domingo, 19 de septiembre de 2010
De Santis y demonios: Los Anticuarios
De Santis y demonios: Los Anticuarios
13 Sep 2010
by SILVANA in Vampiros
En Los anticuarios, su nueva novela, Pablo De Santis aborda el mundo de los vampiros en un ambiente donde la sangre y la sexualidad han quedado bajo una inestable forma de control. Pero, ante un incidente, la oscuridad y el peligro regresan. En esta entrevista, De Santis habla de su novela, de la tradición épica de los vampiros y recrea su paso por tantos oficios ligados a la escritura como el periodismo, la historieta y, finalmente, el de escritor, que hoy ocupa casi todo su tiempo.
“Si no hubiese sido escritor, ¿qué otra cosa le habría gustado ser?” Según explica Pablo De Santis, los escritores suelen escuchar a menudo semejante inquietud. “Quienes hacen esa pregunta, suponen que la verdadera identidad no está en la elección definitiva sino en la segunda, en la que quedó en el cuarto de los trastos inútiles, en la oportunidad perdida”, escribe al comienzo del prólogo de El hipnotizador, el flamante volumen que recopila las historietas del personaje, con dibujos de Juan Sáenz Valiente. Y a continuación confiesa: “A mí me hubiera gustado saber dibujar. Durante el colegio secundario llenaba el margen del cuaderno de cocodrilos, pulpos, edificios, dragones y letras adornadas de púas u hojas de árbol. El trazo era infantil: todo lo que fuera sombra, volumen o perspectiva me resultaba un lenguaje incomprensible. Los dibujos eran planos, como si fueran jeroglíficos”.
En el living de su espaciosa pero al mismo tiempo abigarrada casa familiar del barrio porteño de Caballito se puede ver uno de esos jeroglíficos, esperando ser colgado de una pared recién arreglada, flanqueado por una enorme reproducción de Oski y un pequeño dibujo de Max Cachimba. Y no desentona, realmente. De Santis sonríe, orgulloso e incrédulo, casi avergonzado, cuando se le va preguntando la autoría de los diversos cuadros, y se ve obligado a confesar que ése es suyo. “No sé cuándo lo dibujé, fue hace mucho”, apenas si alcanza a murmurar este hombre que confiesa haber querido dibujar además de escribir, pero cuya vocación oculta –esa oportunidad olvidada entre los trastos inútiles– cualquier interlocutor ocasional podría suponer que bien podría ser la medicina, ya que tanto su padre como su madre desarrollaron toda su vida esa profesión y es fácil imaginarlos tratando de arrastrar a su vástago hacia el mismo destino.
“Nunca se les hubiese ocurrido”, aclara. “Además, siempre me impresionó la sangre, y tuve terror a las vacunas y hacia todo lo médico”, confiesa el autor de otro flamante libro, la fascinante novela Los anticuarios, que reinventa el mito de los vampiros, personajes justamente muy cercanos a la sangre, aunque por un camino totalmente opuesto al de la medicina. “Lo que a mis padres siempre les gustó fue la literatura”, explica De Santis, que asegura haber crecido entre libros, y arropado por una historia familiar que venera la palabra escrita, incluyendo la recurrente épica de su padre enamorando a su madre y dedicándole poemas de estricta rima y métrica. “Empecé a leer de chico, y casi al mismo tiempo empecé a escribir. Pasé muy rápido de una cosa a la otra. Y el mundo de los géneros siempre me atrajo”, confiesa el entonces precoz lector tanto de Ray Bradbury, y posteriormente la colección Minotauro, como de los policiales de Simenon o de Agatha Christie, revelando cuál fue en realidad su otro camino hacia la sangre. “Nunca me voy a olvidar de cuando mis viejos volvían del cine y me contaban las películas que habían visto, que eran prohibidas para menores, en una época en que si no tenías la edad realmente no podías entrar. Eso era lo prohibido. No deseaba otra cosa que crecer para poder ver esas películas que me contaban mis padres: Psicosis, de Alfred Hitchcock, o El pájaro de las plumas de cristal, de Dario Argento. Me quedaba fascinado, eran todas de terror o policiales, y creo que desde esa época no se me ocurre ningún otro tipo de literatura que me pueda gustar leer”, dice Pablo, que elige una película en cartel como El origen para explicar esa fascinación. “Es que ése es el tipo de relato que me apasiona: estoy en el cine, totalmente capturado. Entiendo cuáles son las metas, lo entiendo todo, más allá de los errores. Otro tipo de cine o de novela están bien… pero no son para mí.”
¿Qué clase de novela es para vos?
–A ver, pongámoslo de esta manera: para mí los géneros, lejos de ser una especie de margen de la literatura, son el centro. Lo más importante pasa por ahí. Como cuando Angel Faretta escribía en la antigua revista Fierro que todo pasaba por John Carpenter, y no por algún director francés en cuyas películas siempre había alguien leyendo. Y para mí con la literatura pasa lo mismo. No está la literatura importante y después Soy leyenda, de Richard Matheson. Aunque hay distintos niveles de complejidad, para mí Soy leyenda está a la altura de Beckett, no es la obra de un autor menor.
EPICA DE VAMPIROS
A la manera de Soy leyenda, la última novela de De Santis intenta reescribir el mito del vampiro. Si Matheson volvió a contar la historia como metáfora del diferente –“la normalidad es un concepto mayoritario”, se resigna el último hombre en un mundo poblado por vampiros–, De Santis confiesa haber llegado a sus “anticuarios” como una forma de unir a los personajes de una historia que fue escribiendo de manera mucho más trabajosa que su novela anterior, El enigma de París. “Cuando se me ocurrió la idea de El enigma… no podía aguantar no ponerme a escribirla en ese momento”, se ríe Pablo, pensando en la novela con la que ganó el premio Planeta-Casamérica tres años atrás, y que estuvo presentando durante un año en todo el mundo de habla hispana.
Aquel libro lidiaba con historias de detectives, pero De Santis asegura que en su cabeza no es un policial sino un libro fantástico. Por el mundo que rodea a esos detectives que protagonizan su trama, y por los propios detectives, que tienen asistentes y una fama que los precede, más como si fuesen superhéroes –o luchadores de catch– que simples Sherlock Holmes al por mayor. “Pese a la melancolía de su trama, en la actitud de inventar hay una cierta alegría, que de alguna manera es percibida por el lector”, arriesga Pablo, que se deja llevar más por el drama en Los anticuarios. “Lo que pasa es que las novelas de vampiros son un regreso a la épica”, apunta. “Me acuerdo de que una vez hice una reseña de una antología de vampiros, y ahí observaba que los cuentos de vampiros, cuando eran breves, eran malos. Porque los vampiros necesitaban de una épica, como en Drácula o en Soy leyenda. Una épica entendida como la confrontación de dos fuerzas que se van dando golpes, y para mí eso es la novela: dos bandos golpeándose entre sí, y el protagonista en el medio, oscilando entre uno y otro.”
Aprendiste la lección de Oesterheld: el que narra la historia no es el héroe sino su acompañante.
–Bueno, eso sucede también en Sherlock Holmes, y es algo que siempre sirve en la literatura.
Que el narrador no sepa más que el lector…
–Porque así el lector se siente acompañado por un personaje que, como él, se asoma a ese nuevo mundo. El lector se asoma a la novela, y el personaje se asoma a la historia. Y además, para mí, todo cuento, aun los más breves, siempre hablan de un mundo que se transforma: en un mundo en que no hay fantasmas, aparece uno y ese mundo cambió, ahora es un mundo en el que hay fantasmas. Esa es la fórmula. La novela, en cambio, siempre cuenta la historia de un personaje que se transforma. Aunque haya también un mundo transformándose, la novela para mí siempre necesita de un personaje que cambie.
Cuando se le comenta que tanto en El enigma de París como en Los anticuarios su narrativa parece haberse soltado, logrando una levedad que –a pesar del tono más bien ominoso que necesita esta última– subraya lo mejor de la totalidad de su escritura, sumando sus obsesiones tanto en las novelas más serias como en las juveniles, e incluso en lo mejor de sus guiones para historietas, De Santis generosamente señala que le gustaría pensar que hay una especie de aprendizaje. “Tal vez en otro momento no me hubiese atrevido a hacer una novela con el tema de los vampiros”, confiesa.
Los anticuarios aparece justo cuando las historias de vampiros parecen estar de moda, tanto en la televisión como en el cine. ¿De qué manera dialoga tu novela con esa moda, si es que lo hace?
–No dialoga para nada, porque me imagino que no debe ser nada bueno. Igual es un prejuicio, porque no leí nada de Crepúsculo, pero aclaro que el prejuicio no viene porque sean novelas juveniles, ya que Harry Potter es un fenómeno que realmente me encanta. La verdad es que cuando me di cuenta de que tenía un libro sobre vampiros, cuando todo el mundo hablaba de ellos, pensé que, por un lado, estoy en un sector tan pequeño con respecto a semejante fenómeno, que no importaba demasiado. Y por el otro imaginé que se iba a gastar tanto el tema, que había que sacarla cuanto antes, ya que después iba a ser imposible. Pero no creo que sea una novela que pueda vivir de ese fenómeno. No me imagino a un lector de Crepúsculo acercándose a Los anticuarios.
Al promediar la novela, cuando el protagonista se cruza con un personaje femenino que lo acosa, es lo más cercano a un cruce entre un personaje de Crepúsculo y Los anticuarios…
–¿Te referís a esa novia trágica que tiene? Eso debe ser lo más oscuro que escribí jamás…
Como las escenas que tiene el protagonista con su verdadera amante.
–Es que en general soy como muy pudoroso en mi escritura. Pero tuve que hacerlo porque en el vampirismo siempre está incluido el tema sexual. Y yo sabía que, en algún momento, aun dentro de mis límites, tenía que meterme con ciertos temas.
Tomado de http://thevampireclub.wordpress.com/2010/09/13/de-santis-y-demonios-los-anticuarios/
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que sonríe cómplice de amor...
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