"Therese había intentado hablarle de su trabajo en el Black Cat Theater. Eso era
algo, pensó, era lo único importante que podía contar de sí misma. Pero aquél no era
el momento. Le contestó despacio, intentando parecer tan distante como ella, aunque
notaba su propio embarazo al hablar.
—Supongo que es algo educacional. Aprendí a ser ladrona, mentirosa y poeta al
mismo tiempo. —Therese recostó la cabeza en el respaldo de la silla para que le
llegara la luz del sol. Le hubiera gustado decir que también había aprendido a amar.
Antes de Carol no había querido a nadie, ni siquiera a la hermana Alicia.
—¿Cómo te convertiste en poeta? —Carol la miró.
—Supongo que sintiendo demasiado las cosas —le contestó Therese muy
consciente.
—¿Y cómo te convertiste en ladrona? —Carol se chupó el pulgar y frunció el
ceño—. ¿No te apetece un poco de pudin de caramelo?
—No, gracias. Todavía no he robado, pero supongo que es fácil. Hay carteras por
todas partes. Sólo hay que cogerlas. A una le roban hasta la carne… —Therese se rió.
Una podía reírse de eso con Carol, una podía reírse de cualquier cosa con Carol.
Comieron pollo frío troceado, salsa de cangrejo, aceitunas verdes y crujiente apio
blanco. Pero después de la comida Carol la dejó y se fue al salón. Volvió con un vaso
de whisky y le añadió agua del grifo. Therese la observaba. Luego, durante un largo
momento, se miraron la una a la otra, Carol de pie en el umbral de la puerta y Therese
en la mesa, mirando por encima del hombro, sin comer.
—¿Conoces a mucha gente así, desde el otro lado del mostrador? ¿No te importa
hablar con cualquiera? —le preguntó Carol con calma.
—Claro que sí —sonrió Therese.
—¿Te vas a comer con el primero que pasa? —Los ojos de Carol centellearon—.
Podrías encontrarte con un secuestrador. —Le dio vueltas a la bebida en el vaso sin
hielo y luego se lo bebió. Sus finas pulseras de plata tintineaban contra el cristal—.
Bueno, dime, ¿has conocido a mucha gente así?
—No —dijo Therese.
—¿No muchos? ¿Sólo tres o cuatro?
—¿Como a ti? —Therese sostuvo firmemente su mirada.
Carol la miró fijamente a su vez, como si exigiera otra palabra, otra frase de
Therese. Luego dejó el vaso sobre la estufa y se dio la vuelta.
—¿Sabes tocar el piano?
—Un poco."
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