En el Malba, con Yani y Celia, un día de enero en el que había que ponerse busito y se caminaba por baires notando el vacío urbano, las calles chetas todas para una y sus vacaciones a contramano del resto.
La peli me encantó porque me dio exactamente la misma sensación que los cuentos de Silvina Ocampo: No sé lo que está pasando pero es genial. Y miles de hipótesis, todas posibles, que se te disparan en la cabeza como esos caramelos que mordías y les salían como estallidos de algo. Y quedarte en la butaca casi dos horas dentro de esa casa, con esa gente que no sabés si son muchos o todos ella, si va a pasar "algo", justo "eso" o nada o justamente todo lo todo que entra en nada.
Vengo a casa y leo el cuento y descubro que, además de haber puesto en la película los diálogos en palabras exactas de la Ocampo (ya lo había dicho el director en la presentación en vivo), los realizadores debieron construir todo lo demás porque el cuento no tiene narrador, ni descripciones ni nada entre esas voces que hablan entre sí, o dentro de una misma cabeza o dentro de esa casona impresionante (que en el cuento no está más que nombrada).
Muy bella la música, las fotos, la cara, los gestos, los movimientos de la actriz principal y la cercanía de Sbaraglia. Un placer.
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