Notas sobre la escritura y el ocio. Mariana Docampo
NOTAS SOBRE LA ESCRITURA Y EL OCIO
Mariana Docampo
Me encuentro con Karina, mi compañera de infancia. Quiere que hable con su hija porque está por terminar el secundario y no sabe qué carrera seguir. Me dice: a ella le gusta leer libros y escribir historias, igual que a vos. Me pide que le de consejos.
Íbamos a las guías exploradoras juntas con Karina, acampábamos en la montaña y hacíamos nudos y fogatas bajo las estrellas. Una vez vimos una luna naranja en el horizonte, que a mí me pareció un sol.
¿Qué puede hacer Julieta? -me pregunta ahora, apretando el asa de la tacita con el índice y el pulgar. Estamos en el entrepiso de la librería Caburé una mañana del 2019, rodeadas de libros. La hija mira para abajo. Enumero rápido, para complacer a la madre: está la carrera de Letras, el profesorado, la carrera Artes de la escritura en la UNA… Le hablo a Julieta, que levanta la cabeza en un momento: talleres. La madre interviene ¿Y la salida laboral? Y bueno, sobre todo docencia, clases en secundarios, en terciarios, en la universidad, eso si sigue Letras -no sé a quién mirar-… talleres. Karina se queda pensativa, Julieta no dice nada. Bueno -me esfuerzo- existen otras posibilidades: seminarios creativos para empresas, escribir reseñas… Apoyo la frente sobre mis manos. De todo un poco, no sé, así vas sumando.
Karina me cuenta que atiende una panadería en el barrio. Es un negocio familiar, les va bien, hay trabajo para todos: para ella, la madre, el padre, el hermano, “y Julieta va a arrancar a trabajar ahí también para poder ganar su sueldo mientras estudia”. En un momento, para ilustrar algo que quiere explicarme, nombra a una clienta del barrio, ¿te acordás de Sara? Pero yo no me acuerdo. Me dice; ella es como vos, escribe sus libritos, los publica.
Libritos ociosos -pienso-, sin objetivo, exploraciones a la deriva, desplazamientos.
Cuando en la adolescencia me gané el primer premio en un concurso literario de Radio FM La Boca, un señor mayor que se había ganado el segundo premio me dijo: te voy a dar un consejo, piba, vos sos muy joven, no te agrandés.
Libritos que buscan ¿qué?
La pregunta sobre la existencia.
“Tus libritos son ambiciosos”, me lo dijeron mil veces. Ya no cabe la pregunta por los grandes temas: el amor, la muerte, lo sagrado. Sucede que está totalmente desproporcionada la ambición artística de alguien que escribe libritos con el reparto del talento en esta época y en este mundo, o mejor dicho, con las circunstancias necesarias para el cultivo de un talento. Hay que alimentarlo con lecturas, con ocio, con tiempo de vagabundeo, exploraciones. Para decirlo de una vez, hoy en día el desarrollo de un talento literario lo logrará solamente -en toda su expansión- un varón sueco casado con una dama inglesa, o una dama norteamericana casada con un señor alemán. Une francesx también, a veces. Respaldadxs por multinacionales. ¿Por qué? Porque es el yo que sostiene y se pronuncia. ¿Y qué pasa con los yoes quebrados, dañados por alguna razón, los yoes que no se plantan en el discurso, ni siquiera después de años de lucha, pero que sin embargo quieren expresarse (sin reunir los pedazos) y lanzan manotazos de ahogadx en aguas quietas?
“¿A quién regalo mi ingenioso librito recién aparecido, pulido hace nada con la árida piedra pómez?, dice Catulo: A tí, Cornelio. Lepidum novum libellum.
¿Cuál es la relación entre la libertad y la escritura? La ambición por la forma versus los canales de difusión.
Mi bruja en Islandia me dijo, en inglés: “vos no necesitás editoriales, ponete un blog”. El mensaje estaba claro: libre pensamiento, libre expresión, libertad artística.
Y me pregunto: Qué va a pasar con las horas de soledad, con la contemplación de los árboles para quienes no podamos más que escribir libritos. Y con la ambición por la forma a la que pareciera que nadie debería querer aspirar. ¿No cabe seguir buscando, aunque sepamos que no vamos a poder encontrarla? Porque si se atrapa, habrá algo vivo.
Me despido de Karina y de su hija y me acerco al mostrador. Le pregunto a Lucio si tiene Naturaleza Moderna de Derek Jarman. Creo que me lo trajeron, Marian, bancame que me fijo. Me da el libro editado por Caja Negra. Los diarios que escribió Jarman entre 1989 y 1990. Hermosas notas escritas en un contexto de naturaleza y central atómica, en los que va haciendo registro sobre sus plantas, el mundo gay, el SIDA, el cine, Plinio, Tilda Swinton. En un momento exclama: ¿Por qué todo el mundo quiere escribir novelas para que hagan con ellas una película?
Cuando todo parece ir en otra dirección al deslumbramiento por el movimiento de las hojas de mi durazno una mañana de tormenta. O del arrebato amoroso que no sabés si frenar o entregarte a ella como a la gran ola que arrasa con lo que encuentra en el camino. Y el ruido del otro lado de las cosas.
Leo libros de alemanes, rusos, ingleses del siglo XX por relativa elección, y del XXI, por imposición.
Publicar libritos acá en la Argentina es ponerles tapas a las hojas y ofrecérselos a las personas que están cerca con el deseo de que les guste lo que vos hacés.
Había una mujer, en los noventa, que entregaba fotocopias de sus libros en la puerta del Teatro San Martín. Me acuerdo de ella bajo la lluvia, con un vestido largo de franela. Todas las veces que yo pasaba frente al teatro se acercaba a mí y me ofrecía su libro, me incomodaba porque me miraba a los ojos. Nunca lo compré.
Estoy escribiendo con mucha lentitud, un texto sobre el sol, que no va para ningún lado, empieza de esta manera: “El sol me acompaña desde que nací”. Me dijo VG: me gusta (ella siempre me alienta), pero ponele como título “El ocio”. ¿Para darle un marco? Si. Me extraña, VG, tus libros siempre están escritos desde el ocio.
Y mientras tanto, viajo a Estados Unidos a un festival de tango, mi primer desplazamiento internacional después de dos años. Las cosas están más tranquilas respecto a la pandemia, pero ahora el tema preocupante es la guerra.
Recibo un Whattsap de Peggy, mi amiga francesa. Me escribe en inglés: Everything is so uncertain. With the war in the east now on top of everything. Me siento en una película de época, pero el contexto no puede ser más moderno.
El constructor de mi casa me advierte: los precios del acero se van a disparar el mes que viene, porque el acero viene de Rusia. Y viste como es la gente, especula. Muchos están comprando anticipadamente y después suben el precio.
Me dice mi hermana: el dólar está bajando. Mi prima: La nafta sube. Voy a comprar unas pepas de quinoa que le gustan a S. La chica que atiende me dice: la harina la traen de Rusia, por eso están subiendo las pepas.
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Mariana Docampo es escritora y licenciada en letras por la Universidad de Buenos Aires. Tiene publicados seis libros de ficción: Al borde del Tapiz, El Molino (premio Fondo Nacional de las Artes), La fe, Tratado del Movimiento, La familia y V; y la crónica autobiográfica Tango Queer Buenos Aires (Beca del Bicentenario 2016). Es profesora de escritura en distintas instituciones y coordina talleres literarios de escritura y de lectura de manera privada. Profesora de la materia Lectura para escritores III de la carrera de escritura creativa de Casa de Letras. Desde el año 2011 dirige la colección “Las antiguas” de la editorial Buena Vista dedicada al rescate de obras de las primeras escritoras argentinas. Es co-guionista del largometraje “Marilyn” (68 Berlinale Film Festpiel Berlin). Coautora del libro de entrevistas “Sara Facio. La foto como pasión” (Planeta, 2016). Es la fundadora del espacio Tango Queer de Buenos Aires y organizadora del Festival Internacional de Tango Queer de Buenos Aires.
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