Dice en feis Osvaldo Bossi
LOCO ÉL Y LOCA YO
Una amiga poeta, al leer mis poemas, me dijo que nunca terminaba de sorprenderle la capacidad de renuncia que tienen los homosexuales (o los gay, no me acuerdo cómo lo dijo, para mí cualquier definición es un poco absurda, siempre). Otro escritor (Carlos Arcidiácomo) de quien estoy leyendo una novela maravillosa, publicada a mediados de los años `70 (“Ay de mì, Jonathan) dice que en cada experiencia de amor, las locas están arriesgando catastròficamente la vida, si no -se pregunta- para qué son locas. “Para qué uno es una vacilación de la naturaleza si no para asumir la misma naturaleza de la duda y desafiar cualquier cosa, porque sabe que la vida que le tocó no puede tener otra grandeza más que ser intrépida, ni otra vigencia que la exaltación.” Y permítanme citar otro párrafo más, porque el texto sigue, sigue; no se detiene nunca: “Cómo no va a ser intrínsicamente desordenado si hasta tiene que inventar el erotismo y creerlo por encima de la desolación y adecuar su vida a los patrones de los de que no tienen ni idea de tantas catástrofes y que para colmo lo desprecian porque es muy fácil sentirse superiores, y el ser más o menos normales ya les significa una categoría y entonces se sienten superiores algunos que nunca jamás pudieron serlo ante nadie, pero ante eso sì, vaya uno a saber por qué”. Y esta frase última, esta manera de cerrar el párrafo, con esa vuelta de tuerca epifánica, que tiene el humor:de las locas generalmente: “ Y si después de comprender toda esa estética del desencanto y sobrevivir a tanta crueldad, se aredra ante una tormentita de nieve, ya es porque además de loca, es loco. Y la voz del pueblo, que dicen que no se equivoca, la famosa Fuenteovejuna, quien también por algo se llama así, sabe bien que no es lo mismo uno que lo otro, porque una cosa es la pérdida de la razón y otra muy distinta el desconcierto”. Y todo esto a qué venía? Ah sí, a la capacidad de amor y renuncia que tenemos los homosexuales generalmente. A veces, cruzando en medio de la noche furiosa la cordillera de los Andes, y otras, en un café de mala muerte, esperando a Godot.
Osvaldo
pd. La imagen es de Copi, la màs loca de las locas en toda la literatura rioplatense.
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