LA "INVISIBILIDAD CRITICA" DE LA MUJER ESCRITORA EN LA TEORÍA LITERARIA AMERICANA
María Dolores Albaladejo García
Instituto Cervantes de Estambul
El propósito del presente estudio consiste en ofrecer una breve visión general del lugar ocupado por la mujer novelista en los escritos pertenecientes a la tradición crítica norteamericana, caracterizada por la exclusión sistemática de las autoras femeninas del canon, así como realizar un resumen de los esfuerzos realizados por la crítica feminista para luchar contra esta "invisivilidad crítica" sufrida por las escritoras americanas desde los comienzos de la teoría literaria americana. Para lograr este objetivo nos basaremos principalmente en un artículo central dentro de la crítica literaria feminista. Nos referimos al estudio de Nina Baym titulado "Melodramas of Beset Manhood. How Theories of American Fiction Exclude Women Authors,” escrito en los años 80, período en el que nos centraremos y al que haremos referencia cuando hablemos del "estado actual" de la crítica feminista.
Nina Baym abre su ensayo planteando la cuestión que le preocupa y sobre la que desarrolla su argumento: el hecho de que las teorías predominantes dentro del campo de la crítica literaria americana excluyen a las mujeres novelistas del canon establecido de grandes escritores. El ejemplo más claro que avala este hecho lo encontramos en las antologías y colecciones de ensayos que dicen cubrir las obras y autores más relevantes de la literatura americana hasta la fecha. De regirse por estas obras recapituladoras, cualquier lector poco informado captaría el siguiente mensaje: `there have been almost no major women writers in America; the major novelists have all been men. ´
La postura de Baym ante esta realidad negadora de la presencia femenina en la literatura de Estados Unidos es la de rebelión. Nina aporta números de publicaciones y nombres de importantes novelistas de finales del siglo dieciocho y principios del diecinueve como Susannah Rowson, Hannah Foster ó Mrs. E.D.E.N. Southworth, que prueban no sólo la activa participación de la mujer en el campo de la novelística americana, sino la dominación del mismo desde los comienzos de la colonización. Con esta postura, Baym conmina al lector crítico a revisar sus ideas con respecto al canon dominante e intentar ir más allá de lo establecido con una disposición crítica que le permita evaluar de forma objetiva el verdadero lugar de los trabajos de ficción escritos por mujeres. Las posibles, aunque parciales, explicaciones para esta "invisibilidad crítica" de las muchas novelistas activas en América pueden reducirse a tres: por un lado, una resistencia preconcebida a reconocer a la mujer autora como escritora seria, derivada de la práctica sexista, si no sus teorías o criterios, de un número de influyentes críticos; por otro, restricciones relacionadas con su género, aunque separables de él, han hecho que la mujer no haya escrito el tipo de trabajo denominado "excelente" por la crítica, y que por tanto no se incluya dentro del canon de obras denominadas como tal. Nos referimos a las restricciones de tipo educacional que han sufrido las mujeres, que impiden que su obra esté impregnada de amplias referencias a la novelística clásica, al estar la educación clásica formal restringida al varón; y finalmente, restricciones nuevamente relacionadas con su sexo aunque no derivadas de la realidad cultural propia de su tiempo como las anteriores, sino de teorías críticas posteriores que ejercen su influencia de forma anacrónica sobre trabajos del pasado, de manera que, como dice Baym `if one accepts current theories of American literature, one accepts as a consequence... a literature that is essentially male.´ Esta tercera y última explicación parcial a la situación de la novelística femenina en Estados Unidos es la que Nina Baym desarrolla en su artículo y sobre la que basa todo su discurso, del cual intentamos ofrecer una panorámica general.
Remontándose a los comienzos de la teoría literaria americana, Baym declara la tendencia de las más tempranas teorías a juzgar una obra literaria por su contenido más que por su forma. Este contenido debía ser innovador y original, que rompiera con la tradición literaria heredada de Inglaterra, correspondiéndose así con el espíritu desafiante y aventurero de la nueva nación. De este modo, los primeros críticos americanos empezaron a hablar del trabajo "más americano", en lugar de la "mejor" obra, puesto que no encontraban otra forma de definir lo mejor si no era comparándolo con las obras británicas existentes, hecho que resultaba bajo su punto de vista una acción injusta y poco patriótica. Esta tendencia se convirtió en norma, pues los críticos comenzaron a buscar en las obras de escritores americanos un modelo de "americanidad" más que un patrón de "excelencia" literaria, convirtiendo la tarea crítica en una empresa nacionalista que según Nina Baym ha perdurado hasta nuestros días.
Esta tendencia de la crítica americana es censurable de acuerdo a Baym por la vulnerabilidad de la misma. La búsqueda de la esencia de la americanidad en las obras literarias lleva consigo una serie de inconsistencias procedentes de la subjetividad de la propia idea, surgiendo a cada paso la pregunta ¿en qué consiste realmente lo verdaderamente americano?. La respuesta no queda especificada con claridad en ningún trabajo de la crítica americana, quedando siempre al arbitrio personal de cada crítico y variando su significado dependiendo de quién la responda. Así, para Marius Bewley, el artista americano no está interesado en reflejar la realidad social, por lo que "this `tradition'... has no room for the so-called realists and naturalists". F.O. Mattiessen afirma que el común denominador de los autores estudiados en su obra es "...their devotion to the possibilities of democracy", mientras que para Joel Porte la nota dominante de la ficción creada por escritores americanos es una consciente adhesión a una tradición "...of non-realistic romance sharply at variance with the broadly novelistic mainstream of English writing.” Teniendo en cuenta las diferentes definiciones de lo americano encontradas en numerosas figuras de la teoría y crítica americana, argumenta Baym, el trabajo del crítico se convierte entonces en un denodado esfuerzo por demostrar la americanidad, tal y como queda definida según su propio criterio, a través de sus autores elegidos.
Sin embargo, y a pesar de la infinidad de posibles definiciones, los críticos llegaron a un acuerdo con respecto a lo que debía constituir una obra "puramente americana", esto es: América como nación debía constituir el tema central de la obra; el autor debía escribir sobre personajes y aspectos de la experiencia americanos, y finalmente, el escritor debía concebir su obra específicamente para meditar sobre estos aspectos y derivar conclusiones sobre la "experiencia americana". Los dos máximos representantes de esta línea crítica de exclusividad americana los hallamos en Matthiessen y Lionel Trilling, que consiguieron establecer bajo su influencia una larga tradición literaria dirigida hacia la búsqueda de la esencia cultural en la novelística americana, que Baym califica de "subjective, circular, and in some sense nonliterary or even antiliterary.”
Volviendo al lugar ocupado por la mujer dentro de esta temprana tradición literaria, cabe preguntarse entonces si existe alguna razón por la cual ésta no debiera forma parte del "consenso" de autores aceptados dentro de esta tradición. La respuesta es no, puesto que al igual que los escritores americanos pertenecientes a la misma, la gran mayoría de mujeres escritoras del siglo diecinueve eran de raza blanca, clase media y orígen anglosajón. Ahora bien, si las autoras femeninas del momento representaban el consenso, no así la crítica del mismo: "What critics have done is to assume... that their gender made them part of the consensus in a way that prevented them from partaking in the criticism". Muy al contrario, dichas autoras y sus trabajos han sido desde entonces el centro de los ataques de la crítica destinada a defender "the essential American literature,” frente a la apabullante presencia de escritoras que con gran éxito de ventas amenazaba con oscurecer la obra de "los mejores" novelistas.
Lo ocurrido a la mujer escritora de acuerdo a Nina Baym es haber entrado en la historia de la literatura como el enemigo, la creadora de "the `flagrantly bad best-seller´ against which our best `fictionists´ - all male - have had to struggle for `their integrity and their livelihoods´” , en palabras de Leslie Fielder. De esta postura crítica hacia los escritos de la mujer podemos inferir, al igual que hace Baym en su ensayo, que la "experiencia americana" es inherentemente masculina, y por tanto es improbable que una mujer pueda escribir una obra que abarque tal experiencia, representante como es de la esencia de la cultura americana. Si la novelística femenina es definida por Sydney J. Krause y S. W. Reid como "melodramas of beset womanhood", Baym propone irónicamente denominar a la historia portadora de la auténtica esencia cultural americana como "a melodrama of beset manhood", un melodrama que refleje la experiencia literaria del autor masculino `perseguido o acosado' por los "flagrantly bad best-seller" escritos por mujeres.
La búsqueda de la esencia cultural propiamente americana se fue concretando poco a poco en los estudios críticos hasta llegar a la creación del mito de América. La cualidad esencial de América se identificó con una narrativa no-realista o romántica, el romance, en el cual se relataba la confrontación de un personaje americano idealizado, totalmente aislado o separado de las circunstancias sociales medioambientales, con la promesa ofrecida por la idea de América. La promesa de la nueva nación "...is the deeply romantic one that in this new land, untrammeled by history and social accident, a person will be able to achieve complete self-definition.” La idea del sueño americano así definido parece hacer referencia al ser humano en general, sin distinción de sexo, al alcance tanto del hombre como la mujer indistintamente. Sin embargo, la idea llevada a la práctica revela otra realidad muy diferente. Cuando el crítico se disponía a identificar el mito de América en un trabajo de ficción, éste se aprestaba invariablemente a la búsqueda del protagonista representante del sueño universal americano no como una mujer, sino como "un hombre que corre, rápidamente en medio del bosque, ocultándose, que corre río abajo o en el combate -en cualquier parte donde pueda evitarse la "civilización", lo que es decir, el enfrentamiento de un hombre y una mujer que induce a caer en el sexo, el matrimonio y la responsabilidad.”
La identificación en cadena es inevitable: por una parte, el héroe americano se enfrenta a una sociedad que ejerce una influencia negativa sobre su individualidad, es el adversario contra el que tiene que luchar para lograr su propia definición y afirmación personal; por otra, la mujer, identificada en el mito con la destructiva sociedad que rodea y encierra al héroe, se convierte en el obstáculo real y tangible contra el que el protagonista debe enfrentarse para no desviarse de su objetivo. Una vez más, la figura de la mujer presentada como el enemigo o la amenaza la deja fuera del alcance del sueño del que en un principio era partícipe. Así queda patente en numerosas historias que desarrollan el mito americano, mediante la descripción de la "entrammeling society and the promising landscape" en términos marcadamente femeninos, el cual "...gives a sexual character to the protagonist's story which does, indeed, limit its applicability to women.”
La razón más poderosa para esta conexión mujer-sociedad reside en el hecho de ser precisamente la mujer el medio a través del cual todos, hombres y mujeres, experimentamos nuestros primeros contactos con las convenciones y responsabilidades sociales. En el caso del hombre, una vez pasado el umbral de la juventud, donde la figura central es la madre, sigue siendo la mujer, esposa o amante, quien continúa portando los valores sociales y domésticos en la sociedad en que se mueve. Todo esto por supuesto, desde el punto de vista de un hombre heterosexual. Las mujeres según Baym, aunque no constituyen la fuente o el origen del poder social, son tenidas por el hombre como tal debido a su experiencia a lo largo de la vida. Es por ello por lo que el protagonista americano ideal proyecta en la imagen de una o más mujeres aquellos elementos que más le atraen, es decir, sus instintos sociales y convencionales, para situarla en el papel de tentadora, antagonista, y en última instancia obstáculo para conseguir sus fines en la vida.
Pero ¿qué ocurre cuando una escritora ofrece una versión del mito de América en el que el protagonista es una mujer? ¿cuál es la reacción de la crítica dominante al respecto?. En primer lugar, hay que señalar que una representación de la figura femenina como la que acabamos de describir debe parecer desagradable en extremo a los ojos de cualquier mujer. Lo que ocurre cuando escritoras tales como Edith Warton, Ellen Glasgow o Willa Carther se atreven a desafiar la versión masculina del mito y dar su propia versión del mismo en obras como The Song of the Lark, Barren Ground o The Reef, en las cuales, conscientes de la manipulación de que han sido objeto, presentan al hombre como el socializador y domesticador de las heroínas, es que inmediatamente la crítica aduce que tales novelas son "stories of the frustration of female nature", puesto que las mujeres presentadas como heroínas, las cuales eligen el celibato como vía plausible, son "untrue to the imperatives of their gender, which require marriage, childbearing, domesticity.” La dura postura adoptada Nina Baym ante estas manifestaciones de la crítica parece lógica, pues es cierto, como ella misma comenta, que "the role of entrapper and impediment in the melodrama of beset manhood is reserved for women.” En ningún momento, continúa, estas novelas son leídas como una versión femenina del mito, portadoras de la esencia de la cultura americana, como es el caso de las versiones masculinas del mismo, y por ésta razón no podemos encontrarlas en el canon.
La situación de la figura femenina, tanto en su representación literaria como en la crítica de ésta, parece difícil de cambiar por el momento, inserta como está en un círculo vicioso. Por una parte, si la mujer escritora crea una versión del mito que se ajusta al esquema o molde tradicional del mismo, éste es considerado como una "superfluous specialization in the myth", y por tanto no es reconocido como tal; por otra, si su versión no es la esperada respecto al mito convencional, el crítico masculino dice encontrarse ante "...minor and trivial literature.” La situación es aún más grave si pensamos en una posible defensa del mito de América visto a través de la mujer por parte de la crítica feminista. Si una lectura desde la perspectiva del crítico varón resulta como hemos observado infructuosa, una lectura feminista no lo sería menos. Al ser el punto de vista masculino asumido tradicionalmente como neutro por la crítica, una lectura femenina del sueño americano sería considerada como "un caso de defensa especial y un intento de forzar el texto con un molde predeterminado.” Una vez más podemos hacer uso de la recurrente frase de Krause y Reid para definir la posición de la mujer dentro del mito y de la crítica literaria norteamericana como "a melodrama of beset womanhood".
Para concluir su ensayo, Nina Baym aborda dos aspectos relacionados entre sí que reflejan las restricciones de género aplicadas a la mujer novelista estudiadas en su discurso. Nos referimos a la descripción del artista y el acto de la escritura que se han venido dando en los trabajos críticos que utilizan la historia del mito de América como punto de partida. Baym apunta al hecho de que cuando esto último ocurre, existe una clara tendencia del crítico a describir la labor del artista y al artista mismo en términos que contienen atributos pertenecientes a dicha historia, imponiendo sobre el acto de creación artística las mismas restricciones de género que hemos observado al examinar el mito.
La historia de esta tendencia se remonta a críticos de la talla de Richard Chase o Richard Poirier, los cuales representan el acto de escribir mediante metáforas de descubrimiento y exploración, y aún más, aúnan abiertamente al novelista y al protagonista o héroe de la historia en una misma persona en afirmaciones tales como: "The strangeness of American fiction has...to do..with the environment [the novelist] tries to create for his hero, usually his surrogate Pero Chase y Poirier no están solos en esta línea de pensamiento. En una antología de escritos críticos titulada Theories of American Literature, sus editores, Donald M. Kartiganer y Malcolm A. Griffith, aludiéndo al acto de creación artística dirán que "For some it has meant an opportunity to play Adam, to assume the role of an original namer of experience.” Baym observa en este último fragmento una total e intencionada transferencia por parte del crítico del mito adánico del héroe de la historia al creador adánico de la historia, es decir, el escritor.
Las implicaciones de género de tal asimilación mito adánico-mito de creación artística resultan en última instancia, al igual que observamos al estudiar el mito de América, en un intento de la crítica masculina de excluir a la mujer escritora del esquema creador, reservado exclusivamente al autor varón. El espacio reservado para la mujer creadora por la crítica dominante es por lo tanto el mismo asignado por el hombre en sus "melodramas masculinos": "either she is to be silent, like nature, or she is the creator of conventional works, the spokeperson of society. What she might do as an innovator in her own right is not to be perceived.” Una vez más, parece decir Nina Baym, queda probada la "invisibilidad crítica" de la mujer.
El desarrollo de esta idea sobre la creación literaria en escritos críticos posteriores se ha ido haciendo más y más perjudicial para la imagen de la mujer novelista, anulando la presencia de ésta hasta extremos insospechados. Bajo la influencia de reconocidos críticos como Harold Bloom, figuras como Eric Sundquist han tratado de llevar más lejos la idea de la creación artística como reino exclusivo del hombre. Así, críticos como Sundquist llegan a la conclusión de que el novelista, lo que realmente intenta al crear una obra literaria es convertirse en su propio padre, puesto que el autor, al crear un personaje que es su "surrogate", está en el fondo escribiendo sobre él mismo. Baym señala el hecho de que ésta teoría, tal y como aparece construida, excluye definitivamente a la mujer, pues si el acto de creación literaria queda reducido al intento de "father oneself" por parte del autor, un intento de escribir por parte de la mujer resultaría "perverse" y "absurd" a los ojos de la crítica.
Los esfuerzos de la crítica feminista por contraatacar esta teoría de la paternidad literaria o creadora han hecho ver que dicha teoría ignora una ecuación igualmente cierta, como es la ecuación metafórica entre la creación literaria y el parto. Tal teoría sobre la `maternidad' literaria se basa en el hecho de que "...the process of literary creation is analogically much more similar to gestation, labor, and delivery than it is to insemination ". Sin embargo, como apunta Nina Baym en su artículo, tal teoría sobre el acto de la escritura no es particular a la literatura americana, y por tanto no es necesario confinarla a los autores americanos, sino a los creadores literarios en general.
Finalmente, se lamenta Baym, la situación de la teoría literaria americana es irónica, puesto que al tiempo que la crítica feminista descubre más y más mujeres novelistas importantes, los teóricos de la crítica restan más y más presencia a la obra creada por la mujer. En su denodada búsqueda de lo genuinamente americano, la teoría literaria americana ha llegado a un punto donde las referencias de la americanidad se pierden dentro del terreno de la psicología masculina universal, convirtiéndose finalmente en un "melodrama of beset manhood".
El estudio realizado por Nina Baym dentro de la crítica feminista de su momento puede situarse, tal y como lo define Elaine Showalter, en la segunda fase de la misma, una vez salvada con éxito la etapa de "the ethics of awakening". Esta segunda fase, "...characterized by [the] anxiety about the isolation of feminist criticism from a critical community increasingly theoretical in its interests and indifferent to women's writing,” es la que mejor define la labor realizada por Baym al poner de manifiesto la presencia de la mujer tanto en la novelística como en la crítica, en su intento por hacer visible la "invisibilidad crítica" de la mujer escritora americana.
Obras citadas:
Baym, Nina. "Melodramas of Beset Manhood. How Theories of American Fiction Exclude Women Writers", The New Feminist Criticism. Essays on Women, Literature and Theory, ed. Elaine Showalter. New York: Pantheon Books, 1985.
Culler, Jonathan. "Leyendo como una mujer", Sobre la deconstrucción. Madrid: Cátedra, 1982.
Showalter, Elaine. "Feminist Criticism in the Wilderness", The New Feminist Criticism. New York: Pantheon Books, 1985.
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