Mis vecinos deun lado son una mierda de gente. Los del otro lado son un amor lleno denietos y voces amorosas a través de la tapia. De los mierdosos me separaba el fresno, pero también nos unía porque los muy HDP me hablaban de cortarlo cada vez me salía a la vereda y me atosigaban por teléfono y trepados a la pared, hasta una vez invité a la vieja de mierda a tomar mate debajo de su sombra a ver si aprendía algo. Pero no, ellos eligieron vivir en el cemento y con motosierra.
Me banqué toda una tarde de mutilación salvada por la buena onda de los trabajadores que me consolaban en mi tristeza y la vida vegetal que me decía que no pasa nada, que no pueden contra nosotros, que seguimos rebrotando y acá estamos como madera para rodear otros brotes, como madera para sostener otras espaldas y otros culos, para contacto con la piel para siempre.
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