Leo Historia universal de la infamia y extraño a mi mamá. Es verdad que las Obras Completas de donde leo fueron secuestradas por mí, para ella, de manos de un amigo artesano, feriante (creo que hacía bonsai), al que nunca más volví a ver. Es verdad que el libro quedó en mis manos mucho antes de que mi mamá muriera y toda su biblioteca (la literaria, no la profesional)pasara a la mía. Pero la extraño más porque me dan ganas de llamarla por teléfono y contarle lo que leo. ¿Yo la llama por teléfono y le contaba lo que leía cuando ella vivía? Me acuerdo de haber ido a su casa a desgano los domingos de asado y comentarle cosas literarias entre el entusiasmo y esa rivalidad extraña que siempre nos acercó-separó. Me acuerdo de sus llamados telefónicos de todas las noches, de mi embolado "Atendé que es Ana" (como no se dejaba decir abuela, todos terminamos diciéndole Ana junto con sus siete nietos).
Pero, ¿yo le contaba lo que leía en esas conversaciones que más me sonaban a "marcar tarjeta" a "rendirle cuentas" que a confesión o comunicación cómplice? Se me mezclan distintas etapas de la relación con mi madre. Y en la mezcla interfiere tanto mi idealización, mis conversaciones imaginarias... En honor a Don Georgie y a Doña Ana no voy a intentar forzar mi memoria...
2 comentarios:
sos una mezcla única de pasión por la literatura y academicismo
Porque por lo general los apasionados son antiacadémicos, y los acádemicos para nada apasionados, que por ejemplo para hablarte de Borges empiezan citando por Barthes o al teórico de turno
Existimos los académicos apasionados, mi profe Diego Vila es un magnífico ejemplo y vengo de Jornadas en Jujuy donde los universitarios son poetas y no hay encasillamientos. En una mesa Jorge Paolantonio, poeta catamarqueño, contó que su tesis doctoral terminó siendo novela y no tuvo el título pero sí gran premio literario.
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