miércoles, 4 de noviembre de 2020

Algo vive, callado,dentro del núcleo seco

 

Bueno, marcando catálogos para ver que traigo a la librería, llego a este libro de Goethe, La metamorfosis de las plantas, un poco shockeada y asombrada porque no lo tenía presente y me sorprendió tan para bien.


METAMORFOSIS DE LAS PLANTAS

GOETHE


Amor, te desconcierta la rara multitud
de flores, su desorden variado, en el jardín.
Escuchás muchos nombres y siempre el nuevo empuja
del oído a los otros, con su sonido extraño.
Las formas se parecen y nunca son iguales.
Desde el coro sugieren que hay una ley secreta,
un enigma sagrado. ¡Si yo pudiera, amiga,
entregarte ya mismo, alegre, su respuesta!
Mirá su crecimiento, cómo, lenta, la planta
va de una etapa a otra hasta dar flor y fruto.
Su desarrollo empieza en la semilla, la tierra
oscuramente fértil la empuja hacia la vida.
Y ahora recomienda las hojas incipientes
al placer de la luz, la inquieta, la sagrada.
Una fuerza dormía en la semilla, un modelo
replegado en sí mismo, debajo de su funda,
hoja, raíz y germen, sin forma ni color.
Algo vive, callado, dentro del núcleo seco
y va surgiendo, entrando a una humedad tibia
para salir más tarde de la noche envolvente.
Todo, al principio, muestra su forma más sencilla.
Esto vale, también, en la infancia de las plantas.
Después viene otro impulso que se eleva, y repite
la primera figura, nudo sobre nudo.
Pero no son iguales; las hojas más recientes
van variando su forma, van cambiando y entonces
son más anchas, con puntas definidas y tallo;
estaban contenidas en el órgano interno.
Recién ahora alcanzan la singularidad
que en algunas especies te mueve hasta el asombro.
Más dentadas, nervadas, más lozano su aspecto,
el impulso parece ilimitado y libre.
Y la naturaleza, refrenando el proceso,
lo lleva de la mano a mayor perfección.
Va angostando los vasos, va llevando la savia
más despacio, y ahora su acción es más sutil.
La expansión de los bordes se aquieta y va mostrándose,
más nítido que antes, el nervio del estilo.
Sin hojas, pero rápido, va elevándose el tallo
y entonces, al que mira lo atrae un nuevo asombro.
En círculo, aparecen contadas y sin número
hojas chiquitas, tantas, una al lado de otra.
Contenido en el eje, el cáliz se resuelve,
se abre, y la corola muestra su color.
Un impulso que anhela algo más alto y pleno,
revela, en sucesión, un miembro junto a otro.
Y siempre te asombrás cada vez que en el tallo,
esa fina estructura, la flor mueve sus hojas.
Pero estos esplendores anuncian otra obra.
Sí, los pétalos sienten una mano divina,
rápidos se contraen y las formas más frágiles
asoman, espejadas, destinadas a unirse.
Hay una intimidad mayor entre parejas;
numerosas, se ordenan en torno del altar.
Himeneo se acerca y ahora es imposible
no sentir los olores vivificando todo.
Van creciendo, uno a uno, los muchísimos gérmenes
adentro de su fruto, que también va creciendo.
Y la Naturaleza, ahora, cierra el ciclo
de sus fuerzas eternas, y otra vez recomienza,
para que la cadena se prolongue, infinita,
y la parte, viviendo, también resguarde el todo.
Amor, la multitud de colores no puede
desconcertarte más, si querés advertirla.
Cada planta te anuncia las leyes eternas,
percibís cada vez más claro lo que dice.
Si ahora descifrás las letras de la Diosa,
cambiadas, podés verlas después en todos lados.
Que la oruga se arrastre, la mariposa vuele,
y que maleable el hombre transforme su figura.
Pensá cómo también, del germen del encuentro,
fue creciendo, de a poco, en nosotros el hábito,
descubriendo más tarde una amistad profunda,
y el amor, al final, dándonos flor y fruto.
Mirá la profusión de la naturaleza,
siempre prestando formas a nuestras emociones.
¡Es alegre este día! El fruto más sublime
del amor, el más dulce, es ser de un pensamiento,
de una visión del mundo, para que en armonía
lo que es doble sea uno, en la esfera más alta.


La traducción está la encontré en el número 38 de

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...