domingo, 7 de diciembre de 2014
La Vida escribe un salmo en las acacias y en los cafetales, en el bosque de la libertad y en los pájaros
Marifé Santiago Bolaños
La orilla de las mujeres fértiles
III
Niñez desnuda, ¿seis, siete años? Al aire toda, sólo una braguita clara y, sobre la cabeza, un barreño lleno de ropa sucia. Llora a gritos, sin perder el paso descalzo, sin que se le caiga al suelo el castigo.
No sé, la que va tras ella puede tener doce: ya le han crecido los pechos y las caderas, ya se cubre el cuerpo con una tela de colores
y azota, furiosa,
las piernas de la chiquitina que no para de llorar:
llora ignorada por los muchachos ociosos que retozan en el río,
llora ignorada por estas madres de ojos mustios,
llora ignorada por los adolescentes que exhiben su exigente virilidad
a las niñas fértiles.
Aquí no extraña tanto desconsuelo, ni verte erguida y que las lágrimas no vuelquen el barreño. Aquí, no.
Mi piragua se aleja de ti pero yo sigo oyéndote el llanto. Verás: es que este poema deja marcas y escuece.
Tú querías jugar
con la luz del atardecer
en el Níger: eso era todo.
V
Viejo baobab, vigía ante el palacio de las termitas.
La luz tan densa, tan cansada, en el cuello de las jirafas.
Lagartijas antiguas: pasean sobre la única sombra de la sombra.
Contagiosa lentitud del sol: un pastor acompaña la ausencia del cebú.
Babas: la cabra pasta desierto.
Niña vestida de hada: los insectos se han llevado al cielo tus dientes de leche.
Y el Pájaro Azul cruzó la sabana como un ángel.
XII
Domesticar: a la cama, recoged los juguetes. Tragarte el daño; por el miedo, quédate despierta y escucha el llanto de tu corazón.
Tú: la ausencia de nombre, que la vida te robe la manta, que te destape, que se duerma en tu estómago
el dolor, ese
despótico e indolente
vagabundo.
Tú, también:
Delicadeza de las mujeres, lentitud del gesto suspendido en la copa del árbol,
como en la densidad y el vaho de los cuerpos: sudor,
ingrávido el destino donde la Nodriza Cósmica recita
compromisos:
memoria del trigo, abejas, las espigas, el insignificante y anecdótico deseo.
Mañana, pan y la picadura de una estrella
en los hombros,
pasteles de mundo, digo:
masticas almas, como todas las madres: luego, a la boca del hijo esa papilla de saliva y amor.
Una historia esperando
en la tarde de África,
limpiar de sombra oscura
cada claro de luz.
La Vida escribe un salmo en las acacias y en los cafetales, en el bosque de la libertad y en los pájaros: la tarde en África encendida de amor: collares de mariposas sedientas, la nada, heridas que engalanan a las mujeres dulces, estar en el amor:
intercambiamos la tristeza:
cristales de colores, semillas engarzadas, paquetitos de ternura, pulseras de silencio, la tarde africana, húmeda:
cierro las ventanillas
para que no entre
en el coche sucio
de agravios y barro
la palabra que este
trayecto no evita,
la que tú te llevabas en la cesta,
sobre la cabeza,
erguida,
olvidándome ya…
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Lunes por la madrugada...
Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...
que sonríe cómplice de amor...
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