Y A MARÍA EMILIA, ¿QUIÉN LA DEFIENDE?
María Emilia Cornejo, la muchacha mala de la historia en nuestra tradición poética, es el mejor ejemplo de cómo el fanatismo por un discurso convirtió a una joven sanmarquina que deambulaba entre el patio de letras y los talleres de poesía, en la bandera de la literatura femenina que alimenta las separaciones literarias y contribuye a esa exclusión sistemática de la que tanto se culpa a los hombres, cuando la factura principal es mayormente de las mujeres.
¿Un poema o tres (por los que se le reconoce, además, a la Cornejo) hicieron una carrera literaria o un discurso manipulable que sobrevivió a sus siguientes generaciones? ¿María Emilia, hubieras deseado todo lo que te dieron después de morir?
A la caza de héroes poéticos y eróticos, María Emilia Cornejo terminó siendo armada lamentablemente como un Frankenstein y no de manera exacta por quienes se atribuyeron la estructura de sus propios versos, sino por sus principales seguidoras.
Una sobredosis de pastillas acabó con su vida solo a los 23 años en 1972. La muerte le deparaba el rótulo eterno dentro y fuera de su propio texto hasta el punto de reconocerla siempre como la muchacha mala que todas hubieran querido ser, la que escribió lo que otras hubieran deseado, con el asadón o las entrañas. María Emilia lo había logrado, y además era una poeta suicida, solo que inédita. El mito se iba haciendo cada vez más grande y los textos seguían entre esos cuadernos a los que pocos tenían acceso. Las pastillas, sus veintitrés años, sus depresiones eran más grandes que su lenguaje, esa escritura visceral femenina que empezaba a reclutar poetas, feministas y fanáticas hablando del cuerpo y su frenesí. María Emilia era significado de liberación, revolución y unos cuantos textos.
Cornejo habría escrito: “Soy la muchacha mala de la historia/ La que fornicó con tres hombres/ Y le sacó cuernos al marido. / Soy la mujer/ Que lo engañó cotidianamente/ Por un miserable plato de lentejas/ La que le quitó lentamente su ropaje de bondad/ Hasta convertirlo en una piedra/ Negra y estéril. / Soy la mujer que lo castró/ Con infinitos gestos de ternura/ Y gemidos falsos en la cama.”
LA REVELACIÓN
El narrador peruano José Rosas Ribeyro publicó María Emilia Cornejo: el lado oculto del mito en el Nº 5 de la revista literaria Intermezzo Tropical afirmando que en 1973, poco después de la muerte de la poeta, él y Elqui Burgos reciclaron los versos de los manuscritos de la Cornejo y armaron tres de sus poemas más representativos, entre ellos Soy la muchacha mala de la historia. “María Emilia dijo en el fondo lo que sentía, lo que pensaba. Todo lo escribió en muchas hojas de sus cuadernos. Ya luego, nosotros, Elqui y yo, compusimos los tres poemas que todos conocen escogiendo versos de esos mismos cuadernos”, respondió Rosas Ribeyro en una entrevista.
Si bien la mayoría de los poetas peruanos -casi asaltados por esta revelación en el 2007- no niega este “armado”, mantiene el mito de una autora que pareció consolidarse con tres poemas y un suicidio a crítica de muchos o con el libro En la mitad del camino recorrido publicado en 1986, años después de su muerte y porque el mito ante la nueva generación necesita pruebas, registro, escritura tangible. “La autora es María Emilia, es clarísimo. Ellos han editado. Además, ¿por qué desautorizar una voz iniciadora?”, comentó una poeta acaloradamente en una discusión.
Quizá porque sobre el discurso se alumbró un personaje cuyo lenguaje le pertenecía a medias y por el que nuestra crítica sigue -en parte- apoyando una división entre la literatura escrita por hombres y otra por mujeres. Si bien María Emilia no es culpable de esto, sino quienes leyeron e interpretaron peligrosamente asumiendo la militancia de un feminismo excluyente con malos productos poéticos; ella representa la fisura, el epicentro en el que después del temblor se asumió un terremoto. Sobre María Emilia Cornejo se construyó, después de su muerte, una herramienta en pro del activismo feminista, que siempre será válido y necesario mientras se concentre en lo social y no en el discurso literario.
El cuerpo se hizo infinito, reiterativo, cansado y durante lo que restó de los setentas, María Emilia Cornejo con poemas inéditos, tres de ellos (los más importantes) armados entre otros escritores y rescatados de sus viejos cuadernos, se convirtió en el himno de la sexualidad femenina, del lenguaje, de la castración soñada al personaje abusivo y masculino.
Dime, ¿hubieras querido todo esto, María Emilia? Ella mira a través de los marcos apolillados de una ventana dentro de una casa pequeña y oscura, retira lentamente la taza de café de la mesa. “Casi ni lo has probado”, me dice, solo sonrío e intento mirarla poco. No quiero decirle que ha confundido la sal con el azúcar, y cojo la libreta, el lapicero y hago la mueca de… continuemos. “Mira, yo era muy joven. Creí en las historias que me contaron sobre la poesía, los poetas y la muerte. Y todo eso estaba junto en San Marcos, era algo muy fuerte. Yo asistía al taller de poesía y escribía poemas. A los poetas jóvenes les cuesta mucho llamarse poetas a sí mismos, lo sabes. Por eso solo te puedo decir que yo escribía. Lo demás lo inventaron. La muerte es siempre todo un acontecimiento y más cuando una mujer tan joven se mata. ¿Me usaron? Sí, supongo que sí. Me convirtieron en el paradigma de cierto feminismo, publicaron mis textos sin corrección alguna, en bruto. Me dieron tanto y a la vez tan poco. Ellos aún hablan de mis textos, no es poco, pero a mí ni me interesaba ser poeta, me convirtieron… Además, ese es un libro que quizá no hubiera querido publicar. ¿Sabes? La poesía no era el objetivo de mi vida, pudo serlo más tarde, pero… tomé otras decisiones.” María Emilia se desvanece en la misma ventana por la que entró y no hay más preguntas imaginarias. Será siempre la muchacha más triste de esta historia.
CECILIA PODESTÁ: cpodesta@diario16.com.pe
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