Desde hace dos meses le digo que él nunca se hizo cargo de mí. Y no hablo de guita, digo que nunca se hizo cargo de que yo lo quería, de cómo, de cuánto lo quería. Ni siquiera se hizo cargo de quererme, de, siendo como yo soy, quererme él sin remedio.
Ayer, por teléfono, me tira una de sus bromas tontas ("es una broma, culito de goma") sobre si me encontré algo interesante por ahí. Yo le digo que ya no ando buscando, que ya me decidí. Él, sin poner excusas pavas, ni seguir la broma, me dice: "Ah, qué bueno, era hora que te pusieras las pilas."
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