sábado, 9 de abril de 2011

Este brazo es ciego como tú, mudo como tú, por eso te sigue

Hija de perra (Fragmentos)


Malú Urriola




porque tú sabes que aunque no escriba, escribo todo el tiempo, es una tara que tengo, escribir y sentir que sirvo para algo, me golpeo este brazo retardado, es burro mi brazo, no entiende que da lo mismo escribir que dejar de hacerlo. Este brazo es ciego como tú, mudo como tú, por eso te sigue, como una perra te sigue, y se echa lamiendo el suelo que pisas... lejos de este suelo que es la patria del tedio, la patria de la mentira, del temor y de la muerte y aunque me arranque esta lengua muda y me arranque este brazo y aunque me tormente tediada y aunque me quemara los ojos con un Lucky, nadie lo sabría porque mi tedio no es un espectáculo, escribo en estas hojas y el que quiera que lea y si no lee no me importa, un pito me importa... no me salgas con el mito vomitivo del poeta... la poesía no salva a nadie, mira cómo me ha dejado... Y este pobre tarado con una copa de tinto afirmado en la barra, me habla del misticismo de la poesía... mientras alguien lanza su libro y el presentador habla del escenario cultural ¿cuál?... y dos chicos se miran, hace rato que se miran, no saben que los miro, sólo tienen ojos para ellos, yo sólo tengo ojos para ellos, no veo a este pobre idiota... y se van al baño y pienso que mientras todo esto huele a muerte, ellos se estarán besando allá dentro, matando el tedio, sus manos estarán perdidas en traseros vivos... y me quedo pendiente de la puerta del baño, sabiendo que adentro están ellos abandonados a la buena de dios... que no es como pasar frío, ni sentir tedio, ni hacerse sorda... Si vieras Santiago no lo reconocerías, es una pura amnesia de extremo a extremo, una herida que purula por dentro, una herida que se parece a la herida de mi lomo... por eso cada vez salgo menos de casa. J. L. Martínez se murió soñando con ser el top... Y el único libro que encontrarás en una librería será de Neruda... ni la Mistral está, ni la Mistral... para qué vamos a hablar de los que siguen, siguen matándose, querida -por una incierta y poco espectacular fama que no logro terminar de comprender- no como yo bruta que escribo para ti, nada ha cambiado nada... y la nada es un resquicio mínimo, de eso le hablo, de lo mínimo, es sólo una entristecida metáfora, es la mecedura monofásica que enflaquece al ojo del amo... Y este ojo se me ha quedado solo, vaciado lo tengo, mi ojo no distingue la realidad de la estupidez, siento la desgarradura, el hueco frío del tedio en mi ojo, se me llueve este ojo túrgido con T de turbamiento y de tedio... No te sorprendas de saber que me he largado, aunque siga aquí, como una burra escribiendo para nadie, porque ya te dije que no escribo para nadie, me he largado, no importa que me veas, me he largado... Extraño los techos y los gatos que no miraron nunca con una rayita negra en los ojos... y trato de abandonarme al silencio, criminal burda que soy, como si abandonara el placer de la sangre... tengo la corazonada de que me largue hace mucho, tú que nunca has estado deberías saberlo mejor que yo... como una cornada en mi viscera hueca, como si mi viscera lo presintiera... se que me he ahuecado, que acá dentro no mora nada y cuando hablo de nada, sabes que estoy hablando de su resquicio más mínimo, igual que cuando hablo de este brazo porque tú mejor que nadie sabes que aunque escriba, ya no escribo. No estás leyendo, aunque creas que estás leyendo no lo haces, nada hay aquí, nada, y cuando digo nada me refiero a una lengua muerta... puedes seguir haciendo lo que estabas haciendo porque la muerte no es nada, la muerte es como Santiago y cuando digo Santiago sabes que hablo de la nada, tú lo sabes perfectamente... y hablo porque alguien inventó la nada y tuvo la necesidad de llenarla de palabras, para que el silencio, que es uno solo con el tedio sea también inmóvil, la inmovilidad es una breve sensación de muerte que comienza a hormiguear, a clavar como pinchazos de agujas, la carne se duerme y punzan miles de pinchazos, y me hago cruces de saliva, tres, porque cuando me callo lucho contra las piedras, sé que si me estrello me callo y este cuerpo enemigo dejará de dolerme y me estrello una y mil veces y caigo y sangro y me rompo la boca y me entierro los dientes en la lengua y vuelvo a levantarme y vuelvo a estrellarme, me estrello tanto que este cuerpo se va volviendo azul y rojo y el rojo queda en las piedras y el azul quema adentro, adentro, y pierdo la visión y me derribo y me quedo como muerta y las palabras comienzan a callarse, y se callan...



no es cierto, no es verdad, las palabras no se callan, te miento porque no tengo nada que decir y cuando no tengo nada que decir miento, la mentira por lo menos se mueve.

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...