Dice en feis Felix Bruzzone
45 min ·
Recuerdo 5 claves de candados que al abrirse me entregan piletas en flor. Es un milagro que mi pésima memoria conserve esas series de números. Por momentos pienso que más bien las leo en el agua de las piletas, que los números se dibujan en el agua y me saltan al cuello. Sea como sea, nunca tengo que saltar la reja y lastimarme las rodillas, los tobillos. Una vez me enseñaron una técnica para abrir candados sin conocer la clave. No hace falta tener dotes de ladrón de cajas fuertes para aprenderla. Es fácil detectar los ruiditos que hace cada número al caer. Sin embargo la olvidé. Por alguna razón preferí olvidar eso y recordar las claves. Antes era fácil porque me ayudaba mi agenda. Pero me la robaron, o ella se dejó robar, y adiós ayuda. Las agendas que se dejan robar son muy irresponsables. No tienen idea de qué es la memoria y mucho menos imaginan qué es la supervivencia. Una cosa que no entiendo, igual, es cómo mi mala memoria le pudo ganar a la inteligencia de saber la técnica de abrir candados sin clave. Las batallas que gana la memoria siempre son demasiado misteriosas. Hoy sin embargo hay un bache. La clave del candado que tengo adelante no se enciende en ningun lado. La oscuridad es inmensa y el agua tiene apenas un brillo de resolana. Subo a la reja. Salto. Las rodillas. Los tobillos. Los ruidos de los números son los ruidos de mis articulaciones. El agua se ríe. Ella no tiene articulaciones.
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