“Es uno de los mitos más estúpidos que existen acerca del envejecimiento, el de que una mujer se convierte en una persona completa que ya no necesita nada y es una fuente de toda suerte de cosas para los demás. No, la mujer es como un árbol que necesita agua y aire por muy viejo que sea. La anciana es como el árbol; no hay ningún punto final, ningún término repentino, sino más bien un desarrollo de las raíces y las ramas y, con los debidos cuidados, mucho florecimiento.”
“Mujeres que corren con los lobos” de Clarissa Pínkola Estés, cap. 6.
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