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DOMINGO, 27 DE JULIO DE 2014
CHICOS › UNA COLECCION INOLVIDABLE QUE VUELVE A LAS ESTANTERIAS
El regreso de Chiribitil
Por Karina Micheletto
Entre los que rondan los 40, seguro hay muchos que los tienen como un recuerdo vivo de infancia: ese día en que papá o mamá pasaban por el kiosco y llegaban a casa con un nuevo libro, una nueva historia y un nuevo mundo de dibujos con olor a tinta fresca. Eran Los cuentos del Chiribitil, aquella colección de Centro Editor de América Latina que fue de avanzada en su edición y contenidos, al tiempo que popular en su acceso, de bajo costo y distribuida en los kioscos de todo el país. También es posible que quienes hayan logrado conservar aquellos tesoros protagonizados por el odo Nicolodo, el escarabajo Carabás, la gata Negrita o El señor Viento Otto los estén leyendo hoy con sus hijos, ya amarillos y con rastros de sucesivas capas de cinta entre sus páginas despegadas. Pues bien, los Chiribitil han regresado, tan frescos como entonces, en una reedición de Eudeba que puede considerarse facsimilar, ya que respeta el formato y el diseño de los originales. Los diez primeros cuentos ya están a la venta, continuando además aquella política de bajo precio (salen 45 pesos, un costo inferior al de cualquier edición actual de esta calidad), y han despertado el entusiasmo nostálgico de los fanáticos de entonces: ¡Nicolodo vuelve!
En la colección de cuentos infantiles que en 1977 lanzó el CEAL y que ahora reedita Eudeba, hay textos de Graciela Montes (directora de la colección, junto a Delia Pigretti), Laura Devetach, Graciela Cabal, Martha Mercader, Marta Giménez Pastor, Margarita Belgrano. Y hay ilustraciones de Tabaré, Julia Díaz, Clara Urquijo (que firmaba como Mandú), Claudia Alché, Ayax Barnes. La importancia dada a la ilustración fue uno de los rasgos de avanzada de la colección. “Los autores de los textos y los ilustradores figuraban por primera vez juntos en la tapa, sin que se aclarase quién era quién. Y además se reservaba la doble página central exclusivamente para un dibujo, que revelaba detalles que quizá no estaban en el cuento. Aquél fue un primer paso para el libro álbum”, describe la abogada especialista en derechos de autor Violeta Canggianelli. Ella fue la entusiasta admiradora de Los cuentos del Chiribitil que llevó la idea de la reedición a Eudeba, y la que se dedicó a ejecutarla, con trabajo de hormiga y paciencia de araña, a lo largo de dos años.
El trabajo incluyó el rastreo de los autores e ilustradores –o de sus familiares–, muchos de ellos exiliados y radicados en otros países, para solicitar los derechos. También la trabajosa restauración gráfica y la reconstrucción del diseño partiendo de los ajados ejemplares originales. Y, antes de eso, la búsqueda de aquellas primeras y únicas ediciones, absolutamente agotadas, entre colecciones privadas como la de Canggianelli (justamente, volviendo sobre esos libros con su hija Vera fue que la abogada descubrió su potente actualidad), bibliotecas populares, de escuelas y otras como la de La Nube.
“Tras el rastro de los autores e ilustradores llegué a Julia Díaz, que vive en Alemania. Ella me contactó con Graciela Montes, quien me explicó que estaba retirada del mundo editorial, pero que nos daba la autorización si era para hacer una versión idéntica a la original, y sin fines de lucro. Allí Eudeba, una editorial universitaria, fue la que hizo posible mantener la ideología del Centro Editor: una edición con la mejor calidad y al menor precio posible.” A medida que iba haciendo los contactos, Can-ggianelli se iba entrevistando con los autores y entrando en la “cocina” de lo que significó el trabajo del Centro Editor: “Todos coinciden en que se trabajaba con absoluta libertad, era gente muy joven y muy audaz, también valiente por el contexto en que lograron todo aquello”, dice.
En esta primera etapa, Eudeba reeditó diez títulos que salieron igualitos, igualitos, a aquellos que leyeron los niños de los ’70: Así nació Nicolodo y sus continuaciones Nicolodo viaja al País de la Cocina y Teodo (el regreso de aquellos entrañables odos que vivían en latitas de azafrán, creados por Graciela Montes y redondamente dibujados por Julia Díaz), Los zapatos voladores, que fuera prohibido por la dictadura cívico-militar (allí el pueblo se pone a hacer una colecta para comprarle una bicicleta al cartero, según imaginó Margarita Belgrano, con dibujos de Chacha), ¿Dónde estás, Carabás? (“¿Dónde vive el escarabajo Carabás?”, preguntaba Paulina Martínez, y Julia Díaz lo dibujaba), Negrita y los gorriones, de Susana Navone de Spalding y Delia Contarbio, El señor Viento Otto (aquel que había decidido no volver a soplar, según contaba María Rosa Finch e ilustraba Ayax Barnes), El cumpleaños de Cristina (nuevamente la dupla Montes-Díaz), Tío Juan, de Martha Mercader, con ilustraciones de Juan Noailles, y Los juguetes (Alicia Digón y Delia Contarbio).
¿Qué es lo que hace que aquellos viejos textos sean agradecidos en tiempo presente por sus ya añosos primeros lectores, y que sigan ganando otros más jóvenes? “Son historias muy poéticas y muy cotidianas y sencillas. Tienen cierto sabor local, transcurren en casas y patios de cualquier barrio. Rompen con lo esperable, no presentan al bueno y al malo, al príncipe y la princesa, ni quieren dejar una enseñanza al final. Hablan de la solidaridad, la amistad, el afecto. Y tienen un fuerte impacto también desde lo plástico”, enumera Canggianelli. Tras estos primeros diez títulos reeditados entre los cincuenta de la colección original, la abogada sigue buscando el rastro de los autores e ilustradores que resta ubicar, “con la esperanza de encontrarme a algún familiar que me cuente algo de sus historias”, dice. Eva Rey, autora de dos de los cuentos de la colección, o los ilustradores que firmaban con los seudónimos de Pirucha Romera y Cuttin + Gruber, por ejemplo. Lanzados en el presente, restan muchos Chiribitiles por redescubrir.
Tomado de http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/11-32876-2014-07-27.html
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