Por Valeria Tentoni.
Fallecida en 2015, la poeta Juana Bignozzi dejó este mundo con una obra personalísima y fulgurante, apilada en una serie contenida de títulos (10) en los que trabajó con exigencia y aplomo. Recibió el Segundo Premio Municipal de Poesía en el año 2000 y el Diploma al mérito de la Fundación Konex para el quinquenio 1999-2003. En 2013 recibió la Rosa de Cobre que otorga la Biblioteca Nacional. “Suena a poco para semejante obra”, escribe Martín Gambarotta en el prólogo a La vida en serio, el primer volumen de la obra completa de Bignozzi que abarca lo escrito entre 1998 y 2019.
La edición está al cuidado de la escritora Mercedes Halfon, autora de libros como Vida de Horacio y El trabajo de los ojos o de poemarios como Hebilla de pasto. Malena Rey, periodista y editora en Caja Negra, colaboró con esta tarea –y ambas habían trabajado juntas ya en el archivo de Tamara Kamenszain.
En 2019 y junto a Laura Citarella, Halfon estrenó el film Las poetas visitan a Juana Bignozzi. Conversamos con ella a partir de estas labores sobre el acervo de una de las más grandes poetas de la literatura argentina.
¿Cómo fue recibir la noticia de que ibas a ser la albacea de Juana Bignozzi? ¿Tenías noticia de la cantidad y el estado de los textos que quedaban, de alguna manera, a tu cargo?
La verdad es que no tenía idea de lo que significaba ser albacea ni tampoco tenía conocimiento de la cantidad de textos que Juana tenía inéditos. Darme cuenta de esas cosas me llevó tiempo, meses de vincularme con sus papeles, mirarlos, conocerlos, volverlos a mirar y de a poco ir entendiendo qué es lo que se esperaba, o de qué manera era deseable darlos a conocer. Por un lado, en publicaciones y por otro lado en la conformación de un archivo que pudiera ser consultado y perdurable.
¿Cómo fue el encuentro con los materiales que ahora componen la obra completa de Bignozzi, de la que acaba de publicarse el primer tomo? ¿Qué podés contarnos del trabajo con esos papeles y del estado en que los encontraste?
Los papeles de Juana estaban bastante desordenados, en la mesa, en algunas carpetas, en cajas, incluso en el piso. Juana no era una archivista de sí misma y sus dos mudanzas de ida y de vuelta a España deben haber hecho su propio trabajo de purga. No había manuscritos de libros viejos, sino más bien borradores de su último periodo, además de cartas, postales y fotografías. En concreto, los materiales que conforman este tomo de la Obra completa van de 1998 a 2019 y son de dos clases. Por un lado, textos que ya estaban publicados por Adriana Hidalgo, desde el poemario La ley tu ley, hasta Novísimos, su último libro. En rigor, son poemas que los lectores de Juana ya conocían, pero la novedad radica en reunir, en un solo tomo, libros que se encontraban dispersos y que además no se conseguían tan fácil. A eso se le sumaron algunos materiales inéditos: poemas sueltos, una serie y una prosa que por su fecha de escritura y publicación pertenecían a este tomo de la obra completa. Hay poemas que había publicado en Diario de poesía, pero no habían sido incluidos en libros, luego una serie llamada La escalera de Aracoeli que permanecía inédita, y un texto muy simpático, en prosa, una suerte de autobiografía breve, que se titula “Yo”, y que fue parte de un dossier sobre su figura que también salió en Diario de poesía. Es un volumen que reúne su poesía más reciente.
1967. Archivo Juana Bignozzi
Antes de esta publicación, pudimos ver la película documental Las poetas visitan a Juana Bignozzi: ¿cómo se acompañan estas dos obras, film y libro? ¿Su producción fue en simultáneo?
La película acompaña el primer período en relación con el trabajo de la obra de Juana, encontrarme con los papeles, empezar a mirarlos, es un registro de ese desconcierto inicial al recibir este tesoro tan grande. Fue paralela a la edición de Novísimos, que es su libro póstumo, que fue lo primero que edité ya como albacea. Un libro que venía a cerrar la producción de Juana, ella lo había pensado como libro independiente y por eso también quisimos publicarlo solo y después ya sí empezar este trabajo de la obra completa
La periodista y editora Malena Rey aparece en los créditos como parte del equipo que logró este tomo publicado por Adriana Hidalgo, y ustedes ya habían trabajado juntas con el archivo de Tamara Kamenszain. ¿Qué podés contarnos del trabajo conjunto?
Con Malena y con un equipo más grande –Florencia Garramuño, Cynthia Edul, Leonora Djament y más amigas– trabajamos en la catalogación de libros y papeles de Tamara Kamenszain, entonces cuando me tuve que poner a trabajar ya más concretamente en la obra completa me pareció natural hacerlo con ella que es una editora excelente. El trabajo conjunto con Malena en el archivo de Tamara fue muy iluminador de lo importante que era acompañarse en esto que Florencia Garramuño llama “tareas de cuidado literarias”: ordenar, catalogar, limpiar, pensar, la obra de poetas que ya no están. Es una tarea que se hace puramente por amor y en la que se aprende muchísimo. A mí me entusiasman especialmente estas tareas intergeneracionales, interdisciplinarias, vinculadas a la poesía y al archivo. Me gustó hacerlo en grupo en el trabajo con Tamara, por eso decidí en este caso seguir así. En el archivo de Juana también se fueron sumando otras personas como Lucila Penedo, Vanina Colagiovanni, Malena, como decíamos, y sus aportes son muy valiosos, las perspectivas diversas amplían la mirada sobre el archivo y le dan nuevas vidas.
En el prólogo, explicás que se decidió publicar en dos tomos para conservar fidelidad al espíritu de Bignozzi al publicar sus propios libros, de a uno, muy concentrados y precisos. ¿Qué podés contarnos de esto y también del orden en el que aparecen los materiales?
Lo principal es que no queríamos hacer un libro gigantesco, difícil de manipular y que se convirtiera en prohibitivo por su precio. Por eso pensamos dividir la obra completa en dos tomos y empezar por la poesía más reciente que por cuestiones logísticas iba a ser más fácil de editar primero. Nos queda por delante un tomo que incluya desde lo primero que ella editó hasta donde comienza este. Y ya estamos empezando a pensarlo.
Leemos en este libro que Juana Bignozzi trasciende su generación y se convierte en una poeta ineludible de Argentina, especialmente por el trabajo con su yo poético. ¿De qué dirías se trata ese yo poético? ¿Qué es lo que lo distingue?
Creo que la voz de Juana es muy reconocible, una voz de mujer, en primera persona, lúcida, combativa, beligerante, que no tiene nada de autocomplaciente, que habla fuerte y claro, y que trabaja constantemente con los dobleces de la ironía. A diferencia de otrxs autorxs de los 60 en ella lo político aparece más como un desgarro, como una desilusión, que como un programa. Creo que su humor y su aparente transparencia la acercan mucho a la poesía del presente. Juana tanto en lo poético como en su vida estaba muy cerca de los jóvenes. Se puede hacer el ejercicio de abrir un libro de ella en cualquier página y siempre el poema parece haber sido escrito recién. No hay que tener ninguna piedad ni pensar demasiado en su contexto de escritura para conectar. Me gusta pensarla como una autora faro –como tantxs otrxs: los Lamborghini, Giannuzzi, Bellessi y más– alguien que con su escritura produce una luz, aunque intermitente, es decir, no cegadora. No se puede escribir como Juana, pero sí hay una zona que su escritura ilumina. Son autorxs que abren, marcan un camino posible. Es muy difícil ser como ellxs, pero una se puede permitir lo que ellos se permitieron. Una gran poeta permite habilitar zonas.
Archivo Juana Bignozzi
Este año, además, salió tu libro Vida de Horacio (Entropía). Me gustaría preguntarte por la convivencia de estas tareas como albacea y tu propia escritura, ¿se entorpecen, se retroalimentan?
En lo práctico se alternan y en lo más profundo creo que se retroalimentan. Trabajar con la obra de una poeta como Juana es para mí una experiencia trascendente. Nunca siento que terminé de leerla o que ya sé todo sobre ella. Por suerte, no me acostumbro al efecto de su poesía. Más bien al revés. Es una gran compañía que a veces funciona como una mirada fulminante, otras casi como un oráculo del que se desprende un verso que me llega justo en el momento indicado.