Mientras trabajo (¿trabajo? ¡cómo me cuesta hacerme cargo de mi ser escritora!) en mi novela, mientras intento escapar de mis fobias y mis excusas, pienso en contarle a alguien mis logros y me doy cuenta de que tengo que aprender a validarme yo misma, que no le importa a nadie lo que hago, que me tiene que importar sólo a mí. Mientras, hago dos compras por tienda virtual y wasap de libros de narradoras latinoamericanas que estuve deseando (Las voladoras de Mónica Ojeda y dos novelas La hija única y Los matrimonios de los peces rojos de Guadalupe Nettel) y poetas editadas por Nulú Bonsai que cumplen con mi necesidad de compañía y familia cisne. Mientras, alguien desconocido golpea las manos en mi puerta y me pregunta si el Gol que fue de mi madre y luego de mi hijo está en venta: digo que no como ofendida, como pensando que quieren despojarme de algo justo ahora que voy logrando sumar. (No me vengan con la pedorrada de que hay que soltar). Mientras, mijita me dice que ya tiene mi agenda 2021 para traerme, mijito mayor me ofrece ir a retirar uno de los pedidos de libros, mi nueri me cuenta que le encantó la novela que le regalé (Cometierra y que hace mucho que no leía algo así) y mijito menor pegó un trabajo en un taller al que se va en la bici que se acaba de comprar toda en efectivo y esquivando mi voraz capacidad de hacerle regalos. Sea este post testigo de mi necesidad de pasar lista a mis gentes para comprobar que todo está bien y puedo seguir novelando en otra dimensión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario