Él nos mira ir y venir, con gatos, perros, plantas. Hablarnos o comunicarnos por gestos, comer a lo saltos o tirados cada uno por cualquier lado, entrar y salir, poner música o pelearnos por el silencio. Y abre los ojos grandes, y dice que estamos relocos.
Está buena su mirada de admiración por lo que hemos hecho de nosotros mismos durante la separación. Y está buena su posibilidad de querernos así como somos ahora.
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