miércoles, 20 de enero de 2021

Seguimos manija con este concurso atípico del FNA

 

Entrevista a Vera Giaconi y Laura Ponce sobre el Premio FNA: «Los géneros hacen estallar la realidad»

Entrevista por Pedro Perucca

Después de la polémica en torno a los premios de Letras 2020 del Fondo Nacional de las Artes, la semana pasada se dieron a conocer los ganadores. Para reflexionar sobre el proceso de selección, los sesgos electivos, las decisiones tomadas por Mariana Enriquez y la relevancia de una edición enfocada en los géneros en el medio de un año tan signado por el terror y la ciencia ficción como este, desde Sonámbula entrevistamos a Vera Giaconi y Laura Ponce, dos de las integrantes del jurado.

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En este inolvidable año de la peste, la flamante directora del área de Letras del Fondo Nacional de las Artes (FNA), Mariana Enriquez, tomó la decisión de cambiar algunos criterios históricos para el premio y realizar una convocatoria centrada exclusivamente en los géneros de ciencia ficción, fantástico y terror. Por supuesto fue un escándalo nacional y por redes sociales corrieron ríos de bits en una polémica tan álgida poco novedosa en defensa del realismo casi como la única forma literaria capaz de dar cuenta de la realidad. Por no hablar de los reclamos de poetas, que se opusieron de forma intransigente a perder un premio específico y a encuadrarse en los géneros antes mencionados, lo que constituyó todo un capítulo aparte, con bemoles llamativos. Incluso se llegaron a juntar 400 firmas para objetar los heréticos criterios de la autora de Los peligros de fumar en la cama. Finalmente la furia se fue diluyendo y la semana pasada se dieron a conocer los ganadores. El Premio nacional fue para una poeta, la tucumana María Belén Aguirre y su poemario Siamesas.

Además del premio principal, la gestión de Enriquez propuso establecer cinco premios regionales, en un intento también novedoso de federalización. Siempre dentro del encuadre genérico, se pudieron presentar novelas, libros de cuentos, ensayos, poemarios y novelas gráficas (lo que constituyó otra interesante innovación del concurso). La semana pasada se dieron a conocer los premios y, además del ya mencionado Premio nacional para poemario, a nivel regional también tuvieron una fuerte presencia la poesía y la novela gráfica. En la Región 1 (Ciudad de Buenos Aires), se premió la novela gráfica El golpe de la cucaracha, de Cecilia Lucía Fernández; en la Región 2 (Provincia de Buenos Aires) ganó el libro de cuentos El múltiple Tubalcaín; en la Región 3 (Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos) ganó el poemario Un punto azul, de Martín Alfredo Chiappino y Tomás Murphy; en la Región 4 (Jujuy, Salta, Misiones, Formosa, Corrientes, Chaco, Tucumán, La Rioja, Catamarca y Santiago del Estero) se premió la novela gráfica Yilé, de Matías Javier Muzzillo, y en la Región 5 (La Pampa, Tierra del Fuego, Chubut, Santa Cruz, Neuquén, Río Negro, San Luis, San Juan y Mendoza) el libro de poesía Gótico patagónico, de Cristian Pelletieri. También hubo tres premios especiales a Julián Enrique Martínez Vázquez (por su libro de cuentos Agua), a María Guadalupe Faraj (por la novela Jaulagrande) y a Ezequiel Pérez (por la novela Hay que llegar a las casas).

En esta edición, en la que se presentaron 2288 obras firmadas con pseudónimos sobre las que un grupo de prejurados realizan una primera gran selección, los jurados fueron el cineasta Mariano Llinás,  el escritor Luciano Lamberti, el periodista especializado Martín Pérez, la escritora Vera Giaconi y la editora y escritora Laura Ponce. Con las dos últimas hablamos para reflexionar sobre las particularidades de este concurso.

 

-Está claro que el de este año fue un concurso muy particular para el FNA. ¿Les parecieron interesantes las decisiones que tomó Enriquez?

Laura Ponce: -Mariana Enriquez tomó muy buenas decisiones en este año tan complicado en que el FNA tuvo que dar gran cantidad de becas y ayudas para artistas. Ella reformuló los premios que se otorgaban tradicionalmente, dándole una proyección más federal y buscando también mayor visibilidad para géneros que no suelen tener una representación en concursos. Esto es valorable también para salir de lo que se daba por hecho.

Vera Giaconi: -A mí me pareció muy interesante la decisión que tomó Enriquez. Estábamos y estamos en un año absolutamente particular, donde desde el Fondo se estaban repartiendo y había plan de repartir mucho dinero en becas, entonces no había los mismos fondos que todos los años para el concurso clásico y conocido del FNA y ella como directora del área buscó la manera de poder ser lo más federal posible. La verdad que el premio, así como se diseñó, reparte una cantidad de dinero muy interesante de manera muy pareja en las distintas regiones y por supuesto que ante semejante amplitud había que recortar de alguna forma, porque si no hubiera sido imposible de organizar. Si habiéndose hecho el recorte de géneros que se hizo la convocatoria fue absolutamente extraordinaria, imaginemos lo que hubiera pasado si no se hubiera recortado. Ahora, siempre que se hace un recorte, del otro lado hay alguien que no está de acuerdo con él. A mí el recorte me pareció interesante, por eso acepté muy contenta y agradecida la invitación a formar parte de este jurado. Porque también son géneros que particularmente me interesan mucho.

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-¿Creen que la polémica previa, en torno al recorte de género y el lugar de la poesía, condicionó de alguna manera el desarrollo del concurso, el proceso de selección, las lecturas o a ustedes mismas?

VG: -En mi caso puedo decir que la polémica no condicionó de ninguna manera la lectura. Una vez que me llegaron las obras me tiré de cabeza, porque nada me interesa más que leer lo que sea respecto de géneros como el fantasy, el terror, todo lo que es literatura weird, todo lo que habilitaba una convocatoria como esta. Así que todo esto lo único que hizo fue darme muchísimas ganas de leer y la verdad que tampoco me involucré demasiado en la polémica en su momento. Así que cuando llegaron las obras me senté a leer encantada de la vida, nada más.

LP: -En lo personal no me sorprendió la polémica inicial. Los pseudoargumentos que se escucharon son los mismos que quienes escribimos y publicamos géneros hemos tenido que escuchar muchas veces a lo largo de los años, debates que creíamos ya zanjados. Sin embargo, sí me sorprendió su virulencia y la actitud de hegemonía tocada que imperaba. Pero bueno, me parece que fue una sensación compartida con Vera y con otros compañeros del jurado, pero no creo que haya afectado el proceso de lectura. Nos concentramos en seleccionar las obras de mayor calidad, simplemente.

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-En relación con el filtro que aplican lxs prejuradxs, ¿creen que se imponen algunos sesgos en particular? Por poner un ejemplo, ¿cuánto les parece que pesan en esa selección cuestiones que tienen una importancia de agenda (ecologismo, feminismo, etc.) más allá de los valores literarios, estéticos o temáticos? Por supuesto que siempre hay sesgo, el tema es pensar un poco cuál es el del FNA, qué se tiende a premiar y qué se premió este año. Esto vale también para las decisiones de lxs juradxs, por supuesto.

LP: -Si bien he sido jurado en otros concursos especializados, esta es la primera vez que participo en un concurso con tanta cantidad de obras y en el que competían entre sí formatos tan variados. Eso fue un desafío y la oportunidad para pensar de otra manera y ampliar al criterio. Me gustó mucho como experiencia. El tema del filtro es complicado. No sabría decirte cuáles fueron los criterios de los prejurados o si respondieron a alguna instrucción o lineamiento del FNA. Ni siquiera sé si existe una “planta” de jurados de preselección que se mantiene edición tras edición. Sí sé que por la cantidad de obra recibida se incorporaron jurados de preselección. Conozco a algunas de esas personas y me consta su nivel de conocimiento y su capacidad para analizar obras. Se especializan en poesía, ciencia ficción o terror y, por supuesto, tienen su formación y criterios personales. Pero por supuesto que lo que primó en ellos fue el deseo de seleccionar lo mejor entre las obras que llegaron a sus manos. ¿Qué premió el FNA este año? Obras variadas, de gran calidad y con alta representación regional.

VG: Sobre esto que tiene que ver con el filtro, yo lo que te puedo decir es que durante muchos años trabajé como prejurado antes de trabajar como jurado. Siempre la selección del material depende de la subjetividad de quién está evaluando, tanto en la etapa de preselección como en el momento de elegir a los premiados. Y esas subjetividades y esas impresiones están hechas por la época, por los intereses personales, por lo que se quiere comunicar a partir de esa selección. Es un diálogo completamente filtrado y atravesado por el momento y también por la historia, porque depende de las bibliotecas que tienen en la cabeza las personas que están eligiendo. Y esas bibliotecas son tan variadas como las que cada uno de nosotros tenemos en nuestras casas. Entonces pensar que se puede crear algo “objetivo” desde ahí no tiene sentido. Y tampoco me parecería interesante. En un punto no somos más que lectores, que en algún momento tenemos la responsabilidad de elegir a quién premiar. Y creo que la intención de todos fue la de configurar un mapa que permita después a los lectores leer este momento, con todo lo que significa, con toda la carga que tiene de historia, de actualidad, de coyuntura, de agenda, de belleza, de juego, de experimentación. Todo eso que las obras elegidas tienen. ¿Qué quedó en el camino? No lo sé. Siempre quedan cosas interesantes en el camino cuando se aplica un filtro, es inevitable. Pero es parte del juego en el que uno decide participar cuando se presenta a un concurso. Y hay algo vital en toda esa rispidez y en todo ese juego. Y después queda el mapa que se configura cuando las obras ya están elegidas y ya los lectores tienen la oportunidad de leerlas y de hacer su propia evaluación.

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-Desde Sonámbula pensamos siempre a los géneros desde su fuerte potencialidad política, también como espacios en los que se pueden manifestar con fuerza los miedos y esperanzas de una sociedad en un determinado momento histórico, casi como una suerte de inconsciente político. Si así fuera, ¿cuáles serían esas presencias en los textos que pudieron leer? O, dicho de otro modo, ¿encontraron algunas preocupaciones o búsquedas más o menos comunes en los textos que leyeron?

VG: -Siempre géneros como el fantasy, el terror o la ciencia ficción lo que hacen es estallar la realidad. Y ahí donde ponen la bomba aparecen miedos, discursos claramente políticos, claramente críticos, muy sensibles, que son una lectura en una clave muy específica, a veces de una realidad contingente, a veces de una realidad más constante, pero que necesita ser revisada desde otro lugar y de otra manera. En el caso de las obras que nos tocó leer para seleccionar a los premiados, eso está en todas las obras, esa necesidad de correrse de lo absolutamente reconocible para presentar otras formas de los miedos y de las propuestas y de las lecturas del mundo. No sé si me animo a marcar un hilo tan claro como la existencia de temas comunes. Tampoco creo que sea el miedo el vector más fuerte. Creo que es la crítica el valor siempre reconocible en las obras más interesantes de estos géneros, la crítica política más o menos elaborada, más o menos visible, más o menos metaforizada o literal, pero siempre con un riesgo. A mí por eso estos son géneros que me fascinan especialmente y a los que recurro desde que se leer para que me ayuden a pensar el mundo desde una mirada más interesante y compleja de la que la realidad a veces nos impone desde su restringida manera. Creo que todas las obras que se seleccionaron y todas las que tuve que leer y que no se pudieron seleccionar tienen eso en común, que es algo muy propio de estos géneros. Y también es el motivo por el que me interesó tanto la convocatoria que propuso Mariana y formar parte del jurado en este año tan particular.

LP: -Coincido en esa mirada respecto de la potencialidad política de los géneros no miméticos, por supuesto. En este caso no podría decir que las obras que me tocó leer tuvieran muchas preocupaciones comunes. Sin embargo, hay elementos en la novela gráfica Yilé, en el poemario Gótico Patagónico y en la novela Hay que llegar a las casas que hablan de ciertos temores sociales compartidos.

 

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