Le dedico el último pensamiento de la noche, sin rencor, me gustaría saber qué está haciendo y qué siente (después me acuerdo que no hace nada ni tiene corazón) y el primero de la mañana cuando extraño sus pies en los míos y creo que mirar cómo está el día incluye pensar si estará trabajando bien o habrá desayunado.
Más allá de eso, me alegran mis cero ganas de verlo ni llamarlo y ya ni me parece increíble que él no lo haga. Hasta me acuerdo que no lo ha hecho por años, así que...
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