María Meleck Vivanco | La imaginación al poder
por Viviana Abnur
Tomado de http://www.estonoesunarevista.com.ar/nro004/escritos.html#meleck
Surrealista hasta la médula, apasionada, tenaz, nacida en el Valle de San Javier (Traslasierra, Córdoba), de su obra se ha publicado: Hemisferio de la Rosa (1973), Rostros que nadie toca (1978), Los Infiernos Solares (1988), Balanza de Ceremonias (1992), Canciones para Ruanda (1998) y la merecida Antología poética, que salió bajo el sello del Fondo Nacional de Las Artes, en 2009. Además de haber cosechado varios premios nacionales e internacionales, representó a la poesía argentina en el 3er. Congreso Latinoamericano de Mujeres Escritoras en la Universidad de Ottawa (Canadá) y fue invitada al Congreso Internacional del Surrealismo en el 3er Milenio (Roma, Italia, 1999).
María inaugura una poética absolutamente sensual, desarticula el lenguaje, hace magia con las palabras: membrillares, abalorios, sarapes se disputan una geografía única; magia en el lenguaje, en la delicadeza de cada respiración, como a ella le gusta llamar cada momento de sus poemas. Tapices, arabescos, desbordes: todo cabe en la poesía de Maria Meleck.
Mujer de muchos amigos, quienes hemos tenido la suerte de haber compartido con ella algunos mates en su departamento de Ramos Mejía, sabemos de su generosidad, de su escucha, de su amor por la tertulia y la palabra leída. Se la extraña por estos pagos, ahora que, desde hace unos años, reside en Punta del Este junto a su hija.
Vivi, me decía, en estos días escribí poco, y abría un cajoncito de donde sacaba seis o siete textos maravillosos, que leía con voz suave para asombro de los presentes. Bastoncitos de anís y mate dulce, confesiones y anécdotas increíbles, aquéllas que compartió en otros tiempos junto a Enrique Molina, Norah Lange o Francisco Madariaga. Para extrañarla un poco menos, vaya entonces, esta breve selección de sus poemas
Alma natural
Exhorto a la pasión de las arenas móviles A la resonancia primitiva del circuito de la ternura A colocar las sienes a la altura del corazón Que una indefensa cacatúa sea el homenaje del sueño
La saliva imantada La asimetría de la sombra que crece hasta el exilio El aprendizaje de la simulación La compañía de los insensatos Las marionetas del payaso que entresacan y alternan la demencia La piel cristalizada en lapislázuli para el contacto caníbal del amor Las ciudades australes que exaltan la poesía Cuerpos gloriosos que son el claroscuro del temblor de un palomo El regazo al rojo vivo y la gitanería errante Eligen a sus víctimas
Alma natural Hemos paseado por galerías encaladas acariciando mis retratos Es como si el campanero de la memoria del canto, volviera a equivocarse
Hay que tocar cuidado
El pez xifo pasea sus membranas heridas, acariciando piedras livianas de la muerte Antiquísimo pez como un niño dormido Tal la tribulación La levedad del alma
El tórrido contacto voltea mariposas El himen se deshace en espumas He aquí la magnitud del desamparo De espejos que nos muestran su alumbramiento mágico y pesan en el aire hasta asfixiar la rosa El atrás de otro día El mínimo cabello He dejado de amarte Y se abre entre mis manos un ropero vacío Largos trapos de noche visten a la demente Pulseras de oro negro que naufragan tobillos No hay sitio que me plazca desde que no te alumbro Hay que tocar el sueño con ardientes milagros Hay que tocar la llama secretamente de antes
Hay que tocar cuidado esas violetas pútridas Hay que tocar un límite plenamente loado
Reptar el infortunio de loza con hormigas La rabia de mi cuerpo bajo tu sexo en rabia
Mi pupila de noche donde navega el día
Poemas de Balanza de ceremonias, Ediciones Último Reino, 1992
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