viernes, 10 de octubre de 2014

Felix y el Gigante y su perro


Dice en feis Felix Bruzzone
10 horas · Editado · 
Asientos todos ocupados. Incluído uno en el que un gigante borracho de zapatos negros, pantalones negros, camisa negra y gorrita deja dormir a su perro, un animal pequeño con manchas marrones y collar rojo. Debe ser natural que un perro use un asiento. En el Belgrano Norte se ven esas cosas. También vi, hace un tiempo, a un tipo meando en el lavatorio del baño de Retiro. Un tipo alto, lógico, pero que igual tenía que hacer equilibrio en puntas de pie. Eso no era tan natural, era poesía. Cuando saco un libro y me pongo a leer de parado, el gigante borracho piensa que soy digno del asiento de su perro y me lo ofrece. Acepto. Pasan las estaciones. En un momento el gigante me pregunta algo, pero su voz es tan grave que no le entiendo y le pido que me diga otra vez. Acerco mi oreja a su boca. El gigante es Mumra o Mostaza Merlo. Entiendo todavía menos. Y debe ser que él está acostumbrado a que no lo entiendan porque no insiste más, solo hace un ademán de fastidio con los brazos, algo muy tenue y desganado, aunque suficiente para poner nervioso al perrito, que empieza a ir y venir, a dar vueltas, a asomarse a la puerta abierta del vagón, hasta que así, de la nada, toma carrera y salta afuera y la noche se lo come. Fin del perro. El gigante se desespera. Se levanta. Es muy torpe. Va hasta la puerta y mira. Da gritos desgarradores que ahora incluyen tonos muy agudos que Mostaza Merlo y Mumra jamás podrían dar. Después el tren llega a Munro. El gigante se baja a los tropezones. Dejó de llover y hace frío. Ojalá encuentres a tu perro, amigo.

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...