Zombies: de la cultura chatarra a herramienta de discusión política
Nuevos personajes en la literatura argentina. Protagonizan relatos sobre la corrupción, el placer sin frenos y el uso político de la memoria. (Publicada en Clarín, 5 de febrero de 2012)
Por Patricio Zunini.
ilustración: eche
Tal vez por influencias de las película de George Romero y las series de televisión, en la narrativa argentina de los últimos años han aparecido varios textos de zombies. Sin embargo, esta literatura incipiente no remite al género de terror, sino que los aborda como un herramienta de discusión política. Veamos algunos ejemplos.
La primera de la serie es una mujer: Trash. Cuatro amigas la encuentran tirada en el bosque. No saben si está dormida, desmayada, muerta. Se paran junto a ella y antes de ayudarla comentan lo fea que es y qué descuidado tiene el pelo. Una saca la cámara de fotos y preserva el momento. Recién después la llevan a casa, le ponen un disco de Valeria Lynch, intentan sin resultados que hable, que coma algo. Una de las mujeres sale a hacer mandados y vuelve con un cadáver. Ante el asombro de todas, Trash se tira salvajemente sobre el cuerpo y lo empieza a devorar, le saca los brazos y entonces habla por primera vez: “¿tienen freezer?”, pregunta. Trash es una zombie que supo liderar una banda que tocaba canciones de ABBA estilo gótico, pero que tras una no-vida de excesos decidió comenzar un proceso de desintoxicación. Así comienza la delirante novela Berazachussetts (Ed. Entropía), por la que Leandro Avalos Blacha —discípulo de Alberto Laiseca— obtuvo el Premio Indio Rico. El jurado, compuesto por César Aira, Daniel Link y Alan Pauls, la eligió porque “reclama una reflexión sobre las complejas y muchas veces absurdas relaciones entre literatura y mundo social; tritura las convenciones del género y hace coincidir los motivos más emblemáticos de la cultura chatarra de nuestros días con la geografía del conurbano bonaerense”. Berazachussetts, que acaba de ser traducida al francés y es candidata al premio Bob Morane 2012, relata la corrupción social con íconos de la cultura chatarra.
En el cuento “Estampida de zombis”, incluido en 380 voltios (Ed. Pánico el Pánico), Esteban Castromán narra el avance de una turba de zombies desnudos sobre Corrientes y 9 de Julio que transmite la infección como una enfermedad venérea: «Motorizados por la pulsión del contagio, empiezan a fifarse a cuanto humano se les cruce. Así operan, parece. Esa es su forma de morder». En la representación habitual —por ejemplo, en las películas como La noche de los muertos vivos o El amanecer de los muertos— los zombies encarnan el mal y la alienación. Castromán propone una visión diferente, liberadora. Los nuevos zombies, sin inhibiciones, se dedican a cumplir toda clase de fantasías sexuales durante horas. Freud explica en El malestar en la cultura que el hombre reprime sus instintos para construir la sociedad. Esto es lo que se pierde en “Estampida de zombis”: el placer como único objetivo termina por desestabilizar el sistema.
«La figura del vampiro, pese a que nos asusta tanto, es una figura trágica», dice José Pablo Feinmann en Siempre nos quedará París (Ed. Capital Intelectual). Los zombies, en cambio, reaparecen o se contagian. No regresan: son traídos. Carecen de voluntad y decisión. Pueden ser manipulados. Una de las películas que Molina le cuenta a Valentín en El beso de la mujer araña, de Manuel Puig, es La vuelta de la mujer zombi (I walked with a zombie, dirigida por Jacques Tournier, 1943). Una mujer hermosa viaja a una isla del Caribe para casarse, pero descubre que la primera mujer de su novio ha sido traída de la muerte. Película de terror, bien de época, es indudable el contenido político que se lee en Puig: el padre del novio había masacrado a los peones que querían rebelarse y un brujo vudú los regresó a la vida como zombies dóciles: «en medio del trabajo, cuando la luna los ilumina se los ve que se les caen las lágrimas, pero no se quejan, porque los zombis no hablan, no tienen ya voluntad y lo único que pueden hacer es obedecer y sufrir».
El zombie como vector político en el kirchnerismo es el tema que circula en la reciente antología Vienen bajando, compilada por Carlos Godoy, Nicolás Mavrakis y Juan Terranova (CEC; se descarga gratis desde https://sites.google.com/site/centrodeestudioscontemporaneos/). A diferencia del tono festivo y absurdo con el que se desenvuelven Leandro Avalos Blacha y Esteban Castromán, los zombies aparecen aquí como una masa despersonalizada y sombría. El estallido del 2001, la 125 y el conflicto con las entidades agropecuarias, la muerte de Néstor Kirchner, los derechos humanos, las banderas de los setenta y la militancia: todos temas que son abordados en los diferentes cuentos. Hay también en estos autores un controvertido replanteo acerca de las políticas y el uso de la memoria: los zombies se infectan, salen de pozos, pero sobre todo llegan del río y de fosas comunes. Lo siniestro, lo monstruoso, es que son nuestros muertos quienes vuelven en busca de sangre. Las víctimas de la represión de la dictadura militar vuelven encarnando a la barbarie.
2 comentarios:
Te lo robo.
Cordialmente,
Yo.
Adelante , que yo tb lo tomé de otro blog, siempre pongo de dónde, ahora estuve floja...
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