Esta mañana me desperté con un "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto..." en la cabeza (¡o en la boca?). No sabía si estaba en casa o en Jujuy, si mis hijo e hija estaban en sus cuartos o Celia al lado. No fue una sensación de angustia ni de desagrado, sólo la novedad de mis emociones místicas jujeñas y el pensar en otro lugar que no sea mi adorada casita.
Es extraño. Digo, es extraño extrañar un lugar que apenas se conoció. Como si tuviera ganas de más a la vez que me encanta estar en mi casa y sola y pensar y escribir y leer y haber dejado de trepar montañas. ¿Será sólo la alegría de haberlo hecho, la felicidad de no podermelo ni creer yo que estuve ahí? Y miro y miro las fotos y revuelvo y vuelvo a revolver las palabras y las escenas jujeñas en mi cabeza.
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