Mucho calor y la gente ya está en onda. Toco timbre. Sale inquilino. El dueño se fue unos días a la costa y quedó él. El año pasado fue igual, y mientras limpiaba la pileta el tipo me contaba sus aventuras vendiendo zapatillas para adelgazar en sprayete. Se reía solo de los delirios que tenía que inventar. Atendía reclamos y las gordas le decían que las zapatillas no servían para nada, que eran simples zapatillas. Él, al final, a las más obstinadas, les decía qué quiere, señora, ¿no es obvio que una zapatilla no te puede hacer adelgazar? Hoy está con una tía quejosa y una chica que parece la novia o la hija. Me ofrece algo para tomar. Pienso en fernet mientras él hace una enumeración de bebidas que no incluye fernet. Cuando termina le digo: ¿fernet? Obvio, es lo que más tomamos. Pela una botella escarchada, hielos, coca y prepara un fernet que si yo no estuviera frente a 40.000 litros de agua cristalina y el fondo sucio que tengo que limpiar y los 35 grados y el sol que achicharra, sería claramente afrodisíaco. La novia-hija, igual, durante el tiempo que dura el efecto fernet, es solo hija, o amiga de la hija. Momento de gran confusión. Encima como el tipo este año no tiene nuevas anécdotas del mundo sprayete no sé si es el mismo del año pasado antes, un gemelo, un clon, un robot o una sofisticada máquina expendedora de fernet. Opto por lo último. ¿Me hacés otro?, le pido. Pará, te va ahacer mal. Son las 8 de la mañana. Tenés razón. Termino y me voy. Me mojo la cabeza en una canilla. Tomo agua a borbotones. Gracias por cuidarme, máquina expendedora de fernet. Queda un largo día. Feliz año nuevo. ¿A vos también te fabricó sprayete?, ¿servirás para adelgazar?
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