En Frankfurt
Por Pedro Mairal (para Perfil) | 08.10.2010 | 23:25
Camino con un periodista alemán por el pabellón argentino en la Feria del Libro de Frankurt, a donde me invitó mi editor. El diseño tiene algo de laberinto con grandes cortinas de fotos, citas de autores y figuras emblemáticas. En la entrada nos recibe un mural de fotos en gigantografía de nuestra Presidenta el día del Bicentenario saludando con tapado celeste. Al lado, más fotos de nuestra Presidenta al frente del proyecto “Tres millones de laptops”, entregando computadoras en las escuelas. Seguimos caminando. Nos topamos con un mapa argentino a gran escala y en relieve que sobresale treinta centímetros del suelo, donde se proyectan imágenes de paisajes y edificios nacionales. Parece que ayer una señora se tropezó con las Islas Malvinas y se lastimó. Como muchos compatriotas, no se las esperaba. Esa parte del pabellón tiene un aire a oficina de turismo, con foto de nuestros lagos y bosques y glaciares y montañas de colores. Al lado hay murales sobre los desaparecidos, en torno a un exhibidor circular con pañuelos blancos pintados en el suelo. El alemán me pregunta, y le explico. Me pregunta si en mi novela, el hecho de que un hijo busque el cuadro faltante de su padre pintor se puede interpretar como la búsqueda por los desaparecidos. Le contesto que no lo había pensado, pero, diplomático al fin, le digo que toda lectura es válida. Es la tercera vez que me hacen esa pregunta en el día. Para Alemania somos Maradona, los desaparecidos, Evita, el tango y Borges. Hay un laberinto explicativo de distintos autores. Después llegamos a lo mejor: el mural de Rep que empieza con Ulrico Schmidl, y va pasando por todos los escitores nacionales, caricaturizados y entrelazados, en orden cronológico. También en una gran biblioteca están todas las traducciones al alemán de los autores argentinos, libros que se pueden agarrar, hojear, leer en bancos. Le muestro y le hablo de Saer, de Cortázar, de Arlt, de Di Benedetto. Después nos despedimos. No sé con qué impresión se queda. Pero yo entiendo que el pabellón nos refleja como somos: fatalmente argentinos.
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