El sábado lo pasamos fenomenal en el stand de Zona Futuro en la Feria del Libro. Junto a otras hermosas editoriales presentamos nuestro programa de conquista mundial. Dice así:
EL MUNDO ES NUESTRO
Teníamos una única intención: conquistar el mundo desde Resistencia-Chaco. Lo pensamos en esos términos, con grandilocuencia y solemnidad, porque sabíamos y sabemos que todo aquello que suena ridículo, infantil y hasta medio cursi es lo único que finalmente da resultado. Tanto es así que cada vez que editamos un libro, cada vez que lo tenemos entre manos, sentimos que el mundo es nuestro. Y entonces —y retomo la cursilería—, entonces queremos compartirlo. Compartir el mundo.
Hace poco más de tres años iniciamos Colección Mulita. Nuestra preciosa mirada provinciana nos ubicó en un territorio: literatura regional, dijimos —Formosa, Corrientes, Misiones y el Chaco—. Fuimos por los escritores que habían crecido con nosotros, los de nuestra generación o sea, y con aquellos escritores que la tradición llama “de provincias”, escritores que —por lo menos en este caso, tenemos la seguridad— encierran el mundo en su literatura. Tony Zalazar, Orlando Van Bredam, Lucas Brito Sánchez y José Gabriel Ceballos fueron los primeros autores en dibujar, erigir, cincelar o qué sé yo, lo que de a poco hemos armado.
Es un terrible lugar común pero es de los pocos que podemos pronunciar sin morirnos de vergüenza: hicimos Mulita junto a los autores. Fue Tony Zalazar, de hecho —hermoso poeta y narrador chaqueño, autor de Carece de madurez, su primer libro de cuentos y el primero que editamos— fue Tony quien tuvo la ocurrencia de que Mulita acompañe sus ediciones con obras de ilustradores, de artistas y diseñadores. Que la literatura —que lo es todo— se acompañe y complemente con la belleza a veces brutal, a veces delicada de una obra de arte.
Fueron también los mismísimos autores —fue la literatura— quienes atentaron contra nuestra mirada provinciana y, de a poco, la hicieron estallar. Ahora pretendemos una mirada amplia e infinita como la de una jirafa en la llanura pampeana. Fíjense: Matías Aldaz: autor entrerriano criado en Paso de los Libres-Corrientes, con casi veinte años de vida en Buenos Aires. Por dios, qué es eso. Casi un inmigrante ilegal. Su libro La lluvia cae en todas partes nos voló la cabeza. Como la lluvia, repartió las esquirlas de nuestros cráneos lectores hacia allá, mucho más allá. Cómo no editar lo que nos gusta, lo que nos hace felices. A quién se le ocurriría estrechez semejante.
Seguimos esa senda geográficamente inestable, por así decirlo, con nuestro siguiente autor: Fabián Dorigo, porteño instalado en Tucumán, autor del volumen de cuentos Nada personal; y redoblamos la apuesta con un salto internacional de aquellos: el escritor boliviano Roger Otero Lorent y los cuentos que componen su libro De qué hablamos cuando hablamos de morir.
Fíjense que nuestro catálogo es tan crítico y diverso que esta vez hasta nos permitimos editar a una mujer. Encima porteña: Virginia Feinmann, nuestra nueva conquista. Y Toda clase de cosas posibles —así se llama el libro— es nuestra nueva felicidad.
Como nos gusta hacer expansiva esa felicidad, llevarla más allá del libro, hace dos años venimos celebrando el Festival Mulita, festival literario con el que copamos Resistencia y que funciona como encuentro y choque de la narrativa que nos representa —que por supuesto, no sabemos muy bien cuál es, aunque lo intuimos—. Al festival Mulita llegan escritores de por aquí, de por allá y de más allá. En las dos ediciones que celebramos nos han acompañado, entre otros, Selva Almada, Germán Maggiori, Daniel Riera, Carlos Busqued, Gabriela Cabezón Cámara, Luis Mey, Mariana Enríquez... yo que ustedes lo anoto en mi agenda, reservo el mes de octubre para pasar una temporada en el Chaco.
En fin, lo cierto es que son tiempos difíciles, pero sabemos que hacer libros no es y nunca fue magia. Nuestros autores también lo saben. Los libros de nuestros autores nos mantienen la moral y el ánimo en alza. Nos hacen felices los libros que envidiamos, aquellos que quisiéramos haber escrito nosotros. Envidiamos, en definitiva, los libros que queremos. Nuestro trabajo de editores viene de esa feliz envidia: si no te escribo, muy bien, te edito. Y cada vez que lo hacemos, cada vez que tenemos un libro de Colección Mulita entre manos, hacemos real aquello que pergeñamos al comienzo: conquistar el mundo. Y después, como corresponde, compartimos ese mundo con ustedes.
(Gracias a Mariana Travacio y a Noe Carbó por las fotos)
EL MUNDO ES NUESTRO
Teníamos una única intención: conquistar el mundo desde Resistencia-Chaco. Lo pensamos en esos términos, con grandilocuencia y solemnidad, porque sabíamos y sabemos que todo aquello que suena ridículo, infantil y hasta medio cursi es lo único que finalmente da resultado. Tanto es así que cada vez que editamos un libro, cada vez que lo tenemos entre manos, sentimos que el mundo es nuestro. Y entonces —y retomo la cursilería—, entonces queremos compartirlo. Compartir el mundo.
Hace poco más de tres años iniciamos Colección Mulita. Nuestra preciosa mirada provinciana nos ubicó en un territorio: literatura regional, dijimos —Formosa, Corrientes, Misiones y el Chaco—. Fuimos por los escritores que habían crecido con nosotros, los de nuestra generación o sea, y con aquellos escritores que la tradición llama “de provincias”, escritores que —por lo menos en este caso, tenemos la seguridad— encierran el mundo en su literatura. Tony Zalazar, Orlando Van Bredam, Lucas Brito Sánchez y José Gabriel Ceballos fueron los primeros autores en dibujar, erigir, cincelar o qué sé yo, lo que de a poco hemos armado.
Es un terrible lugar común pero es de los pocos que podemos pronunciar sin morirnos de vergüenza: hicimos Mulita junto a los autores. Fue Tony Zalazar, de hecho —hermoso poeta y narrador chaqueño, autor de Carece de madurez, su primer libro de cuentos y el primero que editamos— fue Tony quien tuvo la ocurrencia de que Mulita acompañe sus ediciones con obras de ilustradores, de artistas y diseñadores. Que la literatura —que lo es todo— se acompañe y complemente con la belleza a veces brutal, a veces delicada de una obra de arte.
Fueron también los mismísimos autores —fue la literatura— quienes atentaron contra nuestra mirada provinciana y, de a poco, la hicieron estallar. Ahora pretendemos una mirada amplia e infinita como la de una jirafa en la llanura pampeana. Fíjense: Matías Aldaz: autor entrerriano criado en Paso de los Libres-Corrientes, con casi veinte años de vida en Buenos Aires. Por dios, qué es eso. Casi un inmigrante ilegal. Su libro La lluvia cae en todas partes nos voló la cabeza. Como la lluvia, repartió las esquirlas de nuestros cráneos lectores hacia allá, mucho más allá. Cómo no editar lo que nos gusta, lo que nos hace felices. A quién se le ocurriría estrechez semejante.
Seguimos esa senda geográficamente inestable, por así decirlo, con nuestro siguiente autor: Fabián Dorigo, porteño instalado en Tucumán, autor del volumen de cuentos Nada personal; y redoblamos la apuesta con un salto internacional de aquellos: el escritor boliviano Roger Otero Lorent y los cuentos que componen su libro De qué hablamos cuando hablamos de morir.
Fíjense que nuestro catálogo es tan crítico y diverso que esta vez hasta nos permitimos editar a una mujer. Encima porteña: Virginia Feinmann, nuestra nueva conquista. Y Toda clase de cosas posibles —así se llama el libro— es nuestra nueva felicidad.
Como nos gusta hacer expansiva esa felicidad, llevarla más allá del libro, hace dos años venimos celebrando el Festival Mulita, festival literario con el que copamos Resistencia y que funciona como encuentro y choque de la narrativa que nos representa —que por supuesto, no sabemos muy bien cuál es, aunque lo intuimos—. Al festival Mulita llegan escritores de por aquí, de por allá y de más allá. En las dos ediciones que celebramos nos han acompañado, entre otros, Selva Almada, Germán Maggiori, Daniel Riera, Carlos Busqued, Gabriela Cabezón Cámara, Luis Mey, Mariana Enríquez... yo que ustedes lo anoto en mi agenda, reservo el mes de octubre para pasar una temporada en el Chaco.
En fin, lo cierto es que son tiempos difíciles, pero sabemos que hacer libros no es y nunca fue magia. Nuestros autores también lo saben. Los libros de nuestros autores nos mantienen la moral y el ánimo en alza. Nos hacen felices los libros que envidiamos, aquellos que quisiéramos haber escrito nosotros. Envidiamos, en definitiva, los libros que queremos. Nuestro trabajo de editores viene de esa feliz envidia: si no te escribo, muy bien, te edito. Y cada vez que lo hacemos, cada vez que tenemos un libro de Colección Mulita entre manos, hacemos real aquello que pergeñamos al comienzo: conquistar el mundo. Y después, como corresponde, compartimos ese mundo con ustedes.
(Gracias a Mariana Travacio y a Noe Carbó por las fotos)
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