Los 7 pecados del principiante
28-10-2014 | Espacio Agüero, José María Brindisi
José María Brindisi dio una clase abierta en Espacio Agüero apuntada a quien comienza a escribir.
Ayer en Espacio Agüero, el escritor y crítico José María Brindisi (autor deFrenesí y Placebo, entre otros títulos) dictó la clase abierta “Los siete pecados de la escritura”, en la que señaló los errores habituales que comete quien comienza a escribir.
Contar de más, contar de menos, no detenerse en los detalles, el odio a las descripciones, escribir antes de tiempo, escribir bien, amar a todos los lectores. Durante poco más de hora y media, valiéndose de contraejemplos de los grandes maestros como Hemingway, Kafka, Nabokov, fue desarrollando una guía de trabajo con los pies en la tierra. Evitó caer en fórmulas pero también en elipsis. Y, si bien no había una jerarquización de los errores, las enseñanzas pueden resumirse en la búsqueda de rescatar una dimensión dialógica de la literatura: “Contar una historia”, dijo, “es una suerte de balance entre mostrar y esconder”.
Contar de más
Cuando se explica de más y se cubren los espacios que debe completar el lector, hay un cierto grado de subestimación hacia quien lee y también hacia los propios poderes de quien escribe. “Los relatos tienen un carozo que nunca debe ser tocado; cuando uno lo toca se contamina”, dijo Brindisi. Para dar un ejemplo sobre cómo evitar este pecado usó el cine: la escena del final de Perdidos en Tokio en la que Bill Murray le dice susurra algo al oído a Scarlett Johansson. Esa frase, que no se escucha, tiene un poder más efectivo que cualquier cosa que el público pudiera escuchar.
—Hay una enorme distancia entre que algo se entienda claramente y decirlo claramente —dijo.— En esa tensión se juega la raíz poética de la literatura.
Contar de menos
Un texto (un cuento o una novela) necesita un tiempo para relacionarse con el lector. Cuando se corta ese tiempo, aparece un problema sin solución: no se crea una empatía con los personajes.
Autor y lector saben que el texto es artificial: hay que borronear esa certeza. Y para ello, el escritor necesita tiempo. Además, Brindisi señaló que al contar de menos no se puede dosificar la información y el resultado es que toda lo que es necesario aparece al final. En la práctica, esa clase de textos es una larga introducción y un desenlace sorpresivo: falta la carnadura.
No detenerse en los detalles
Contar de menos deriva en que el autor no se tome el tiempo de detenerse en los detalles. Pero cuando todo es importante, el lector se vuelve descreído: “Cuando todos es importante hay un cartel luminoso que dice Esto es un cuento”. Son los detalles prescindibles los que dan veracidad a la historia.
Curiosamente para explicar este punto, Brindisi dio varios ejemplos sobre cómo los detalles aportan al verosímil en la novela Una misma noche, de Leopoldo Brizuela, quien hace poco en una entrevista en la librería dijo que “Nada genera más narración que los detalles”.
El odio a las descripciones
Muchas veces se cree que las descripciones de los personajes o las situaciones son, en verdad, descansos en la narración. Que las descripciones bajan la tensión de la narración. Pero.
—Los buenos escritores —dijo— describen continuamente. Resignifican. Cuentan la historia a través de los materiales. Usan la descripción como un elemento activo.
Los diálogos son un buen recurso para los detalles y el contexto. Pero hay que evitar un “error fatal”: aquel que se da cuando el diálogo dice. Un texto mal escrito es aquel en el que uno lee sólo los diálogos y entiende todo. La técnica esencial tiene que ver con cómo se maneja la tensión entre el adentro y el afuera del diálogo. “Los buenos escritores no permiten que seleccionemos”, dijo.
Además, en la descripción de los personajes, hay que evitar el arquetipo. Pero no pensar a partir de ahí y crear alguien completamente distinto, porque eso reforzaría el lugar común, sino agregarle una característica que le dé profundidad. El ejemplo que dio fue pensar en un contador: el arquetipo es alguien de pelo corto, que usa chomba, con una conversación aburrida. Pero si decimos que ese contador lee literatura rusa, ya provoca un efecto de singularidad.
Escribir antes de tiempo
John Irving dice que retrasa lo máximo posible el momento de la escritura: antes de escribir piensa toda la historia, por lo tanto, escribir es muy parecido a leer. “El único secreto está en la cocina”, decía Henry James. Es archiconocido que Hemingway pensaba al cuento como un iceberg: sólo se ve una séptima parte. Pero las otras seis partes están.
Escribir antes de tiempo es correr hacia una dirección que no está clara, sin reconocer los posibles nudos. Escribir antes de tiempo no permite que la historia decante. Como Brindisi decía al comienzo: “Contar una historia es una suerte de balance entre mostrar y esconder. Y es muy difícil contar lo que no se tiene”.
Para él, entonces, la única solución para evitar escribir antes de tiempo es planificar.
Escribir bien
La escritura no es decorativa. La pelea esencial de la literatura se da en el campo del lenguaje, no en el campo de los argumentos. (Barthes decía que la literatura no se puede reducir). En un texto literario, el qué y el cómo es una pareja indisoluble.
—Es ingenuo pensar que uno escribe personajes chatos y luego los va a poder engordar en la reescritura.
Amar a todos los lectores
Preocuparse por que se entienda todo hace que el recorrido del lector sea unidireccional, previsible. El texto debe provocar una actividad para quien lo lee. Cada uno construye el tipo de relación que quiere con el lector. Hay que correr riesgos:
—¿Por qué todos los textos tienen que ser para todos todo el tiempo? Si de diez lectores perdemos a dos, vale la pena.
Tomado del blog de Eterna Cadencia
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