"...el hombre no se abría camino a través del mundo necesariamente comiendo pero que por el acto de comer y quizá sólo por eso entraba realmente en el mundo, se integraba en el mundo: no pasaba a través de él sino que entraba en él, ahondando en la solidaridad fecunda del mundo como la polilla en la lana por el acto físico de masticar y tragar la sustancia de su urdimbre y su base convirtiendo, traduciendo así en una parte de sí mismo y de su recuerdo, toda la historia del hombre o quizá renunciando incluso por masticación, abandonando, devorando para fortalecerse esa cosa minúscula orgullosa y vana que él llamaba su memoria y su yo y su Yo-Soy en esa solidaridad ancha anónima prolífica del mundo bajo la cual la roca efímera se enfriaría y se alejaría girando hasta convertirse en polvo ni siquiera percibido y recordado puesto que no había ayer y mañana ni siquiera existía así que quizá sólo un vivir ascético de bellotas y agua de manantial en una cueva podría justificar en realidad orgullo y vanagloria..."
William Faulkner. Intruso en el polvo
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