Dice en feis Cristina Peri Rossi:
Hoy me acuerdo que de chica (antes de los trece) vivía en una calle corta, encerrada entre dos más largas. Los varones del barrio habían montado un equipo de fútbol de seis (no había más) y me invitaron a mi, la única niña del barrio que se había criado entre hombres que la llevaban cada semana al Estadio Centenario de Montevideo, y le gustaba. Yo era rápida, regateaba, saltaba y metía goles con ambas piernas o la cabeza. Un vecino le dijo Ami madre, que malbivia con un sueldo de maestra y dos hijas chicas: "Señora, si Cristina fuera varón, usted tendría la vida solucionada porque Cristina sería una crack y le pagarían una fortuna. Qué lástima que es niña". Yo quería jugar al fútbol, escribir libros y estudiar biologia, no me parecía contradictoria ni que ser niña lo impidiera.
Andaba siempre con la suela de los zapatos rota y las piernas amoratadas, pero tenía excelentes notas en la escuela, adoraba la música clàsica y a Renata Tebaldi, a Satie y a Wanda Landoska y leía a Gotki, Dostoievski y Chéjov, además de William Saroyan.
Pero cuando cumplí 13 años mi madre me dijo; "basta de jugar al fútbol en la calle con los chicos. Ya eres una señorita y las señoritas no hacen esas cosas, además te estas estropeando las piernas con moretones, van a pensar que sos un varón."
La prohibición fue terminante. Pero los chicos del barrio venían a la ventana de mi casa, llamaban a mi madre y le pedían "señora, déjela jugar, ella mete muchos goles y sabe cabecear, déjele señora, aunque sea una vez". Mi madre no cedió nunca
Ayer miré por TV la final y me alegré por las chicas,
pero me sobraban hombres, especialmente Rubiales.
Y la humildad de las chicas ante los micrófonos es otra lección para todo lo que rodea al fútbol masculino.
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