lunes, 4 de mayo de 2015

El barral sumergido y la idea de la felicidad transitiva

Hay que sacar un barral sumergido. Hundo el brazo hasta el codo. El agua está fría y el barral está lleno de adherencias blancas, como callos. Siempre les pasa lo mismo cuando quedan mucho tiempo bajo el agua. Debe ser efecto del contacto prolongado entre el aluminio y el cloro disuelto en agua. Aunque también lo vi en caños de hierro, y en caños de plomo. Si fuera químico no sería piletero.
Mi cliente químico, el que tiene una casa que parece un hospital en el barrio cerrado adonde fueron a parar los adoquines que Macri sacó de San Telmo, me pregunta qué hacer para que el agua no se le ponga verde. Si vos no sabés, querido... pienso.
Cuando yo todavía era un piletero disciplinado y careta, y medía el agua con mis reactivos, y podía dar diagnósticos más o menos precisos sobre los problemas de cada pileta, me decía:
-Esto lo podría hacer yo, pero es más barato llamarte a vos.
Muchas veces mis clientes esperan que el piletero sea un químico. Yo les digo:
-Lo mío cuando la cosa está jodida es prueba y error. Más bien error. Me encantaría poder saber los detalles del agua de tu pileta, todos los detalles, un análisis exhaustivo, pero no sé cómo se hace, no tengo elementos, no me interesa, no tengo tiempo, te saldría muy caro, no quiero ser millonario.
Es entonces que en lugar de un químico quieren un gurú. Es más económico, te tira la posta aunque no sepa (porque todo gurú está conectado con el más allá y alguna información importantísima y clave siempre recibe, salvo que sea muy despistado) y solo te dice:
-Mirá, la experiencia es todo. Las piletas no son todas iguales. Necesito cuatro meses para entender bien esto. Si me dejás trabajar acá cuatro meses lo hacemos y tu pileta es feliz.
La idea de felicidad siempre les gusta porque piensan que la felicidad es transitiva y si la pileta es feliz ellos lo serán. Cuatro meses, entonces. No es un contrato. Es una palabra de amor y el amor, hoy, tiene tres grados centígrados y un brazo hundido hasta el codo y a punto de sacar un barral congelado y lleno de callos. La felicidad no sé si es transitiva. Los callos sí.

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...