Me levanto directamente a escribir: con las ganas, la actitud, el entusiasmo, la necesidad gozosa de meterme en mi novela. Y me emociona ir avanzando poco a poco a través de mis fobias, mis cagazos y mis propias excusas. No es que haya olvidado todo eso sino que lo integro en mi novelar: como quien agrega más agua o más harina a la masa y gira todo el bollo para seguir amasando.
Anoche soñé cosas raras: Me acuerdo de abrir una valija mía en un cuarto compartido con otras mujeres que no conozco pero en el sueño conocía a una y adentro del bolso o valija tenía sanguches de pan lactal, de jamón y queso y de queso solo que, me parece, me había preparado mi mamá, ¿o mi hija? y yo pensaba que tenía que comerlos para que no se pudrieran y qué bueno que tenía todo eso para ese día y mañana inclusive. Me acuerdo que en otra escena, o la misma, estaba en Jujuy, como dentro de una caverna donde filmábamos bailes y disfraces porque era carnaval y una comparsa bajaba por una escalera caracol en medio de la cueva y yo estaba a la vez filmando por primera vez y sabiendo pero dudando si era yo la primera a la que se le ocurría bailar y filmar así o ya se hacía de toda la vida. Me acuerdo que, en otro sueño o en el mismo, iba a la vereda de ese cuarto donde yo vivía y decidía arreglar las macetas que estaban medio decaídas en la entrada. Llevaba algunas para la entrada idéntica pero una cuadra más allá del cuarto de mi abuela (no sé cuál abuela, yo solo pensaba que era mi abuela) y armaba tierra y plantas para las dos veredas. Me acuerdo de que la mina que vivía en el mismo cuarto o serie de cuartos que yo, me decía que había que cambiar una lámpara y nos poníamos a hacerlo las dos y aparecía mi hermano mayor (el real) a darnos cátedra sobre cómo hacerlo y era como nosotras decíamos.
Me desperté tipo 9 pero seguí durmiendo profundamente hasta las 12. Ahora me levanté, me vestí, acomodé mi cuerpa feliz con sus necesidades y hambres, me comí dos higos de mi higuera, le saqué al jazmín un vendaje que le había puesto en el invierno y que no evitó que se quebrara una de sus ramas, elegí una remera y una falda que se integran a mi piel en texturas y en colores, me preparé el mate, le abrí a los perros sin angustia y acá estamos.
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