Olvido (Billy Collins)
El nombre del autor es lo primero que se pierde;
con obediencia siguen luego el título, el argumento,
el desenlace trágico, y la novela misma, que de pronto
no recordás haber leído, ni siquiera la oíste mencionar,
como si, uno por uno, los recuerdos que tenías
hubieran decidido retirarse al hemisferio sur de tu cerebro,
a un pueblito pesquero sin teléfonos.
Hace ya mucho que te despediste de los nombres de las nueve musas,
y que hizo la valija la ecuación cuadrática,
e incluso ahora, mientras memorizás el orden de los planetas,
hay algo más que se te está escapando, una flor típica,
la dirección de un tío, la capital de algún país remoto.
Lo que estás intentando recordar, sea lo que sea, no
lo tenés en la punta de la lengua,
tampoco está escondido en lo profundo de tu cuerpo.
Se fue flotando por un río oscuro de la mitología, cuyo nombre
empieza con la letra L, si la memoria no te engaña,
a vos, que también vas rumbo al olvido, donde te encontrarás
con otra gente que ya no sabe nadar ni andar en bicicleta.
Por eso, en medio de la noche, te despertás para buscar la fecha
de una batalla célebre en un libro.
Y por eso la luna en la ventana parece haber salido
de un poema de amor que alguna vez supiste de memoria.
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