jueves, 30 de septiembre de 2010
Lectura mundial de Don Quijote
Desde Singapur o Nairobi, Salamanca o Helsinki, Nueva York o Montevideo, más de 2.000 personas podrán leer o interpretar un fragmento de El Quijote y subirlo a YouTube, que albergará esta lectura universal del clásico de Miguel de Cervantes. Cómo participar
La idea, que ha sido presentada por el director de la Real Academia Española (RAE), Víctor García de la Concha, y por los responsables de YouTube en España, es sencilla: las correrías del ingenioso hidalgo se han dividido en 2.149 párrafos, que irán siendo asignados a quienes se sumen a esta iniciativa a través de internet.
Los internautas que deseen participar, y que deben ser mayores de 14 años, pueden acceder desde hoy a www.youtube.com/elquijote, donde tras registrarse les será adjudicado un fragmento de la obra, cuya lectura deberán grabar en video y subir a YouTube en un plazo de 6 horas (si no se cumple el plazo, el fragmento le será dado a otra persona).
La RAE ha acogido "con entusiasmo" este proyecto, que perpetúa la enorme difusión que tuvo el Quijote desde su publicación (1605), cuando las peripecias de Alonso Quijano llegaron incluso a oídos del emperador de China, quien ofreció empleo a Cervantes como maestro de español en tan lejanas latitudes, ha recordado De la Concha.
Además, la aportación de los internautas -siempre en español- no tiene por qué ser una lectura a la usanza. Cada cual puede interpretar el párrafo a su manera: cantarlo, declamarlo, dibujarlo, aunque en estos casos será imprescindible añadir subtítulos a la grabación.
Un equipo del Centro de Estudios Cervantinos supervisará que los videos recibidos se ajustan al texto de la obra. Para esta lectura se empleará la edición popular del Quijote editada en 2004 por la RAE, la Asociación de Academias de la Lengua Española y la editorial Alfaguara con motivo del cuarto centenario de su publicación.
"Cualquier forma de expresión que ilustre lo que Cervantes escribió será bien recibida", ha dicho el secretario de la RAE, Darío Villanueva.
Para Villanueva, el Quijote es el texto que mejor se adapta a esta idea: una obra risueña pero también trascendente, polifónica, que ha sido leída de forma distinta cada siglo y que está escrita "con y para los sentidos, sobre todo la vista y el oído".
No en vano, "dijo" y "respondió" son las palabras que más se repiten en un texto que, además, ha sido objeto de infinitas interpretaciones visuales en los últimos cuatro siglos: grabados, azulejos, pinturas, películas y hasta cómics.
El secretario de la RAE ve también esta iniciativa como una manera de potenciar la presencia del español en la red, donde este idioma de 450 millones de personas "aún no tiene el lugar que le correspondería".
El director general de Google en España, Javier Rodríguez Zapatero, ha destacado que esta es una "oportunidad fabulosa" para desarrollar el español en internet, donde la lengua de Cervantes ocupa el tercer lugar en representatividad, sólo superada por el inglés y el chino.
YouTube, propiedad de Google, con millones de usuarios en todo el mundo, va a promocionar de un modo especial esta "quijotesca y pionera" iniciativa en sus páginas de acceso de distintos países, por lo que Rodríguez Zapatero se mostró convencido de que "va a tener mucha repercusión".
Es imposible saber con certeza cuánto tiempo tardará esta lectura global del Quijote en estar íntegramente en YouTube, ya que dependerá de la velocidad a la que los internautas vayan subiendo sus videos al canal, que el director de la RAE ha inaugurado con la lectura del primer y más popular fragmento de la obra: "En un lugar de La Mancha..."
miércoles, 29 de septiembre de 2010
Beowulf
Me gustó. Las míticas, las èpicas tienen para mí un encanto mágico, un sabor a leyenda, a verdad, que me atrapa.
Ésta, al principio me jodió un poco con las imágenes de video juego pero se gana todos los aplausos en las secuencias del dragón.
Las personajas se muestran como maldiciones, demonios, reinas, amantes o prostitutas siempre en su lugar y son la fuerza de la decisión y la certeza mientras los personajes masculinos juegan a ser héroes llendo y viniendo, mostrando los músculos y el orgullo, perdidos entre la seducción del poder, la fama y las tetas.
Detalles: Se dice dos veces que el demomio no tiene pene (¿por eso no se sabe dónde matarlo?) y cuando Beowulf se desnuda y permanece en ese estado toda la batalla siempre hay alguna cortina, tabla o ¿jarrón? que se nos interpone entre su cosita y la vista.
Perturbador lo de matar a los hijos que son monstruos engendrados por el hèroe mismo. En la esceba contra el dragón se defiende a dos mujeres amadas, unidas ellas mismas a pesar de compartir hombre y se destruye al "engendro". (Mi cercanía con adolescentes me hace destacar este miedo, rivalidad, desconocimiento del padre acerca de aquello en lo que el hijo se ha transformado)
Ésta, al principio me jodió un poco con las imágenes de video juego pero se gana todos los aplausos en las secuencias del dragón.
Las personajas se muestran como maldiciones, demonios, reinas, amantes o prostitutas siempre en su lugar y son la fuerza de la decisión y la certeza mientras los personajes masculinos juegan a ser héroes llendo y viniendo, mostrando los músculos y el orgullo, perdidos entre la seducción del poder, la fama y las tetas.
Detalles: Se dice dos veces que el demomio no tiene pene (¿por eso no se sabe dónde matarlo?) y cuando Beowulf se desnuda y permanece en ese estado toda la batalla siempre hay alguna cortina, tabla o ¿jarrón? que se nos interpone entre su cosita y la vista.
Perturbador lo de matar a los hijos que son monstruos engendrados por el hèroe mismo. En la esceba contra el dragón se defiende a dos mujeres amadas, unidas ellas mismas a pesar de compartir hombre y se destruye al "engendro". (Mi cercanía con adolescentes me hace destacar este miedo, rivalidad, desconocimiento del padre acerca de aquello en lo que el hijo se ha transformado)
Yo vivo en la orilla de tu alma
Gravitación
Los abismos atraen. Yo vivo en la orilla de tu alma. Inclinado hacia ti, sondeo tus pensamientos, indago el germen de tus actos. Vagos deseos se remueven en el fondo, confusos y ondulantes en su lecho de reptiles.
¿De qué se nutre mi contemplación voraz? Veo el abismo y tú yaces en lo profundo de ti misma. Ninguna revelación. Nada que se parezca al brusco despertar de la conciencia. Nada sino el ojo que me devuelve implacable mi descubierta mirada.
Narciso repulsivo, me contemplo el alma en el fondo de un pozo. A veces el vértigo desvía los ojos de ti. Pero siempre vuelvo a escrutar en la sima. Otros, felices, miran un momento tu alma y se van.
Yo sigo a la orilla, ensimismado. Muchos seres se despeñan a lo lejos. Sus restos yacen borrosos, disueltos en la satisfacción. Atraído por el abismo, vivo la melancólica certeza de que no voy a caer nunca.
Uno de los tres grandes escritores jaliscienses es sin duda Don Juan José Arreola, llamado támbien “El último juglar”
Los abismos atraen. Yo vivo en la orilla de tu alma. Inclinado hacia ti, sondeo tus pensamientos, indago el germen de tus actos. Vagos deseos se remueven en el fondo, confusos y ondulantes en su lecho de reptiles.
¿De qué se nutre mi contemplación voraz? Veo el abismo y tú yaces en lo profundo de ti misma. Ninguna revelación. Nada que se parezca al brusco despertar de la conciencia. Nada sino el ojo que me devuelve implacable mi descubierta mirada.
Narciso repulsivo, me contemplo el alma en el fondo de un pozo. A veces el vértigo desvía los ojos de ti. Pero siempre vuelvo a escrutar en la sima. Otros, felices, miran un momento tu alma y se van.
Yo sigo a la orilla, ensimismado. Muchos seres se despeñan a lo lejos. Sus restos yacen borrosos, disueltos en la satisfacción. Atraído por el abismo, vivo la melancólica certeza de que no voy a caer nunca.
Uno de los tres grandes escritores jaliscienses es sin duda Don Juan José Arreola, llamado támbien “El último juglar”
Fui concebido en un coito de verbos
EL ÚLTIMO JUGLAR
“Hay hombres que escriben poemas,
les nombran poetas;
...hay sacrilegios que engendran milagros,
les llaman palabras.”
Pido perdón porque fui concebido en un coito de verbos.
Qué libros fueron mis padres, no lo sé,
pero puedo jurar que al pasar de las hojas reescribo aquel
llanto de infantas vocales.
Dicho de lírica forma soy hijo de un yo impronunciable,
porque yo iré a nacer de los versos que en mí se pronuncien,
y digo perfume, ilusión, flor de diana esperando escucharme.
No puedo ser lo que no sean palabras.
Pido perdón al amor, al afán de mujer que pondrá en mi mirada
sus óbolos vientres.
Debido a mi edad tengo todos los siglos que suman la vida en
un solo silencio.
Nada puede existir donde no haya una flor coronando un recuerdo.
Primero la muerte y su noche estrellada,
después el volver a morir dando a luz la palabra.
Y en esa analgésica pausa,
donde el soñar lleva al verbo y venir carga en hombros la angustia,
dejarnos otear tan siquiera un poquito al juglar
de las páginas vivas.
© Fausto Vonbonek
“Hay hombres que escriben poemas,
les nombran poetas;
...hay sacrilegios que engendran milagros,
les llaman palabras.”
Pido perdón porque fui concebido en un coito de verbos.
Qué libros fueron mis padres, no lo sé,
pero puedo jurar que al pasar de las hojas reescribo aquel
llanto de infantas vocales.
Dicho de lírica forma soy hijo de un yo impronunciable,
porque yo iré a nacer de los versos que en mí se pronuncien,
y digo perfume, ilusión, flor de diana esperando escucharme.
No puedo ser lo que no sean palabras.
Pido perdón al amor, al afán de mujer que pondrá en mi mirada
sus óbolos vientres.
Debido a mi edad tengo todos los siglos que suman la vida en
un solo silencio.
Nada puede existir donde no haya una flor coronando un recuerdo.
Primero la muerte y su noche estrellada,
después el volver a morir dando a luz la palabra.
Y en esa analgésica pausa,
donde el soñar lleva al verbo y venir carga en hombros la angustia,
dejarnos otear tan siquiera un poquito al juglar
de las páginas vivas.
© Fausto Vonbonek
martes, 28 de septiembre de 2010
lunes, 27 de septiembre de 2010
"Tatuaste a la muerte un lunar con tu nombre"
Exequias para una hechicera
Fausto Vonbonek
Ay, Alejandra, es muy probable que duermas,
que tu mirada contemple por fin la amorosa cascada.
Tú más que nadie mereces el sueño,
de ti son las rusias detrás de las lunas.
Nada le debes al ángel que cela tus ojos,
antes de ti las palabras dolían,
luego tú fuiste el alivio, la novia, el espanto,
la calavera del frío,
la piel del horror hilvanada a la noche.
No abandonaste a su suerte los pájaros muertos,
entre sus plumas vertiste una fuente y un par de destinos.
Tú la hechicera, la maga, la orfebre del miedo;
entro flotando a tu sueño en la persa pasión de estas
últimas sombras,
debo ofrendarle a la niebla mis ojos y entrar invisible al jardín
donde duermen tus manos,
cuántos pájaros trinan la ausencia que observas,
tus ojos que tanto dijeron en pocas, tan pocas auroras.
Me acerco a tu niña rodeada de monstruos,
pero no tienes miedo, no más, no tú, corazón,
ilegítima vena de azahares castizos,
no tú que desposas las tumbas,
no tú que estremeces la paz de las horas ruidosas,
no tú que has escrito a la muerte su propio epitafio.
Ay, Alejandra, nunca tus ojos dijeron sollozos,
nunca tus labios miraron los besos,
Oh, abandonada, has logrado vencer la invencible penumbra.
¿Cuántas palabras lloraron por ti lo que en ti fue la lluvia y en ellas
tu sangre?
Vaso de amor o de luz eclipsada,
copo de nieve o nevada memoria,
la poesía te devela mas no te descifra.
De tus dibujos nacieron las alas que hoy surcan suspiros,
siguen doliendo las horas oscuras.
Tú no escapaste,
únicamente tatuaste a la muerte un lunar con tu nombre.
Ya no eres más la extranjera, eres la niña que pinta en tus labios
los besos que el mundo te arroja.
Publicado por Fausto Vonbonek en 15:12
Fausto Vonbonek
Ay, Alejandra, es muy probable que duermas,
que tu mirada contemple por fin la amorosa cascada.
Tú más que nadie mereces el sueño,
de ti son las rusias detrás de las lunas.
Nada le debes al ángel que cela tus ojos,
antes de ti las palabras dolían,
luego tú fuiste el alivio, la novia, el espanto,
la calavera del frío,
la piel del horror hilvanada a la noche.
No abandonaste a su suerte los pájaros muertos,
entre sus plumas vertiste una fuente y un par de destinos.
Tú la hechicera, la maga, la orfebre del miedo;
entro flotando a tu sueño en la persa pasión de estas
últimas sombras,
debo ofrendarle a la niebla mis ojos y entrar invisible al jardín
donde duermen tus manos,
cuántos pájaros trinan la ausencia que observas,
tus ojos que tanto dijeron en pocas, tan pocas auroras.
Me acerco a tu niña rodeada de monstruos,
pero no tienes miedo, no más, no tú, corazón,
ilegítima vena de azahares castizos,
no tú que desposas las tumbas,
no tú que estremeces la paz de las horas ruidosas,
no tú que has escrito a la muerte su propio epitafio.
Ay, Alejandra, nunca tus ojos dijeron sollozos,
nunca tus labios miraron los besos,
Oh, abandonada, has logrado vencer la invencible penumbra.
¿Cuántas palabras lloraron por ti lo que en ti fue la lluvia y en ellas
tu sangre?
Vaso de amor o de luz eclipsada,
copo de nieve o nevada memoria,
la poesía te devela mas no te descifra.
De tus dibujos nacieron las alas que hoy surcan suspiros,
siguen doliendo las horas oscuras.
Tú no escapaste,
únicamente tatuaste a la muerte un lunar con tu nombre.
Ya no eres más la extranjera, eres la niña que pinta en tus labios
los besos que el mundo te arroja.
Publicado por Fausto Vonbonek en 15:12
domingo, 26 de septiembre de 2010
viernes, 24 de septiembre de 2010
jueves, 23 de septiembre de 2010
martes, 21 de septiembre de 2010
Y barren el azul con sopladoras
Y barren el azul con sopladoras
dos tipos con turbinas a la espalda
van soplando el azul como una falda
volátil en el viento y en dos horas
van rodeando la plaza y acorralan
el cielo que se había derramado
por todas las veredas entregado
al peso de la tierra y lo señalan
lo expulsan en tormenta borrascosa
de lilas y el deber municipal
se cumple con rigor impersonal
y embolsan a noviembre y a otra cosa
qué celeste la lástima que da
que lo borren así al jacarandá
Pedro Mairal
dos tipos con turbinas a la espalda
van soplando el azul como una falda
volátil en el viento y en dos horas
van rodeando la plaza y acorralan
el cielo que se había derramado
por todas las veredas entregado
al peso de la tierra y lo señalan
lo expulsan en tormenta borrascosa
de lilas y el deber municipal
se cumple con rigor impersonal
y embolsan a noviembre y a otra cosa
qué celeste la lástima que da
que lo borren así al jacarandá
Pedro Mairal
Es inútil que nos aislemos como un anacoreta o como un piano
Las mujeres vampiro son menos peligrosas que las mujeres con un sexo prehensil. Desde hace siglos, se conocen diversos medios para protegernos contra las primeras.
Se sabe, por ejemplo, que una fricción de trementina después del baño, logra en la mayoría de los casos, inmunizarnos; pues lo único que les gusta a las muje ...res vampiro es el sabor marítimo de nuestra sangre, esa reminiscencia que perdura en nosotros, de la época en que fuimos tiburón o cangrejo.
La imposibilidad en que se encuentran de hundirnos su lanceta en silencio, disminuye, por otra parte, los riesgos de un ataque imprevisto. Basta con que al oírlas nos hagamos los muertos para que después de olfatearnos y comprobar nuestra inmovilidad, revoloteen un instante y nos dejen tranquilos.
Contra las mujeres de sexo prehensil, en cambio, casi todas las formas defensivas resultan ineficaces. Sin duda, los calzoncillos erizables y algunos otros preventivos, pueden ofrecer sus ventajas; pero la violencia de honda con que nos arrojan su sexo, rara vez nos da tiempo de utilizarlos, ya que antes de advertir su presencia, nos desbarrancan en una montaña rusa de espasmos interminables, y no tenemos más remedio que resignarnos a una inmovilidad de meses, si pretendemos recuperar los kilos que hemos perdido en un instante.
Entre las creaciones que inventa el sexualismo, las mencionadas, sin embargo, son las menos temibles. Mucho más peligrosas, sin discusión alguna, resultan las mujeres eléctricas, y esto, por un simple motivo: las mujeres eléctricas operan a distancia.
Insensiblemente, a través del tiempo y del espacio, nos van cargando como un acumulador, hasta que de pronto entramos en un contacto tan íntimo con ellas, que nos hospedan sus mismas ondulaciones y sus mismos parásitos.
Es inútil que nos aislemos como un anacoreta o como un piano. Los pantalones de amianto y los pararrayos testiculares son iguales a cero. Nuestra carne adquiere, poco a poco, propiedades de imán. Las tachuelas, los alfileres, los culos de botella que perforan nuestra epidermis, nos emparentan con esos fetiches africanos acribillados de hierros enmohecidos. Progresivamente, las descargas que ponen a prueba nuestros nervios de alta tensión, nos galvanizan desde el occipucio hasta las uñas de los pies. En todo instante se nos escapan de los poros centenares de chispas que nos obligan a vivir en pelotas. Hasta que el día menos pensado, la mujer que nos electriza intensifica tanto sus descargas sexuales, que termina por electrocutarnos en un espasmo, lleno de interrupciones y de cortocircuitos.
Oliverio Girondo
Se sabe, por ejemplo, que una fricción de trementina después del baño, logra en la mayoría de los casos, inmunizarnos; pues lo único que les gusta a las muje ...res vampiro es el sabor marítimo de nuestra sangre, esa reminiscencia que perdura en nosotros, de la época en que fuimos tiburón o cangrejo.
La imposibilidad en que se encuentran de hundirnos su lanceta en silencio, disminuye, por otra parte, los riesgos de un ataque imprevisto. Basta con que al oírlas nos hagamos los muertos para que después de olfatearnos y comprobar nuestra inmovilidad, revoloteen un instante y nos dejen tranquilos.
Contra las mujeres de sexo prehensil, en cambio, casi todas las formas defensivas resultan ineficaces. Sin duda, los calzoncillos erizables y algunos otros preventivos, pueden ofrecer sus ventajas; pero la violencia de honda con que nos arrojan su sexo, rara vez nos da tiempo de utilizarlos, ya que antes de advertir su presencia, nos desbarrancan en una montaña rusa de espasmos interminables, y no tenemos más remedio que resignarnos a una inmovilidad de meses, si pretendemos recuperar los kilos que hemos perdido en un instante.
Entre las creaciones que inventa el sexualismo, las mencionadas, sin embargo, son las menos temibles. Mucho más peligrosas, sin discusión alguna, resultan las mujeres eléctricas, y esto, por un simple motivo: las mujeres eléctricas operan a distancia.
Insensiblemente, a través del tiempo y del espacio, nos van cargando como un acumulador, hasta que de pronto entramos en un contacto tan íntimo con ellas, que nos hospedan sus mismas ondulaciones y sus mismos parásitos.
Es inútil que nos aislemos como un anacoreta o como un piano. Los pantalones de amianto y los pararrayos testiculares son iguales a cero. Nuestra carne adquiere, poco a poco, propiedades de imán. Las tachuelas, los alfileres, los culos de botella que perforan nuestra epidermis, nos emparentan con esos fetiches africanos acribillados de hierros enmohecidos. Progresivamente, las descargas que ponen a prueba nuestros nervios de alta tensión, nos galvanizan desde el occipucio hasta las uñas de los pies. En todo instante se nos escapan de los poros centenares de chispas que nos obligan a vivir en pelotas. Hasta que el día menos pensado, la mujer que nos electriza intensifica tanto sus descargas sexuales, que termina por electrocutarnos en un espasmo, lleno de interrupciones y de cortocircuitos.
Oliverio Girondo
Frente al mundo o a sus ojos
Qué espero de este amor
Rodeado de margaritas y
Mariposas
Un amor real
Que se levanta de la cama
A traerme
Pan y café.
Estoy desnuda
Frente al mundo
O a sus ojos.
Las alas abiertas
Las manos llenas de milagros
Y poesía.
Espero un par de minutos
Antes de entregarme
A sus brazos
A la lengua que ingresa por mis piernas
Fuerte, precisa
Equilibrada
Si vale el término.
Mi hombre es impredecible
Pero cabe en la palma de mi mano
La cierro suavemente
Y no se da cuenta
No es consciente
El pájaro a punto de volar
Con sus alas cortadas.
Qué haré con este amor
Que atraviesa media ciudad
Para buscarme.
Y me trae de regreso
Tres, cuatro días después
Despistada. Con el cabello suelto
Y el útero
Ebrio de esperma.
Qué haré con este amor
Que aun no dice mentiras
O las dice en otra lengua
Que nunca comprendo.
Qué haré con este amor
Que trae un repertorio
De canciones, expreso
En mi piel o mi cintura.
Qué haré con este amor
Que no tiene que irse
A la mañana siguiente
Soy yo quien arrastro mi mochila
Una y otra vez
Hasta su casa
Mi cepillo de dientes
Fue la primera bandera
En su territorio azul.
Una flor abierta y rosada
La muestra de mi entrega
Y mi pérdida.
Voy a sus labios una vez más
Porque no tengo más remedio
O delirio.
No hay otra fuerza que me arrastre
Que su boca.
Con olor a nacimiento
A río
A montaña.
A todo lo que soy
Lo que he sido.
Hasta hoy
Desde hoy.
Sin cuenta regresiva
Ni minutos contados
Y gastados.
Su libertad consiste
En controlar mis movimientos
Con su mirada.
Circulo a su alrededor
Sonriendo, volando.
Karim Quiroga
Derechos Reservados © Moneda de Oro Ediciones
Tomado de http://monedadeoroediciones.blogspot.com/2009/12/la-consagracion-de-la-primavera.html
Rodeado de margaritas y
Mariposas
Un amor real
Que se levanta de la cama
A traerme
Pan y café.
Estoy desnuda
Frente al mundo
O a sus ojos.
Las alas abiertas
Las manos llenas de milagros
Y poesía.
Espero un par de minutos
Antes de entregarme
A sus brazos
A la lengua que ingresa por mis piernas
Fuerte, precisa
Equilibrada
Si vale el término.
Mi hombre es impredecible
Pero cabe en la palma de mi mano
La cierro suavemente
Y no se da cuenta
No es consciente
El pájaro a punto de volar
Con sus alas cortadas.
Qué haré con este amor
Que atraviesa media ciudad
Para buscarme.
Y me trae de regreso
Tres, cuatro días después
Despistada. Con el cabello suelto
Y el útero
Ebrio de esperma.
Qué haré con este amor
Que aun no dice mentiras
O las dice en otra lengua
Que nunca comprendo.
Qué haré con este amor
Que trae un repertorio
De canciones, expreso
En mi piel o mi cintura.
Qué haré con este amor
Que no tiene que irse
A la mañana siguiente
Soy yo quien arrastro mi mochila
Una y otra vez
Hasta su casa
Mi cepillo de dientes
Fue la primera bandera
En su territorio azul.
Una flor abierta y rosada
La muestra de mi entrega
Y mi pérdida.
Voy a sus labios una vez más
Porque no tengo más remedio
O delirio.
No hay otra fuerza que me arrastre
Que su boca.
Con olor a nacimiento
A río
A montaña.
A todo lo que soy
Lo que he sido.
Hasta hoy
Desde hoy.
Sin cuenta regresiva
Ni minutos contados
Y gastados.
Su libertad consiste
En controlar mis movimientos
Con su mirada.
Circulo a su alrededor
Sonriendo, volando.
Karim Quiroga
Derechos Reservados © Moneda de Oro Ediciones
Tomado de http://monedadeoroediciones.blogspot.com/2009/12/la-consagracion-de-la-primavera.html
Y que crezcan
Podad mi cuerpo
cada primavera,
y que crezcan
con fuerzas renovadas,
en su tumba,
mis esquejes.
Alejandra Pizarnik
cada primavera,
y que crezcan
con fuerzas renovadas,
en su tumba,
mis esquejes.
Alejandra Pizarnik
Apresúrate, amado mío
CANTAR DE LOS CANTARES
DE SALOMÓN
Capítulo 1
La esposa y las hijas de Jerusalén
1:1 Cantar de los cantares, el cual es de Salomón.
1:2 ¡Oh, si él me besara con besos de su boca!
Porque mejores son tus amores que el vino.
1:3 A más del olor de tus suaves ungüentos,
Tu nombre es como ungüento derramado;
Por eso las doncellas te aman.
1:4 Atráeme; en pos de ti correremos.
El rey me ha metido en sus cámaras;
Nos gozaremos y alegraremos en ti;
Nos acordaremos de tus amores más que del vino;
Con razón te aman.
1:5 Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable
Como las tiendas de Cedar,
Como las cortinas de Salomón.
1:6 No reparéis en que soy morena,
Porque el sol me miró.
Los hijos de mi madre se airaron contra mí;
Me pusieron a guardar las viñas;
Y mi viña, que era mía, no guardé.
1:7 Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma,
Dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía;
Pues ¿por qué había de estar yo como errante
Junto a los rebaños de tus compañeros?
1:8 Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres,
Ve, sigue las huellas del rebaño,
Y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores.
La esposa y el esposo
1:9 A yegua de los carros de Faraón
Te he comparado, amiga mía.
1:10 Hermosas son tus mejillas entre los pendientes,
Tu cuello entre los collares.
1:11 Zarcillos de oro te haremos,
Tachonados de plata.
1:12 Mientras el rey estaba en su reclinatorio,
Mi nardo dio su olor.
1:13 Mi amado es para mí un manojito de mirra,
Que reposa entre mis pechos.
1:14 Racimo de flores de alheña en las viñas de En-gadi
Es para mí mi amado.
1:15 He aquí que tú eres hermosa, amiga mía;
He aquí eres bella; tus ojos son como palomas.
1:16 He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce;
Nuestro lecho es de flores.
1:17 Las vigas de nuestra casa son de cedro,
Y de ciprés los artesonados.
Capítulo 2
2:1 Yo soy la rosa de Sarón,
Y el lirio de los valles.
2:2 Como el lirio entre los espinos,
Así es mi amiga entre las doncellas.
2:3 Como el manzano entre los árboles silvestres,
Así es mi amado entre los jóvenes;
Bajo la sombra del deseado me senté,
Y su fruto fue dulce a mi paladar.
2:4 Me llevó a la casa del banquete,
Y su bandera sobre mí fue amor.
2:5 Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas;
Porque estoy enferma de amor.
2:6 Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
Y su derecha me abrace.
2:7 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
2:8 ¡La voz de mi amado! He aquí él viene
Saltando sobre los montes,
Brincando sobre los collados.
2:9 Mi amado es semejante al corzo,
O al cervatillo.
Helo aquí, está tras nuestra pared,
Mirando por las ventanas,
Atisbando por las celosías.
2:10 Mi amado habló, y me dijo:
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
2:11 Porque he aquí ha pasado el invierno,
Se ha mudado, la lluvia se fue;
2:12 Se han mostrado las flores en la tierra,
El tiempo de la canción ha venido,
Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
2:13 La higuera ha echado sus higos,
Y las vides en cierne dieron olor;
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
2:14 Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes,
Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz;
Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.
2:15 Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas;
Porque nuestras viñas están en cierne.
2:16 Mi amado es mío, y yo suya;
El apacienta entre lirios.
2:17 Hasta que apunte el día, y huyan las sombras,
Vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo
Sobre los montes de Beter.
Capítulo 3
El ensueño de la esposa
3:1 Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma;
Lo busqué, y no lo hallé.
3:2 Y dije: Me levantaré ahora, y rodearé por la ciudad;
Por las calles y por las plazas
Buscaré al que ama mi alma;
Lo busqué, y no lo hallé.
3:3 Me hallaron los guardas que rondan la ciudad,
Y les dije: ¿Habéis visto al que ama mi alma?
3:4 Apenas hube pasado de ellos un poco,
Hallé luego al que ama mi alma;
Lo así, y no lo dejé,
Hasta que lo metí en casa de mi madre,
Y en la cámara de la que me dio a luz.
3:5 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
El cortejo de bodas
3:6 ¿Quién es ésta que sube del desierto como columna de humo,
Sahumada de mirra y de incienso
Y de todo polvo aromático?
3:7 He aquí es la litera de Salomón;
Sesenta valientes la rodean,
De los fuertes de Israel.
3:8 Todos ellos tienen espadas, diestros en la guerra;
Cada uno su espada sobre su muslo,
Por los temores de la noche.
3:9 El rey Salomón se hizo una carroza
De madera del Líbano.
3:10 Hizo sus columnas de plata,
Su respaldo de oro,
Su asiento de grana,
Su interior recamado de amor
Por las doncellas de Jerusalén.
3:11 Salid, oh doncellas de Sion, y ved al rey Salomón
Con la corona con que le coronó su madre en el día de su desposorio,
Y el día del gozo de su corazón.
Capítulo 4
El esposo alaba a la esposa
4:1 He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí que tú eres hermosa;
Tus ojos entre tus guedejas como de paloma;
Tus cabellos como manada de cabras
Que se recuestan en las laderas de Galaad.
4:2 Tus dientes como manadas de ovejas trasquiladas,
Que suben del lavadero,
Todas con crías gemelas,
Y ninguna entre ellas estéril.
4:3 Tus labios como hilo de grana,
Y tu habla hermosa;
Tus mejillas, como cachos de granada detrás de tu velo.
4:4 Tu cuello, como la torre de David, edificada para armería;
Mil escudos están colgados en ella,
Todos escudos de valientes.
4:5 Tus dos pechos, como gemelos de gacela,
Que se apacientan entre lirios.
4:6 Hasta que apunte el día y huyan las sombras,
Me iré al monte de la mirra,
Y al collado del incienso.
4:7 Toda tú eres hermosa, amiga mía,
Y en ti no hay mancha.
4:8 Ven conmigo desde el Líbano, oh esposa mía;
Ven conmigo desde el Líbano.
Mira desde la cumbre de Amana,
Desde la cumbre de Senir y de Hermón,
Desde las guaridas de los leones,
Desde los montes de los leopardos.
4:9 Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía;
Has apresado mi corazón con uno de tus ojos,
Con una gargantilla de tu cuello.
4:10 ¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía!
¡Cuánto mejores que el vino tus amores,
Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!
4:11 Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa;
Miel y leche hay debajo de tu lengua;
Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano.
4:12 Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía;
Fuente cerrada, fuente sellada.
4:13 Tus renuevos son paraíso de granados, con frutos suaves,
De flores de alheña y nardos;
4:14 Nardo y azafrán, caña aromática y canela,
Con todos los árboles de incienso;
Mirra y áloes, con todas las principales especias aromáticas.
4:15 Fuente de huertos,
Pozo de aguas vivas,
Que corren del Líbano.
4:16 Levántate, Aquilón, y ven, Austro;
Soplad en mi huerto, despréndanse sus aromas.
Venga mi amado a su huerto,
Y coma de su dulce fruta.
Capítulo 5
5:1 Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía;
He recogido mi mirra y mis aromas;
He comido mi panal y mi miel,
Mi vino y mi leche he bebido.
Comed, amigos; bebed en abundancia, oh amados.
El tormento de la separación
5:2 Yo dormía, pero mi corazón velaba.
Es la voz de mi amado que llama:
Abreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía,
Porque mi cabeza está llena de rocío,
Mis cabellos de las gotas de la noche.
5:3 Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo me he de vestir?
He lavado mis pies; ¿cómo los he de ensuciar?
5:4 Mi amado metió su mano por la ventanilla,
Y mi corazón se conmovió dentro de mí.
5:5 Yo me levanté para abrir a mi amado,
Y mis manos gotearon mirra,
Y mis dedos mirra, que corría
Sobre la manecilla del cerrojo.
5:6 Abrí yo a mi amado;
Pero mi amado se había ido, había ya pasado;
Y tras su hablar salió mi alma.
Lo busqué, y no lo hallé;
Lo llamé, y no me respondió.
5:7 Me hallaron los guardas que rondan la ciudad;
Me golpearon, me hirieron;
Me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros.
5:8 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado,
Que le hagáis saber que estoy enferma de amor.
La esposa alaba al esposo
5:9 ¿Qué es tu amado más que otro amado,
Oh la más hermosa de todas las mujeres?
¿Qué es tu amado más que otro amado,
Que así nos conjuras?
5:10 Mi amado es blanco y rubio,
Señalado entre diez mil.
5:11 Su cabeza como oro finísimo;
Sus cabellos crespos, negros como el cuervo.
5:12 Sus ojos, como palomas junto a los arroyos de las aguas,
Que se lavan con leche, y a la perfección colocados.
5:13 Sus mejillas, como una era de especias aromáticas, como fragantes flores;
Sus labios, como lirios que destilan mirra fragante.
5:14 Sus manos, como anillos de oro engastados de jacintos;
Su cuerpo, como claro marfil cubierto de zafiros.
5:15 Sus piernas, como columnas de mármol fundadas sobre basas de oro fino;
Su aspecto como el Líbano, escogido como los cedros.
5:16 Su paladar, dulcísimo, y todo él codiciable.
Tal es mi amado, tal es mi amigo,
Oh doncellas de Jerusalén.
Capítulo 6
Mutuo encanto del esposo y de la esposa
6:1 ¿A dónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de todas las mujeres?
¿A dónde se apartó tu amado,
Y lo buscaremos contigo?
6:2 Mi amado descendió a su huerto, a las eras de las especias,
Para apacentar en los huertos, y para recoger los lirios.
6:3 Yo soy de mi amado, y mi amado es mío;
El apacienta entre los lirios.
6:4 Hermosa eres tú, oh amiga mía, como Tirsa;
De desear, como Jerusalén;
Imponente como ejércitos en orden.
6:5 Aparta tus ojos de delante de mí,
Porque ellos me vencieron.
Tu cabello es como manada de cabras
Que se recuestan en las laderas de Galaad.
6:6 Tus dientes, como manadas de ovejas que suben del lavadero,
Todas con crías gemelas,
Y estéril no hay entre ellas.
6:7 Como cachos de granada son tus mejillas
Detrás de tu velo.
6:8 Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas,
Y las doncellas sin número;
6:9 Mas una es la paloma mía, la perfecta mía;
Es la única de su madre,
La escogida de la que la dio a luz.
La vieron las doncellas, y la llamaron bienaventurada;
Las reinas y las concubinas, y la alabaron.
6:10 ¿Quién es ésta que se muestra como el alba,
Hermosa como la luna,
Esclarecida como el sol,
Imponente como ejércitos en orden?
6:11 Al huerto de los nogales descendí
A ver los frutos del valle,
Y para ver si brotaban las vides,
Si florecían los granados.
6:12 Antes que lo supiera, mi alma me puso
Entre los carros de Aminadab.
6:13 Vuélvete, vuélvete, oh sulamita;
Vuélvete, vuélvete, y te miraremos.
¿Qué veréis en la sulamita?
Algo como la reunión de dos campamentos.
Capítulo 7
7:1 ¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias,
Oh hija de príncipe!
Los contornos de tus muslos son como joyas,
Obra de mano de excelente maestro.
7:2 Tu ombligo como una taza redonda
Que no le falta bebida.
Tu vientre como montón de trigo
Cercado de lirios.
7:3 Tus dos pechos, como gemelos de gacela.
7:4 Tu cuello, como torre de marfil;
Tus ojos, como los estanques de Hesbón junto a la puerta de Bat-rabim;
Tu nariz, como la torre del Líbano,
Que mira hacia Damasco.
7:5 Tu cabeza encima de ti, como el Carmelo;
Y el cabello de tu cabeza, como la púrpura del rey
Suspendida en los corredores.
7:6 ¡Qué hermosa eres, y cuán suave,
Oh amor deleitoso!
7:7 Tu estatura es semejante a la palmera,
Y tus pechos a los racimos.
7:8 Yo dije: Subiré a la palmera,
Asiré sus ramas.
Deja que tus pechos sean como racimos de vid,
Y el olor de tu boca como de manzanas,
7:9 Y tu paladar como el buen vino,
Que se entra a mi amado suavemente,
Y hace hablar los labios de los viejos.
7:10 Yo soy de mi amado,
Y conmigo tiene su contentamiento.
7:11 Ven, oh amado mío, salgamos al campo,
Moremos en las aldeas.
7:12 Levantémonos de mañana a las viñas;
Veamos si brotan las vides, si están en cierne,
Si han florecido los granados;
Allí te daré mis amores.
7:13 Las mandrágoras han dado olor,
Y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas,
Nuevas y añejas, que para ti, oh amado mío, he guardado.
Capítulo 8
8:1 ¡Oh, si tú fueras como un hermano mío
Que mamó los pechos de mi madre!
Entonces, hallándote fuera, te besaría,
Y no me menospreciarían.
8:2 Yo te llevaría, te metería en casa de mi madre;
Tú me enseñarías,
Y yo te haría beber vino
Adobado del mosto de mis granadas.
8:3 Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
Y su derecha me abrace.
8:4 Os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
El poder del amor
8:5 ¿Quién es ésta que sube del desierto,
Recostada sobre su amado?
Debajo de un manzano te desperté;
Allí tuvo tu madre dolores,
Allí tuvo dolores la que te dio a luz.
8:6 Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo;
Porque fuerte es como la muerte el amor;
Duros como el Seol los celos;
Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama.
8:7 Las muchas aguas no podrán apagar el amor,
Ni lo ahogarán los ríos.
Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor,
De cierto lo menospreciarían.
8:8 Tenemos una pequeña hermana,
Que no tiene pechos;
¿Qué haremos a nuestra hermana
Cuando de ella se hablare?
8:9 Si ella es muro,
Edificaremos sobre él un palacio de plata;
Si fuere puerta,
La guarneceremos con tablas de cedro.
8:10 Yo soy muro, y mis pechos como torres,
Desde que fui en sus ojos como la que halla paz.
8:11 Salomón tuvo una viña en Baal-hamón,
La cual entregó a guardas,
Cada uno de los cuales debía traer mil monedas de plata por su fruto.
8:12 Mi viña, que es mía, está delante de mí;
Las mil serán tuyas, oh Salomón,
Y doscientas para los que guardan su fruto.
8:13 Oh, tú que habitas en los huertos,
Los compañeros escuchan tu voz;
Házmela oír.
8:14 Apresúrate, amado mío,
Y sé semejante al corzo, o al cervatillo,
Sobre las montañas de los aromas.
DE SALOMÓN
Capítulo 1
La esposa y las hijas de Jerusalén
1:1 Cantar de los cantares, el cual es de Salomón.
1:2 ¡Oh, si él me besara con besos de su boca!
Porque mejores son tus amores que el vino.
1:3 A más del olor de tus suaves ungüentos,
Tu nombre es como ungüento derramado;
Por eso las doncellas te aman.
1:4 Atráeme; en pos de ti correremos.
El rey me ha metido en sus cámaras;
Nos gozaremos y alegraremos en ti;
Nos acordaremos de tus amores más que del vino;
Con razón te aman.
1:5 Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable
Como las tiendas de Cedar,
Como las cortinas de Salomón.
1:6 No reparéis en que soy morena,
Porque el sol me miró.
Los hijos de mi madre se airaron contra mí;
Me pusieron a guardar las viñas;
Y mi viña, que era mía, no guardé.
1:7 Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma,
Dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía;
Pues ¿por qué había de estar yo como errante
Junto a los rebaños de tus compañeros?
1:8 Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres,
Ve, sigue las huellas del rebaño,
Y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores.
La esposa y el esposo
1:9 A yegua de los carros de Faraón
Te he comparado, amiga mía.
1:10 Hermosas son tus mejillas entre los pendientes,
Tu cuello entre los collares.
1:11 Zarcillos de oro te haremos,
Tachonados de plata.
1:12 Mientras el rey estaba en su reclinatorio,
Mi nardo dio su olor.
1:13 Mi amado es para mí un manojito de mirra,
Que reposa entre mis pechos.
1:14 Racimo de flores de alheña en las viñas de En-gadi
Es para mí mi amado.
1:15 He aquí que tú eres hermosa, amiga mía;
He aquí eres bella; tus ojos son como palomas.
1:16 He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce;
Nuestro lecho es de flores.
1:17 Las vigas de nuestra casa son de cedro,
Y de ciprés los artesonados.
Capítulo 2
2:1 Yo soy la rosa de Sarón,
Y el lirio de los valles.
2:2 Como el lirio entre los espinos,
Así es mi amiga entre las doncellas.
2:3 Como el manzano entre los árboles silvestres,
Así es mi amado entre los jóvenes;
Bajo la sombra del deseado me senté,
Y su fruto fue dulce a mi paladar.
2:4 Me llevó a la casa del banquete,
Y su bandera sobre mí fue amor.
2:5 Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas;
Porque estoy enferma de amor.
2:6 Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
Y su derecha me abrace.
2:7 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
2:8 ¡La voz de mi amado! He aquí él viene
Saltando sobre los montes,
Brincando sobre los collados.
2:9 Mi amado es semejante al corzo,
O al cervatillo.
Helo aquí, está tras nuestra pared,
Mirando por las ventanas,
Atisbando por las celosías.
2:10 Mi amado habló, y me dijo:
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
2:11 Porque he aquí ha pasado el invierno,
Se ha mudado, la lluvia se fue;
2:12 Se han mostrado las flores en la tierra,
El tiempo de la canción ha venido,
Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
2:13 La higuera ha echado sus higos,
Y las vides en cierne dieron olor;
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
2:14 Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes,
Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz;
Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.
2:15 Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas;
Porque nuestras viñas están en cierne.
2:16 Mi amado es mío, y yo suya;
El apacienta entre lirios.
2:17 Hasta que apunte el día, y huyan las sombras,
Vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo
Sobre los montes de Beter.
Capítulo 3
El ensueño de la esposa
3:1 Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma;
Lo busqué, y no lo hallé.
3:2 Y dije: Me levantaré ahora, y rodearé por la ciudad;
Por las calles y por las plazas
Buscaré al que ama mi alma;
Lo busqué, y no lo hallé.
3:3 Me hallaron los guardas que rondan la ciudad,
Y les dije: ¿Habéis visto al que ama mi alma?
3:4 Apenas hube pasado de ellos un poco,
Hallé luego al que ama mi alma;
Lo así, y no lo dejé,
Hasta que lo metí en casa de mi madre,
Y en la cámara de la que me dio a luz.
3:5 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
El cortejo de bodas
3:6 ¿Quién es ésta que sube del desierto como columna de humo,
Sahumada de mirra y de incienso
Y de todo polvo aromático?
3:7 He aquí es la litera de Salomón;
Sesenta valientes la rodean,
De los fuertes de Israel.
3:8 Todos ellos tienen espadas, diestros en la guerra;
Cada uno su espada sobre su muslo,
Por los temores de la noche.
3:9 El rey Salomón se hizo una carroza
De madera del Líbano.
3:10 Hizo sus columnas de plata,
Su respaldo de oro,
Su asiento de grana,
Su interior recamado de amor
Por las doncellas de Jerusalén.
3:11 Salid, oh doncellas de Sion, y ved al rey Salomón
Con la corona con que le coronó su madre en el día de su desposorio,
Y el día del gozo de su corazón.
Capítulo 4
El esposo alaba a la esposa
4:1 He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí que tú eres hermosa;
Tus ojos entre tus guedejas como de paloma;
Tus cabellos como manada de cabras
Que se recuestan en las laderas de Galaad.
4:2 Tus dientes como manadas de ovejas trasquiladas,
Que suben del lavadero,
Todas con crías gemelas,
Y ninguna entre ellas estéril.
4:3 Tus labios como hilo de grana,
Y tu habla hermosa;
Tus mejillas, como cachos de granada detrás de tu velo.
4:4 Tu cuello, como la torre de David, edificada para armería;
Mil escudos están colgados en ella,
Todos escudos de valientes.
4:5 Tus dos pechos, como gemelos de gacela,
Que se apacientan entre lirios.
4:6 Hasta que apunte el día y huyan las sombras,
Me iré al monte de la mirra,
Y al collado del incienso.
4:7 Toda tú eres hermosa, amiga mía,
Y en ti no hay mancha.
4:8 Ven conmigo desde el Líbano, oh esposa mía;
Ven conmigo desde el Líbano.
Mira desde la cumbre de Amana,
Desde la cumbre de Senir y de Hermón,
Desde las guaridas de los leones,
Desde los montes de los leopardos.
4:9 Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía;
Has apresado mi corazón con uno de tus ojos,
Con una gargantilla de tu cuello.
4:10 ¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía!
¡Cuánto mejores que el vino tus amores,
Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!
4:11 Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa;
Miel y leche hay debajo de tu lengua;
Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano.
4:12 Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía;
Fuente cerrada, fuente sellada.
4:13 Tus renuevos son paraíso de granados, con frutos suaves,
De flores de alheña y nardos;
4:14 Nardo y azafrán, caña aromática y canela,
Con todos los árboles de incienso;
Mirra y áloes, con todas las principales especias aromáticas.
4:15 Fuente de huertos,
Pozo de aguas vivas,
Que corren del Líbano.
4:16 Levántate, Aquilón, y ven, Austro;
Soplad en mi huerto, despréndanse sus aromas.
Venga mi amado a su huerto,
Y coma de su dulce fruta.
Capítulo 5
5:1 Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía;
He recogido mi mirra y mis aromas;
He comido mi panal y mi miel,
Mi vino y mi leche he bebido.
Comed, amigos; bebed en abundancia, oh amados.
El tormento de la separación
5:2 Yo dormía, pero mi corazón velaba.
Es la voz de mi amado que llama:
Abreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía,
Porque mi cabeza está llena de rocío,
Mis cabellos de las gotas de la noche.
5:3 Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo me he de vestir?
He lavado mis pies; ¿cómo los he de ensuciar?
5:4 Mi amado metió su mano por la ventanilla,
Y mi corazón se conmovió dentro de mí.
5:5 Yo me levanté para abrir a mi amado,
Y mis manos gotearon mirra,
Y mis dedos mirra, que corría
Sobre la manecilla del cerrojo.
5:6 Abrí yo a mi amado;
Pero mi amado se había ido, había ya pasado;
Y tras su hablar salió mi alma.
Lo busqué, y no lo hallé;
Lo llamé, y no me respondió.
5:7 Me hallaron los guardas que rondan la ciudad;
Me golpearon, me hirieron;
Me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros.
5:8 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado,
Que le hagáis saber que estoy enferma de amor.
La esposa alaba al esposo
5:9 ¿Qué es tu amado más que otro amado,
Oh la más hermosa de todas las mujeres?
¿Qué es tu amado más que otro amado,
Que así nos conjuras?
5:10 Mi amado es blanco y rubio,
Señalado entre diez mil.
5:11 Su cabeza como oro finísimo;
Sus cabellos crespos, negros como el cuervo.
5:12 Sus ojos, como palomas junto a los arroyos de las aguas,
Que se lavan con leche, y a la perfección colocados.
5:13 Sus mejillas, como una era de especias aromáticas, como fragantes flores;
Sus labios, como lirios que destilan mirra fragante.
5:14 Sus manos, como anillos de oro engastados de jacintos;
Su cuerpo, como claro marfil cubierto de zafiros.
5:15 Sus piernas, como columnas de mármol fundadas sobre basas de oro fino;
Su aspecto como el Líbano, escogido como los cedros.
5:16 Su paladar, dulcísimo, y todo él codiciable.
Tal es mi amado, tal es mi amigo,
Oh doncellas de Jerusalén.
Capítulo 6
Mutuo encanto del esposo y de la esposa
6:1 ¿A dónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de todas las mujeres?
¿A dónde se apartó tu amado,
Y lo buscaremos contigo?
6:2 Mi amado descendió a su huerto, a las eras de las especias,
Para apacentar en los huertos, y para recoger los lirios.
6:3 Yo soy de mi amado, y mi amado es mío;
El apacienta entre los lirios.
6:4 Hermosa eres tú, oh amiga mía, como Tirsa;
De desear, como Jerusalén;
Imponente como ejércitos en orden.
6:5 Aparta tus ojos de delante de mí,
Porque ellos me vencieron.
Tu cabello es como manada de cabras
Que se recuestan en las laderas de Galaad.
6:6 Tus dientes, como manadas de ovejas que suben del lavadero,
Todas con crías gemelas,
Y estéril no hay entre ellas.
6:7 Como cachos de granada son tus mejillas
Detrás de tu velo.
6:8 Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas,
Y las doncellas sin número;
6:9 Mas una es la paloma mía, la perfecta mía;
Es la única de su madre,
La escogida de la que la dio a luz.
La vieron las doncellas, y la llamaron bienaventurada;
Las reinas y las concubinas, y la alabaron.
6:10 ¿Quién es ésta que se muestra como el alba,
Hermosa como la luna,
Esclarecida como el sol,
Imponente como ejércitos en orden?
6:11 Al huerto de los nogales descendí
A ver los frutos del valle,
Y para ver si brotaban las vides,
Si florecían los granados.
6:12 Antes que lo supiera, mi alma me puso
Entre los carros de Aminadab.
6:13 Vuélvete, vuélvete, oh sulamita;
Vuélvete, vuélvete, y te miraremos.
¿Qué veréis en la sulamita?
Algo como la reunión de dos campamentos.
Capítulo 7
7:1 ¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias,
Oh hija de príncipe!
Los contornos de tus muslos son como joyas,
Obra de mano de excelente maestro.
7:2 Tu ombligo como una taza redonda
Que no le falta bebida.
Tu vientre como montón de trigo
Cercado de lirios.
7:3 Tus dos pechos, como gemelos de gacela.
7:4 Tu cuello, como torre de marfil;
Tus ojos, como los estanques de Hesbón junto a la puerta de Bat-rabim;
Tu nariz, como la torre del Líbano,
Que mira hacia Damasco.
7:5 Tu cabeza encima de ti, como el Carmelo;
Y el cabello de tu cabeza, como la púrpura del rey
Suspendida en los corredores.
7:6 ¡Qué hermosa eres, y cuán suave,
Oh amor deleitoso!
7:7 Tu estatura es semejante a la palmera,
Y tus pechos a los racimos.
7:8 Yo dije: Subiré a la palmera,
Asiré sus ramas.
Deja que tus pechos sean como racimos de vid,
Y el olor de tu boca como de manzanas,
7:9 Y tu paladar como el buen vino,
Que se entra a mi amado suavemente,
Y hace hablar los labios de los viejos.
7:10 Yo soy de mi amado,
Y conmigo tiene su contentamiento.
7:11 Ven, oh amado mío, salgamos al campo,
Moremos en las aldeas.
7:12 Levantémonos de mañana a las viñas;
Veamos si brotan las vides, si están en cierne,
Si han florecido los granados;
Allí te daré mis amores.
7:13 Las mandrágoras han dado olor,
Y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas,
Nuevas y añejas, que para ti, oh amado mío, he guardado.
Capítulo 8
8:1 ¡Oh, si tú fueras como un hermano mío
Que mamó los pechos de mi madre!
Entonces, hallándote fuera, te besaría,
Y no me menospreciarían.
8:2 Yo te llevaría, te metería en casa de mi madre;
Tú me enseñarías,
Y yo te haría beber vino
Adobado del mosto de mis granadas.
8:3 Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
Y su derecha me abrace.
8:4 Os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
El poder del amor
8:5 ¿Quién es ésta que sube del desierto,
Recostada sobre su amado?
Debajo de un manzano te desperté;
Allí tuvo tu madre dolores,
Allí tuvo dolores la que te dio a luz.
8:6 Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo;
Porque fuerte es como la muerte el amor;
Duros como el Seol los celos;
Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama.
8:7 Las muchas aguas no podrán apagar el amor,
Ni lo ahogarán los ríos.
Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor,
De cierto lo menospreciarían.
8:8 Tenemos una pequeña hermana,
Que no tiene pechos;
¿Qué haremos a nuestra hermana
Cuando de ella se hablare?
8:9 Si ella es muro,
Edificaremos sobre él un palacio de plata;
Si fuere puerta,
La guarneceremos con tablas de cedro.
8:10 Yo soy muro, y mis pechos como torres,
Desde que fui en sus ojos como la que halla paz.
8:11 Salomón tuvo una viña en Baal-hamón,
La cual entregó a guardas,
Cada uno de los cuales debía traer mil monedas de plata por su fruto.
8:12 Mi viña, que es mía, está delante de mí;
Las mil serán tuyas, oh Salomón,
Y doscientas para los que guardan su fruto.
8:13 Oh, tú que habitas en los huertos,
Los compañeros escuchan tu voz;
Házmela oír.
8:14 Apresúrate, amado mío,
Y sé semejante al corzo, o al cervatillo,
Sobre las montañas de los aromas.
Tú eres el cantor
Canto De Primavera de Netzahualcóyotl
En la casa de las pinturas
...comienza a cantar,
ensaya el canto,
derrama flores,
alegra el canto.
Resuena el canto,
los cascabeles se hacen oír,
a ellos responden
nuestras sonajas floridas.
Derrama flores,
alegra el canto.
Sobre las flores canta
el hermoso faisán,
su canto despliega
en el interior de las aguas.
A él responden
variados pájaros rojos.
El hermoso pájaro rojo
bellamente canta.
Libro de pinturas es tu corazón
has venido a cantar,
haces resonar tus tambores,
tú eres el cantor.
En el interior de la casa de la primavera
alegras a las gentes.
Tú sólo repartes
flores que embriagan
flores preciosas.
Tú eres el cantor.
En el interior de la casa de la primavera,
alegras a las gentes.
En la casa de las pinturas
...comienza a cantar,
ensaya el canto,
derrama flores,
alegra el canto.
Resuena el canto,
los cascabeles se hacen oír,
a ellos responden
nuestras sonajas floridas.
Derrama flores,
alegra el canto.
Sobre las flores canta
el hermoso faisán,
su canto despliega
en el interior de las aguas.
A él responden
variados pájaros rojos.
El hermoso pájaro rojo
bellamente canta.
Libro de pinturas es tu corazón
has venido a cantar,
haces resonar tus tambores,
tú eres el cantor.
En el interior de la casa de la primavera
alegras a las gentes.
Tú sólo repartes
flores que embriagan
flores preciosas.
Tú eres el cantor.
En el interior de la casa de la primavera,
alegras a las gentes.
lunes, 20 de septiembre de 2010
¡Evohé! ¡Evohé!
Rayuela - Capítulo 68
[Capítulo de novela. Texto completo]
Julio Cortázar
Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpaso en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
[Capítulo de novela. Texto completo]
Julio Cortázar
Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpaso en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
La literatura como un hermano
PERFIL.COM Google
DOM 19 de septiembre de 2010
Por Pedro Mairal | 18.09.2010 | 05:37
Siempre me llamó la atención eso que suele definirse como aire de familia. En el colegio había un compañero de clase que se llamaba Ramiro. Sus hermanos iban al colegio también y los veíamos en el patio, en los pasillos. El aire de familia era tan fuerte que todos nos parecían versiones de Ramiro: la hermana era Ramiro travesti, el hermano menor era Ramiro niño, y el padre, al que veíamos a veces en el campo de deportes, era Ramiro viejo. Todos eran Ramiro. Y no era sólo la nariz fuerte lo que los igualaba, era otra cosa, una forma displicente y lenta de andar por la vida, una manera acuática de mover esa estructura ósea que todas las versiones de nuestro compañero compartían. Hay familias así, con una misma impronta, como si conformaran una etnia en sí mismas.
Yo no tengo hermano varón y no se me ocurre cómo podría ser tener un hermano varón. Físicamente me parece imposible de imaginar. Soy, en versión masculina, la exacta mezcla de mi padre y de mi madre, no se me ocurre otra posibilidad combinatoria, y sin embargo mis dos hermanas son muy distintas entre sí. Quiere decir que yo podría haber tenido un hermano muy diferente a mí. O muy parecido, por qué no. Sin embargo nunca pensé en mi falta de hermano varón como una falta. Es quizá la primera vez que me pongo a pensar cómo podrían haber sido las cosas de haber tenido un hermano en mi vida, alguien que me devolviera la pelota. Hace un tiempo escribí un haiku que decía: “Canchas vacías./ La pelota, sin hermano,/ para muy lejos”. La imagen viene de los domingos en que mi padre nos llevaba al club muy temprano, porque tenía salida de golf. Mis hermanas se desparramaban en unos sillones del salón de lectura de ese club inglés. Yo iba con mi pelota y caminaba la mañana entera metido dentro de ese haiku. A veces miraba para atrás y veía mis huellas, todo mi recorrido, marcado en el rocío. Eran unas canchas impecables de arcos olímpicos, que me parecían enormes, y campos verdes perfectos, de criquet. Ese espacio abstracto, ese plano de césped británico, es mi falta de hermano. Después del mediodía, cuando empezaban a llegar otros chicos, nos volvíamos porque mi padre quería dormir la siesta en casa.
Me pregunto si tener un hermano me habría curado de mi vocación melancólica. Patear la pelota en la cancha y que nadie me la devolviera, ¿definió mi personalidad? Esa patada tenía que ser juego y en cambio se volvía pregunta metafísica, metáfora de soledad. “La pelota que arrojé una mañana en el parque/ todavía no ha tocado el suelo”, dice Dylan Thomas. La vida entera está con uno, el niño que fuimos nos llega a la cintura, nos acompaña, somos él, mínimos, parados junto al adulto extraño que terminamos siendo. La pelota sigue en el aire.
Mi falta de hermano no me llevó a crearme un amigo imaginario. Pero, ahora que lo pienso, quizá la literatura es una manera de jugar (muy seriamente) con otros. Una manera de que nos devuelvan la pelota para generar un movimiento de ida y vuelta. Lo que se llama forma en literatura, es una suerte de frontón donde hacer rebotar la palabra. Si uno escribe un soneto, por ejemplo, primero uno tiene una idea y de alguna manera quiere decirla, hay un deseo, una intención verbal, y ahí es donde la forma parece responder: podés decir eso pero de esta manera, rimando con esto otro, dentro de esta métrica. Uno propone y la forma responde, pone reglas, hace ecos con todo lo leído (las influencias), espera la próxima idea para un verso, juega. Y además están los lectores, que echan a andar ese juego que uno apenas sugirió. La literatura tiene que ver con la soledad (se crea en soledad, se lee en soledad) pero es una apuesta, una apertura a los demás. Un juego en diferido. Quizá en mi infancia, la falta de mi hermano hizo vacío y mi vida se llenó de palabras, poemas, cuentos, novelas. El gran juego de la literatura vino a rescatarme como un vendaval, rodeando a ese chico en la cancha de fútbol que corría sobre el rocío y pateaba lejos la pelota.
No estoy seguro de que sea cierta esta teoría. ¿La literatura como un hermano? Las explicaciones de por qué alguien escribe pueden ser infinitas y todas igualmente ciertas o erradas. Además, a partir de mi imagen de niño triste parado en el escenario vacío del césped inglés puedo construir casi cualquier cosa. Lo que es cierto es que, al final de mi adolescencia, cuando empecé a leer libros y a escribir cuentos, nunca más me sentí solo, nunca más me aburrí. Y la literatura me fue trayendo amigos, me fue reuniendo con otros que andaban jugando solos por ahí.
DOM 19 de septiembre de 2010
Por Pedro Mairal | 18.09.2010 | 05:37
Siempre me llamó la atención eso que suele definirse como aire de familia. En el colegio había un compañero de clase que se llamaba Ramiro. Sus hermanos iban al colegio también y los veíamos en el patio, en los pasillos. El aire de familia era tan fuerte que todos nos parecían versiones de Ramiro: la hermana era Ramiro travesti, el hermano menor era Ramiro niño, y el padre, al que veíamos a veces en el campo de deportes, era Ramiro viejo. Todos eran Ramiro. Y no era sólo la nariz fuerte lo que los igualaba, era otra cosa, una forma displicente y lenta de andar por la vida, una manera acuática de mover esa estructura ósea que todas las versiones de nuestro compañero compartían. Hay familias así, con una misma impronta, como si conformaran una etnia en sí mismas.
Yo no tengo hermano varón y no se me ocurre cómo podría ser tener un hermano varón. Físicamente me parece imposible de imaginar. Soy, en versión masculina, la exacta mezcla de mi padre y de mi madre, no se me ocurre otra posibilidad combinatoria, y sin embargo mis dos hermanas son muy distintas entre sí. Quiere decir que yo podría haber tenido un hermano muy diferente a mí. O muy parecido, por qué no. Sin embargo nunca pensé en mi falta de hermano varón como una falta. Es quizá la primera vez que me pongo a pensar cómo podrían haber sido las cosas de haber tenido un hermano en mi vida, alguien que me devolviera la pelota. Hace un tiempo escribí un haiku que decía: “Canchas vacías./ La pelota, sin hermano,/ para muy lejos”. La imagen viene de los domingos en que mi padre nos llevaba al club muy temprano, porque tenía salida de golf. Mis hermanas se desparramaban en unos sillones del salón de lectura de ese club inglés. Yo iba con mi pelota y caminaba la mañana entera metido dentro de ese haiku. A veces miraba para atrás y veía mis huellas, todo mi recorrido, marcado en el rocío. Eran unas canchas impecables de arcos olímpicos, que me parecían enormes, y campos verdes perfectos, de criquet. Ese espacio abstracto, ese plano de césped británico, es mi falta de hermano. Después del mediodía, cuando empezaban a llegar otros chicos, nos volvíamos porque mi padre quería dormir la siesta en casa.
Me pregunto si tener un hermano me habría curado de mi vocación melancólica. Patear la pelota en la cancha y que nadie me la devolviera, ¿definió mi personalidad? Esa patada tenía que ser juego y en cambio se volvía pregunta metafísica, metáfora de soledad. “La pelota que arrojé una mañana en el parque/ todavía no ha tocado el suelo”, dice Dylan Thomas. La vida entera está con uno, el niño que fuimos nos llega a la cintura, nos acompaña, somos él, mínimos, parados junto al adulto extraño que terminamos siendo. La pelota sigue en el aire.
Mi falta de hermano no me llevó a crearme un amigo imaginario. Pero, ahora que lo pienso, quizá la literatura es una manera de jugar (muy seriamente) con otros. Una manera de que nos devuelvan la pelota para generar un movimiento de ida y vuelta. Lo que se llama forma en literatura, es una suerte de frontón donde hacer rebotar la palabra. Si uno escribe un soneto, por ejemplo, primero uno tiene una idea y de alguna manera quiere decirla, hay un deseo, una intención verbal, y ahí es donde la forma parece responder: podés decir eso pero de esta manera, rimando con esto otro, dentro de esta métrica. Uno propone y la forma responde, pone reglas, hace ecos con todo lo leído (las influencias), espera la próxima idea para un verso, juega. Y además están los lectores, que echan a andar ese juego que uno apenas sugirió. La literatura tiene que ver con la soledad (se crea en soledad, se lee en soledad) pero es una apuesta, una apertura a los demás. Un juego en diferido. Quizá en mi infancia, la falta de mi hermano hizo vacío y mi vida se llenó de palabras, poemas, cuentos, novelas. El gran juego de la literatura vino a rescatarme como un vendaval, rodeando a ese chico en la cancha de fútbol que corría sobre el rocío y pateaba lejos la pelota.
No estoy seguro de que sea cierta esta teoría. ¿La literatura como un hermano? Las explicaciones de por qué alguien escribe pueden ser infinitas y todas igualmente ciertas o erradas. Además, a partir de mi imagen de niño triste parado en el escenario vacío del césped inglés puedo construir casi cualquier cosa. Lo que es cierto es que, al final de mi adolescencia, cuando empecé a leer libros y a escribir cuentos, nunca más me sentí solo, nunca más me aburrí. Y la literatura me fue trayendo amigos, me fue reuniendo con otros que andaban jugando solos por ahí.
domingo, 19 de septiembre de 2010
De Santis y demonios: Los Anticuarios
De Santis y demonios: Los Anticuarios
13 Sep 2010
by SILVANA in Vampiros
En Los anticuarios, su nueva novela, Pablo De Santis aborda el mundo de los vampiros en un ambiente donde la sangre y la sexualidad han quedado bajo una inestable forma de control. Pero, ante un incidente, la oscuridad y el peligro regresan. En esta entrevista, De Santis habla de su novela, de la tradición épica de los vampiros y recrea su paso por tantos oficios ligados a la escritura como el periodismo, la historieta y, finalmente, el de escritor, que hoy ocupa casi todo su tiempo.
“Si no hubiese sido escritor, ¿qué otra cosa le habría gustado ser?” Según explica Pablo De Santis, los escritores suelen escuchar a menudo semejante inquietud. “Quienes hacen esa pregunta, suponen que la verdadera identidad no está en la elección definitiva sino en la segunda, en la que quedó en el cuarto de los trastos inútiles, en la oportunidad perdida”, escribe al comienzo del prólogo de El hipnotizador, el flamante volumen que recopila las historietas del personaje, con dibujos de Juan Sáenz Valiente. Y a continuación confiesa: “A mí me hubiera gustado saber dibujar. Durante el colegio secundario llenaba el margen del cuaderno de cocodrilos, pulpos, edificios, dragones y letras adornadas de púas u hojas de árbol. El trazo era infantil: todo lo que fuera sombra, volumen o perspectiva me resultaba un lenguaje incomprensible. Los dibujos eran planos, como si fueran jeroglíficos”.
En el living de su espaciosa pero al mismo tiempo abigarrada casa familiar del barrio porteño de Caballito se puede ver uno de esos jeroglíficos, esperando ser colgado de una pared recién arreglada, flanqueado por una enorme reproducción de Oski y un pequeño dibujo de Max Cachimba. Y no desentona, realmente. De Santis sonríe, orgulloso e incrédulo, casi avergonzado, cuando se le va preguntando la autoría de los diversos cuadros, y se ve obligado a confesar que ése es suyo. “No sé cuándo lo dibujé, fue hace mucho”, apenas si alcanza a murmurar este hombre que confiesa haber querido dibujar además de escribir, pero cuya vocación oculta –esa oportunidad olvidada entre los trastos inútiles– cualquier interlocutor ocasional podría suponer que bien podría ser la medicina, ya que tanto su padre como su madre desarrollaron toda su vida esa profesión y es fácil imaginarlos tratando de arrastrar a su vástago hacia el mismo destino.
“Nunca se les hubiese ocurrido”, aclara. “Además, siempre me impresionó la sangre, y tuve terror a las vacunas y hacia todo lo médico”, confiesa el autor de otro flamante libro, la fascinante novela Los anticuarios, que reinventa el mito de los vampiros, personajes justamente muy cercanos a la sangre, aunque por un camino totalmente opuesto al de la medicina. “Lo que a mis padres siempre les gustó fue la literatura”, explica De Santis, que asegura haber crecido entre libros, y arropado por una historia familiar que venera la palabra escrita, incluyendo la recurrente épica de su padre enamorando a su madre y dedicándole poemas de estricta rima y métrica. “Empecé a leer de chico, y casi al mismo tiempo empecé a escribir. Pasé muy rápido de una cosa a la otra. Y el mundo de los géneros siempre me atrajo”, confiesa el entonces precoz lector tanto de Ray Bradbury, y posteriormente la colección Minotauro, como de los policiales de Simenon o de Agatha Christie, revelando cuál fue en realidad su otro camino hacia la sangre. “Nunca me voy a olvidar de cuando mis viejos volvían del cine y me contaban las películas que habían visto, que eran prohibidas para menores, en una época en que si no tenías la edad realmente no podías entrar. Eso era lo prohibido. No deseaba otra cosa que crecer para poder ver esas películas que me contaban mis padres: Psicosis, de Alfred Hitchcock, o El pájaro de las plumas de cristal, de Dario Argento. Me quedaba fascinado, eran todas de terror o policiales, y creo que desde esa época no se me ocurre ningún otro tipo de literatura que me pueda gustar leer”, dice Pablo, que elige una película en cartel como El origen para explicar esa fascinación. “Es que ése es el tipo de relato que me apasiona: estoy en el cine, totalmente capturado. Entiendo cuáles son las metas, lo entiendo todo, más allá de los errores. Otro tipo de cine o de novela están bien… pero no son para mí.”
¿Qué clase de novela es para vos?
–A ver, pongámoslo de esta manera: para mí los géneros, lejos de ser una especie de margen de la literatura, son el centro. Lo más importante pasa por ahí. Como cuando Angel Faretta escribía en la antigua revista Fierro que todo pasaba por John Carpenter, y no por algún director francés en cuyas películas siempre había alguien leyendo. Y para mí con la literatura pasa lo mismo. No está la literatura importante y después Soy leyenda, de Richard Matheson. Aunque hay distintos niveles de complejidad, para mí Soy leyenda está a la altura de Beckett, no es la obra de un autor menor.
EPICA DE VAMPIROS
A la manera de Soy leyenda, la última novela de De Santis intenta reescribir el mito del vampiro. Si Matheson volvió a contar la historia como metáfora del diferente –“la normalidad es un concepto mayoritario”, se resigna el último hombre en un mundo poblado por vampiros–, De Santis confiesa haber llegado a sus “anticuarios” como una forma de unir a los personajes de una historia que fue escribiendo de manera mucho más trabajosa que su novela anterior, El enigma de París. “Cuando se me ocurrió la idea de El enigma… no podía aguantar no ponerme a escribirla en ese momento”, se ríe Pablo, pensando en la novela con la que ganó el premio Planeta-Casamérica tres años atrás, y que estuvo presentando durante un año en todo el mundo de habla hispana.
Aquel libro lidiaba con historias de detectives, pero De Santis asegura que en su cabeza no es un policial sino un libro fantástico. Por el mundo que rodea a esos detectives que protagonizan su trama, y por los propios detectives, que tienen asistentes y una fama que los precede, más como si fuesen superhéroes –o luchadores de catch– que simples Sherlock Holmes al por mayor. “Pese a la melancolía de su trama, en la actitud de inventar hay una cierta alegría, que de alguna manera es percibida por el lector”, arriesga Pablo, que se deja llevar más por el drama en Los anticuarios. “Lo que pasa es que las novelas de vampiros son un regreso a la épica”, apunta. “Me acuerdo de que una vez hice una reseña de una antología de vampiros, y ahí observaba que los cuentos de vampiros, cuando eran breves, eran malos. Porque los vampiros necesitaban de una épica, como en Drácula o en Soy leyenda. Una épica entendida como la confrontación de dos fuerzas que se van dando golpes, y para mí eso es la novela: dos bandos golpeándose entre sí, y el protagonista en el medio, oscilando entre uno y otro.”
Aprendiste la lección de Oesterheld: el que narra la historia no es el héroe sino su acompañante.
–Bueno, eso sucede también en Sherlock Holmes, y es algo que siempre sirve en la literatura.
Que el narrador no sepa más que el lector…
–Porque así el lector se siente acompañado por un personaje que, como él, se asoma a ese nuevo mundo. El lector se asoma a la novela, y el personaje se asoma a la historia. Y además, para mí, todo cuento, aun los más breves, siempre hablan de un mundo que se transforma: en un mundo en que no hay fantasmas, aparece uno y ese mundo cambió, ahora es un mundo en el que hay fantasmas. Esa es la fórmula. La novela, en cambio, siempre cuenta la historia de un personaje que se transforma. Aunque haya también un mundo transformándose, la novela para mí siempre necesita de un personaje que cambie.
Cuando se le comenta que tanto en El enigma de París como en Los anticuarios su narrativa parece haberse soltado, logrando una levedad que –a pesar del tono más bien ominoso que necesita esta última– subraya lo mejor de la totalidad de su escritura, sumando sus obsesiones tanto en las novelas más serias como en las juveniles, e incluso en lo mejor de sus guiones para historietas, De Santis generosamente señala que le gustaría pensar que hay una especie de aprendizaje. “Tal vez en otro momento no me hubiese atrevido a hacer una novela con el tema de los vampiros”, confiesa.
Los anticuarios aparece justo cuando las historias de vampiros parecen estar de moda, tanto en la televisión como en el cine. ¿De qué manera dialoga tu novela con esa moda, si es que lo hace?
–No dialoga para nada, porque me imagino que no debe ser nada bueno. Igual es un prejuicio, porque no leí nada de Crepúsculo, pero aclaro que el prejuicio no viene porque sean novelas juveniles, ya que Harry Potter es un fenómeno que realmente me encanta. La verdad es que cuando me di cuenta de que tenía un libro sobre vampiros, cuando todo el mundo hablaba de ellos, pensé que, por un lado, estoy en un sector tan pequeño con respecto a semejante fenómeno, que no importaba demasiado. Y por el otro imaginé que se iba a gastar tanto el tema, que había que sacarla cuanto antes, ya que después iba a ser imposible. Pero no creo que sea una novela que pueda vivir de ese fenómeno. No me imagino a un lector de Crepúsculo acercándose a Los anticuarios.
Al promediar la novela, cuando el protagonista se cruza con un personaje femenino que lo acosa, es lo más cercano a un cruce entre un personaje de Crepúsculo y Los anticuarios…
–¿Te referís a esa novia trágica que tiene? Eso debe ser lo más oscuro que escribí jamás…
Como las escenas que tiene el protagonista con su verdadera amante.
–Es que en general soy como muy pudoroso en mi escritura. Pero tuve que hacerlo porque en el vampirismo siempre está incluido el tema sexual. Y yo sabía que, en algún momento, aun dentro de mis límites, tenía que meterme con ciertos temas.
Tomado de http://thevampireclub.wordpress.com/2010/09/13/de-santis-y-demonios-los-anticuarios/
jueves, 16 de septiembre de 2010
Poliamor
Demasiado a menudo soy infiel a Pedro leyendo a Pablo. De vez en cuando también salgo con Guillermo y ninguno de estos amores contemporàneos desmiente mi eterno amor por Miguel. Claro que lo mío con Juan es otro tema, como lo que tengo con Juanita y con Angélica. Nada de lo cual me impide enamorarme repentinamente de unos cuantos desconocidos. Creo que, letra en mano, lo mío es el poliamor.
El día de los lápices
Muy emotivo el día de hoy en Técnica 1 y en Media 5 entre estudiantes recordando La noche de los lápices.
martes, 14 de septiembre de 2010
Penachos de viento
Erigida ante el sol
la palabra anochece.
Crucificada,
la noche mexica pronuncia el
ritual de las aguas ocultas.
...La piedra solar hace siglos
pidió un sacrificio al Tenoch
vulnerado.
Duele el silencio,
duele la flor masacrada por
cruces.
Nos hurtaron el oro,
convertimos su idioma en
lingotes de fuego.
Nos hurtaron la vida,
convertimos la muerte en
penachos de viento.
Fausto Vonbonek
la palabra anochece.
Crucificada,
la noche mexica pronuncia el
ritual de las aguas ocultas.
...La piedra solar hace siglos
pidió un sacrificio al Tenoch
vulnerado.
Duele el silencio,
duele la flor masacrada por
cruces.
Nos hurtaron el oro,
convertimos su idioma en
lingotes de fuego.
Nos hurtaron la vida,
convertimos la muerte en
penachos de viento.
Fausto Vonbonek
lunes, 13 de septiembre de 2010
Mi taller y los otros
Yo al de Pedro no lo cambio por nada pero qué buenos deben estar los glisines de la Uhart y me encantó lo de la lista de lecturas de Saccomano. Me dio miedito de quedarme fuera de todo cuando dijeron lo de la señora mayor a la que no le darían taller. Excelente la idea de Castillo de que en un taller se hace lo que se hacía en los debates de las revistas de otras décadas.
Me preocupa lo de las generaciones de escritores. El lunes le pregunto a Pedro.
Castillo, Uhart, Saccomano y Mairal: talleristas
Talleres literarios
¿Es posible aprender a manejar las palabras y convertirse en escritor?
Publicado el 12 de Septiembre de 2010
Por Astrid Riehn
Cada año, cientos de personas se anotan esperanzadas en talleres dictados por reconocidos escritores. ¿Encuentran lo que buscan? ¿Qué les ofrecen? Responden Abelardo Castillo, Hebe Uhart, Guillermo Saccomanno y Pedro Mairal.
El problema es que creés todavía, ingenuamente, que hay una palabra para cada cosa. No siempre hay una palabra para una idea, justamente porque es una idea. Deberías elegir un giro, no una palabra”, advierte Abelardo Castillo a María, que acaba de leer el cuento que escribió, mientras su gato rojo Mitria (que debe su nombre a uno de los personajes de Los hermanos Karamazov, de Fedor Dostoievski) se pasea, voluptuoso, entre las piernas de los alumnos. “Ella todavía tiene las palabras puestas en una especie de cajón, de donde las saca. No vienen naturalmente”, aventura.
El de Abelardo Castillo es, con más de 40 años, uno de los talleres literarios más antiguos y renombrados de Buenos Aires. Todos los años, decenas de pichones de escritor le dejan una abrumadora cantidad de mensajes en su contestador, con la esperanza de que el autor de los Cuentos crueles no sólo los atienda, sino que además los elija para formar parte de las tertulias literarias que organiza los jueves en su caserón del barrio de Balvanera. Escritores como Juan Forn, Inés Fernández Moreno, Pablo Ramos, Gonzalo Garcés y Paola Kaufmann (quien murió en 2006 con apenas 37 años y según Castillo “estaba destinada a ser una de las grandes escritoras argentinas”) se sentaron alguna vez en torno a su pesada mesa tallada de estilo español, para exponer sus primeros escarceos literarios.
Así y todo, Castillo es un convencido de que “los talleres literarios no sirven para nada”. Con una salvedad, claro: “Lo digo porque yo no doy talleres literarios. No doy consignas ni los hago escribir acá. Para mí, el taller literario tiene sentido únicamente a partir de entenderlo como eran las revistas literarias de la decada del 1960”, explica el director de las legendarias revistas El grillo de papel, El escarabajo de oro y El Ornitorrinco. “Si esto fuera una revista literaria estaríamos hablando de las mismas cosas, discutiendo los mismos temas, oyendo los mismos textos. Un taller literario para mí, y eso es lo que deberían ser todos los talleres, es una revista sin revista.”
Castillo dice que en un taller literario se aprende, sobre todo, a leer, a aceptar las críticas sin vanidad y a entender que un texto es siempre provisorio. “Si es que enseña algo, es a corregir.” Para el autor de El evangelio según Van Hutten, el verdadero auge de los talleres literarios se dio durante la dictadura militar. Como no había revistas literarias que facilitaran el encuentro de los lectores con los escritores, la gente comenzó a reunirse en grupo con un escritor más o menos conocido en su casa, para hablar de literatura. Algo que, en realidad, siempre hicieron los escritores de una misma generación: leerse entre sí.
Por eso, trata que sus alumnos se enmarquen dentro de una misma generación: los diez elegidos que visitan su casa una vez por semana tienen entre veintitantos y treinta y largos, con algunas excepciones. “Yo no le puedo dar taller a una señora de 65 años que ahora descubrió, porque se casaron todos sus hijos y el marido se dedicó a correr en motocicleta, que es una artista. O a un chico de 17 que el padre le dijo que es un genio. No podés juntar a esas dos personas en un taller literario.”
Sus alumnos coinciden sobre todo en una una idea: ir al taller los ayudó a forjar algo que podría describirse como una relación existencial con la literatura. “Yo era una ávida lectora, pero no escribía y no sabía por dónde empezar. El taller me sirve mucho. La idea es que puedas leer con gente que está en tu misma situación, que te critiquen y, a partir de ahí, aprender e ir encontrándote”, explica Sandra De Falco, que trabaja como abogada. “No me preocupa si voy a publicar o no. De lo que me di cuenta es que no importa si vengo al taller o qué pase en mi vida, no voy a dejar de escribir.”
Alejandra Kamiya trabaja en comercio exterior y va al taller hace un año y medio. Confiesa que desde entonces escribe menos, pero porque lo hace más conscientemente. “Cuando Abelardo me preguntó qué pretendía aprender en el taller, le dije que tenía una idea medio oriental, que quería estar cerca de él y escucharlo, como si cayeran los frutos de un árbol”, comenta. Para Federico Bianchini, periodista, la presencia de Castillo no es inhibitoria, sino “todo lo contrario”: “Si vas a un lugar y te dicen ‘qué bueno lo que escribiste’ te quedás ahí, pero si doce personas te dicen qué corregir, te dan ganas de ir cambiando cosas.”
No muy lejos de ahí, en el barrio de Almagro, Hebe Uhart hace lo propio con sus alumnos, que reparte en tres grupos semanales de trabajo. Alrededor de su mesa, atiborrada de papitas, grisines, galletitas y un budín cuyo papel celofán retirará con amorosa dedicación al promediar la clase –break que aprovecha para recargar de café los pocillos–, esta maestra de grado oriunda de Moreno, según Fogwill “la mayor cuentista argentina contemporánea”, interpela a una de sus alumnas: “¿Por qué pusiste ‘no tenía bufanda’? Cuando uno pone algo, lo tiene que poner por algo.”
Durante las dos horas que dura la clase, Uhart escuchará tres textos inéditos, repartirá fotocopias del cuento “El delincuente”, de Chéjov, y un capítulo de El discurso vacío, de Mario Levrero, que hará leer en voz alta a sus alumnos, eligiéndolos a dedo, como buena docente (“Ahora seguí vos”), y los dejará opinar sobre los textos. Casi como al descuido, irá soltando, además, pequeños consejos, brújulas para los callejones sin salida en los que a veces se mete un escritor: “Si en un diálogo doy una respuesta muy larga, no queda nada. Hay que reducirlos a lo fundamental”; “La literatura es el arte del detalle. Una historia bien contada es una historia contada con particularidad: enamorarse se enamora todo el mundo”; “Escribir es el último momento de todo un proceso interior que tiene que ver con evocar y recordar.”
“Enseñar a escribir no se puede, es muy difícil. Un taller es simplemente un elemento motivador que funciona a través del estímulo, a través del palo, a través de la paciencia, de una serie de factores, y produce, en la mayoría de los alumnos, mejoría en lo que escriben. Les sirve para poder tener cierta continuidad. Ahora, todo lo demás depende del esfuerzo que pone cada uno”, explica Uhart, autora de novelas como Camilo asciende y cuentos como “Guiando la hiedra”. La escritora explica que los talleres literarios nacieron en los Estados Unidos: “Carson McCullers tiene publicado un texto, todo lleno de anotaciones de sus profesores de taller.”
En una coqueta librería de Palermo Hollywood, Pedro Mairal, quien saltó a la fama literaria en 1998 cuando su novela Una noche con Sabrina Love ganó el Premio Clarín, se reúne cada 15 días con dos grupos de alumnos, todos los lunes. Para Mairal, el taller no es más que una excusa para escribir y una guía para señalar cuándo un alumno está haciendo algo que no le conviene demasiado a sus textos. “Yo les doy una consigna, leen su texto y lo comentamos entre todos. Me interesa que los demás también opinen, porque es justamente la mirada de los demás lo que desconocés cuando te sentás a escribir. El cómo te leen.”
Entre sus principales preocupaciones está la de “sacarle la literatura de encima” a sus alumnos; es decir, las ideas preconcebidas que tienen acerca de qué es escribir bien, “esa suerte de filtro culturoso que hace que los textos suenen muy literarios y pierdan vida”, explica Mairal. “La idea es olvidarse de la literatura interna, lo que te lleva a decir ‘la mirada cansina’ en vez de que el tipo está cansado. Lo que veo es que muchas veces en los blogs, con todo lo que se los critica, se escribe de una manera más suelta, sin pretensión literaria, y a veces esos textos están mucho más vivos que cuando alguien se sienta a escribir un cuento. La idea no es vulgarizar el idioma, sino usar palabras cercanas al habla.”
“Mi taller era uno de los mejores de Buenos Aires. Y lo digo sin falsa modestia”, afirma por su parte Guillermo Saccomanno desde Villa Gesell, donde vive desde hace unos años con su esposa, su hijita y un montón de libros. Durante los últimos 16 años hasta este, cuando tuvo que suspender las clases por una meningitis, dictaba un taller del que salieron escritoras de la talla de Claudia Piñeiro, Ángela Pradelli y María Inés Crimer, todas ellas ganadoras de premios como el Clarín y el Emecé de novela.
“Yo no salí de ningún taller y le planteo de entrada a la gente que un escritor no sale de ningún taller. Un escritor puede pasar por un taller, que es otra cosa”, dice Saccomanno, quien escribió novelas como Bajo bandera y La lengua del malón. “Lo que te puede dar el taller es cierto rigor, cierta organización, puede adiestrar lo que sería el oficio. El talento no te lo va a dar nunca. Quienes salieron de mi taller y publicaron es porque tienen talento y trabajo propio”, asegura Saccomano.
Hay algo en lo que Castillo y Saccomanno coinciden sin medias tintas: para escribir, primero hay que saber leer. Las lecturas previas de sus alumnos funcionan como un poderoso filtro de selección. “Yo creo que aquel que tiene capacidad para contar historias puede tener talento para escribir, pero no hay talento para escribir si no hay talento para leer”, dice Saccomano. Para entrar a su taller, hay que tener cubierto un arsenal de lecturas, que van desde Shakespeare hasta Borges, pasando por Dostoievski, Faulkner y Arlt, entre otros. “Si no pasaste en algún momento por determinados autores no me interesa trabajar. La lectura, entre otras cosas, constituye el oído. Creo que si de pibe leíste mucho, eso facilita las cosas”, agrega y recuerda que, de chico, tenía acceso irrestricto a la biblioteca que su padre cultivaba en Mataderos, donde podía leer desde las novelas de Emilio Salgari hasta El Capital de Marx o literatura erótica como las Memorias de una princesa rusa.
En la infancia, según Castillo, se encuentra el germen de todo aquello que uno escribirá después, el fundamento del futuro escritor. Aún hoy, a los 75 años, puede recitar de memoria un verso que leyó a los seis años en una historieta de Disney en la que se veía a Dippy (Tribilín) tocando la guitarra y llorando a lágrima tendida porque creía que el ratón Mickey había sido raptado y asesinado (“Y lo enterraron con sus ropas de vaquero y su guitarra / y se marchó al baratro/ él que en vida matara a más de cuatro / de difunto no asustaba ni a un cordero”). Gracias a ese verso, según Castillo, aprendió que báratro significaba infierno, “algo que finalmente fue uno de los temas de mi literatura hasta Crónica de un iniciado, explica sonriente.
Por eso, en sus encuentros previos, les pide varias listas de lecturas a sus alumnos. Una con los libros que leyeron entre la niñez y la preadolescencia (“Pero sin vanidad. Si alguien me dice: ‘Uh, yo a los ocho años leí el Ulises de James Joyce y me pareció bárbaro’, ese no entra a mi taller, porque es un mentiroso, un cachafaz y un pedante horrible”) y otra que bautizó “la lista del marciano” y que parte del supuesto de que los habitantes del espacio exterior llegan a la Tierra y les piden una selección de los grandes libros que fundaron la cultura literaria humana.
“Ahí van la Divina Comedia, el Gilgamesh. Me da lo mismo que los hayan leído o no, el tema es que los conozcan. Ahí viene la pregunta: ‘¿Por qué, sabiéndolo, no lo leíste?’ Una respuesta puede ser: ‘Mire, señor, tengo 20 años, no me puedo haber leído todos los libros del mundo’. Otra puede ser: ‘Tuve que mantener a toda mi familia hasta los 25 años ¿y vos encima querés que lea la Iliada?’ Esos entran a mi taller.” <
¿Es posible aprender a manejar las palabras y convertirse en escritor?
Publicado el 12 de Septiembre de 2010
Por Astrid Riehn
Cada año, cientos de personas se anotan esperanzadas en talleres dictados por reconocidos escritores. ¿Encuentran lo que buscan? ¿Qué les ofrecen? Responden Abelardo Castillo, Hebe Uhart, Guillermo Saccomanno y Pedro Mairal.
El problema es que creés todavía, ingenuamente, que hay una palabra para cada cosa. No siempre hay una palabra para una idea, justamente porque es una idea. Deberías elegir un giro, no una palabra”, advierte Abelardo Castillo a María, que acaba de leer el cuento que escribió, mientras su gato rojo Mitria (que debe su nombre a uno de los personajes de Los hermanos Karamazov, de Fedor Dostoievski) se pasea, voluptuoso, entre las piernas de los alumnos. “Ella todavía tiene las palabras puestas en una especie de cajón, de donde las saca. No vienen naturalmente”, aventura.
El de Abelardo Castillo es, con más de 40 años, uno de los talleres literarios más antiguos y renombrados de Buenos Aires. Todos los años, decenas de pichones de escritor le dejan una abrumadora cantidad de mensajes en su contestador, con la esperanza de que el autor de los Cuentos crueles no sólo los atienda, sino que además los elija para formar parte de las tertulias literarias que organiza los jueves en su caserón del barrio de Balvanera. Escritores como Juan Forn, Inés Fernández Moreno, Pablo Ramos, Gonzalo Garcés y Paola Kaufmann (quien murió en 2006 con apenas 37 años y según Castillo “estaba destinada a ser una de las grandes escritoras argentinas”) se sentaron alguna vez en torno a su pesada mesa tallada de estilo español, para exponer sus primeros escarceos literarios.
Así y todo, Castillo es un convencido de que “los talleres literarios no sirven para nada”. Con una salvedad, claro: “Lo digo porque yo no doy talleres literarios. No doy consignas ni los hago escribir acá. Para mí, el taller literario tiene sentido únicamente a partir de entenderlo como eran las revistas literarias de la decada del 1960”, explica el director de las legendarias revistas El grillo de papel, El escarabajo de oro y El Ornitorrinco. “Si esto fuera una revista literaria estaríamos hablando de las mismas cosas, discutiendo los mismos temas, oyendo los mismos textos. Un taller literario para mí, y eso es lo que deberían ser todos los talleres, es una revista sin revista.”
Castillo dice que en un taller literario se aprende, sobre todo, a leer, a aceptar las críticas sin vanidad y a entender que un texto es siempre provisorio. “Si es que enseña algo, es a corregir.” Para el autor de El evangelio según Van Hutten, el verdadero auge de los talleres literarios se dio durante la dictadura militar. Como no había revistas literarias que facilitaran el encuentro de los lectores con los escritores, la gente comenzó a reunirse en grupo con un escritor más o menos conocido en su casa, para hablar de literatura. Algo que, en realidad, siempre hicieron los escritores de una misma generación: leerse entre sí.
Por eso, trata que sus alumnos se enmarquen dentro de una misma generación: los diez elegidos que visitan su casa una vez por semana tienen entre veintitantos y treinta y largos, con algunas excepciones. “Yo no le puedo dar taller a una señora de 65 años que ahora descubrió, porque se casaron todos sus hijos y el marido se dedicó a correr en motocicleta, que es una artista. O a un chico de 17 que el padre le dijo que es un genio. No podés juntar a esas dos personas en un taller literario.”
Sus alumnos coinciden sobre todo en una una idea: ir al taller los ayudó a forjar algo que podría describirse como una relación existencial con la literatura. “Yo era una ávida lectora, pero no escribía y no sabía por dónde empezar. El taller me sirve mucho. La idea es que puedas leer con gente que está en tu misma situación, que te critiquen y, a partir de ahí, aprender e ir encontrándote”, explica Sandra De Falco, que trabaja como abogada. “No me preocupa si voy a publicar o no. De lo que me di cuenta es que no importa si vengo al taller o qué pase en mi vida, no voy a dejar de escribir.”
Alejandra Kamiya trabaja en comercio exterior y va al taller hace un año y medio. Confiesa que desde entonces escribe menos, pero porque lo hace más conscientemente. “Cuando Abelardo me preguntó qué pretendía aprender en el taller, le dije que tenía una idea medio oriental, que quería estar cerca de él y escucharlo, como si cayeran los frutos de un árbol”, comenta. Para Federico Bianchini, periodista, la presencia de Castillo no es inhibitoria, sino “todo lo contrario”: “Si vas a un lugar y te dicen ‘qué bueno lo que escribiste’ te quedás ahí, pero si doce personas te dicen qué corregir, te dan ganas de ir cambiando cosas.”
No muy lejos de ahí, en el barrio de Almagro, Hebe Uhart hace lo propio con sus alumnos, que reparte en tres grupos semanales de trabajo. Alrededor de su mesa, atiborrada de papitas, grisines, galletitas y un budín cuyo papel celofán retirará con amorosa dedicación al promediar la clase –break que aprovecha para recargar de café los pocillos–, esta maestra de grado oriunda de Moreno, según Fogwill “la mayor cuentista argentina contemporánea”, interpela a una de sus alumnas: “¿Por qué pusiste ‘no tenía bufanda’? Cuando uno pone algo, lo tiene que poner por algo.”
Durante las dos horas que dura la clase, Uhart escuchará tres textos inéditos, repartirá fotocopias del cuento “El delincuente”, de Chéjov, y un capítulo de El discurso vacío, de Mario Levrero, que hará leer en voz alta a sus alumnos, eligiéndolos a dedo, como buena docente (“Ahora seguí vos”), y los dejará opinar sobre los textos. Casi como al descuido, irá soltando, además, pequeños consejos, brújulas para los callejones sin salida en los que a veces se mete un escritor: “Si en un diálogo doy una respuesta muy larga, no queda nada. Hay que reducirlos a lo fundamental”; “La literatura es el arte del detalle. Una historia bien contada es una historia contada con particularidad: enamorarse se enamora todo el mundo”; “Escribir es el último momento de todo un proceso interior que tiene que ver con evocar y recordar.”
“Enseñar a escribir no se puede, es muy difícil. Un taller es simplemente un elemento motivador que funciona a través del estímulo, a través del palo, a través de la paciencia, de una serie de factores, y produce, en la mayoría de los alumnos, mejoría en lo que escriben. Les sirve para poder tener cierta continuidad. Ahora, todo lo demás depende del esfuerzo que pone cada uno”, explica Uhart, autora de novelas como Camilo asciende y cuentos como “Guiando la hiedra”. La escritora explica que los talleres literarios nacieron en los Estados Unidos: “Carson McCullers tiene publicado un texto, todo lleno de anotaciones de sus profesores de taller.”
En una coqueta librería de Palermo Hollywood, Pedro Mairal, quien saltó a la fama literaria en 1998 cuando su novela Una noche con Sabrina Love ganó el Premio Clarín, se reúne cada 15 días con dos grupos de alumnos, todos los lunes. Para Mairal, el taller no es más que una excusa para escribir y una guía para señalar cuándo un alumno está haciendo algo que no le conviene demasiado a sus textos. “Yo les doy una consigna, leen su texto y lo comentamos entre todos. Me interesa que los demás también opinen, porque es justamente la mirada de los demás lo que desconocés cuando te sentás a escribir. El cómo te leen.”
Entre sus principales preocupaciones está la de “sacarle la literatura de encima” a sus alumnos; es decir, las ideas preconcebidas que tienen acerca de qué es escribir bien, “esa suerte de filtro culturoso que hace que los textos suenen muy literarios y pierdan vida”, explica Mairal. “La idea es olvidarse de la literatura interna, lo que te lleva a decir ‘la mirada cansina’ en vez de que el tipo está cansado. Lo que veo es que muchas veces en los blogs, con todo lo que se los critica, se escribe de una manera más suelta, sin pretensión literaria, y a veces esos textos están mucho más vivos que cuando alguien se sienta a escribir un cuento. La idea no es vulgarizar el idioma, sino usar palabras cercanas al habla.”
“Mi taller era uno de los mejores de Buenos Aires. Y lo digo sin falsa modestia”, afirma por su parte Guillermo Saccomanno desde Villa Gesell, donde vive desde hace unos años con su esposa, su hijita y un montón de libros. Durante los últimos 16 años hasta este, cuando tuvo que suspender las clases por una meningitis, dictaba un taller del que salieron escritoras de la talla de Claudia Piñeiro, Ángela Pradelli y María Inés Crimer, todas ellas ganadoras de premios como el Clarín y el Emecé de novela.
“Yo no salí de ningún taller y le planteo de entrada a la gente que un escritor no sale de ningún taller. Un escritor puede pasar por un taller, que es otra cosa”, dice Saccomanno, quien escribió novelas como Bajo bandera y La lengua del malón. “Lo que te puede dar el taller es cierto rigor, cierta organización, puede adiestrar lo que sería el oficio. El talento no te lo va a dar nunca. Quienes salieron de mi taller y publicaron es porque tienen talento y trabajo propio”, asegura Saccomano.
Hay algo en lo que Castillo y Saccomanno coinciden sin medias tintas: para escribir, primero hay que saber leer. Las lecturas previas de sus alumnos funcionan como un poderoso filtro de selección. “Yo creo que aquel que tiene capacidad para contar historias puede tener talento para escribir, pero no hay talento para escribir si no hay talento para leer”, dice Saccomano. Para entrar a su taller, hay que tener cubierto un arsenal de lecturas, que van desde Shakespeare hasta Borges, pasando por Dostoievski, Faulkner y Arlt, entre otros. “Si no pasaste en algún momento por determinados autores no me interesa trabajar. La lectura, entre otras cosas, constituye el oído. Creo que si de pibe leíste mucho, eso facilita las cosas”, agrega y recuerda que, de chico, tenía acceso irrestricto a la biblioteca que su padre cultivaba en Mataderos, donde podía leer desde las novelas de Emilio Salgari hasta El Capital de Marx o literatura erótica como las Memorias de una princesa rusa.
En la infancia, según Castillo, se encuentra el germen de todo aquello que uno escribirá después, el fundamento del futuro escritor. Aún hoy, a los 75 años, puede recitar de memoria un verso que leyó a los seis años en una historieta de Disney en la que se veía a Dippy (Tribilín) tocando la guitarra y llorando a lágrima tendida porque creía que el ratón Mickey había sido raptado y asesinado (“Y lo enterraron con sus ropas de vaquero y su guitarra / y se marchó al baratro/ él que en vida matara a más de cuatro / de difunto no asustaba ni a un cordero”). Gracias a ese verso, según Castillo, aprendió que báratro significaba infierno, “algo que finalmente fue uno de los temas de mi literatura hasta Crónica de un iniciado, explica sonriente.
Por eso, en sus encuentros previos, les pide varias listas de lecturas a sus alumnos. Una con los libros que leyeron entre la niñez y la preadolescencia (“Pero sin vanidad. Si alguien me dice: ‘Uh, yo a los ocho años leí el Ulises de James Joyce y me pareció bárbaro’, ese no entra a mi taller, porque es un mentiroso, un cachafaz y un pedante horrible”) y otra que bautizó “la lista del marciano” y que parte del supuesto de que los habitantes del espacio exterior llegan a la Tierra y les piden una selección de los grandes libros que fundaron la cultura literaria humana.
“Ahí van la Divina Comedia, el Gilgamesh. Me da lo mismo que los hayan leído o no, el tema es que los conozcan. Ahí viene la pregunta: ‘¿Por qué, sabiéndolo, no lo leíste?’ Una respuesta puede ser: ‘Mire, señor, tengo 20 años, no me puedo haber leído todos los libros del mundo’. Otra puede ser: ‘Tuve que mantener a toda mi familia hasta los 25 años ¿y vos encima querés que lea la Iliada?’ Esos entran a mi taller.” <
sábado, 11 de septiembre de 2010
viernes, 10 de septiembre de 2010
La nave de los locos II
Esta es mi nave de los locos
de la locura es el espejo.
Al mirar el retrato oscuro
todos se van reconociendo.
Y al contemplarse todos saben
que ni somos ni fuimos cuerdos,
y que no debemos tomarnos
por eso que nunca seremos.
No hay un hombre sin una grieta,
y nadie puede pretenderlo;
nadie está exento de locura,
nadie vive del todo cuerdo
Sebastian Brant, la nave de los locos.
En 1494 Sebastian Brant publica en Basilea "La nave de los locos" un poema satírico compuesto de 2000 octosílabos pareados que relatan el viaje al país de la locura (Locagonia) de 111 personajes de diferente clase social representando cada uno de ellos un vicio humano. Cada capítulo trata, en una página o poco más, sobre algún tipo de locura o conducta inmoral. Tenemos "Casarse por dinero", "Ruido en la iglesia", "De los libros inútiles" o "Del querer tener siempre la razón".
Sería un error creer que los pasajeros de este singular viaje son dementes. En esta nave, según Brant, viajamos todos porque los hombres "ni somos ni fuimos cuerdos". El concepto de locura que maneja el autor es extremadamente ámplio e incluye al enajenado, al inmoral y al más pequeño de los pecadores.
El libro tuvo un enorme éxito comercial. En términos contemporáneos podríamos compararlo, con perdón, a un best-seller de Dan Brown. Conociendo las preocupaciones de nuestro pintor de Hertohenbosch debemos pensar que el texto le agradó, seguramente mucho, lo suficiente como para que se planteara pintar su nave y dar, según su costumbre, un poco de caña.
Así tenemos ante nosotros esta "nave de los locos", una tabla de la que sólo sabemos con seguridad que fue pintada después de 1494. No conocemos cómo la concibió Bosch porqué está mutilada. Por su forma, parece que pudo ser el panel lateral de algún tríptico del que desconocemos el resto de sus piezas.
Aún con la posibilidad de equivocarnos al no poder hacer una lectura completa de la tabla, vamos a leer el cuadro tal como se conserva en el museo del Louvre.
En primer lugar intentaremos que el nombre del cuadro no nos provoque una lectura anacrónica de la imagen: esta nave de los locos, si Bosch está en sintonía con Brant, no transporta tan sólo dementes, nos transporta a todos. Y eso podemos deducir al pasar nuestra mirada por los distintos personajes: loco, loco, sólo hay uno. Y es cláramente identificable porqué va vestido de loco, con su traje de cascabeles ajustado hasta la cara con una capucha con orejas de burro. Allí le tenemos, encaramado al arbolito que Bosch planta en popa. Al hombro un bastón con una cabeza de loco tallada en la empuñadura, bebiendo tranquilo de su escudilla. ¿No és paradójico que sea el personaje más relajado del cuadro?.
El resto de los personajes no están chiflados, son pecadores. Como casi siempre en la pintura del Bosco, los clérigos ocupan una posición preferente entre los inmorales. En este caso un franciscano arrugado y de cara ansiosa compite con una monja y tres laicos en el juego de cucaña de "comerse el bollo". ¡Qué monje más ridículo! Y su compañera tocando la vagina-laúd en una convencional referencia a la lujuria. Sobre la tabla que separa a los clérigos, más lujura -las cerezas- y el vicio del juego, representado en el cubilete de dados. Las figuras a popa y proa representan la enajenación de la borrachera: a popa un personaje vomita, a proa un hombre gordito no puede ya ni levantarse mientras su comadre se sirve más vino. En el agua, ese medio ambivalente entre la salvación y el pecado, nadan dos hombres desnudos que intentan alcanzar los placeres de la nave.
En el colmo del desgobierno de la embarcación, los mástiles del barco son árboles inclinados que aún conservan el follaje y el timón no es otra cosa que un enorme cucharón que maneja despreocupadamente uno de los participantes en el juego del bollo. Parece poco probable que la nave resista mucho tiempo sin naufragar.
Tomado de http://phileas.blogia.com/temas/bosch.php
La nave de los locos
“La nave de los locos” es una obra de El Bosco que data de 1480-1500, con unas dimensiones de 56×32cm. Actualmente esta obra se encuentra en el Museo del Louvre.
En este cuadro El Bosco nos presenta a toda una serie de personajes, locos seguramente, que se encuentran en un barco mostrando cada uno de ellos diferentes gestos y actitudes. Vemos todo tipo de capas sociales, desde personas muy vulgares hasta monjes y monjas. Todo ello con la presencia de un paisaje al fondo de la composición y donde se aprovecha dicho pasaje para introducirlo dentro de la escena principal; es decir, vemos como un árbol colocado en el centro del cuadro, hace las maneras de mástil.
En el centro de la embarcación están sentados un fraile franciscano y una monja. La monja toca el laúd y ambos cantan o intentan alcanzar con la boca el bollo que cuelga de una cuerda, movido por el hombre que tiene la mano levantada. La tabla situada entre el monje y la monja contiene un plato con frutas, que parecen cerezas, y junto al plato hay un vaso, quizá con dados.
Los frailes y las monjas deben vivir separados; si aquí aparecen juntos, es que llevan una vida reprobable. Y de hecho, el laúd, el instrumento con un hueco redondo, remite a la vagina. Tocar el laúd era sinónimo, por tanto, de lujuria. El juego infantil con el bollo hace referencia a la gula; el gran numero de tullidos y barriles, a la embriaguez; el vaso, posiblemente al desacreditado juego de los dados. La gente de esta embarcación no discierne lo que es bueno y es correcto. Se trata de locos, como lo confirma el personaje sentado entre ellos que lleva la indumentaria característica de los perturbados.
Desde el matorral inferior un hombre estira el brazo para cortar la cinta que sujeta al mástil un ganso asado. Ya se nos empieza a hacer referencia desde estos momentos a la avaricia y a la gula.
Arriba, en el extremo casi marchito del tronco, aparece algo que en el estado actual del cuadro apenas se puede reconocer con precisión. Puede tratarse de una calavera, o de un búho, considerado el ave de la sabiduría y e la muerte. La sabiduría seria en este caso solo un recuerdo remoto; la muerte, en cambio, esta cerca. La nave de los locos no tardará en zozobrar y hundirse.
Tomado de http://www.blogseitb.com/graffiti/tag/la-nave-de-los-locos/
Debate en torno a la Antología de Poesía Argentina
Rubén Vedovaldi: 200 años de Poesía ¿Argentina?
Como lector que lee poesía para aprender a leer poesía y a escribir poesía,
me sigue pareciendo que la ANTOLOGÍA compilada por Raúl Gustavo Aguirre en sus tres tomos de tapa plateada editada por Fausto sigue siendo el mejor trabajo, el más abarcativo y representativo, aún cuando originalmente la revista de Aguirre se llamara POESÍA BUENOS AIRES.
En cambio esta selección del Lic. Monteleone, titulada POESÍA ARGENTINA parece poesía de buenos aires y…de paso y en mucha menor medida, poesía del resto del país.
Se trata de una antología ¿o antojolía? hecha para vender en el mercado abierto por el grupo Santillana en quince países de habla hispana, incluida España y hasta en el sur de los USA.
Resto llama el porteñocéntrico todavía hoy a las otras provincias, “el resto del país”, repiten los meteorólogos capitalinos, aún cuando capital y provincia de Bs. As. sumen un tercio de toda la población del país y el mal llamado resto somos dos tercios. ¿Dos tercios restantes o dos tercios sumantes? En las otras provincias habitamos no menos de veintiocho millones de contribuyentes postergados.
Leo el prólogo del Lic. Monteleone y me parece largo o larguero, comparado con las obras completas de Borges, donde los prólogos que escribe para cada uno de sus libros no pasan de media página.
Cuando se sabe lo que se quiere y se quiere lo que se sabe, no hace falta explicar tanto. Paradójicamente, ese culposo prólogo que nombra a Santiago Perednik, no lo incluye como poeta.
Es un crimen poner fragmentado EVA PERÓN EN LA HOGUERA, de Leónidas Lamborghini. Mejor le hubieran restado al menos cuatro páginas al prólogo para poder incluir a Antonio Esteban Agüero con CAPITAN DE PÁJAROS,
y el POEMA MATERIALISTA de Felipe Aldana.
Celebro que esté AULO GELIO, de A. Capdevila pero ni una página de Angélica de Arcal.
El caligrama ESPANTAPÁJAROS de Girondo fue una genialidad, pero ya lo hemos visto hasta en la sopa. ¡Menos mal que no pusieron SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR!
La pulpera de Santa Lucía, de Blomberg, como LA COSTURERITA QUE DIÓ AQUEL MAL PASO, o EL GRILLO de Nalé Roxlo, ya han tenido suficiente difusión, bien pudo obviarse.
¿Por qué está Alfredo Le Pera, que le plagió un poema a Amado Nervo para su exitoso EL DÍA QUE ME QUIERAS, y no está Horacio Ferrer?
Hay siete páginas de la Storni , buena feminista pero no sé si buena poeta, y que ya se ha difundido en el país y extranjero, con dos páginas hubiera sido suficiente y ganábamos cinco páginas para poner, a razón de una por autor, a: Antonio Aliberti, Alberto Luis Ponzo, Reynaldo Jiménez y Patricio Pron.
Celebro ver completo LUZ DE PROVINCIA de Carlos Mastronardi.
De Raúl González Tuñón no sé si lo puesto es lo que a él le hubiera gustado. A mí me hubiera gustado LA LUNA CON GATILLO o aquel MANUSCRITO EN UNA MESA DE MONTPARNASSE.
Celebro LA CARA APÓCRIFA, de Silvina Ocampo, que es una joya.
Yupanqui es más que un letrista de folclore. Tiene poemas mejores que las famosas incluidas. ¿Y Facundo Cabral y Aníbal Sampayo y Ariel Petrocelli no merecían al menos una página cada uno?
Julio Cortázar tiene, en SALVO EL CREPÚSCULO, poemas mejores que los seleccionados, y tiene el POEMA PERMUTANTE que es tan lúdico y muy original.
Celebro que esté completo el ARGENTINO HASTA LA MUERTE de C. Fernández Moreno, porque es una radiografía crítica de nuestra argentinidad, pero me hubiera gustado ver alguna página de Soldados, de Gustavo Caso Rosendi (Esquel, 1962).
Jaime Dávalos es demasiado nerudiano pero tiene poemas mejores que lo seleccionado y no es mejor poeta que Armando Tejada Gómez, que no está.
Celebro las cinco páginas de Aldo Oliva.
Lamento que falten Carlos Piccioni, Celia Fontán, Roberto Aguirre Molina, Horacio Rossi y Roberto Malatesta (Santa Fe, 1961) con su Por encima de los techos (2003).
Celebro las ocho páginas dedicadas al gran Hugo Padeletti, pero lamento que no estén: César Cantoni ( La Plata, 1951); y el enorme villamariense Alejandro Schmidt.
Falta el poeta y editor Jorge Isaías (Los Quirquinchos, 1946) con su Crónica gringa. Horacio Preler, con su Oscura memoria (1992). Carlos Alberto Álvarez, y Bernardo Canal Feijóo.
Celebro que esté J.C. Bustriazo Ortiz, que fallecía mientras lo antologaban,
pero me extraña que no estén: Luis Benítez, Esteban Moore, Daniel Chirom, Rodolfo Álvarez, Fernando Kofman, Rolando Revagliatti, Reynaldo Sietecase, Martín Prieto.
Celebro que estén esos dos poemazos de Paco Urondo pero faltan Gabriel Impaglione, Aldo Novelli, Piero De Vícari, Rafael Oscar Ielpi, Norma Segades Manias, Patricio Raffo, Pablo Gavazza.
Celebro que esté Rubén Sevlever pero faltan: Enrique Diego Gallego, Marcela Armengod, Guillermo Harvey, Eugenio Privigliano, Rubén Plaza, Guillermo Ibañez y Felipe De Mauro, entre otros.
Es valioso que esté completo HOSPITAL BRITÁNICO de Viel Temperley,
y el fundamental Rodolfo Alonso y Susana Thénon, Bignozi, Saer, Romano, Salas, Roberto Santoro, pero faltan, el cordobés Osvaldo Guevara con su canto al sapo, y Carlos Barbarito, Hugo Ojeda, Guillermo Eduardo Pilía y Daniel Rubén Mourelle.
Celebro que esté esa maravilla que es ELEGÍA PARA JUAN MANUEL INCHAUSPE de Concepción Bertone. Y Fogwil, Zelarayan, Hugo Diz, Mujica, Tamara Kamenszain, Arturo Carrera, y Eduardo D’Anna.
Celebro ver completo CADÁVERES de Perlongher, que dice tanto como el informe NUNCA MÁS de la CONADEP, pero en clave poética, y es como el GUERNIKA de Picasso, o la mejor pintura de Francisco de Goya, pero y Javier Magistris? ¿Y Gabriela Bejerman? ¿Osvaldo Spoltore? ¿Lucía Févola? ¿Ariel Madrazo? ¿Ana María Cué? y Armando Raúl Santillán?
Es un lujo la presencia de Héctor Píccoli, Mirta Rosemberg, R. Bielsa, Jorge Boccanera, Alberto Muñoz, Víctor Redondo, pero faltan: Verónica Viola Fisher, María Adela Agudo, Nahuel Santana, Oscar Hermes Villordo, Nora Hall, Luis Bacigalupo, Daniel García Helder, Viky Lovell, Oscar Bondaz, Federico Peltzer, Juano Villafañe, Jorge Dipré, César Bisso, Guillermo Piro, Antonio Aliberti, Alberto Luis Ponzo, y Reynaldo Jiménez.
Celebro que el mundo de habla hispana pueda leer MALVINAS de Mario Sampaolesi, pero faltan: Roberto Themis Speroni, Marasso (de “Dichoso aquel que vive en mansión heredada…”) Romilio Ribero con su Libro de bodas… (1963) Leopoldo Díaz y Manuel Ugarte.
Celebro que esta antología manca y porteñista se pueda comprar y leer en España, Guatemala, Bolivia, México, Chile, Paraguay, Colombia, Perú, Costa Rica, Puerto Rico, Ecuador, Dominicana, Uruguay, Venezuela, Israel y USA con todo lo bueno que lleva pero me sigue pesando más lo que falta.
¿Para quiénes se hace una antología así?
Si hay que vender nombres, Pizarnik vende, pero su obra ya está bien editada en este país y aún difundida en el extranjero. ¿Once páginas de Alejandra, cuando de tantos no hay nada?
Con cuatro páginas y bibliografía es suficiente, así entraban al menos con una página cada uno: Kato Molinari, Alberto Carlos Vila Ortiz, Reynaldo Uribe, Felipe Rojas, Miguel Grinberg, que tradujo a la beat generation, Santiago Kovadloff , Emeterio Cerro y Amadeo Gravino.
Le hubieran restado cinco páginas al marmóreo Lugones, que ocupa nueve páginas cuando fue el poeta nazional oficial del primer gobierno de facto anti-argentino.
En esas cinco entraban a razón de una página cada uno: Alvaro Yunque, Elena Siró, Hamlet Lima Quintana, Alejandro Pidello y Julio Huasi...
¿No podría haber hecho el Grupo Santillana-Alfaguara esta edición en dos tomos de seiscientas páginas cada uno? Así se leería más cómodamente y hubieran entrado algunos imprescindibles más.
¿Y la poesía en quechua, en guaraní o en lengua de mapuches?
Nada, eso todavía no se incluye, todos menos los originarios.
Pusieron bellas páginas del tango y del folclore, ¿Y del rock, no hay en cuarenta años de rock argentino una sola página poéticamente memorable?
De los doscientos diez y ocho ( 218) autores incluidos: ¿Cuántos son de Buenos Aires o siendo de otras provincias se fueron a vivir, publicar y morir en Buenos Aires y cuántos autores hay de ese mal llamado resto del país o país del interior?
Parece que los hijos de la reina del Plata heredaron coronita y el resto del país el estigma del desencuentro decimonónico.
¿Y Nueva York, queda más cerca de Capital Federal que las otras provincias argentinas?
Adhiero a lo que, saliendo de sus deliciosas creaciones, ha opinado Miriam Cairo en su última contratapa Rosario/12.
Finalmente, el poeta Eduardo Dalter, de quien he recibido la primera nota que reflexiona sobre esto, pregunta: ¿Estaba el Licenciado Monteleone, aun con el aporte de su ayudante Saavedra, en condiciones intelectuales para abordar una obra de tal magnitud?
Tomado de http://revistaislanegra.blogspot.es/1283445163/
Como lector que lee poesía para aprender a leer poesía y a escribir poesía,
me sigue pareciendo que la ANTOLOGÍA compilada por Raúl Gustavo Aguirre en sus tres tomos de tapa plateada editada por Fausto sigue siendo el mejor trabajo, el más abarcativo y representativo, aún cuando originalmente la revista de Aguirre se llamara POESÍA BUENOS AIRES.
En cambio esta selección del Lic. Monteleone, titulada POESÍA ARGENTINA parece poesía de buenos aires y…de paso y en mucha menor medida, poesía del resto del país.
Se trata de una antología ¿o antojolía? hecha para vender en el mercado abierto por el grupo Santillana en quince países de habla hispana, incluida España y hasta en el sur de los USA.
Resto llama el porteñocéntrico todavía hoy a las otras provincias, “el resto del país”, repiten los meteorólogos capitalinos, aún cuando capital y provincia de Bs. As. sumen un tercio de toda la población del país y el mal llamado resto somos dos tercios. ¿Dos tercios restantes o dos tercios sumantes? En las otras provincias habitamos no menos de veintiocho millones de contribuyentes postergados.
Leo el prólogo del Lic. Monteleone y me parece largo o larguero, comparado con las obras completas de Borges, donde los prólogos que escribe para cada uno de sus libros no pasan de media página.
Cuando se sabe lo que se quiere y se quiere lo que se sabe, no hace falta explicar tanto. Paradójicamente, ese culposo prólogo que nombra a Santiago Perednik, no lo incluye como poeta.
Es un crimen poner fragmentado EVA PERÓN EN LA HOGUERA, de Leónidas Lamborghini. Mejor le hubieran restado al menos cuatro páginas al prólogo para poder incluir a Antonio Esteban Agüero con CAPITAN DE PÁJAROS,
y el POEMA MATERIALISTA de Felipe Aldana.
Celebro que esté AULO GELIO, de A. Capdevila pero ni una página de Angélica de Arcal.
El caligrama ESPANTAPÁJAROS de Girondo fue una genialidad, pero ya lo hemos visto hasta en la sopa. ¡Menos mal que no pusieron SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR!
La pulpera de Santa Lucía, de Blomberg, como LA COSTURERITA QUE DIÓ AQUEL MAL PASO, o EL GRILLO de Nalé Roxlo, ya han tenido suficiente difusión, bien pudo obviarse.
¿Por qué está Alfredo Le Pera, que le plagió un poema a Amado Nervo para su exitoso EL DÍA QUE ME QUIERAS, y no está Horacio Ferrer?
Hay siete páginas de la Storni , buena feminista pero no sé si buena poeta, y que ya se ha difundido en el país y extranjero, con dos páginas hubiera sido suficiente y ganábamos cinco páginas para poner, a razón de una por autor, a: Antonio Aliberti, Alberto Luis Ponzo, Reynaldo Jiménez y Patricio Pron.
Celebro ver completo LUZ DE PROVINCIA de Carlos Mastronardi.
De Raúl González Tuñón no sé si lo puesto es lo que a él le hubiera gustado. A mí me hubiera gustado LA LUNA CON GATILLO o aquel MANUSCRITO EN UNA MESA DE MONTPARNASSE.
Celebro LA CARA APÓCRIFA, de Silvina Ocampo, que es una joya.
Yupanqui es más que un letrista de folclore. Tiene poemas mejores que las famosas incluidas. ¿Y Facundo Cabral y Aníbal Sampayo y Ariel Petrocelli no merecían al menos una página cada uno?
Julio Cortázar tiene, en SALVO EL CREPÚSCULO, poemas mejores que los seleccionados, y tiene el POEMA PERMUTANTE que es tan lúdico y muy original.
Celebro que esté completo el ARGENTINO HASTA LA MUERTE de C. Fernández Moreno, porque es una radiografía crítica de nuestra argentinidad, pero me hubiera gustado ver alguna página de Soldados, de Gustavo Caso Rosendi (Esquel, 1962).
Jaime Dávalos es demasiado nerudiano pero tiene poemas mejores que lo seleccionado y no es mejor poeta que Armando Tejada Gómez, que no está.
Celebro las cinco páginas de Aldo Oliva.
Lamento que falten Carlos Piccioni, Celia Fontán, Roberto Aguirre Molina, Horacio Rossi y Roberto Malatesta (Santa Fe, 1961) con su Por encima de los techos (2003).
Celebro las ocho páginas dedicadas al gran Hugo Padeletti, pero lamento que no estén: César Cantoni ( La Plata, 1951); y el enorme villamariense Alejandro Schmidt.
Falta el poeta y editor Jorge Isaías (Los Quirquinchos, 1946) con su Crónica gringa. Horacio Preler, con su Oscura memoria (1992). Carlos Alberto Álvarez, y Bernardo Canal Feijóo.
Celebro que esté J.C. Bustriazo Ortiz, que fallecía mientras lo antologaban,
pero me extraña que no estén: Luis Benítez, Esteban Moore, Daniel Chirom, Rodolfo Álvarez, Fernando Kofman, Rolando Revagliatti, Reynaldo Sietecase, Martín Prieto.
Celebro que estén esos dos poemazos de Paco Urondo pero faltan Gabriel Impaglione, Aldo Novelli, Piero De Vícari, Rafael Oscar Ielpi, Norma Segades Manias, Patricio Raffo, Pablo Gavazza.
Celebro que esté Rubén Sevlever pero faltan: Enrique Diego Gallego, Marcela Armengod, Guillermo Harvey, Eugenio Privigliano, Rubén Plaza, Guillermo Ibañez y Felipe De Mauro, entre otros.
Es valioso que esté completo HOSPITAL BRITÁNICO de Viel Temperley,
y el fundamental Rodolfo Alonso y Susana Thénon, Bignozi, Saer, Romano, Salas, Roberto Santoro, pero faltan, el cordobés Osvaldo Guevara con su canto al sapo, y Carlos Barbarito, Hugo Ojeda, Guillermo Eduardo Pilía y Daniel Rubén Mourelle.
Celebro que esté esa maravilla que es ELEGÍA PARA JUAN MANUEL INCHAUSPE de Concepción Bertone. Y Fogwil, Zelarayan, Hugo Diz, Mujica, Tamara Kamenszain, Arturo Carrera, y Eduardo D’Anna.
Celebro ver completo CADÁVERES de Perlongher, que dice tanto como el informe NUNCA MÁS de la CONADEP, pero en clave poética, y es como el GUERNIKA de Picasso, o la mejor pintura de Francisco de Goya, pero y Javier Magistris? ¿Y Gabriela Bejerman? ¿Osvaldo Spoltore? ¿Lucía Févola? ¿Ariel Madrazo? ¿Ana María Cué? y Armando Raúl Santillán?
Es un lujo la presencia de Héctor Píccoli, Mirta Rosemberg, R. Bielsa, Jorge Boccanera, Alberto Muñoz, Víctor Redondo, pero faltan: Verónica Viola Fisher, María Adela Agudo, Nahuel Santana, Oscar Hermes Villordo, Nora Hall, Luis Bacigalupo, Daniel García Helder, Viky Lovell, Oscar Bondaz, Federico Peltzer, Juano Villafañe, Jorge Dipré, César Bisso, Guillermo Piro, Antonio Aliberti, Alberto Luis Ponzo, y Reynaldo Jiménez.
Celebro que el mundo de habla hispana pueda leer MALVINAS de Mario Sampaolesi, pero faltan: Roberto Themis Speroni, Marasso (de “Dichoso aquel que vive en mansión heredada…”) Romilio Ribero con su Libro de bodas… (1963) Leopoldo Díaz y Manuel Ugarte.
Celebro que esta antología manca y porteñista se pueda comprar y leer en España, Guatemala, Bolivia, México, Chile, Paraguay, Colombia, Perú, Costa Rica, Puerto Rico, Ecuador, Dominicana, Uruguay, Venezuela, Israel y USA con todo lo bueno que lleva pero me sigue pesando más lo que falta.
¿Para quiénes se hace una antología así?
Si hay que vender nombres, Pizarnik vende, pero su obra ya está bien editada en este país y aún difundida en el extranjero. ¿Once páginas de Alejandra, cuando de tantos no hay nada?
Con cuatro páginas y bibliografía es suficiente, así entraban al menos con una página cada uno: Kato Molinari, Alberto Carlos Vila Ortiz, Reynaldo Uribe, Felipe Rojas, Miguel Grinberg, que tradujo a la beat generation, Santiago Kovadloff , Emeterio Cerro y Amadeo Gravino.
Le hubieran restado cinco páginas al marmóreo Lugones, que ocupa nueve páginas cuando fue el poeta nazional oficial del primer gobierno de facto anti-argentino.
En esas cinco entraban a razón de una página cada uno: Alvaro Yunque, Elena Siró, Hamlet Lima Quintana, Alejandro Pidello y Julio Huasi...
¿No podría haber hecho el Grupo Santillana-Alfaguara esta edición en dos tomos de seiscientas páginas cada uno? Así se leería más cómodamente y hubieran entrado algunos imprescindibles más.
¿Y la poesía en quechua, en guaraní o en lengua de mapuches?
Nada, eso todavía no se incluye, todos menos los originarios.
Pusieron bellas páginas del tango y del folclore, ¿Y del rock, no hay en cuarenta años de rock argentino una sola página poéticamente memorable?
De los doscientos diez y ocho ( 218) autores incluidos: ¿Cuántos son de Buenos Aires o siendo de otras provincias se fueron a vivir, publicar y morir en Buenos Aires y cuántos autores hay de ese mal llamado resto del país o país del interior?
Parece que los hijos de la reina del Plata heredaron coronita y el resto del país el estigma del desencuentro decimonónico.
¿Y Nueva York, queda más cerca de Capital Federal que las otras provincias argentinas?
Adhiero a lo que, saliendo de sus deliciosas creaciones, ha opinado Miriam Cairo en su última contratapa Rosario/12.
Finalmente, el poeta Eduardo Dalter, de quien he recibido la primera nota que reflexiona sobre esto, pregunta: ¿Estaba el Licenciado Monteleone, aun con el aporte de su ayudante Saavedra, en condiciones intelectuales para abordar una obra de tal magnitud?
Tomado de http://revistaislanegra.blogspot.es/1283445163/
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Lunes por la madrugada...
Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...
que sonríe cómplice de amor...