“Por último los niños fueron llevados a otras provincias para segurarles la supervivencia, juntamente con la del sindicato de lustrabotas, y así quedaron solamente los ancianos, que sobrevivían gracias a los recuerdos. Los padres de Triclinio comenzaron a morir con las últimas avispas, y en vez de lamentarse, como en los últimos tiempos, de que Triclinio no tuviera un mecanismo de defensa más seguro, se legraron de que fuese feliz con su violín, lejos de las palabras, de la realidad vuelta incomprensible, de los decretos, con la cabeza llena de esos hermosos sonidos que lo salvaban del miedo.”
Daniel Moyano. El trino del diablo.
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