CARTA II
mi querida: me dije algún poema tiene que haber
porque hay tanto ruido en el país
y en estos días las metáforas se cumplen
ya casi no hablamos más
que de nosotras: metonimias de un paisaje de guerra
o pequeños predios donde cultivar imágenes de sí
querida: se disuelve mi dogma a medida que amo
y aunque mi dogma sea de una especie razonable
padezco los efectos de esta fatal transformación:
no sé nada ya de aquello que era
pero no olvido tampoco cómo era aquello ser
una foto de otra época me muestra como a una muchacha
a la que he conocido: mi nostalgia de ella es infinita
aunque me diga que todo está muy bien y
aunque sea cierto que todo está (muy bien) ahora
algún poema tiene que haber me dije: en lugar
de una certeza siempre hay un poema
y en lugar de un poema siempre estoy
escribiendo cartas como un náufrago al revés:
no corro peligro más que de mí y el mundo
es una isla en la que sólo puedo sumergirme
mi querida en estos días
en que la filosofía es un murmullo de la edad
sos el ruido de un país en predios secos
donde un poema sería agua de beber
CARTA XV
mi querida: cada hombre pide otra cosa
y me pregunto si al repartirse como el pan
una no está en el mejor lugar: la boca de otros
ese hombre me ha pedido una carta:
¿ necesita o sólo pide para gozar de mí?
estar en la boca de otros mientras una
no está más que en su cueva rumiando
(he sido herida por un ojo pequeño en la luz
pequeños roces del amor diverso que se arma
relatos que no abandonan ni cuerpo ni cabeza
siempre la herida es lo que parpadea)
cada hombre pide otra cosa y una no está
para estos trotes una está para una
manera de repartirse como el pan: endurecida
por la exposición al aire el tiempo que hace
y ese hombre ahora ha pedido una carta:
yo le escribo ésta para vos donde está ausente
y espero de la escritura un buen camino
yo le escribo y me pregunto si al repartirse
como el pan masticada y nutricia
una no está en boca de todos que es el mejor lugar
CARTA XVI
mi querida: los hombres nos envidian el penetrante
juego de intimidades sucesivas: los ensordece
el murmullo de palomas que cambiamos
insomnes y ligeras por sobre toda obligación
envidian la obscenidad de nuestros juegos
contar y llorar como hijas de la misma madre
(que hubiéramos compartido los baños y las camas)
o como madres a punto de parir (casi desnudas
y hablando de un dolor parecido)
los hombres es sabido nos envidian
el impenetrable clima de las risas oblicuas
(como de amiguitas a la siesta en el zaguán)
y esa falta de vergüenza al mostrarnos las llagas
o hacerse vestir o acariciar el alma una por otra
ellos no saben cómo hacer para podernos
distraer de nosotras llamarnos la atención
es su pasión y su calvario: tan fuertes
somos en nuestro pacto el motivo de su deseo
desesperan de nosotras pobrecitos
y amados como el otro de nosotras sospechan:
la insuficiencia de ese modo de amar
ellos quisieran ser una más y nos envidian
lo impenetrable (el resto de adolescente que se deja
tocar sin perder nada) ese poder de ubicuidad
que nos concilia con el infierno en un salón del paraíso
en esta lucha por el amor de cada día
ellos no saben de nuestra necesidad y nos envidian
y aunque les juremos que nos son imprescindibles
sabrán que en esa frase hay una trampa:
ser el otro de nosotras es poca cosa
y ellos siempre querrán ser una más
Sobre la autora Liliana Lukin nació en 1951 en Buenos Aires. Se graduó como Licenciada en Letras en la Universidad de Buenos Aires. Fue asesora literaria de la Fundación Noble del Diario Clarín, donde organizó los Encuentros de Escritores que posteriormente compiló bajo la Edición Narrativa Argentina. De su autoría son los siguientes libros: Abracadabra, 1978; Malasartes, 1981; Descomposición, 1986; Cortar por lo sano, 1987; Carne de tesoro, 1990; Cartas, 1992; Las preguntas, 1998; Retórica erótica, 2002; Construcción comparativa, 2003; y un estudio sobre la literatura amorosa epistolar desde el siglo XII al XX.
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