domingo, 1 de noviembre de 2020

No debimos venir hasta las islas

 Tres poemas de Malva Flores para terminar el verano

Muy curiosa es la historia natural de estas islas, y merece la mayor atención [...] Todos los organismos tienen, sin embargo, cierto grado de parentesco… —Charles Darwin.

Foto: David Adam Kess.
Por
Redacción Animal Político
 18 de septiembre, 2016

Los dioses se fugaron de las islas

Buscas en Roma a Roma ¡oh peregrino!
y en Roma misma a Roma no la hallas
Quevedo

Unos querían vivir el rumba rumba, el tango, el ajetreo de aquellas largas horas donde los parroquianos se regocijaban.

Otros querían volver al bendecido sol de algún verano que ya no tiene nombre y sólo podemos recordarlo como aquél: el verano magnífico de nuestra plenitud.

Todo está detenido acá en los riscos, suspendido en el tiempo de las medallas:

Los dioses se fugaron de las islas y en su sitio —me dicen los fuereños— ha quedado el censor.

 

Azoteas

Hay que subir siempre. Eso es el destierro,
una cuesta, aunque sea en el desierto.
María Zambrano

Perder el pie, el piso, la cadencia del salto; quedarse parado en la azotea. Sí. Así. Solos en la azotea, entre ropa tendida como cuerpos exangües y todas las viejas cosas de las que te desprendes porque no quieres ver lo que pasó, pero las guardas, las metes en cofres, en cajitas, hasta en bolsas de plástico. Las guardas.

Lo que pasó es sencillo. Te equivocaste. Perdiste el pie, el piso, la cadencia del salto y viniste a parar hasta esta isla suspendida en el azul blanquísimo de una tarde brillante: esta eterna azotea.

 

No había oro

En el retrovisor de un breve instante
Henri Michaux

No hay más tortuga metafísica y somos, de nada, cancerberos.

Mira las flores. Míralas bien: el terciopelo en su exceso de hambre.

El polen ya no es polvo de estrellas. La duna es una falta de aire. Pero eso sí, los querubines de la fama doméstica recogen diariamente monedas de neón.

No había oro. No había siquiera vacas reales. Sólo polvo y desierto
     —la palabra sin gracias.

No debimos venir hasta las islas.

En aquel otro sitio donde nos abrazamos, ocultos del ruïdo, aún somos verdaderos. En ese espejo alterno se besan quienes veían el sol al mismo tiempo y cubrieron también sus ojos con la mano.  

 

Los poemas forman parte del último libro de Malva Flores, Galápagos (2016).
Los textos fueron reproducidos con permiso de Ediciones Era.


Tomado de https://www.animalpolitico.com/2016/09/galapagos-y-tres-poemas-de-malva-flores/

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...