La otra mano de Lepanto, de Carmen Boullosa
Por Lucía Melgar
Novela histórica y sentimental, en diálogo crítico con la obra cervantina, La otra mano de Lepanto ofrece una rica y compleja experiencia de lectura. A la vez que reescribe la vida de la Gitanilla, aquí heroína en Lepanto, y la mal conocida o acallada destrucción de los moriscos granadinos, Carmen Boullosa propone una reflexión sobre el acontecer histórico y sus interpretaciones, e invita a releer el presente desde el pasado. Notable por su complejidad narrativa, por el entrelazamiento de tradición, innovación y transgresión, rasgo boullosiano que aquí adquiere particular intensidad, Lepanto destaca en el conjunto de la obra de su autora por la centralidad de la violencia que se mira y narra desde cerca.
Boullosa no escribe sólo la destrucción de la comunidad andalusí o las atrocidades de la batalla que favorece a las potencias cristianas contra el Imperio Turco, narra también la afirmación de la vida y la búsqueda de otros modos de ser, en el mundo y en la literatura. De hecho el hilo que une los distintos puntos del Mediterráneo es el baile de María, la gitana protagonista, amiga de los moriscos, espadachina experta que triunfa en Lepanto. A la vez que encarna las contradicciones de la edad conflictiva, "la Bailaora" representaría la apuesta por la vida y la imaginación. La tensión entre la expresión de la vitalidad, y la narración de traiciones y crueldades que en parte caracteriza la creación de esta personaje, atraviesa, me parece, toda la novela y sugiere al menos dos lecturas, una más luminosa, centrada en la protagonista, otra, sombría, desde el núcleo mismo de la violencia, vista a través de personajes secundarios como Carriazo y Zaida. Aunque parcial, ésta es la que me interesa destacar aquí.
Mirar y pensar de frente el horror, como se hace en esta novela, permite mostrar las hondas transformaciones que inflige la violencia, y, sobre todo, pone en cuestión la forma misma de narrar. Mientras personajes como María y Zaida, su contraparte, encarnan y atestiguan los desgarramientos de una época de expulsiones y desplazamientos forzosos, de asesinatos y violaciones en masa, de guerras religiosas, de batallas y masacres, Carriazo, narrador testigo y participante de la Batalla de Lepanto, observa, registra y narra de cerca esa violencia exacerbada que cubre el mar de cadáveres, quiebra el tiempo en un antes y después de Lepanto y fragmenta su relato.
¿Cómo narrar ese horror? ¿Cómo transmitir el horror de lo vivido sin quedar para siempre atrapado en él? Esto es lo que se pregunta indirectamente Carriazo cuando escribe: "Nada peor nunca he visto. Esto no quiero dejarlo por escrito aquí porque no sueño sino con que desaparezca. ¿Por qué lo he de dejar fijado en tinta?" (364). Quien ya ha descrito el infierno, y subrayado la dificultad de contarlo todo, se resiste a quedar preso en una visión que prueba "a cuánto puede llegar un hombre y [...] qué cerca sabe estar de la bestia" (361). Su observación se asemeja a las reflexiones de Judith Butler en Precarious life / The power of mourning and violence (Nueva York, Verso Books, 2004, 160 pp.), ensayo escrito como esta novela a la luz del 11 de septiembre de 2001, otra fecha-acontecimiento que se interpreta como quiebre temporal, inicio de una "nueva era" tan poco esperanzadora como el "nuevo mundo" que surge entre las brumas de Lepanto.
Butler habla de la necesidad de reconocer y reconocerse en el otro para conocer la propia vulnerabilidad, la precariedad de la vida, ante la violencia, y señala la necesidad de "interrogar el surgimiento y desvanecimiento de lo humano en los límites de lo que se puede saber, oír, ver, sentir" (Precarious life, 151). Carriazo, y la voz narrativa a lo largo de la novela, ponen en escena la dificultad de ese reconocimiento en un contexto de violencia extrema. Boullosa recurre al poder de la ficción y lo reafirma. Crea para sus personajes un espacio que les permita recuperar su humanidad: la reinvención de su vida en la literatura. Así, la historia de María sería la que ella se inventó, la que habría querido (poder) vivir. Sin embargo, a la vez que acoge a sus personajes maltratados por la vida bajo el manto de la ilusión literaria, la autora, interlocutora de Cervantes, no puede ofrecer salidas fáciles. La otra mano de Lepanto narra las "otras historias", las que no se quisieron contar, se acallaron por conveniencia o se perdieron en relatos milagreros o mezquinos; historias marcadas por el sello de una realidad siempre brutal.
Vivir la agresión y la derrota continuas o desafiar al destino en un mundo de signos contradictorios y cambiantes conlleva hondas transformaciones que aparecen como heridas y mutilaciones. María y Zaida, su antagonista, son en este sentido figuras desdichadas en quienes se entrecruzan las desgracias de un destino individual y los influjos de un ámbito conflictivo.
Elegida para cumplir una misión histórica, María expresa en su baile la hibridez de la sociedad andalusí, encarna el afán de resistencia gitano y morisco, se mantiene moralmente pura en una sociedad donde más que la moral se aprecia la "limpieza de sangre". Como en muchas novelas, cuando la pasión irrumpe, su suerte cambia. Ciega y lúcida, valiente y sentimental, María vive una honda contradicción entre lealtades que, no obstante el poder de la imaginación, determina el fin de sus ilusiones. Si a través de su protagonista, Boullosa cuestiona la validez de las lealtades sociales y personales en contextos turbulentos y abre una posibilidad de trascendencia, así sea sólo en la ficción, a través de Zaida retoma, a nivel individual, la pregunta de Carriazo acerca de los límites de lo humano.
En Zaida, Boullosa crea un personaje notable y de terrible actualidad. Desde el pórtico de Galera, la morisca es una sobreviviente. Ha sobrevivido a la destrucción de la comunidad granadina, de su familia, y lo ha perdido todo. Testigo, agente y víctima de una violencia exacerbada, más que culpa o duelo, carga odio. Incapaz de reconocer al otro como tal, ve sólo la cara del enemigo en quien no piensa como ella. Su vida se transforma en un encadenamiento de crímenes. Su enfrentamiento final con quien para ella representa la mayor traición resulta de la pérdida de todo lazo humano, pero se debe también a la violencia que arrasó Al Andalus y que ha inundado el mundo de sangre. En esta "vengadora" inhumana y demasiado humana, que no sueña sino con el exterminio, Boullosa ha dado una antecesora a quienes se han convertido en piltrafas humanas bajo el peso de la Historia.
Cuando reflexiona sobre lo que implica escribir Lepanto, Carriazo expone, podríamos decir, un problema posmoderno: la dificultad humana, verbal, literaria, de narrar el horror vivido mientras se está viviendo, de expresar el dolor propio sin borrar el de los demás. A través de este testigo privilegiado de ese viejo "nuevo mundo", Boullosa plantea y deja abiertas preguntas que, a la luz de los infiernos de Nueva York, Afganistán, Bagdad, Palestina, resultan más acuciantes. La hondura de estas reflexiones, aunada a la intensidad imaginativa de esta novela, confirma el valor de las exploraciones siempre inquietantes de Boullosa.~
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