Estaba en medio de mis extraños despertares. Extraños y largos porque incluyen medicación diaria, frutas, mates, atención de plantas, higiene personal y de superficies cotidianas como cama, baño, cocina. Tareas obligatorias pero que hago desordenadas y sin método, incluyendo agua para las plantas y algún ataque interruptus de "María Trapito", sobre todo ahora que no tengo apuro para salir de casa.
Y ya hace unos días que veo, directo delante mío cuando me acuesto, en el estante más alto de arriba del smart, algunas telarañas y capa de polvo excesivo. No sé por qué pintó justo hoy traer una silla y subirme a limpiar sólo esa parte, porque acometer limpieza completa de cualquier de mis bibliotecas es más para ponerme de mal humor que para disfrutar del contacto. Y ahí, horizontal y apenas mostrando su lomo gordo pero amarillento y ajado, entre otros libros secundarios a los que no doy bola hace mil, agarro este La force de l´age, de Simone de Beauvoir: en francés, sin mi firma ni fecha que lo ubique en mi biocronología lectora, y justo justo cuando estoy leyendo cartas en francés dirigidas a Victoria Ocampo, y su Autobiografía y la novela de Silvia Molloy, El común olvido, y alimentando con todo eso mi novela de la tía Inés que, coherente por fin en sus multiversidad, quiere hablarnos de la memoria, la línea materna y la vida entre mujeres.
Lo empecé ya al toque. Resulta que es autobiografía, continuación declarada y teorizada en el prólogo por ella misma de Memorias de una joven formal, ese bodoque mítico en mi vida porque nunca entendía qué me quería decir mi mamá al darmelo a leer cuando yo tenía ¿14? ¿15? y que nunca pude terminar. Ahora que lo pienso, creo que se lo pasé a Magdalena y no sé si ella lo leyó pero fue de los que eligió llevarse cuando se mudó hace cuatro años (creo que lo he visto en su biblioteca que tanto me gusta chusmear para ver los cruces entre lo que le di yo, lo que me pidió ella y lo que fue agregando sin ni siquiera contarme, atrevida).
Creo que en vez de pedirle a Magda ese ejemplar heredado, voy a conseguirme el mío en francés. Porque vale el gesto y porque es un placer "en plus" constatar que leo en lengua original igual de cómoda y veloz pero mucho más cercana y embobada por el estilo.
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