Lo dijiste en la vereda de la prestataria, mientras yo bajaba mis patas en hojotas de tu auto y te sonreía porque me hago la renga y te decía que menos mal que todavía hace calor así puedo seguir en patas.
Para mí, que me he quejado toda la vida de tu falta de atención a las emocionantes bellezas del clima y de la naturaleza, fue una frase extraña. "¿Qué?", te pregunté. "Que por suerte hoy está lindo", me repetiste. Y yo escuché tu "te amo" y tu "gracias por contagiarme tu alegría".
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