínculo filial mismo y, en este punto, el nombre no permite afirmar otra identidad que no esté necesariamente determinada por los padres. Como es evidente, los HIJOS en el nombre que eligen para denominarse se designan a sí mismos en su relación de parentesco con los padres. El cine argentino de los últimos años ha dado muestras notorias de esa filiación identitaria, ya de manera más interpelatoria a los propios padres o a su generación, como en M, de Nicolás Prividera, pero desde la asunción completa, aunque crítica, de todas sus ideas políticas; ya desde la identificación más cercana, sin distancias, como el nombre mismo de Papá Iván, la película de María Inés Roqué, lo sugiere; o ya desde el cuestionamiento generacional de Los rubios, de Albertina Carri, que configura una diferencia identitaria con el grupo electivo de afinidades, pero que no deja de filmar, sin embargo, el ensayo por narrar una historia de los padres. Los rubios es el nombre que en el barrio daban a los padres de la cineasta, no el de su grupo de amigos, aunque éstos se pongan pelucas rubias, al final, en un gesto a la vez de reconocimiento y distancia. Todos los nombres de las películas de los Hijos, incluida la más cifrada M (que no deja de remitir a Madre, a Marta, el nombre la madre de Prividera, a mamá y a Montoneros), nombran, pues, a los padres (y a las madres), y todas son una investigación, una búsqueda, más o menos exitosa en su reconstrucción, relativa a sus vidas íntimas y políticas.
Por el contrario, Los topos, ya es desconcertante como título de un relato de Hijo, y su historia no es nunca, salvo un breve intento rápidamente desviado, la investigación sobre el destino de la madre del narrador y de un supuesto hijo, hermano del narrador, nacido en cautiverio. La progresiva mutación identitaria del narrador, de Hijo que vive con su abuela Lela, ambos de oficio de reposteros, y muchacho de barrio con su novia progresista Romina, a amante de una travesti llamada Maira, y luego a lumpen sin casa, que se enamora de su amigo Mariano, a albañil en Bariloche y a travesti, demuestra no sólo que la identidad del Hijo es algo de lo que el narrador busca deshacerse, o algo que hay que transformar, imperiosamente, con los cambios de estado, de situación, de sexualidad y de nombre, sino también que la identidad es una construcción, un proceso, sujeto a la contingencia histórica, cultural, política y micropolítica, es decir, familiar. Ese saber de la identidad como construcción procede de la cultura queer y no, desde luego, de la política. La política, en sus formas más combativas, en la forma en que la concebían los padres militantes y los hijos que se reconocen en ellos, necesita definir identidades estables, porque es una condición imprescindible para la lucha, ya para el enfrentamiento con el enemigo de clase, ya para promover la acción de la justicia sobre los responsables de las desapariciones. La política define lealtades y traiciones; por eso, el tránsfuga político es uno de los sujetos más despreciados por la moral de la política. La abuela Lela, en la novela, es un ejemplo de esa constancia identitaria que demanda la lucha política, como también lo es Romina, la primera novia del narrador, que milita en HIJOS, a pesar de no ser ella una Hija. En esa oposición de saberes y de imaginarios (el saber queer posidentitario y el imaginario identitario de la política), la novela escandaliza o decepciona.
La figura más notoria del escándalo es la travesti. Aun asimilada en la visibilidad mediática, y aun normalizada en su propia concepción como sujeto con derechos, que busca ingresar a la ley (estatuto de la travesti que documenta bien Hotel Gondolín, la película de Fernando López Escrivá), la travesti sigue siendo en gran parte un punto de resistencia a la normatividad gay. Son conocidas las discusiones, hacia los años ochenta, entre los militantes de la CHA y las travestis, porque los gays no querían que ellas participaran de las marchas del orgullo. Carlos Correas, uno de los últimos escritores malditos, encontró en las travestis, también hacia los mismos años, una supervivencia de la forma sartreana-genetiana del Mal. En Los topos, Félix Bruzzone construye una travesti en esa tradición antisocial, inasimilable, y en un punto, irreductiblemente escandalosa. En primer lugar, porque Maira, la travesti de que se enamora perdidamente el narrador, es un Hijo que radicaliza la política de la agrupación, cuya forma más violenta es el escrache, una práctica que siempre es una interpelación a la justicia. Maira asesina militares, descree pues de la reparación de las instituciones, descree del camino progresivo de la política. En segundo lugar, porque Maira como travesti –es decir, como travesti en sí– tiene una opacidad, es un misterio de la identidad. Para el narrador y para el lector ella es, o puede ser, a la vez, una espía, una agente de un complot internacional para acabar con los homosexuales, un informante de la policía para delatar a los militantes de HIJOS, una miembro de una red que involucra a políticos y, finalmente, es una Hija que venga a sus padres, una travesti vengadora cuya sola formulación ya es paródica. En la novela hay, de la travesti, su aspecto grotesco, mimético paródico, ese aspecto que se concibe, con más o menos deliberación, como una imitación siempre exagerada de la mujer biológica, exacerbada precisamente en los rasgos masculinos; una imitación que nunca deja dar cuenta de su modo de ser mimético, porque hay algo del secreto de la identidad travesti –y yo diría del goce de la identidad travesti– que está precisamente en esa mimesis que deja entrever, por mínimo que sea, su carácter de copia. El recurso de algunos humoristas más o menos bastos, de travestirse, de vestirse de mujeres, apela siempre a ese aspecto grotesco de la travesti. Pero también la travesti misma apela a su grotesco en sus imitaciones, por ejemplo, de las divas del cine o de la canción, donde duplica la puesta en evidencia de la copia, a la vez que duplica la copia (copia de mujer y copia de diva). Ahora bien, no es, en absoluto, ese aspecto grotesco de la travesti el que está en la novela. Quiero decir, el efecto paródico no tiene como objeto a la travesti en sí misma, sino a la política. La política es aquí objeto de la parodia, la política de la militancia, la política identitaria, que supone la creencia, en última instancia, en la acción en ese mismo mundo histórico que, a pesar de los cambios políticos, no sólo ha desaparecido a los padres sino que ha devastado la vida de los hijos.
Esta es una tesis fuerte de la novela, la más notable. Entre el terrorismo de Estado que aniquiló a los padres y la vida devastada de los hijos no hay corte sino continuidad. Pero no por el hecho mismo de que ser un hijo de desaparecido es una devastación de la vida del hijo (que la novela no deja de narrar en las pesadillas, en los desmayos, en la deriva misma –en su deriva social, en su deriva erótica, en la deriva identitaria– del narrador), sino porque en la cultura aun democrática se perpetúa el fascismo en sus formas familiares, cotidianas, micropolíticas. La novela señala esto una y otra vez: el narrador se hace amigo y se enamora de Mariano, un vecino del barrio cuya madre ha sido asesinada por un padre abusador; Maira, la travesti, es secuestrada, en una repetición traumática, y paródica, del secuestro de la madre del narrador, algo que, a la vez, es la consecuencia más horrorosa de la identificación con los padres; en Bariloche, ya el personaje del Alemán, un ingeniero que dirige la construcción de un hotel donde están empleados el narrador y su amigo Mariano como albañiles, es una figura del represor que tortura a las travestis de la zona, por goce, y que secuestra a Maira. La novela es muy clara al respecto cuando dice: “y sí uno con los travestis hace muchas cosas, no todo es pagar por sexo: uno puede matar travestis a cuchilladas, hacerlos desaparecer”, un término que aquí no puede ser, claro está, en absoluto ingenuo. Los topos no sólo narra la vida devastada del hijo, sino que narra sobre todo lo que habría que denominar el posterrorismo, la posdictadura, entendiendo por posterrorismo la continuidad microfascista, cotidiana, familiar, social, del terrorismo de Estado; su dispersión, si se quiere, molecular; su insistencia en la vida de todos los días. De ahí, la percepción del narrador de una realidad como una trama conspirativa, de ahí desconfianza de los otros, la incertidumbre de las identidades, la amenaza difusa pero continua de una persecución de que es objeto.
Pero si la novela es paródica, no deja de tomar en serio, como toda parodia que se precie, aquello que copia y que burla. En su crítica paródica a la política de los padres y a la política de los hijos, e incluso de las abuelas –la abuela Lela es vista como una mujer obsesionada, insomne y que alucina– la novela, en su narrador, no deja de hacerse cargo, por medio de varios desplazamientos, del mandato de la abuela de buscar a su hermano nacido en cautiverio y conocer algo más del destino de su madre. Lo hace cuando busca a la travesti Maira y finalmente sabe que ella es su medio hermano, ambos hijos del mismo padre. Lo hace incluso cuando decide vengar al Alemán, el responsable de la desaparición de Maira, pero en todos los casos, los resultados son siempre equívocos, inciertos, inesperados, sujetos a la lógica de la deriva, una lógica que no es nunca la de la planificación política. En esto, la novela narra el fracaso de la política en la continuidad microfascista y molecular del terrorismo de Estado en el presente democrático, pero también narra la necesidad de la reparación cuyas formas son la venganza, e incluso, la búsqueda amorosa incesante del narrador (sucesivamente, en Romina, en Maira, en Mariano, y en el Alemán mismo, el torturador, o dicho de otro modo, el abusador). El amor es así parte de la lógica misma de la deriva, aquello que permite el avance mismo e incierto del relato, y a la vez, aquello que suple la motivación política, que está en el lugar donde falla la política; y es también la elección de un tono que trivializa el discurso político.
Aun así, la novela es profundamente política en su tesis. Su tesis de la continuidad del fascismo en el presente democrático se extiende también hacia atrás, hacia la generación de los padres; particularmente, a la figura del padre, que es la que más tarda en aparecer y, sin embargo, pareciera, la más importante. En esto, Los topos es más radical que cualquiera de los textos de los Hijos, ya sean películas o novelas, que –al menos que yo sepa– nunca ha imaginado o no se ha permitido imaginar, en un padre militante, al traidor, al doble agente, a lo que la novela llama, en efecto, el topo , que es un término de la jerga de la militancia revolucionaria. María Inés Roqué, en Papá Iván , entrevista al presunto delator de su padre, y en sus preguntas, en el plano mismo de la conversación, la película cumple con la tarea de hacer justicia (documental). Los topos, en cambio, no pone en un otro que no sea el padre la traición, sino en efecto, en el padre mismo, y su narrador no consigue hacer justicia con él, es decir, vengarlo, porque la figura del Alemán, que asume fantasmáticamente el rol del padre que ha delatado a la madre del narrador, no constituye un objetivo definido, en el sentido de un objetivo político, y porque, además, el plan de venganza se mezcla con el amor, que suple la falla de la política. La novela de Mariano Dupont, Aún, pone en el centro de su relato a un traidor, a un compañero militante que delata; pero no sólo no es la novela de un Hijo, sino que, además, narra la culpa que siempre contiene en sí misma una instancia, una posibilidad de redención. De ahí la forma de Aún, más bien centrípeta, ya que tiende a detenerse en la narración del centro mismo de la culpa, como se dijera en la percepción del afecto de la culpa, en la línea de la literatura de Juan José Saer, mientras que Los topos, avanza hacia adelante, en la línea de la literatura de César Aira, pero también, como declaró el mismo Bruzzone, con el modelo de relato de las series de televisión como Lost en su lógica de la multiplicación de roles para los mismos personajes y en su lógica de la mezcla de géneros narrativos. Pero la diferencia con la literatura a lo Aira, y con las series como Lost, no es otra que la experiencia. La experiencia del Hijo es la que posibilita esa forma de una búsqueda de aquello mismo de lo que se huye, es la que da a la novela la forma de la repetición no solo del pasado (una madre desaparecida, abusada y delatada por su esposo militante, que se reitera de modo desplazado y desdoblado tanto en el abuso que del narrador travesti hace el Alemán cuando son amantes, como en la desaparición de Maira), sino incluso del propio presente (la historia del narrador que repite la de Maira, porque ambos son hijos del mismo padre, porque ambos son travestis y establecen un mismo vínculo con el Alemán, que es la figura de repetición de su padre de ellos, y porque su relación amorosa con él adquiere la forma de un secuestro). La experiencia es la que da esa forma a la vez siniestra y paródica de la repetición y contiene así la fuga hacia adelante de la narración de tipo aireano que es una narración sin experiencia, o en la que la experiencia no es fundamento del relato. Los topos nunca deja de ser un relato de la pérdida.
La tesis de Los topos es inquietante. No supone ninguna inocencia heroica en los padres, ni tampoco una victimización martirológico-cristiana. Por el contrario, parecen más bien incluidos en una misma época de violencia fascista, cotidiana y estatal, que atraviesa las épocas y las formas políticas: la forma de la repetición desplazada y desdoblada de la novela da cuenta de ello. Pero lo inquietante no es tanto la tesis que el texto en su forma comprueba sino el tipo de sujetos que la cultura produce, que la novela llama topo. El topo no es solo el doble agente, el traidor, como el padre del narrador; es también algo así como una condición de los sujetos en la historia. Topo es llamado el propio narrador por las travestis de Bariloche y por el Alemán; y el narrador es un topo en el punto mismo en que se enamora del Alemán, que sin embargo abusa de él, lo tortura y además ha secuestrado a Maira; topo también es Maira, en su infiltración entre la policía y los militares para matarlos. Pero topo también es el Alemán, porque en él el amor convive con el abuso de la misma persona amada. El topo, en consecuencia, es algo más que el tránsfuga de la política; parece ser a algo así como una forma de la supervivencia, de la preservación de sí, en un mundo donde la política ha fracasado en procurar la preservación y la supervivencia, y parece ser también la forma de ese mismo microfascismo cotidiano que hace coexistir la violencia y el amor en el mismo sujeto, el amor por el otro despreciado, y por el otro que abusa de uno. Pero el topo de la cultura conserva del topo político ser objeto del desprecio de los otros, objeto de la condena moral, del odio y de la aniquilación. Los topos, el título desconcertante de la novela, no son pues únicamente los padres.
*Autor
Emilio Bernini dirige la revista Kilómetro 111. Ensayos sobre cine. Es Director de la Maestría en Cine Documental de la Universidad del Cine y enseña como Profesor en la Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Entre otros textos, ha publicado Silvia Prieto, un film sin atributos.
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sábado, 21 de mayo de 2011
Caballero soy, y caballero he de morir, si place al Altísimo
"Si me tuvieran por tonto los caballeros, los magníficos, los generosos, los altamente nacidos, tuviéralo por afrenta inreparable; pero de que me tengan por sandio los estudiantes, que nunca entraron ni pisaron las sendas de la caballería, no se me da un ardite: caballero soy, y caballero he de morir, si place al Altísimo. Unos van por el ancho campo de la ambición soberbia, otros por el de la adulación servil y baja, otros por el de la hipocresía engañosa, y algunos por el de la verdadera religión; pero yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la hacienda, pero no la honra. Yo he satisfecho agravios, enderezado tuertos, castigado insolencias, vencido gigantes y atropellado vestiglos; yo soy enamorado, no más de porque es forzoso que los caballeros andantes lo sean, y, siéndolo, no soy de los enamorados viciosos, sino de los platónicos continentes [11]. Mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines, que son de hacer bien a todos y mal a ninguno: si el que esto entiende, si el que esto obra, si el que desto trata merece ser llamado bobo, díganlo vuestras grandezas, duque y duquesa excelentes."
Don Quijote de la Mancha, Caballero de los Leones
Don Quijote de la Mancha, Caballero de los Leones
jueves, 19 de mayo de 2011
Recorrido ambiguo por feminismos y géneros
Antología Personal de los Feminismos y los Géneros
un recorrido ambiguo por su canon: Butler, Wittig, De Lauretis, Preciado, Fausto Sterling, Scott, Halberstam
Jueves de 19 a 21 hs
zona Congreso
Junio y Julio
arancel: $150 por mes. 250$ pago de los dos meses juntos.
Este taller teórico práctico hara un recorrido por aquellos textos más canónicos (y no tanto...) de las autoras consagradas dentro de los estudios de género y el feminismo.
¿La idea? Leer y debatir con armas sólidas sobre los posibles devenir del género.
Textos
La mente hetero. Monique Wittig
Masculinidades de Hembra. Judith Halberstam
Cuerpos Sexuados. Anne Fausto- Sterling
Testo Yonqui. Beatriz Preciado
La tecnología del género. Teresa de Lauretis
El género una categoría útil para el análisis histórico. Joan Scott
Performativos Soberanos y Actos Ardientes, lenguaje ofensivo. Judith Butler
winona.free@gmail.com
1562691508
43831321
Procurar que nazcan varones
«Los padres que quisiesen gozar de hijos sabios y que tengan habilidad para letras han de procurar que nazcan varones; porque las hembras, por razón de la frialdad y humidad de su sexo, no pueden alcanzar ingenio profundo. Sólo vemos que hablan con alguna apariencia de habilidad en materias livianas y fáciles, con términos comunes y muy estudiados; pero, metidas en letras, no pueden aprender más que un poco latín, y esto por ser obra de la memoria. De la cual rudeza no tienen ellas la culpa; sino que la frialdad y humidad que las hizo hembras, esas mesmas calidades hemos probado atrás que contradicen al ingenio y habilidad.»,
Doctor Huarte de San Juan, Examen de ingenios para las ciencias,(1574) p. 627-628.
Doctor Huarte de San Juan, Examen de ingenios para las ciencias,(1574) p. 627-628.
miércoles, 18 de mayo de 2011
Dejar las historias en remojo
La realidad y la ficción, según Félix Bruzzone
El autor de la novela Barrefondo prepara un libro protagonizado por dos de sus mejores amigos a la vez que reúne historias de vida relacionadas con el área militar de Campo de Mayo para llevarlas a la literatura
Viernes 13 de mayo de 2011 | Publicado en edición impresa de diario La Nación
La realidad y la ficción, según Félix Bruzzone
Oficio. El joven escritor, ex maestro, limpia piletas desde que se mudó a Don Torcuato, hace cinco años. / DIEGO SANDSTEDE / AGENCIA V
Por Luciana Olmedo-Wehitt
Para LA NACION
El año pasado, Félix Bruzzone formó parte de la comitiva argentina que representó al país en la Feria del Libro de Fráncfort. De regreso, trajo consigo un trofeo: el premio Anna Seghers al trabajo de jóvenes escritores por su libro de cuentos 76. Además, coronó el ciclo 2010 con la publicación de Barrefondo: novela cuyo protagonista es un limpiador de piletas, como él. Porque Bruzzone no sólo escribe. Hace cinco años, cuando se mudó a Don Torcuato, comenzó a limpiar piletas. En este último tiempo, recogió relatos de los torcuatenses que conoció, personas que nada tienen que ver con la literatura.
Es que Bruzzone tiene un método: dejar las historias en remojo, esperar a que se asienten y ver cómo se va formando la trama. "Necesito de la literatura cuando estoy escribiendo. Recurro a nuevos libros o releo y voy encontrando cosas que me ayudan a avanzar. Pero para arrancar necesito la realidad como disparador. Voces. Escuchar y compartir."
Y en eso está, creando el mundo de su próximo libro, entre cuyos protagonistas figuran sus amigos el Vikingo y el Twentyniner, que trabaja en una fábrica de empanadas para solventar su pasión por las regatas. El Vikingo es el personaje sobre el que escribe cuando lo invitan a participar de una lectura pública. "Escribo historias más cortas o más largas, de acuerdo a la duración de la lectura. Al releer los textos sobre el Vikingo, siempre me parecen escritos por otro. Es una especie de cadáver exquisito."
Por otra parte, reúne historias sobre Campo de Mayo para luego convertirlas en ficción. Está interesado en la relación que la guarnición militar mantiene con los civiles en la actualidad. La historia personal de Bruzzone y la ficción se encuentran en este punto, ya que la madre del escritor estuvo detenida en Campo de Mayo antes de desaparecer. "Siempre tuve claro que no quiero hacer militancia con esta cuestión. Trabajar desde lo íntimo me ayuda, pero no quiero rendir cuenta de mi vida. Una cosa es la realidad que uno vive y otra, la que uno comenta. Politizar el tema sería hacer antiliteratura."
El autor de la novela Barrefondo prepara un libro protagonizado por dos de sus mejores amigos a la vez que reúne historias de vida relacionadas con el área militar de Campo de Mayo para llevarlas a la literatura
Viernes 13 de mayo de 2011 | Publicado en edición impresa de diario La Nación
La realidad y la ficción, según Félix Bruzzone
Oficio. El joven escritor, ex maestro, limpia piletas desde que se mudó a Don Torcuato, hace cinco años. / DIEGO SANDSTEDE / AGENCIA V
Por Luciana Olmedo-Wehitt
Para LA NACION
El año pasado, Félix Bruzzone formó parte de la comitiva argentina que representó al país en la Feria del Libro de Fráncfort. De regreso, trajo consigo un trofeo: el premio Anna Seghers al trabajo de jóvenes escritores por su libro de cuentos 76. Además, coronó el ciclo 2010 con la publicación de Barrefondo: novela cuyo protagonista es un limpiador de piletas, como él. Porque Bruzzone no sólo escribe. Hace cinco años, cuando se mudó a Don Torcuato, comenzó a limpiar piletas. En este último tiempo, recogió relatos de los torcuatenses que conoció, personas que nada tienen que ver con la literatura.
Es que Bruzzone tiene un método: dejar las historias en remojo, esperar a que se asienten y ver cómo se va formando la trama. "Necesito de la literatura cuando estoy escribiendo. Recurro a nuevos libros o releo y voy encontrando cosas que me ayudan a avanzar. Pero para arrancar necesito la realidad como disparador. Voces. Escuchar y compartir."
Y en eso está, creando el mundo de su próximo libro, entre cuyos protagonistas figuran sus amigos el Vikingo y el Twentyniner, que trabaja en una fábrica de empanadas para solventar su pasión por las regatas. El Vikingo es el personaje sobre el que escribe cuando lo invitan a participar de una lectura pública. "Escribo historias más cortas o más largas, de acuerdo a la duración de la lectura. Al releer los textos sobre el Vikingo, siempre me parecen escritos por otro. Es una especie de cadáver exquisito."
Por otra parte, reúne historias sobre Campo de Mayo para luego convertirlas en ficción. Está interesado en la relación que la guarnición militar mantiene con los civiles en la actualidad. La historia personal de Bruzzone y la ficción se encuentran en este punto, ya que la madre del escritor estuvo detenida en Campo de Mayo antes de desaparecer. "Siempre tuve claro que no quiero hacer militancia con esta cuestión. Trabajar desde lo íntimo me ayuda, pero no quiero rendir cuenta de mi vida. Una cosa es la realidad que uno vive y otra, la que uno comenta. Politizar el tema sería hacer antiliteratura."
martes, 17 de mayo de 2011
Florecerá la tierra que caiga sobre él
EL POETA MURIO AL AMANECER
Raúl Gonzalez Tuñón
Sin un céntimo, solo, tal como vino al mundo,
murió al fin en la plaza, frente a la inquieta feria.
Velaron el cadáver del dulce vagabundo
dos Musas: la esperanza y la miseria.
Fue un poeta completo de su vida y su obra.
Escribió versos casi celestes, casi mágicos,
de invención verdadera,
y como hombre de su tiempo que era,
también ardientes cantos y poemas civiles
de esquina y banderas.
Algunos, los más viejos, lo negaron de entrada.
Algunos, los más jóvenes, lo negaron después.
Hoy irán a su entierro cuatro buenos amigos,
los parroquianos del café,
los artistas del circo ambulante,
unos cuantos obreros,
un antiguo editor,
una hermosa mujer,
y mañana, mañana,
florecerá la tierra que caiga sobre él.
Deja muy pocas cosas, libros, un Heine, un Whitman,
un Quevedo, un Darío, un Rimbaud, un Baudelaire,
un Schiller, un Bertrand, un Bécquer, un Machado,
versos de un ser querido que se fue antes que él,
muchas cuentas impagas, un mapa, una veleta,
y una antigua fragata dentro de una botella.
Los que le vieron dicen que murió como un niño.
Para él fue la muerte como el último asombro.
Tenía una estrella muerta sobre el pecho vencido
y un pájaro en el hombro.
Raúl Gonzalez Tuñón
Sin un céntimo, solo, tal como vino al mundo,
murió al fin en la plaza, frente a la inquieta feria.
Velaron el cadáver del dulce vagabundo
dos Musas: la esperanza y la miseria.
Fue un poeta completo de su vida y su obra.
Escribió versos casi celestes, casi mágicos,
de invención verdadera,
y como hombre de su tiempo que era,
también ardientes cantos y poemas civiles
de esquina y banderas.
Algunos, los más viejos, lo negaron de entrada.
Algunos, los más jóvenes, lo negaron después.
Hoy irán a su entierro cuatro buenos amigos,
los parroquianos del café,
los artistas del circo ambulante,
unos cuantos obreros,
un antiguo editor,
una hermosa mujer,
y mañana, mañana,
florecerá la tierra que caiga sobre él.
Deja muy pocas cosas, libros, un Heine, un Whitman,
un Quevedo, un Darío, un Rimbaud, un Baudelaire,
un Schiller, un Bertrand, un Bécquer, un Machado,
versos de un ser querido que se fue antes que él,
muchas cuentas impagas, un mapa, una veleta,
y una antigua fragata dentro de una botella.
Los que le vieron dicen que murió como un niño.
Para él fue la muerte como el último asombro.
Tenía una estrella muerta sobre el pecho vencido
y un pájaro en el hombro.
sábado, 14 de mayo de 2011
Reina de los siete reinos por la noche de San Juan,
GAIFEROS LIBERA A MELISENDRA
Jugando estaba Gaiferos
en su tablero real,
con los dados en la mano,
que los quería tirar.
-¡Para eso sois, Gaiferos,
para los dados jugar
y no coger el caballo
e ir Melisendra a buscar!
-Siete años la he buscado,
no la he podido encontrar,
cuatro por la morería
y tres por la cristiandad.
-Dicen que estaba en Sansueña,
en Sansueña esa ciudad,
si pronto no la rescatas,
mora te la harán tornar.-
Él se fuera paso a paso
a casa de don Roldán:
-Un favor te pido, tío,
no me lo quieras negar:
tus armas y tu caballo
para mi esposa buscar.
-Tengo hecho juramento
sobre un libro misal
mis armas y mi caballo
a nadie los vaya a dar,
los tengo bien avezados
y los vas a avezar mal.-
Bajara la vista al suelo
y encomenzara a llorar:
-Quédese con Dios, mi tío,
siempre me ha querido mal.
-Vuelve, vuelve, mi sobrino,
que a ti te las voy a dar,
mi cuerpecito ligero
para irte a acompañar.
-Solo me tengo de ir, solo,
a Melisendra buscar.
-Los usos de mi caballo
te los tengo de enseñar:
dándole una sopa en vino
y una corteza de pan
y aflojándole la cincha
y apretándole el petral
siete batallas de moros
bien las sabría saltar.-
Maldiciendo iba el vino,
maldiciendo iba el pan,
el que los moros comían,
que no el de la cristiandad;
él reniega de aquel árbol
que solo en el campo nace,
todas las aves que pasan
en él suelen aposarse;
él reniega de la madre
que tan sólo un hijo pare,
si se lo cautivan moros,
no tiene quien lo rescate,
si se le cae una espuela,
no tiene quien se la calce.
Cuando a Sansueña llegó,
moros en mezquita están,
no siendo un moro viejo
para las damas guardar.
-Ábreme la puerta, moro,
que vengo de allende el mar,
tanto oro y plata traigo
cuenta de él no puedo dar.-
El moro, con la codicia,
las abrió de par en par;
cuando las tenía abiertas,
ya las quería cerrar:
-Fuera, fuera, cristianillo,
aquí no debes de entrar,
en las armas y caballo
pareces a don Roldán.-
Entre vueltas y revueltas,
el moro en el suelo cae.
Se fue paso contra paso
donde las damas están:
-¿Sois vos hijas de villanas
o de más bajo lugar,
que vos hablo con política
y no queréis contestar?
-Somos hijas de señores,
de buena sangre real.
-¿Con cuáles dormía el perro,
con cuáles solía holgar?
-Con todas, señor, con todas,
con todas, por nuestro mal;
no siendo con Melisendra,
que la van a encoronar
reina de los siete reinos
por la noche de San Juan,
que es una noche muy larga
por con ella solazar.-
Con el ruido de las armas,
ella se salió a asomar:
-Caballero de armas blancas
¿sois de Francia natural?,
¿conocéis a don Gaiferos,
sobrino de don Roldán?
Le daréis mis encomiendas,
bien pagadas os serán.
-Las encomiendas, señora,
vos se las heis de llevar.-
La cogiera entre los brazos,
la pusiera en el ruán.
Con los aullidos del moro
se alborotó la ciudad;
tantos moros van tras ellos
que el sol hacen anublar.
Por milagro que Dios hizo,
el caballo empieza a hablar:
-Si me dieras sopa en vino,
como me solían dar,
siete batallas de moros
habría de traspasar.-
Si el cristiano mata muchos,
el caballo mata más;
tanta es la sangre que corre,
que hacía un río caudal.
-Allí viene un perro moro
¡ay Dios mío!, ¿qué traerá?,
¡trae las herraduras de oro,
los clavos de pedernal!-
Se conocen los caballos
en el modo de rinchar;
se conocen las espadas
en el modo de cortar;
se conocen tío y sobrino
en el modo de pelear.
Gaiferos el mutilado
Los sàbados a la mañana son para mí una experiencia religiosa, un momento en el que todos los instantes de mi complicada vida adquieren sentido y justificación, explicación y alegría. En general, por lograr estar en Puán estudiando Letras y, en particular, este cuatri y el anterior, por participar de la cursada de la cátedra de Juan Diego Vila de Española del Siglo de Oro (Programa especial toooooodo alrededor del Quijote).
Hoy el grupo que expuso como parte del cronograma del seminario estuvo particularmente interesante, organizado y coherente. El tema era los capìtulos 24 a 30 de 1615 y apareció el cuento de los rebuznos y el retablo de Maese Pedro y su mono y la presentación de la duquesa para rematarla (a la clase y a la duquesa). Las chicas hablaron de animalización, universo asnal, referencias al mal y a lo diabòlico, la creación, la ficción como fingimiento y como verdad, como verdad maléfica o como maleficio verdadero. Buenísimo. Pero Vila y sus secuaces (divinas, extraño a Saba) siempre tienen algo para agregar: Vila se mandó con la historia de Gaiferos que en los capítulos aparece en la representación del retablo de Maese Pedro. Todos sabíamos que era el caballero que, en los romances viejos, debe ir a salvar a su esposa Melisenda que está cautiva de los moros. Pero resulta que el tal Gaiferos (ya encontré el romance carolingio que lo cuenta) había sido mandado matar por su padrastro como Blancanieves y los cazadores se habían apiadado de él y en vez de matarlo le cortan el bracito (dijo Vila), el dedo dice el romance menos cruel, y huye a tierras extrañas para volver y vengar la muerte de su padre. Desde allí Vila planteó como eje el lugar que Cervantes le da a lo mutilado, lo baldado, el que tiene la marca física de lo defectuoso, el tuerto, el izquierdo, el loco, el demoníaco, la mujer, el converso, el moro, el expulsado rumbo a extranjería. Apoteòtico.
Me mata la ternura de lo acadèmico. O lo académico recubierto de ternura. Lo jugado de las propuestas formales de análisis.
Lástima que mi mamá no está para contarle, para escucharla decirme de nuevo que soy yo la que entiendo todo para el mismo lado, la que vive en una nube de pedos, la que tiene la cabeza llena de pajaritos.
Mi psicoloca tambièn me diría que la corte con el Quijote, que me acueste con alguien más joven que Cervantes.
En fin: antes de conocer a la gente de esta cátedra yo era una chica incomprendida.
Hoy el grupo que expuso como parte del cronograma del seminario estuvo particularmente interesante, organizado y coherente. El tema era los capìtulos 24 a 30 de 1615 y apareció el cuento de los rebuznos y el retablo de Maese Pedro y su mono y la presentación de la duquesa para rematarla (a la clase y a la duquesa). Las chicas hablaron de animalización, universo asnal, referencias al mal y a lo diabòlico, la creación, la ficción como fingimiento y como verdad, como verdad maléfica o como maleficio verdadero. Buenísimo. Pero Vila y sus secuaces (divinas, extraño a Saba) siempre tienen algo para agregar: Vila se mandó con la historia de Gaiferos que en los capítulos aparece en la representación del retablo de Maese Pedro. Todos sabíamos que era el caballero que, en los romances viejos, debe ir a salvar a su esposa Melisenda que está cautiva de los moros. Pero resulta que el tal Gaiferos (ya encontré el romance carolingio que lo cuenta) había sido mandado matar por su padrastro como Blancanieves y los cazadores se habían apiadado de él y en vez de matarlo le cortan el bracito (dijo Vila), el dedo dice el romance menos cruel, y huye a tierras extrañas para volver y vengar la muerte de su padre. Desde allí Vila planteó como eje el lugar que Cervantes le da a lo mutilado, lo baldado, el que tiene la marca física de lo defectuoso, el tuerto, el izquierdo, el loco, el demoníaco, la mujer, el converso, el moro, el expulsado rumbo a extranjería. Apoteòtico.
Me mata la ternura de lo acadèmico. O lo académico recubierto de ternura. Lo jugado de las propuestas formales de análisis.
Lástima que mi mamá no está para contarle, para escucharla decirme de nuevo que soy yo la que entiendo todo para el mismo lado, la que vive en una nube de pedos, la que tiene la cabeza llena de pajaritos.
Mi psicoloca tambièn me diría que la corte con el Quijote, que me acueste con alguien más joven que Cervantes.
En fin: antes de conocer a la gente de esta cátedra yo era una chica incomprendida.
lunes, 9 de mayo de 2011
Gandolfo por Ríos
La cosa literaria
.
por Damián Ríos
(leído en la presentación de "The Book of Writers" en la librería Otra lluvia, el 6 de mayo de 2011)
Vuelvo a leer un libro de Elvio Gandolfo y cuando digo vuelvo me gustaría decir más exactamente "volvemos" si no fuera por el carácter generacional que a veces adquiere esa primera persona del plural. Vuelvo a disfrutar del tono, de la estructura, del manejo de las tramas, de las escenas narradas con sensibilidad y elegancia, como hace veinte años cuando descubrí “La Reina de las nieves”, “Vivir en la salina”, “Caminando alrededor” entre tantos otros. Quise ser escritor o tener algo que ver con el mundo de la literatura por esos textos, entre algunos de otros autores que además Gandolfo se ocupaba de promover. Como me pasa desde aquel entonces, es un libro que me pide memorizarlo y pruebo… “Dicen que una vez el Zorro abrió la puerta de un lugar donde se hacía una reunión a la que él había llegado media hora antes, y se encontró ante una desconocida…”. Como me pasa desde aquel entonces con los libros de Elvio, “The Book of Writers” es un libro que hace tiempo que venía esperando y del que incluso había tenido algún adelanto. Como me va a seguir pasando con los libros de Elvio, es uno que me hubiera gustado editar, pero todo no se puede y entonces trato de copiarlo. Además, su autor se había encargado de hablar de “The Book of Writers” en algunos reportajes y el proyecto en sí me interesaba y más me interesaba que fuera él el encargado de escribirlo porque, voy a decirlo ahora, Elvio es el mejor de todos nosotros (después voy a volver sobre este punto) y este es uno de sus libros más personales en una obra, la de Elvio, que está poblada de libros personales, únicos en su especie, siempre corridos gratamente de lo que sus lectores esperamos.
¿En qué especie o categoría me ubico cuando digo “nosotros” o antes cuando quise decir “volvemos”? En una especie, tal vez una raza, que “The Book of Writers” describe muy bien: la especie de los escritores que andamos dando vueltas por el mundo, tratando de componer buenas frases en alguna lengua en la que de a poco vamos adquiriendo destrezas pero que siempre nos resulta un poco ajena y que usamos, con mayor o menor pericia, algo extrañados. La apuesta en “The Book Of Writers” es elidir los nombres propios para desnudar los sistemas literarios, sus modos de funcionamiento, sus procedimientos, el modo en que los integrantes de esa especie “triunfan” o “fracasan”, sus grandezas y pequeñas miserias, en suma, para acercarse a los miembros de esa especie con ojo de escritor, de crítico, de periodista, algunas de las cosas que es Elvio, sin el peso del chisme; más bien, para ubicar al chisme en el mejor lugar de la literatura: aquel en donde el nombre propio no importa porque importa el sistema que hace funcionar y en el que funciona. Gandolfo se vale de un título en inglés y de la elisión de los nombres propios para acercarse mejor a la cosa literaria, eso que es tan difícil de definir pero que termina dándonos un destino y una razón de ser en un mundo a lectores y escritores, aunque ese mundo esté reducido a unas pocas personas e incluso a algunas pocas cuadras, cuyo carácter se nos escapa una y otra vez y que nos resulta misterioso.
Se podría decir que son historias gandolfianas, y si aceptamos eso, tenemos que decir que “Acto de desaparición” y “El juguete roto” están entre los mejores relatos que se pueden leer en narrativa en estos tiempos. Precisión, lenguaje, tensión, mirada: todos recursos admirablemente manejados que se ponen al servicio del arte de narrar en un nivel al que sólo de vez en cuando se llega y a veces no se llega nunca. Aunque en este libro, Elvio Gandolfo nos muestra que se puede llegar si se siguen unas pocas reglas que uno mismo se impone, y si uno también sabe abandonarlas o romperlas, siempre y cuando esos movimientos sean, o parezcan ser, absolutamente personales. Reglas que no se oponen a las modas pero que por efecto de su capricho parecen pensadas por afuera de la corriente y, como en este caso, hablan mejor de los sistemas, de los ambientes, sin ironías. Por ejemplo, para hablar y pensar mejor a la especie de los escritores o escritoras es mejor no nombrarlos. Por eso Gandolfo generaliza cuando habla de “Fulano”, de “Universidad de Lovaina” o de la revista “Línea clara”: truco para ahorrar esfuerzo y pegar mejor y con fuerza en el medio, en lo que importa. Por ejemplo, hablar de un Fulano diciendo (necesito citar): “Lo curioso era esto: yo entraba a la librería y él estaba en el mostrador, un tipo común, de lentes, no demasiado bien vestido. En otras palabras, a su manera, con diferencias de todo tipo (de formación, incluso de repercusión) un tipo como yo, un tipo como uno. Así que nos veíamos, y con cierta recatada alegría decíamos: ¡Fulano! ¡Mengano! Y después: cómo estás, cómo andás. Pero luego, casi al instante, aunque sin dejar de colgar una o dos frases en el aire sobre un libro o un autor reciente, él empezaba a irse, sin irse del todo al principio, pero yéndose al fin y al cabo bastante rápido (digamos diez, quince segundos). Ya no estaba.”
Cuando muchos de nosotros empezamos a escribir o a leer, los libros de Gandolfo ya estaban y habían estado antes sus reseñas, las revistas que había fundado y dirigido, sus prólogos, las colecciones que dirigió, sus traducciones, y si tenemos que hacer un conteo de la cantidad de escritores a los que de alguna manera se ha referido en esas labores suman varios centenares: miles de páginas rigurosamente leídas y tratadas con inteligencia. El nombre de Gandolfo está de alguna manera constelado en esos escritores. Como siempre fue curioso, trabajador y generoso, a veces parece que hubiera escrito sobre todo lo que importa o importó leer, y siempre que alguien se “consagra”, “llega”, uno se acuerda de unahttp://www.blogger.com/img/blank.gif nota de Elvio, de hace mucho. Ya está, entonces: hay que decir que Elvio hizo mucho por poner en circulación o ayudar a poner en circulación nombres propios de nuestra y de otras literaturas. “The Book Of Writers”, entonces, narra el modo en que funcionamos, el sistema que contiene, y eso quiere decir que habla de nadie en general y de todos nosotros en particular, y lo hace de una manera hermosa –a veces pasan cosas hermosas, a veces se publican libros hermosos- porque la literatura de Elvio Gandolfo lo es.
Tomado de http://elseniordeabajo.blogspot.com/2011/05/la-cosa-literaria.html
sábado, 7 de mayo de 2011
Autopista
Se me rompió el auto en la autopista a las 8 de la mañana camino a la facu: Me tiraron, tras 35 minutos de espera, en la primer (peligrosa) bajada. Mi seguro tardó 3 horas 20 en mandarme auxilio. El de la grúa toda la onda, más dos pasajeros más en la doble cabina, fue una jornada interesante. Llegué a casa a las 3 de la tarde y conocí un mecánico del borde de la autopista Delepiane que cree que una no sabe de dónde se levanta el capot de su propio auto y que te puede cobrar 120 pesos para "darle buena chispa" a un motor que sí arrancaba pero hacía un ruido raro. (Hasta me amenazó con que mi grúa iba a tarde 7 horas).
Extraño mi dosis semanal de Vila y su cátedra sobre el Quijote!!!!!
Extraño mi dosis semanal de Vila y su cátedra sobre el Quijote!!!!!
viernes, 6 de mayo de 2011
Celebremos juntos
SOBRE LA LLAMADA “CENSURA” A JUAN TERRANOVA Y EL LLAMADO PURITANISMO
por Elsa Drucaroff
Los hechos (pueden verse en http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-166638-2011-04-20.html ):
El periodista y escritor Juan Terranova escribe en un medio público (revista El Guardián) una nota periodística (ejerciendo en ese momento su oficio de periodista y no de escritor de cuentos y novelas). Allí critica la campaña que promueve una feminista, Tidball-Binz, contra el acoso callejero y los piropos ofensivos. Su instrumento polémico contra Tidball-Binz es, primero, la burla y la ridiculización, y finalmente, es apenas su pene. A Tidball-Binz, dice Terranova, “me gustaría romperle el argumento a pijazos”. Según la nota de Mariana Carbajal en Página 12, la frase original hablaba del culo (así aparece en el blog de Terranova) pero fue modificada en El Guardián por sugerencia de Sergio Olguín, secretario de Cultura de la revista, quien leyó la nota y la aceptó.
Un ejercicio Supongamos que el periodista y escritor Fulano de Tal escribe en un medio público una nota periodística para criticar una campaña equis (no importa qué opinamos de ella) que promueve un activista de la comunidad judía. Supongamos que polemiza burlándose de él porque es judío, y luego Fulano de Tal escribe que a ese activista hebreo “me gustaría usarlo de jabón en mi ducha.” Supongamos que Mengano de Tal, secretario de redacción, acepta la nota. Y supongamos que le sugiere un cambio: en vez de escribir “usarlo de jabón en mi ducha”, le dice Mengano, es mejor que escriba “a Fulano de Tal le encantaría hacer jabón sus argumentos”.
¿Alguien estaría apoyando a Fulano de Tal, diciendo que ha sido víctima de un acto de censura? ¿Y qué se estaría diciendo de Mengano de Tal por haber aceptado esa nota?
Tal vez las Juventudes Hitlerianas de Curuzú Cuatiá se atreverían a expresar su adhesión. El resto guardaría discreto silencio.
Hoy, sin embargo, Terranova ha recibido cierta solidaridad, incluso de mujeres…
El argumento para ella es que hay que oponerse a toda censura y hay que luchar contra el puritanismo. Parece que si un judío dice algo que nos molesta (concedamos incluso que nos moleste por buenas razones), amenazarlo con hacerle lo que hicieron los nazis con sus abuelos no es algo que la sociedad esté dispuesta a tolerar ni permitir. Nadie hablaría de censura si el periodista que escribió eso sufre consecuencias y nadie consideraría una exageración, una susceptibilidad excesiva, enojarse porque la amenaza refiere al jabón.
En cambio no faltan hombres ¡y mujeres! dispuestos a tolerar, a permitir, a reírse y hasta defender al que amenaza a una mujer con una violación cuando no está de acuerdo con sus argumentos. No me extraña. La violación es un método milenario con que el patriarcado disciplina a las mujeres, pero no por antiguo ha perdido vigencia y efectividad.
Los judíos hoy no son masacrados por su condición pero muchísimo más de la mitad de las víctimas de violencia física que hay en este planeta son mujeres. Y mucho más de la mitad de los perpetradores de esa violencia son varones. Cuando hay un acto de antisemitismo todos reaccionan y son capaces de reconocerlo de inmediato: ¡antisemitismo!, gritan. Si un periódico publicara a un periodista que discute al presidente Obama enviándolo a servir las mesas o limpiar los baños de la Casa Blanca, nadie dejaría de gritar ¡racismo! y no se atreverían, quiero creer, a oponerse a que ese periodista sufra consecuencias concretas. ¿Hablarían de censura?
Pero el sexismo no se nombra en esta sociedad. La que nombra el sexismo es una ridícula, una mal cogida, una… Entonces, cuando las víctimas de asesinato en el mundo (mayoritariamente mujeres) tienen como victimarios a maridos y amantes, raramente alguien escribe: ¡sexismo! ¡feminicidio! Lo que se escriben casi siempre es “crimen pasional”. Y cuando una revista sufre sanciones y el periodista que provocó el asunto paga consecuencias en su trabajo, hay que escuchar a quienes gritan contra el puritanismo y la censura.
“Pero”, me dice un varón con el que discuto esto, “si ya todos estamos de acuerdo con que las mujeres tienen que tener los mismos derechos.”
¿La discriminación de género ya casi no existe? Estadísticas de Naciones Unidas (a comienzos de los ’90): Las mujeres (la mitad de la población mundial) realizan probablemente dos tercios del trabajo que efectivamente se ejecuta (un tercio del trabajo formal remunerado es cifra segura, el resto es trabajo doméstico, familiar, comunitario y gratuito). Pero reciben sólo el 10% de los ingresos del mundo y tienen el 1 por ciento de la propiedad de la tierra del planeta.
Estadísticas de la OIT, comienzos del noventa: en el planeta, en promedio, las mujeres perciben el 50% del salario respecto de los hombres por la realización del mismo trabajo.
La discriminación de género continúa más allá de los (grandes) cambios que las mujeres hemos logrado y atraviesa a todas las clases. Es cierto que la discriminación no se manifiesta del mismo modo contra una mujer pobre que contra una rica, pero no por eso no existe, y a veces es salvaje en ambos lados. En todas las clases sociales hay hombres feminicidas, o violadores, o golpeadores, o maridos, novios, padres y hasta hermanos déspotas, o maridos, novios, padres y hasta hermanos que humillan y ridiculizan (como Terranova) a mujeres de todas las clases sociales.
En todas las clases sociales hay hombres que gozan comprando el cuerpo de una mujer para tenerla por un rato a su disposición, para gozarla como una cosa y sentirse fuertes y sentirla cosa porque la pagaron y eso les calienta. Pagan porque les calienta no encarar un vínculo sexual de pares con una persona con la que (café de por medio, simpatía de por medio, mutuo interés de por medio) comparten un rato de sexo. En todas las clases sociales hay varones cómplices activos de un enorme y atroz negocio de explotación inhumana: la trata de personas. A lo mejor son de izquierda y están en contra del capitalismo, a lo mejor son de derecha, a lo mejor son cristianos, judíos, ateos, tienen madre y la aman, tienen hermanas e hijas y las aman, pero nada de eso les impide participar activamente, sosteniendo con su demanda solvente el tráfico de personas.
¿El repudio del INADI, la campaña de la organización feminista Atrévete/Hollaback, el retiro de publicidad de grandes empresas que deciden castigar a El Guardían, que publicó la nota, las represalias de la revista contra Terranova, son actos de censura? Son actos que castigan un discurso, en el intento de que no vuelva a pronunciarse. La Constitución habla de que no haya censura previa, no de que no exista punición por discursos públicos que violan la ley. No pide que no se cumpla la ley contra la discriminación. Esta “censura” que a algunos escandaliza es la misma que sufriría el medio que publicara la nota de Fulano de Tal contra el judío al que el periodista quisiera hacer jabón. La misma que recibiría hoy en Argentina un trabajador de prensa que escribiera “a los putos hay que matarlos a todos”. O la que mereció un obispo cuando expresó su deseo de tirar al Ministro de Salud González Ginés al agua, con piedras atadas a su cuello. ¿Ejercía este obispo su derecho democrático a la expresión política? En todo caso, no dio precisamente argumentos. No se puede escribir cualquier cosa en un medio público y está muy bien que así sea
No obstante tantos ejemplos que nadie discute, cuando se ejerce por escrito la violencia de género y la víctima es mujer, Juan Terranova recibe solidaridad. Si la violencia de género escrita hubiera sido contra un homosexual, ¿la solidaridad hubiera sido la misma?
Será entonces que la discriminación contra las mujeres no retrocedió tanto como dicen. Será que todas las batallas, hasta éstas, tan elementales, están apenas empezando. Porque estoy segura de que la mayoría de la gente que ahora se está solidarizando con Juan Terranova no pensó casi nada de todo esto. La discriminación a lasmujeres no retrocedió porque todavía parece natural, a casi nadie escandaliza.
¿Estoy en contra de toda censura? Estoy en contra de toda censura en el arte. Estoy en contra de que censuren un cuento de Terranova, no un artículo periodístico escrito contra una iniciativa política y donde no hay personajes ficcionales. Estoy en contra de que censuren a una película ficcional, una novela, cualquier género en el que la referencialidad directa de los signos se suspende porque estamos en el laboratorio de la imaginación. En la imaginación podemos tener cualquier ideología y jugar con las fantasías más atroces, para eso está, para que ahí una sociedad se piense a sí misma, observando conmocionada incluso su mierda más profunda.
Estoy en contra de toda censura de ideas, de argumentos. Si un nazi quiere escribir en términos civilizados por qué cree la raza aria es superior, lo escucharé y le discutiré argumento contra argumento, pero no aceptaré que me insulte ni que me amenace con hacerme jabón.
No me importa si la campaña que propone Tidball-Binz contra los piropos ofensivos es o no apropiada, me importa impedir, censurar sí, CENSURAR el derecho de un hombre a replicar los argumentos de una mujer diciendo que va a violarla. Ese es el modo de Terranova de callar los argumentos de Tidball-Binz, imaginando que la somete.
Me importa que nunca más nadie se atreva a escribir públicamente contra nosotras algo semejante. Que no se atreva porque entendió que no se debe, o simplemente porque fue disciplinado por el castigo social y conoce las consecuencias.
Hagamos un último ejercicio: En una polémica sobre la política de Derechos Humanos del kirchnerismo, un periodista de derecha (gracias a la democracia y a la libertad de prensa) escribe un artículo contra los argumentos, por ejemplo, de una Madre de Plaza de Mayo. Supongamos que en vez de razonar usa como arma no su pene sino la picana eléctrica. Nuestro periodista escribe: “me encantaría secuestrar a esta Madre, encapucharla, atarla a una camilla y picanearla”.
¿Habría un blog recolectando firmas para apoyarlo?
Tal vez Cecilia Pando haría uno, pero ninguno de los que ahora apoyan pondrían ahí su nombre.
La agredida es mujer pero no lo es por su militancia en tanto mujer, como Tidball-Binz, sino por su militancia contra la represión de la Dictadura. Pero claro, en el caso que nos ocupa no se trata de militantes, ni de guerrilleros o guerrilleras, ni de judíos o judías, ni de negr@s. Acá se trata de mujeres que encima son feministas. Y sobre las mujeres (ni qué decir sobre las feministas) hay quienes creen todavía que pueden escribir cualquier cosa.
¿Puede? ¡No! ¡Podía! ¡Ya no! Ahora el que lo hace, lo paga. Yo lo celebro y llamo a mis hermanas y a los hombres sensibles, pensantes, buena gente, a que lo celebremos juntos.
por Elsa Drucaroff
Los hechos (pueden verse en http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-166638-2011-04-20.html ):
El periodista y escritor Juan Terranova escribe en un medio público (revista El Guardián) una nota periodística (ejerciendo en ese momento su oficio de periodista y no de escritor de cuentos y novelas). Allí critica la campaña que promueve una feminista, Tidball-Binz, contra el acoso callejero y los piropos ofensivos. Su instrumento polémico contra Tidball-Binz es, primero, la burla y la ridiculización, y finalmente, es apenas su pene. A Tidball-Binz, dice Terranova, “me gustaría romperle el argumento a pijazos”. Según la nota de Mariana Carbajal en Página 12, la frase original hablaba del culo (así aparece en el blog de Terranova) pero fue modificada en El Guardián por sugerencia de Sergio Olguín, secretario de Cultura de la revista, quien leyó la nota y la aceptó.
Un ejercicio Supongamos que el periodista y escritor Fulano de Tal escribe en un medio público una nota periodística para criticar una campaña equis (no importa qué opinamos de ella) que promueve un activista de la comunidad judía. Supongamos que polemiza burlándose de él porque es judío, y luego Fulano de Tal escribe que a ese activista hebreo “me gustaría usarlo de jabón en mi ducha.” Supongamos que Mengano de Tal, secretario de redacción, acepta la nota. Y supongamos que le sugiere un cambio: en vez de escribir “usarlo de jabón en mi ducha”, le dice Mengano, es mejor que escriba “a Fulano de Tal le encantaría hacer jabón sus argumentos”.
¿Alguien estaría apoyando a Fulano de Tal, diciendo que ha sido víctima de un acto de censura? ¿Y qué se estaría diciendo de Mengano de Tal por haber aceptado esa nota?
Tal vez las Juventudes Hitlerianas de Curuzú Cuatiá se atreverían a expresar su adhesión. El resto guardaría discreto silencio.
Hoy, sin embargo, Terranova ha recibido cierta solidaridad, incluso de mujeres…
El argumento para ella es que hay que oponerse a toda censura y hay que luchar contra el puritanismo. Parece que si un judío dice algo que nos molesta (concedamos incluso que nos moleste por buenas razones), amenazarlo con hacerle lo que hicieron los nazis con sus abuelos no es algo que la sociedad esté dispuesta a tolerar ni permitir. Nadie hablaría de censura si el periodista que escribió eso sufre consecuencias y nadie consideraría una exageración, una susceptibilidad excesiva, enojarse porque la amenaza refiere al jabón.
En cambio no faltan hombres ¡y mujeres! dispuestos a tolerar, a permitir, a reírse y hasta defender al que amenaza a una mujer con una violación cuando no está de acuerdo con sus argumentos. No me extraña. La violación es un método milenario con que el patriarcado disciplina a las mujeres, pero no por antiguo ha perdido vigencia y efectividad.
Los judíos hoy no son masacrados por su condición pero muchísimo más de la mitad de las víctimas de violencia física que hay en este planeta son mujeres. Y mucho más de la mitad de los perpetradores de esa violencia son varones. Cuando hay un acto de antisemitismo todos reaccionan y son capaces de reconocerlo de inmediato: ¡antisemitismo!, gritan. Si un periódico publicara a un periodista que discute al presidente Obama enviándolo a servir las mesas o limpiar los baños de la Casa Blanca, nadie dejaría de gritar ¡racismo! y no se atreverían, quiero creer, a oponerse a que ese periodista sufra consecuencias concretas. ¿Hablarían de censura?
Pero el sexismo no se nombra en esta sociedad. La que nombra el sexismo es una ridícula, una mal cogida, una… Entonces, cuando las víctimas de asesinato en el mundo (mayoritariamente mujeres) tienen como victimarios a maridos y amantes, raramente alguien escribe: ¡sexismo! ¡feminicidio! Lo que se escriben casi siempre es “crimen pasional”. Y cuando una revista sufre sanciones y el periodista que provocó el asunto paga consecuencias en su trabajo, hay que escuchar a quienes gritan contra el puritanismo y la censura.
“Pero”, me dice un varón con el que discuto esto, “si ya todos estamos de acuerdo con que las mujeres tienen que tener los mismos derechos.”
¿La discriminación de género ya casi no existe? Estadísticas de Naciones Unidas (a comienzos de los ’90): Las mujeres (la mitad de la población mundial) realizan probablemente dos tercios del trabajo que efectivamente se ejecuta (un tercio del trabajo formal remunerado es cifra segura, el resto es trabajo doméstico, familiar, comunitario y gratuito). Pero reciben sólo el 10% de los ingresos del mundo y tienen el 1 por ciento de la propiedad de la tierra del planeta.
Estadísticas de la OIT, comienzos del noventa: en el planeta, en promedio, las mujeres perciben el 50% del salario respecto de los hombres por la realización del mismo trabajo.
La discriminación de género continúa más allá de los (grandes) cambios que las mujeres hemos logrado y atraviesa a todas las clases. Es cierto que la discriminación no se manifiesta del mismo modo contra una mujer pobre que contra una rica, pero no por eso no existe, y a veces es salvaje en ambos lados. En todas las clases sociales hay hombres feminicidas, o violadores, o golpeadores, o maridos, novios, padres y hasta hermanos déspotas, o maridos, novios, padres y hasta hermanos que humillan y ridiculizan (como Terranova) a mujeres de todas las clases sociales.
En todas las clases sociales hay hombres que gozan comprando el cuerpo de una mujer para tenerla por un rato a su disposición, para gozarla como una cosa y sentirse fuertes y sentirla cosa porque la pagaron y eso les calienta. Pagan porque les calienta no encarar un vínculo sexual de pares con una persona con la que (café de por medio, simpatía de por medio, mutuo interés de por medio) comparten un rato de sexo. En todas las clases sociales hay varones cómplices activos de un enorme y atroz negocio de explotación inhumana: la trata de personas. A lo mejor son de izquierda y están en contra del capitalismo, a lo mejor son de derecha, a lo mejor son cristianos, judíos, ateos, tienen madre y la aman, tienen hermanas e hijas y las aman, pero nada de eso les impide participar activamente, sosteniendo con su demanda solvente el tráfico de personas.
¿El repudio del INADI, la campaña de la organización feminista Atrévete/Hollaback, el retiro de publicidad de grandes empresas que deciden castigar a El Guardían, que publicó la nota, las represalias de la revista contra Terranova, son actos de censura? Son actos que castigan un discurso, en el intento de que no vuelva a pronunciarse. La Constitución habla de que no haya censura previa, no de que no exista punición por discursos públicos que violan la ley. No pide que no se cumpla la ley contra la discriminación. Esta “censura” que a algunos escandaliza es la misma que sufriría el medio que publicara la nota de Fulano de Tal contra el judío al que el periodista quisiera hacer jabón. La misma que recibiría hoy en Argentina un trabajador de prensa que escribiera “a los putos hay que matarlos a todos”. O la que mereció un obispo cuando expresó su deseo de tirar al Ministro de Salud González Ginés al agua, con piedras atadas a su cuello. ¿Ejercía este obispo su derecho democrático a la expresión política? En todo caso, no dio precisamente argumentos. No se puede escribir cualquier cosa en un medio público y está muy bien que así sea
No obstante tantos ejemplos que nadie discute, cuando se ejerce por escrito la violencia de género y la víctima es mujer, Juan Terranova recibe solidaridad. Si la violencia de género escrita hubiera sido contra un homosexual, ¿la solidaridad hubiera sido la misma?
Será entonces que la discriminación contra las mujeres no retrocedió tanto como dicen. Será que todas las batallas, hasta éstas, tan elementales, están apenas empezando. Porque estoy segura de que la mayoría de la gente que ahora se está solidarizando con Juan Terranova no pensó casi nada de todo esto. La discriminación a lasmujeres no retrocedió porque todavía parece natural, a casi nadie escandaliza.
¿Estoy en contra de toda censura? Estoy en contra de toda censura en el arte. Estoy en contra de que censuren un cuento de Terranova, no un artículo periodístico escrito contra una iniciativa política y donde no hay personajes ficcionales. Estoy en contra de que censuren a una película ficcional, una novela, cualquier género en el que la referencialidad directa de los signos se suspende porque estamos en el laboratorio de la imaginación. En la imaginación podemos tener cualquier ideología y jugar con las fantasías más atroces, para eso está, para que ahí una sociedad se piense a sí misma, observando conmocionada incluso su mierda más profunda.
Estoy en contra de toda censura de ideas, de argumentos. Si un nazi quiere escribir en términos civilizados por qué cree la raza aria es superior, lo escucharé y le discutiré argumento contra argumento, pero no aceptaré que me insulte ni que me amenace con hacerme jabón.
No me importa si la campaña que propone Tidball-Binz contra los piropos ofensivos es o no apropiada, me importa impedir, censurar sí, CENSURAR el derecho de un hombre a replicar los argumentos de una mujer diciendo que va a violarla. Ese es el modo de Terranova de callar los argumentos de Tidball-Binz, imaginando que la somete.
Me importa que nunca más nadie se atreva a escribir públicamente contra nosotras algo semejante. Que no se atreva porque entendió que no se debe, o simplemente porque fue disciplinado por el castigo social y conoce las consecuencias.
Hagamos un último ejercicio: En una polémica sobre la política de Derechos Humanos del kirchnerismo, un periodista de derecha (gracias a la democracia y a la libertad de prensa) escribe un artículo contra los argumentos, por ejemplo, de una Madre de Plaza de Mayo. Supongamos que en vez de razonar usa como arma no su pene sino la picana eléctrica. Nuestro periodista escribe: “me encantaría secuestrar a esta Madre, encapucharla, atarla a una camilla y picanearla”.
¿Habría un blog recolectando firmas para apoyarlo?
Tal vez Cecilia Pando haría uno, pero ninguno de los que ahora apoyan pondrían ahí su nombre.
La agredida es mujer pero no lo es por su militancia en tanto mujer, como Tidball-Binz, sino por su militancia contra la represión de la Dictadura. Pero claro, en el caso que nos ocupa no se trata de militantes, ni de guerrilleros o guerrilleras, ni de judíos o judías, ni de negr@s. Acá se trata de mujeres que encima son feministas. Y sobre las mujeres (ni qué decir sobre las feministas) hay quienes creen todavía que pueden escribir cualquier cosa.
¿Puede? ¡No! ¡Podía! ¡Ya no! Ahora el que lo hace, lo paga. Yo lo celebro y llamo a mis hermanas y a los hombres sensibles, pensantes, buena gente, a que lo celebremos juntos.
No existe la oposición machismo-feminismo
Fragmento de una de las respuestas de Elsa Drucaroff en Facebook a propósito del tema Terranova.
"...no existe la oposición machismo-feminismo, el machismo es un prejuicio, el feminismo una ideología política y un corpus teórico. Me dirás que hay mujeres que se llaman feministas y que son fanáticas, tontas y resentidas y que expresan odio personal en lugar de posiciones políticas, te diré que es cierto pero que también hay hombres y mujeres que se llaman de izquierda y son así. Pero nadie dice que todos los izquierdistas son como esos insoportables que justifican acciones lúmpenes como robos o destrucción en nombre de su ideología (odio personal contra los ricos o el estado), o que arruinan las asambleas y los movimientos sociales de base ahogándolos y cansándolos con sus infantilismos idiotas, sus políticas furibundas e inoportunas, sus insistencias fanáticas y de hecho destructivas. ¿Que los hay? ¿Que son visibles y molestos? Claro que sí. ¿Pero por eso vamos a acusar a toda la izquierda? No. Sabemos que hay gente que intenta otras miitancias, otras formas de política, pueden salirle bien o mal pero todo el tiempo está intentando y es algo que se reconoce. En cambio sí se acusa a todo el feminismo por esos grupos sectáreos y casi la única actitud frente a él es el prejuicio. Una vez me pregunto por qué y me contesto, Jordi, que estas discusiones ponen el dedo en una llaga muy muy profunda de nuestra cultura, se meten en nuestros peores temores inconscientes, qué decir los de los varones."
"...no existe la oposición machismo-feminismo, el machismo es un prejuicio, el feminismo una ideología política y un corpus teórico. Me dirás que hay mujeres que se llaman feministas y que son fanáticas, tontas y resentidas y que expresan odio personal en lugar de posiciones políticas, te diré que es cierto pero que también hay hombres y mujeres que se llaman de izquierda y son así. Pero nadie dice que todos los izquierdistas son como esos insoportables que justifican acciones lúmpenes como robos o destrucción en nombre de su ideología (odio personal contra los ricos o el estado), o que arruinan las asambleas y los movimientos sociales de base ahogándolos y cansándolos con sus infantilismos idiotas, sus políticas furibundas e inoportunas, sus insistencias fanáticas y de hecho destructivas. ¿Que los hay? ¿Que son visibles y molestos? Claro que sí. ¿Pero por eso vamos a acusar a toda la izquierda? No. Sabemos que hay gente que intenta otras miitancias, otras formas de política, pueden salirle bien o mal pero todo el tiempo está intentando y es algo que se reconoce. En cambio sí se acusa a todo el feminismo por esos grupos sectáreos y casi la única actitud frente a él es el prejuicio. Una vez me pregunto por qué y me contesto, Jordi, que estas discusiones ponen el dedo en una llaga muy muy profunda de nuestra cultura, se meten en nuestros peores temores inconscientes, qué decir los de los varones."
jueves, 5 de mayo de 2011
Mi próximo libro
El verano pasado (el otro, no éste que se acaba de ir y todavía no despido), cuando terminé de ordenar todos mis papeles viejos, quedaron (¿quedaron?) unlibro de cuentos y dos de poemas. El de cuentos no sé, el más antiguo de poemas ya es Mi tren monoplaza de Ediciones del Dock. El segundo de poemas, menos antiguo pero igual ya con 10 años de escrito, está sufriendo-disfrutando un proceso de reescritura desconocido para mí: clínica con Nurit Kastelain.
Creí que no me iba a animar, que esas piezas de versos tan metidos en mi historia pasada eran intocables. Y no: se dejan tocar y retocar, eliminar, reformular, mezclar, decir en voz alta, matizar, mejorar.
Y Nurit tiene tal talento para decir, para opinar, para mirar y escuchar... Un placer, raro, lento, de una hora por mes, con muchos solencios en medio hasta que la ficha me cae y logro algo inesperado.
Creí que no me iba a animar, que esas piezas de versos tan metidos en mi historia pasada eran intocables. Y no: se dejan tocar y retocar, eliminar, reformular, mezclar, decir en voz alta, matizar, mejorar.
Y Nurit tiene tal talento para decir, para opinar, para mirar y escuchar... Un placer, raro, lento, de una hora por mes, con muchos solencios en medio hasta que la ficha me cae y logro algo inesperado.
Debieran de ser conmigo
Romance del veneno de Moriana
Madrugaba don Alonso
a poco del sol salido;
convidando va a su boda
a los parientes y amigos;
a las puertas de Moriana
sofrenaba su rocino:
—Buenos días, Moriana.
—Don Alonso, bien venido.
—Vengo a brindarte Moriana,
para mi boda el domingo.
—Esas bodas, don Alonso,
debieran de ser conmigo;
pero ya que no lo sean,
igual el convite estimo,
y en prueba de la amistad
beberás del fresco vino,
el que solías beber
dentro en mi cuarto florido.
Moriana, muy ligera
en su cuarto se ha metido;
tres onzas de solimán
con el acero ha molido,
de la víbora los ojos,
sangre de un alacrán vivo:
—Bebe, bebe, don Alonso,
bebe de este fresco vino.
—Bebe primero, Moriana,
que así está puesto en estilo.
Levantó el vaso Moriana,
lo puso en sus labios finos;
los dientes tiene menudos,
gota dentro no ha vertido.
Don Alonso, como es mozo,
maldita gota ha perdido.
—¿Qué me diste, Moriana,
qué me diste en este vino?
¡Las riendas tengo en la mano
y no veo a mi rocino!
—Vuelve a casa, don Alonso,
que el día ya va corrido
y se celará tu esposa
si quedas acá conmigo.
—¿Qué me diste, Moriana,
que pierdo todo el sentido?
¡Sáname de este veneno,
yo me he de casar contigo!
—No puede ser, don Alonso,
que el corazón te ha partido.
—¡Desdichada de mi madre
que ya no me verá vivo!
—Más desdichada la mía
desque te hube conocido.
Anónimo
Madrugaba don Alonso
a poco del sol salido;
convidando va a su boda
a los parientes y amigos;
a las puertas de Moriana
sofrenaba su rocino:
—Buenos días, Moriana.
—Don Alonso, bien venido.
—Vengo a brindarte Moriana,
para mi boda el domingo.
—Esas bodas, don Alonso,
debieran de ser conmigo;
pero ya que no lo sean,
igual el convite estimo,
y en prueba de la amistad
beberás del fresco vino,
el que solías beber
dentro en mi cuarto florido.
Moriana, muy ligera
en su cuarto se ha metido;
tres onzas de solimán
con el acero ha molido,
de la víbora los ojos,
sangre de un alacrán vivo:
—Bebe, bebe, don Alonso,
bebe de este fresco vino.
—Bebe primero, Moriana,
que así está puesto en estilo.
Levantó el vaso Moriana,
lo puso en sus labios finos;
los dientes tiene menudos,
gota dentro no ha vertido.
Don Alonso, como es mozo,
maldita gota ha perdido.
—¿Qué me diste, Moriana,
qué me diste en este vino?
¡Las riendas tengo en la mano
y no veo a mi rocino!
—Vuelve a casa, don Alonso,
que el día ya va corrido
y se celará tu esposa
si quedas acá conmigo.
—¿Qué me diste, Moriana,
que pierdo todo el sentido?
¡Sáname de este veneno,
yo me he de casar contigo!
—No puede ser, don Alonso,
que el corazón te ha partido.
—¡Desdichada de mi madre
que ya no me verá vivo!
—Más desdichada la mía
desque te hube conocido.
Anónimo
martes, 3 de mayo de 2011
Link según Vila
Salven las sirenas
por Ezequiel Vila
Aquí me río de las modas
Este artículo se presenta en un momento incómodo. Muy tardío para ser ese gesto pasional (laudatorio o lapidario) que es una reseña, muy temprano para convencer como lectura crítica, lejos, muy lejos del momento en que podría historizar. Pero de alguna forma son esos tres tiempos los que quiero convocar en esta lectura de Fantasmas: imaginación y sociedad (2009, Eterna Cadencia), último libro de Daniel Link, a la fecha.
La razón que encuentro para pensar este texto como reseña, como crítica y como historia es el lugar que Link ocupa en nuestra ciudadela intelectual. Puedo decir sin temor a equivocarme que Link es la figura de la carrera de Letras (UBA-FFYL) con más intervenciones mediáticas y mayor reconocimiento fuera de los ámbitos académicos en, por lo menos, los pasados cinco años. [1] Puedo atenerme a los dichos de otros y aceptar que es uno de los críticos más discutidos, no ya en nuestro país, si no también en todo Latinoamérica. De alguna forma, como sus contemporáneos, como sus colegas, como sus alumnos o ex alumnos, intuimos que Link ya es un referente (una vez más, para laudar o lapidar) de nuestra generación. Y que lo seguirá siendo.
Más allá del rechazo o la idolatría que pueda despertar Link en Puan, en Argentina o en el mundo, lo que me interesa es discutir sus ideas. Mucho más, me interesa leer en este libro ciertos posicionamientos teóricos para hipotetizar qué significan para nuestra historia y nuestro horizonte disciplinario. Qué lee Link, qué leemos en él, qué nos está dejando leer. Y sus respectivas contrapartes negativas.
Fantasmas es presentado por el propio Link como un libro de umbrales, porque el lugar de lo imaginario no encuentra un límite (en cuanto es lo indeterminado); para nosotros este sentido adquiere otra dimensión, será un umbral hacia el pensamiento de Link, sin intentar asirlo, “explicarlo” en un gesto ridículo, más bien midiendo su potencia, evaluando su apertura, explicarlo, sin comillas, como lo que puede ser para nosotros.
Quimeras
El libro tiene como vedette a la que Link considera una categoría estética maltratada durante el siglo XX: la imaginación. El fundamento sobre el cual desarrolla este concepto se encuentra en el Sartre de Lo imaginario, pero sus reflexiones no se quedan en el triple régimen de la consciencia (percepción, memoria, imaginación) ni se preocupan por los corolarios existencialistas que aquel comportó; las referencias a Lacan, Blanchot, Althusser, Foucault, Barthes y Adorno abundan en el capítulo que abre el volumen (y en todo Fantasmas). La estrategia teórica de Link es interesante, toma de Sartre el fundamento filosófico de una fenomenología tardía, pero no se mete con el humanismo sartreano. Silenciosamente rescata la idea de imaginación como negatividad pura (imaginar es dejar de percibir, por lo tanto el sujeto suspende lo real) y de allí salta los instersticios que él lee en otros teóricos del siglo XX que podemos reconocer como más contemporaneos que el filósofo autor de La náusea. A excepción de Lacan, y esto nos lo dice Link, ninguno de los pensadores con que dialoga aceptó a lo imaginario como parte de sus elucubraciones. La pasión por lo real, característica del siglo XX, habría obturado la posibilidad de pensar lo imaginario por considerarlo falaz, engañoso. Si Badiou dice que hubo una pasión por lo real, Link reflexiona que hubo en el siglo pasado una fobia por lo imaginario. Pero como todo fantasma, ese resto nos persigue.
La imagen que dirige este primer movimiento es la de las sirenas, a través del clásico Canto XII de la Odisea y de la pequeña prosa de Kafka “El silencio de las sirenas”, sobre la que desarrolla un análisis acerca de la fantasmagoría[2] apelando a las lecturas que otros han hecho de estos mismos fragmentos. Fundamentalmente, lo que convoca a las sirenas a prestarse como guía en la presentación de la fantasmagoría es su canto encantador. Es la seducción de lo indeterminado frente al dominio del logos de Odiseo, pero también la oposición entre el canto de las musas (un canto mimético) y la de estos monstruos emplumados (que no es representación, sino ensoñación, pura quimera).
Pero este análisis (presentado muy esquemáticamente) no surge de la nada, la inteligencia de Link consiste justamente en abrir su libro de ensayos buscando el discurso sobre esas fantasmagorías en las obras de sus referentes teóricos. Un caso paradigmático es el de Michel Foucault. Link, como lector del filósofo francés, ha dado muestras recientes de su comprensión del último Foucault como un estudioso de la voz [2]. El autor de Las palabras y las cosas desplazó el problema estructural de la lengua hacia los límites de la enunciabilidad, es decir, hacia la voz, y por ello, dirá Link, se ocupó de estos mismos fragmentos sirenaicos en El pensamiento del afuera. Ahora, Foucault jamás habla de lo imaginario ni de ninguna formación parecida, habla sí del canto y de la exterioridad del mismo.
El mecanismo que permite acercar esta preocupación por la voz al terreno (a la exterioridad) de lo imaginario es la informidad del canto como seducción frente a la lengua como dominio. La seducción como un más allá del pensamiento o como otra forma de pensamiento “se sale de los límites de la cultura (esos límites que, sabemos, son la locura y la ciencia), a los que toca por fuera (punto de juntura, etc.)” (Link, 2009: 31).
Algo parecido ocurre con la lectura anticipatoria de Adorno y Horkheimer sobre la dialéctica de la ilustración en el pasaje homérico. Link rescata de los críticos alemanes la separación entre el esteticismo burgués y la practicidad del trabajador, pero critica el énfasis de la Dialéctica en las vías de sustracción de la seducción respecto de la contemplación interesada del fantasma, es decir, en los pensadores de la escuela de Frankfurt hay un reconocimiento de la potencia de lo imaginario, pero ésta se encuentra huérfana de análisis. Con una sagacidad hermenéutica admirable, Link va recuperando esos roces teóricos con la imaginación (la apelación althusseriana, la mercancía como fantasmagoría, la figura del querer-asir barthesiana) y termina conformando un campo de lo imaginario más o menos intuible que se encargará de terminar de trazar en el siguiente apartado.
Las cartas del método
La estrategia para terminar de pulir su marco teórico es simpática y, sobre todo, muy didáctica. El apartado “Método”, que sigue a la exposición más teórica de la que se habló hasta recién, reproduce o simula (nunca sabremos en qué proporción) mails que Daniel Link [3] envía a sus colegas y alumnos debatiendo algunos puntos de su teoría o respondiendo algún interrogante desprendido de sus clases; es decir, sobre las mismas ideas que ha presentado en el inicio del libro.
Haciendo justicia al título del apartado, se ponen sobre la mesa muchas cuestiones metodológicas que ayudarán a entender argumentaciones posteriores. Si hay algo particular y seductor en la producción de Link, me atrevo a decir que no está en su manejo magistral de corrientes teóricas muy enraizadas en nuestro ecosistema académico (tanto el estructuralismo, como el postestructuralismo, sin olvidar el marxismo), ni en su predilección por objetos culturales novedosos, sino en su idea del método. “Umbral” es un capítulo muy foucaultiano, no tanto por su recuperación de las ideas de El pensamiento del afuera (son solo dos citas entre muchas otras) más que por su enfoque arqueológico. La resistencia a las clases y a los atributos (elección deudora de Clases. Literatura y disidencia, su libro anterior) lo lleva a formar, no una taxonomía, ni siquiera una genealogía de lo imaginario, sino una arqueología. En el caso de “Método”, esta pulcritud expositiva se disuelve, pero gracias al recurso epistolar produce lo que él mismo llama “un discurso de lo imaginario desde lo imaginario” (Link, 2009: 74). Los mails justamente se detienen sobre todos esos restos que la teoría presentada no puede dejar de tener. Los límites del capítulo anterior se expanden como una masa por esta correspondencia imaginaria (no solo el dudoso origen de la letra del que el autor nos advierte, sino porque solo contamos con una voz, la del profesor, que nos conmina a imaginar las acusaciones violentas, los reproches despechados y los lamentos alarmistas de alumnos y amigos). Así, lo imaginario efectivamente no es una máscara para Link, sino que forma parte de su propia performance como crítico.
Fuera del núcleo inicial, la teoría aparece en problemas que no sabemos de dónde vienen:
Lo que decía es que no hay poder en los fantasmas, son puras potencias. “¡El deseo!”, dirán algunos. “El amor…”, pensarán otros. Digamos que entre fantasmagoría (como potencia) y la cultura (como dispositivo) la relación es de abismo. La cultura se verifica históricamente, mientras la fantasmagoría prescinde de la verificación porque atraviesa estratos temporales según la lógica de los intempestivo y lo inactual. (Link, 2009:51)
Lo intempestivo del diálogo in media res abre el discurso de la teoría a esa potencia de lo imaginario. Quizás algunos de estos intercambios puedan resultar estrafalarios si se los considera aisladamente, pero en su conjunto, en su amplitud, arman efectivamente un marco conceptual bien definido al que el resto del libro (que está compuesto por ensayos más o menos breves) referirá directamente.
Quizás sea accesorio aclarar que esta forma poco ortodoxa de presentar, parodojicamente (justamente), una metodología no compromete para nada a la metodología misma. Cuando pedimos por un método y exposiciones claras, contrario a lo que muchos opinan, no nos referimos (no necesariamente) a la numeración de manual (1.1.1.2); sólo pedimos una teoría que pueda dar cuenta de sus propias formaciones conceptuales. El problema no es la expresión, sino los silencios, o peor, la deliberada verbosidad, allí donde querríamos escuchar a la teoría dar precisiones. En estas cartas, los problemas son atacados frontalmente y la estrategia, lejos de opacar el discurso, incluso es consistente con lo que se expone.
Experiencia y posautonomía
Bajo este enfoque, entonces, los ensayos de Fantasmas se ocuparán de una serie de fenómenos culturales variadísima. Desde obras literarias, exposiciones plásticas, performances teatrales y películas hasta revistas culturales, comics, acontecimientos políticos y vivencias cotidianas. Evidentemente, detenerme en cada uno de ellos, o incluso en uno solo de cada uno de ellos, me tomaría las páginas de un libro no menor al mismo Fantasmas (el cual, por cierto, supera holgadamente las 400). Para evitar tal desgraciado ejercicio borgeano, voy a atenerme a un problema que considero central, no sólo en la visión de Daniel Link para encarar el objeto de análisis, sino también en lo que refiere a la disciplina en este momento: el de la autonomía de la literatura.
Pero antes de entrar directamente en la discusión, deberíamos exponer brevemente algunos aspectos más particulares de esta teoría de la imaginación. En primer lugar, hay que mencionar que para Link la imaginación es tanto una categoría estética como ética. Es decir, los imaginarios también conducen nuestra forma de actuar. Se trata, entonces, de pensar en base a cuatro formas en que el siglo XX (al menos) ha imaginado. La imaginación humanista, cuya lógica es la de la continua acumulación de sentido, la imaginación de la catástrofe, que imagina la decadencia a las puertas de un final abrupto e inevitable, la imaginación dialéctica, que piensa al tiempo recortado por agudos procesos de recomienzo mediante la negación de lo pasado, y la imaginación pop, que suspende el tiempo y piensa más bien en una serie sincrónica de cuya deriva incesante se desprende el sentido [4]. Solo se puede entender estos imaginarios en su dimensión ética y estética si aceptamos con Link el supuesto de que la literatura es experiencia. Por lo tanto, hay una apertura a la serie biográfica, histórica, cultural, etc. que la alejan de concepciones autonomistas de la literatura.
El concepto de experiencia recorre más silenciosa o más estruendosamente, dependiendo del apartado, todo el libro, pero fundamentalmente se encuentra discutido en detalle en el ensayo “Testigo”. Las precisiones respecto del concepto de experiencia exceden los límites de esta apreciación. Baste con informar que Link habla en términos benjaminianos y discute las ideas de Giorgio Agamben (no tanto el de Infancia e historia como el de Lo que queda de Auschwitz).
La metodología analítica que se desprende de estos supuestos, podemos decir, es consistente (se reconoce en la variedad de fenómenos que Link analiza, como se mencionó más arriba). Sin embargo, este análisis, como cualquier análisis, necesita dar cuenta de su pertinencia, no importa tanto el código sobre el cual se apoye (psicoanálisis, esquizoanálisis, marxismo, tesis filosóficas, etc..) como la adecuación con que pueda explicar esa experiencia (de la cual la literatura es un momento de condensación, pero sólo un momento). De esto los ensayos que componen la segunda (“Figuras”) y la tercera parte (“Nuevo mundo”) del libro parecen probar diversa fortuna.
Un ejemplo satisfactorio es “Infancia”, texto en el que Link se detiene en un clásico, El principito, para desarmar un fenómeno de mercado, cultural, histórico y literario monstruoso. Es interesante ver cómo Link pareciera trabajar por estratos en este análisis. Por un lado, trabaja con cuadros greimasianos para dividir a los actantes del relato, quienes a su vez emparenta con personas reales de la biografía de Saint-Exupery y a través de esas claves conecta el imaginario del autor con el imaginario de los lectores y su relación con la industria cultural. Además de Greimas, recurre a estudios de psicología infantil (Shérer y Hocquenguem), a estudios cuantitativos del lenguaje en las obras literarias (Galembert), a la crítica cultural estructural más clásica (el Barthes de Mitologías), a la filosofía (Deleuze, Blanchot) y, por supuesto, a biografías (la de Consuelo de Saint-Exupery).
En el peor de los casos, en algunos ensayos, la impertinencia del uso de algunas fuentes disciplinares desembocan en la diletancia, o apenas mancha al análisis de salpicones hermenéuticos poco comprensibles. Un ejemplo es “Tecnofilia”, un ensayo muy prolijo sobre el viaje, la experiencia colonial y la imaginación que se centra en el cuento “El inevitable blanco” de Jack London, pero que, intempestivamente, recurre al argumento de la inferioridad genética del blanco respecto del negro, como motivación real para temerlo:
Desde 1915 sabemos algo sobre la lógica del fantasma, que se caracteriza por su ubicuidad y es irreductible al registro consciente o al inconsciente porque es precisamente el índice del pasaje de un registro al otro. Las figuras de una fantasmagoría, por eso mismo, tendrán al mismo tiempo la potencia de lo imaginario y la fuerza de lo real. No importa si es verdad o no que “el negro es caníbal” (enunciado fantasmático) sino que la figura revela el terror a ser devorado de quien sostiene el estereotipo (es decir: el terror, genéticamente bien fundado, del blanco ante su desaparición). (Link, 2009:272)
Si juzgamos este fragmento desde una perspectiva autonomista no podemos quedarnos con nada, pero si aceptamos los supuestos de la literatura como experiencia aún así podemos criticar el pasaje del código psicoanalítico a la evidencia genética. ¿Qué hace legítimo ese pasaje? ¿Cuál es la relación entre el terror a ser devorado del blanco y su inferioridad genética (genes recesivos)? No hay una justificación que enlace ese imaginario con ese supuesto real. En un análisis malicioso podemos encontrar algunos argumentos discutibles, como éste.
Más allá de pelos y huevos, el problema de la autonomía y la postautonomía (y la de sus ventajas analíticas y productivas) es abordado directamente en el ensayo “1519”. El mismo comienza con una anécdota [5] que convoca a otro profesor de nuestra casa de estudios, Martín Kohan, quien expuso en un congreso en el exterior un trabajo sobre la guerra en la literatura argentina. Link nos relata que, luego de escuchar la ponencia, le preguntó cómo ubicaría a El eternauta en ese esquema a lo que Kohan le contesta que sólo trabaja con literatura, y para empeorarla le agrega: “Para mí la autonomía literaria es la única garantía para poder proponer mundos alternativos”.
Link se queda pensando y escribe:
Entendí, en esa frase, que los abismos que separaban mi presentación y la suya no eran sino producto de un equívoco terminológico, porque para mí no es la autonomía literaria, y ni siquiera la literatura (es decir: el esteticismo), la garantía de la negación (no importa qué forma ésta adopte) sino el acto mismo de imaginar. (…) Porque es capaz de imaginar, la conciencia es capaz de negar el mundo y lo imaginario está siempre habitado por una nada: es la negación libre e indeterminada del mundo, de acuerdo con un punto de vista que implica un compromiso con lo existente. El arte no hace sino actualizar el acto imaginante (la experiencia), proponiéndose como un análogon material (no la representación) de ese acto o experiencia. (Link, 2009:347)
A partir de esta reflexión y sus corolarios, Link busca desbaratar una teoría del arte mimética (el arte es un análogon de la experiencia), iguala series culturales al mismo nivel, es decir, amplía el alcance de su teoría, y, finalmente, rechaza una relación de poder de la cual el autonomismo literario se investiría. Este último punto es el que nutre el argumento a favor de la postautonomía: la valoración de la literatura como un arte superior, más lúcido, lo condena al oscurantismo y la autocomplacencia, a los juegos de espejos, lo llena de rasgos aristócratas, deviene rápidamente en snobismo. El arte autónomo encierra el sentido en sí mismo y lo administra como un bien escaso, de privilegio, es el caso del circo Raus que Link describe con saña.
A los pocos días, otro evento es contrastado con la muestra de danza conceptual, se trata de un conjunto de estudiantes de la Escuela Nacional de Danzas Folklóricas de México. La muestra de danza azteca, según sus palabras, suspende el tiempo y lo transporta a una ensoñación, el sentirse como si estuviera en una Guerra florida. Es una oleada de arte postautónomo que no trata de agradar sino que intenta hacer participar de una experiencia, es decir, construir un imaginario; invita a habitar una fantasmagoría.
La discusión por la autonomía de la literatura no está saldada, los intercambios entre las series son evidentes y la diferencia entre lo que pueden proponer aquellas piezas que se hacen cargo de ese vínculo y las que no debería darnos una idea de la dirección que queremos la teoría de la literatura tome. Pero ahí no se acaban las decisiones ¿necesariamente debemos igualar literatura y experiencia? ¿Unir las esferas del arte pero manteniéndolas fuera de la experiencia comprende el mismo snobismo que el autonomismo literario? ¿Toda experiencia es idéntica y puede ser analizada con las mismas herramientas analíticas? ¿Toda experiencia es pasible de admitir cualquier código? ¿Hay interpretaciones legítimas e interpretaciones excesivas si abrimos esas series?
Bibliografía
Link, Daniel, 2009. Fantasmas: imaginación y sociedad. Buenos Aires, Eterna cadencia.
Link, Daniel, 2010. "Apostillas a ¿Qué es un autor?" en Michel Foucault, ¿Qué es un autor?. Buenos Aires, Cuenco de plata.
Notas
[1] Este protagonismo sólo quizás es levemente opacado por las recientes apariciones en 678 de nuestro director, Américo Cristófalo, en torno al debate sobre Vargas Llosa. Link, sin embargo, ha participado de éste y otros intensos debates culturales a través del suplemento Radar del diario Página/12 y de su blog http://www.linkillo.blogspot.com
[2] Este lazo es muy explícito en sus “Apostillas a ¿Qué http://www.blogger.com/img/blank.gifes un autor?” publicadas junto con una reedición de la conferencia foucaultiana por El cuenco de plata el año pasado. Vease Link, 2010:64-66.
[3] Todas escritas por él, excepto una correspondencia de Raúl Antelo.
[4] El ejemplo favorito de Link es de Foucault, cuando en su ensayo sobre Magritte señala: “Campbell, Campbell, Campbell” (Link, 2010:75).
[5] Una versión casi idéntica (reducida, aunque se completa en otras entradas), puede leerse en su blog: http://linkillo.blogspot.com/2008/0....
Tomado de http://www.revistaluthor.com.ar/spip.php?article19
por Ezequiel Vila
Aquí me río de las modas
Este artículo se presenta en un momento incómodo. Muy tardío para ser ese gesto pasional (laudatorio o lapidario) que es una reseña, muy temprano para convencer como lectura crítica, lejos, muy lejos del momento en que podría historizar. Pero de alguna forma son esos tres tiempos los que quiero convocar en esta lectura de Fantasmas: imaginación y sociedad (2009, Eterna Cadencia), último libro de Daniel Link, a la fecha.
La razón que encuentro para pensar este texto como reseña, como crítica y como historia es el lugar que Link ocupa en nuestra ciudadela intelectual. Puedo decir sin temor a equivocarme que Link es la figura de la carrera de Letras (UBA-FFYL) con más intervenciones mediáticas y mayor reconocimiento fuera de los ámbitos académicos en, por lo menos, los pasados cinco años. [1] Puedo atenerme a los dichos de otros y aceptar que es uno de los críticos más discutidos, no ya en nuestro país, si no también en todo Latinoamérica. De alguna forma, como sus contemporáneos, como sus colegas, como sus alumnos o ex alumnos, intuimos que Link ya es un referente (una vez más, para laudar o lapidar) de nuestra generación. Y que lo seguirá siendo.
Más allá del rechazo o la idolatría que pueda despertar Link en Puan, en Argentina o en el mundo, lo que me interesa es discutir sus ideas. Mucho más, me interesa leer en este libro ciertos posicionamientos teóricos para hipotetizar qué significan para nuestra historia y nuestro horizonte disciplinario. Qué lee Link, qué leemos en él, qué nos está dejando leer. Y sus respectivas contrapartes negativas.
Fantasmas es presentado por el propio Link como un libro de umbrales, porque el lugar de lo imaginario no encuentra un límite (en cuanto es lo indeterminado); para nosotros este sentido adquiere otra dimensión, será un umbral hacia el pensamiento de Link, sin intentar asirlo, “explicarlo” en un gesto ridículo, más bien midiendo su potencia, evaluando su apertura, explicarlo, sin comillas, como lo que puede ser para nosotros.
Quimeras
El libro tiene como vedette a la que Link considera una categoría estética maltratada durante el siglo XX: la imaginación. El fundamento sobre el cual desarrolla este concepto se encuentra en el Sartre de Lo imaginario, pero sus reflexiones no se quedan en el triple régimen de la consciencia (percepción, memoria, imaginación) ni se preocupan por los corolarios existencialistas que aquel comportó; las referencias a Lacan, Blanchot, Althusser, Foucault, Barthes y Adorno abundan en el capítulo que abre el volumen (y en todo Fantasmas). La estrategia teórica de Link es interesante, toma de Sartre el fundamento filosófico de una fenomenología tardía, pero no se mete con el humanismo sartreano. Silenciosamente rescata la idea de imaginación como negatividad pura (imaginar es dejar de percibir, por lo tanto el sujeto suspende lo real) y de allí salta los instersticios que él lee en otros teóricos del siglo XX que podemos reconocer como más contemporaneos que el filósofo autor de La náusea. A excepción de Lacan, y esto nos lo dice Link, ninguno de los pensadores con que dialoga aceptó a lo imaginario como parte de sus elucubraciones. La pasión por lo real, característica del siglo XX, habría obturado la posibilidad de pensar lo imaginario por considerarlo falaz, engañoso. Si Badiou dice que hubo una pasión por lo real, Link reflexiona que hubo en el siglo pasado una fobia por lo imaginario. Pero como todo fantasma, ese resto nos persigue.
La imagen que dirige este primer movimiento es la de las sirenas, a través del clásico Canto XII de la Odisea y de la pequeña prosa de Kafka “El silencio de las sirenas”, sobre la que desarrolla un análisis acerca de la fantasmagoría[2] apelando a las lecturas que otros han hecho de estos mismos fragmentos. Fundamentalmente, lo que convoca a las sirenas a prestarse como guía en la presentación de la fantasmagoría es su canto encantador. Es la seducción de lo indeterminado frente al dominio del logos de Odiseo, pero también la oposición entre el canto de las musas (un canto mimético) y la de estos monstruos emplumados (que no es representación, sino ensoñación, pura quimera).
Pero este análisis (presentado muy esquemáticamente) no surge de la nada, la inteligencia de Link consiste justamente en abrir su libro de ensayos buscando el discurso sobre esas fantasmagorías en las obras de sus referentes teóricos. Un caso paradigmático es el de Michel Foucault. Link, como lector del filósofo francés, ha dado muestras recientes de su comprensión del último Foucault como un estudioso de la voz [2]. El autor de Las palabras y las cosas desplazó el problema estructural de la lengua hacia los límites de la enunciabilidad, es decir, hacia la voz, y por ello, dirá Link, se ocupó de estos mismos fragmentos sirenaicos en El pensamiento del afuera. Ahora, Foucault jamás habla de lo imaginario ni de ninguna formación parecida, habla sí del canto y de la exterioridad del mismo.
El mecanismo que permite acercar esta preocupación por la voz al terreno (a la exterioridad) de lo imaginario es la informidad del canto como seducción frente a la lengua como dominio. La seducción como un más allá del pensamiento o como otra forma de pensamiento “se sale de los límites de la cultura (esos límites que, sabemos, son la locura y la ciencia), a los que toca por fuera (punto de juntura, etc.)” (Link, 2009: 31).
Algo parecido ocurre con la lectura anticipatoria de Adorno y Horkheimer sobre la dialéctica de la ilustración en el pasaje homérico. Link rescata de los críticos alemanes la separación entre el esteticismo burgués y la practicidad del trabajador, pero critica el énfasis de la Dialéctica en las vías de sustracción de la seducción respecto de la contemplación interesada del fantasma, es decir, en los pensadores de la escuela de Frankfurt hay un reconocimiento de la potencia de lo imaginario, pero ésta se encuentra huérfana de análisis. Con una sagacidad hermenéutica admirable, Link va recuperando esos roces teóricos con la imaginación (la apelación althusseriana, la mercancía como fantasmagoría, la figura del querer-asir barthesiana) y termina conformando un campo de lo imaginario más o menos intuible que se encargará de terminar de trazar en el siguiente apartado.
Las cartas del método
La estrategia para terminar de pulir su marco teórico es simpática y, sobre todo, muy didáctica. El apartado “Método”, que sigue a la exposición más teórica de la que se habló hasta recién, reproduce o simula (nunca sabremos en qué proporción) mails que Daniel Link [3] envía a sus colegas y alumnos debatiendo algunos puntos de su teoría o respondiendo algún interrogante desprendido de sus clases; es decir, sobre las mismas ideas que ha presentado en el inicio del libro.
Haciendo justicia al título del apartado, se ponen sobre la mesa muchas cuestiones metodológicas que ayudarán a entender argumentaciones posteriores. Si hay algo particular y seductor en la producción de Link, me atrevo a decir que no está en su manejo magistral de corrientes teóricas muy enraizadas en nuestro ecosistema académico (tanto el estructuralismo, como el postestructuralismo, sin olvidar el marxismo), ni en su predilección por objetos culturales novedosos, sino en su idea del método. “Umbral” es un capítulo muy foucaultiano, no tanto por su recuperación de las ideas de El pensamiento del afuera (son solo dos citas entre muchas otras) más que por su enfoque arqueológico. La resistencia a las clases y a los atributos (elección deudora de Clases. Literatura y disidencia, su libro anterior) lo lleva a formar, no una taxonomía, ni siquiera una genealogía de lo imaginario, sino una arqueología. En el caso de “Método”, esta pulcritud expositiva se disuelve, pero gracias al recurso epistolar produce lo que él mismo llama “un discurso de lo imaginario desde lo imaginario” (Link, 2009: 74). Los mails justamente se detienen sobre todos esos restos que la teoría presentada no puede dejar de tener. Los límites del capítulo anterior se expanden como una masa por esta correspondencia imaginaria (no solo el dudoso origen de la letra del que el autor nos advierte, sino porque solo contamos con una voz, la del profesor, que nos conmina a imaginar las acusaciones violentas, los reproches despechados y los lamentos alarmistas de alumnos y amigos). Así, lo imaginario efectivamente no es una máscara para Link, sino que forma parte de su propia performance como crítico.
Fuera del núcleo inicial, la teoría aparece en problemas que no sabemos de dónde vienen:
Lo que decía es que no hay poder en los fantasmas, son puras potencias. “¡El deseo!”, dirán algunos. “El amor…”, pensarán otros. Digamos que entre fantasmagoría (como potencia) y la cultura (como dispositivo) la relación es de abismo. La cultura se verifica históricamente, mientras la fantasmagoría prescinde de la verificación porque atraviesa estratos temporales según la lógica de los intempestivo y lo inactual. (Link, 2009:51)
Lo intempestivo del diálogo in media res abre el discurso de la teoría a esa potencia de lo imaginario. Quizás algunos de estos intercambios puedan resultar estrafalarios si se los considera aisladamente, pero en su conjunto, en su amplitud, arman efectivamente un marco conceptual bien definido al que el resto del libro (que está compuesto por ensayos más o menos breves) referirá directamente.
Quizás sea accesorio aclarar que esta forma poco ortodoxa de presentar, parodojicamente (justamente), una metodología no compromete para nada a la metodología misma. Cuando pedimos por un método y exposiciones claras, contrario a lo que muchos opinan, no nos referimos (no necesariamente) a la numeración de manual (1.1.1.2); sólo pedimos una teoría que pueda dar cuenta de sus propias formaciones conceptuales. El problema no es la expresión, sino los silencios, o peor, la deliberada verbosidad, allí donde querríamos escuchar a la teoría dar precisiones. En estas cartas, los problemas son atacados frontalmente y la estrategia, lejos de opacar el discurso, incluso es consistente con lo que se expone.
Experiencia y posautonomía
Bajo este enfoque, entonces, los ensayos de Fantasmas se ocuparán de una serie de fenómenos culturales variadísima. Desde obras literarias, exposiciones plásticas, performances teatrales y películas hasta revistas culturales, comics, acontecimientos políticos y vivencias cotidianas. Evidentemente, detenerme en cada uno de ellos, o incluso en uno solo de cada uno de ellos, me tomaría las páginas de un libro no menor al mismo Fantasmas (el cual, por cierto, supera holgadamente las 400). Para evitar tal desgraciado ejercicio borgeano, voy a atenerme a un problema que considero central, no sólo en la visión de Daniel Link para encarar el objeto de análisis, sino también en lo que refiere a la disciplina en este momento: el de la autonomía de la literatura.
Pero antes de entrar directamente en la discusión, deberíamos exponer brevemente algunos aspectos más particulares de esta teoría de la imaginación. En primer lugar, hay que mencionar que para Link la imaginación es tanto una categoría estética como ética. Es decir, los imaginarios también conducen nuestra forma de actuar. Se trata, entonces, de pensar en base a cuatro formas en que el siglo XX (al menos) ha imaginado. La imaginación humanista, cuya lógica es la de la continua acumulación de sentido, la imaginación de la catástrofe, que imagina la decadencia a las puertas de un final abrupto e inevitable, la imaginación dialéctica, que piensa al tiempo recortado por agudos procesos de recomienzo mediante la negación de lo pasado, y la imaginación pop, que suspende el tiempo y piensa más bien en una serie sincrónica de cuya deriva incesante se desprende el sentido [4]. Solo se puede entender estos imaginarios en su dimensión ética y estética si aceptamos con Link el supuesto de que la literatura es experiencia. Por lo tanto, hay una apertura a la serie biográfica, histórica, cultural, etc. que la alejan de concepciones autonomistas de la literatura.
El concepto de experiencia recorre más silenciosa o más estruendosamente, dependiendo del apartado, todo el libro, pero fundamentalmente se encuentra discutido en detalle en el ensayo “Testigo”. Las precisiones respecto del concepto de experiencia exceden los límites de esta apreciación. Baste con informar que Link habla en términos benjaminianos y discute las ideas de Giorgio Agamben (no tanto el de Infancia e historia como el de Lo que queda de Auschwitz).
La metodología analítica que se desprende de estos supuestos, podemos decir, es consistente (se reconoce en la variedad de fenómenos que Link analiza, como se mencionó más arriba). Sin embargo, este análisis, como cualquier análisis, necesita dar cuenta de su pertinencia, no importa tanto el código sobre el cual se apoye (psicoanálisis, esquizoanálisis, marxismo, tesis filosóficas, etc..) como la adecuación con que pueda explicar esa experiencia (de la cual la literatura es un momento de condensación, pero sólo un momento). De esto los ensayos que componen la segunda (“Figuras”) y la tercera parte (“Nuevo mundo”) del libro parecen probar diversa fortuna.
Un ejemplo satisfactorio es “Infancia”, texto en el que Link se detiene en un clásico, El principito, para desarmar un fenómeno de mercado, cultural, histórico y literario monstruoso. Es interesante ver cómo Link pareciera trabajar por estratos en este análisis. Por un lado, trabaja con cuadros greimasianos para dividir a los actantes del relato, quienes a su vez emparenta con personas reales de la biografía de Saint-Exupery y a través de esas claves conecta el imaginario del autor con el imaginario de los lectores y su relación con la industria cultural. Además de Greimas, recurre a estudios de psicología infantil (Shérer y Hocquenguem), a estudios cuantitativos del lenguaje en las obras literarias (Galembert), a la crítica cultural estructural más clásica (el Barthes de Mitologías), a la filosofía (Deleuze, Blanchot) y, por supuesto, a biografías (la de Consuelo de Saint-Exupery).
En el peor de los casos, en algunos ensayos, la impertinencia del uso de algunas fuentes disciplinares desembocan en la diletancia, o apenas mancha al análisis de salpicones hermenéuticos poco comprensibles. Un ejemplo es “Tecnofilia”, un ensayo muy prolijo sobre el viaje, la experiencia colonial y la imaginación que se centra en el cuento “El inevitable blanco” de Jack London, pero que, intempestivamente, recurre al argumento de la inferioridad genética del blanco respecto del negro, como motivación real para temerlo:
Desde 1915 sabemos algo sobre la lógica del fantasma, que se caracteriza por su ubicuidad y es irreductible al registro consciente o al inconsciente porque es precisamente el índice del pasaje de un registro al otro. Las figuras de una fantasmagoría, por eso mismo, tendrán al mismo tiempo la potencia de lo imaginario y la fuerza de lo real. No importa si es verdad o no que “el negro es caníbal” (enunciado fantasmático) sino que la figura revela el terror a ser devorado de quien sostiene el estereotipo (es decir: el terror, genéticamente bien fundado, del blanco ante su desaparición). (Link, 2009:272)
Si juzgamos este fragmento desde una perspectiva autonomista no podemos quedarnos con nada, pero si aceptamos los supuestos de la literatura como experiencia aún así podemos criticar el pasaje del código psicoanalítico a la evidencia genética. ¿Qué hace legítimo ese pasaje? ¿Cuál es la relación entre el terror a ser devorado del blanco y su inferioridad genética (genes recesivos)? No hay una justificación que enlace ese imaginario con ese supuesto real. En un análisis malicioso podemos encontrar algunos argumentos discutibles, como éste.
Más allá de pelos y huevos, el problema de la autonomía y la postautonomía (y la de sus ventajas analíticas y productivas) es abordado directamente en el ensayo “1519”. El mismo comienza con una anécdota [5] que convoca a otro profesor de nuestra casa de estudios, Martín Kohan, quien expuso en un congreso en el exterior un trabajo sobre la guerra en la literatura argentina. Link nos relata que, luego de escuchar la ponencia, le preguntó cómo ubicaría a El eternauta en ese esquema a lo que Kohan le contesta que sólo trabaja con literatura, y para empeorarla le agrega: “Para mí la autonomía literaria es la única garantía para poder proponer mundos alternativos”.
Link se queda pensando y escribe:
Entendí, en esa frase, que los abismos que separaban mi presentación y la suya no eran sino producto de un equívoco terminológico, porque para mí no es la autonomía literaria, y ni siquiera la literatura (es decir: el esteticismo), la garantía de la negación (no importa qué forma ésta adopte) sino el acto mismo de imaginar. (…) Porque es capaz de imaginar, la conciencia es capaz de negar el mundo y lo imaginario está siempre habitado por una nada: es la negación libre e indeterminada del mundo, de acuerdo con un punto de vista que implica un compromiso con lo existente. El arte no hace sino actualizar el acto imaginante (la experiencia), proponiéndose como un análogon material (no la representación) de ese acto o experiencia. (Link, 2009:347)
A partir de esta reflexión y sus corolarios, Link busca desbaratar una teoría del arte mimética (el arte es un análogon de la experiencia), iguala series culturales al mismo nivel, es decir, amplía el alcance de su teoría, y, finalmente, rechaza una relación de poder de la cual el autonomismo literario se investiría. Este último punto es el que nutre el argumento a favor de la postautonomía: la valoración de la literatura como un arte superior, más lúcido, lo condena al oscurantismo y la autocomplacencia, a los juegos de espejos, lo llena de rasgos aristócratas, deviene rápidamente en snobismo. El arte autónomo encierra el sentido en sí mismo y lo administra como un bien escaso, de privilegio, es el caso del circo Raus que Link describe con saña.
A los pocos días, otro evento es contrastado con la muestra de danza conceptual, se trata de un conjunto de estudiantes de la Escuela Nacional de Danzas Folklóricas de México. La muestra de danza azteca, según sus palabras, suspende el tiempo y lo transporta a una ensoñación, el sentirse como si estuviera en una Guerra florida. Es una oleada de arte postautónomo que no trata de agradar sino que intenta hacer participar de una experiencia, es decir, construir un imaginario; invita a habitar una fantasmagoría.
La discusión por la autonomía de la literatura no está saldada, los intercambios entre las series son evidentes y la diferencia entre lo que pueden proponer aquellas piezas que se hacen cargo de ese vínculo y las que no debería darnos una idea de la dirección que queremos la teoría de la literatura tome. Pero ahí no se acaban las decisiones ¿necesariamente debemos igualar literatura y experiencia? ¿Unir las esferas del arte pero manteniéndolas fuera de la experiencia comprende el mismo snobismo que el autonomismo literario? ¿Toda experiencia es idéntica y puede ser analizada con las mismas herramientas analíticas? ¿Toda experiencia es pasible de admitir cualquier código? ¿Hay interpretaciones legítimas e interpretaciones excesivas si abrimos esas series?
Bibliografía
Link, Daniel, 2009. Fantasmas: imaginación y sociedad. Buenos Aires, Eterna cadencia.
Link, Daniel, 2010. "Apostillas a ¿Qué es un autor?" en Michel Foucault, ¿Qué es un autor?. Buenos Aires, Cuenco de plata.
Notas
[1] Este protagonismo sólo quizás es levemente opacado por las recientes apariciones en 678 de nuestro director, Américo Cristófalo, en torno al debate sobre Vargas Llosa. Link, sin embargo, ha participado de éste y otros intensos debates culturales a través del suplemento Radar del diario Página/12 y de su blog http://www.linkillo.blogspot.com
[2] Este lazo es muy explícito en sus “Apostillas a ¿Qué http://www.blogger.com/img/blank.gifes un autor?” publicadas junto con una reedición de la conferencia foucaultiana por El cuenco de plata el año pasado. Vease Link, 2010:64-66.
[3] Todas escritas por él, excepto una correspondencia de Raúl Antelo.
[4] El ejemplo favorito de Link es de Foucault, cuando en su ensayo sobre Magritte señala: “Campbell, Campbell, Campbell” (Link, 2010:75).
[5] Una versión casi idéntica (reducida, aunque se completa en otras entradas), puede leerse en su blog: http://linkillo.blogspot.com/2008/0....
Tomado de http://www.revistaluthor.com.ar/spip.php?article19
lunes, 2 de mayo de 2011
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