Cuando empezamos con esta historia con Gus, me dije que era por la alegría física, que todo tenía que sumar a mi radiante felicidad, que ni en pedo lo metía en casa, que no le iba a permitir que me limitara o me hiciera olvidar todo lo que quiero hacer.
Con la excusa de la pata rota me puse pelotuda. Claro que amo que haya estado en el sanatorio y acá con el auto y la casa cuando yo estaba internada pero no hay que olvidar los fundamentos iniciales.
Bueno, estaba asfixiándome con sus celos y sus desconfianzas, sus bromas pelotudas, cotidianas, siempre sobre chongos nuevos o viejos. ¿Será eso lo que él entiende que no puede manejar?
No hagas un escándalo, Paulita, todo está bien: él siempre te quiso, así, como sabe querer él.
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