Hoy
firmé contrato con Penguin Random House para la publicación de mi
novela Cataratas, en la que estuve trabajando por más de tres años.
Supongo que estará disponible en noviembre. Susana, la señora encargada
de asuntos legales, me dijo que siempre que se firmaba por una novela se
ponía contenta y me preguntó si el título se debía a la enfermedad
ocular o a las cataratas del Iguazú. Respondí que a las dos cosas; que a
esta altura, y al menos para mí, ambos fenómenos estaban vinculados.
Susana me miró con cierta sorpresa; una de las chicas de la oficina
hizo un comentario. "Supongo que también es sobre la desesperación",
dije, y me puse a dibujar mi firma en cada una de las hojas; la verdad
que ninguna se parecía demasiado a la anterior pero nadie se hizo ningún
tipo de problemas, yo debía parecer muy concentrado. Decido a ser menos
abstracto, al terminar abundé en que también trataba sobre la
experiencia académica, sobre el CONICET; está claro que la aclaración
fue una bruma oscura en el ambiente, uno de esos ruidos que se escuchan
de vez en cuando y consiguen que uno suspenda sus actividades por unos
segundos hasta que los incorpora en aquello que los fenomenólogos llaman
el fluir de la vida cotidiana. Nos saludamos con alegría y urbanidad,
salí a las calles de San Telmo. Tenía que entregar un sobre.
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