domingo, 12 de octubre de 2014

Como percebes negros pegados a la roca más grande más precaria

MARIELA DREYFUS: POEMAS


Selección a cargo 
de Roger Santiváñez de los 
Poetas del Movimiento Kloaka 


De Placer fantasma (1993)

ENTRE LAS CUATRO PAREDES de mi cuarto,
/el mundo se suaviza.
Esta tarde, poseída a plenitud, meteórica, pinté un poema
sobre una maderita que ahora luce junto al niño Jesús.
Los libros que se amontonan, obstruyen el camino y la limpieza:
de no haberte cruzado por mi vida, yo no sabría leer.

A las 5 p.m. la enfermedad es una buena disculpa
para esperarte solitaria en la ventana, cuando
tengo el pecho apretado y este aire me asfixia.
Pobre hígado, es como haber probado éter
y estar bajo el dominio de la presión o la temperatura.
El tiempo transcurre en el poema, mi frente hierve
tú, entre nervioso y displicente, te apuras en mover
un poco de azúcar en el café pasado.
Es hora de apurarse, de dejar que cada poro de mi cuerpo
diga lo que tiene que decir.
(En estas circunstancias, no es difícil pensar en el adiós
y toda confesión se vuelve perentoria.)
Cada una de las edades que conforman mi edad
pasarán turbulentas y yo volveré a ser
la jovencita que a los quince estuvo a punto de sucumbir
pero que aún respira.

INVIERNO

Tenso es el instante en que una fría desesperación precede a la muerte.
Tenso el instante en que abismo y alivio nos llaman con una misma voz.
Era brillante, bella y arriesgada: de niña
la mística la hirió con ardor silencioso y su padre el ausente
asumió la apariencia de un gigante maravilloso y vil.

Después la sedujo la poesía
-esa diosa evasiva que puede ser cruel-
y empezó el febril recorrido:
la escritura febril, el febril matrimonio y los partos febriles
-una pareja de bebés a los que alimentó
pesada cual vaca y envuelta en su bata floreada-
enredando el amor, persiguiendo una inútil metáfora.

Meses de locura, de alegría, de insomnio.
Hastío más humo más viento más desolación.
Y el invierno más crudo adherido a los huesos.
Era el minuto exacto para el discernimiento.
Los copos de nieve lanzaban su espesor contra lo amado.
Ella dio una mirada de reojo:
Un insistente llanto resbalaba en su pecho sin transmitir calor.

Dos décadas y dos intentos: ¡basta!
A veces, toda una vida errante se cifra en una sola pregunta
sin respuesta: “¿Es por esto que hemos existido?”

Hora de descansar: el silencio se clava en el ojo del tiempo.
Ella pasea por última vez su terca y pesada soledad en los pasillos.
Su soledad, caracol que se enrosca sobre el pasto de los indiferentes.

Alguien vendrá –o no vendrá- a sofocar este aire que aturde.
Y luego es Sylvia la que pulsa extasiada el botón de su última puerta
y en la entrada de un horno deposita las penas de su memoria ardiente.
La que acaso descansa y nos lega un secreto que nos cubre de culpa.

HUAICO

Toda comunicación entre usted y yo
ha sido bloqueada.
Sin embargo, nuestras bocas apretadas se arrancan
y hay un sonido próximo a estallar, pero silencio.
Me desmiembro, dejo a un lado el corazón y pienso:
En los años 50, todavía joven, erró por la ciudad
pobló con su oscuro sueño los hoteles
fue empleado con un traje a rayas a punto de perderse
y después, escribió.

Ah, señor, usted no sabe mucho de mis varios intentos
en esta mañana con el sol hiriendo mis papeles:
las otras mujeres han marchado al trabajo
o lustran, cocinan, se acaloran
y yo aquí, sentada en el mediano equilibrio en que me dejan
los amables abrazos de mi amigo
sobre la hamaca que usted compró.

Cuando llega, señor, mis dedos tiemblan
y no es por la bebida, mis ojos se agrandan
y tratan de verlo detrás de los periódicos
detrás de los papeles y papeles
que usted edifica con cuidado y que me alejan
me arrinconan para siempre en esa casa
donde manda usted.

De Ónix (2001)

BUCÓLICA

Esto es lo que seduce aquí en el bosque:
en las noches sedientas deste agosto
podemos asomar a la terraza
-la tela metálica es el límite
entre el canto del bicho y su aguijón ardiente-
y en la mesa, coja y raída en su madera
colocar el licor que como un río
nos mece y nos empapa y nos devuelve
a una diáfana orilla entre las piedras
primitivos y locos de cabellos al viento
sentadas a horcajadas en el otro
desnudos sin prudencia ni piedad.

Mi amor escancia el vino con dulzura
el talle de cristal aquí es mi talle
la base tan suave y tan redonda
mis caderas que el tacto desvanece
mis formas se diluyen mientras bebe
me vierto y adelgazo y agiganto
soy el lecho y el lodo y la corriente
el viento que empozado ya no gira
soy la humedad, el calor y cierto frío
que recorre las venas al cumplirnos.

Soy la sombra que niega y también da
y el beso del insecto en el alambre.

CONFESIÓN

Siempre seré tu mujer.
No hay sumisión en esta entrega.

Las caderas que dócilmente se curvan
son mías y no. El roce es lento.
La lengua sedosa
busca tu red de nervios en la oscuridad.

Cada nueva estación
acepto este juego de espejos
en el que tú y yo, es decir,
una parte de tu cuerpo entra en mi cuerpo
y viceversa.
Siempre seré la que espía.
Y se divide para mejor mirarse, hasta encontrar
la oscura fisiología de las cosas,
el animal que sigiloso repta entre mis venas
y que pulsa y se agita
sobre la tibia esfera de tu vientre
encaramado y fijo
sobre la tibia carne de mis pechos.

La que indaga y persigue: ésa soy.
La que atrapa y domina hasta la náusea.
Y luego se tiende
y repite obsesiva
el pálido gesto de la entrega:
las fisuras ardientes / el furor en los ojos
los fluidos y goznes que a ti me atan.

De Pez (2005)

[15]

Y luego estoy aquí, tendida en el sopor del sueño

Es blanca la cama de hospital                    morena la enfermera que hace un rato colocó finos cables que de mi vientre viajan al monitor que preciso registra nuestro pulso

Dije nuestro a lo que es tuyo mío a lo que es de otros pero mío:

Esta ciudad irreal en su caos en el humo que arde desde el sur y en la brisa
nocturna nos entrega su mortecino aliento su fulgor

Dos columnas tenía la ciudad matizadas de venas azules como éstas que
recorren mis piernas

Las piernas de la ciudad eran dos torres su centro una colmena repleta de
gente moviéndose como te mueves tú que nadas en mi río

Pero ellos nadan en la agonía de su suerte en fragmentos y esquirlas
desplazados

De una torre a la otra de una cúspide ardiendo a la segunda: brilla el fuego
interior de las múltiples voces de todas las naciones de lenguas extranjeras
que en mi único cuerpo se confunden:

Ardiente magma inadvertido gólem que no del barro nace sino de las cenizas:

Se calcina la carne en la ciudad las abiertas ventanas al vacío inmolan o
disparan gruesas formas que en la amplitud del aire son apenas oscurecidos
dardos negras aves en picada hiriendo el pavimento

¿Cómo huele la piel cuando se incendia   qué se hace el cabello todo en flamas  
cuánto pesan los cuerpos estrellados?

¿Quién habrá de sacarnos de la aflicción de la isla? ¿Cuándo hemos de volver
a la tierra del moro la tierra del hebreo la tierra del hispano a la tierra
africana? ¿Cómo cuándo por dónde navegar a esa tierra que fluye leche y
miel?

Paciente como una letanía mi hijo aletea en el fondo de mí luego se escurre.
Algo ensombrece la pantalla de manchas púrpura. Surgen como espirales en
el close-up y tiemblo

Aquí todo es asfixia bebé lengua en pena bebé un cianótico gesto impidiendo.
Arde la sed exenta de palabras exento de fluidos se nos agota el aire

Se evapora el agua de ese río   se transforma y trastorna   se hace sangre en la
tierra el agua de ese río

El gran río que arrastra entre su oleaje metáforas de vida a esta hora arrastra
sin embargo dislocadas falanges   vagos torsos   rasgadas pantorrillas que por
su lecho avanzan

Légamo   tálamo    limo: ¿qué se hará dime entonces el polvo de la tierra
adónde volverá?


[17]

Ahora tú y yo juntos hemos de remontar el río de la muerte

Mi cuerpo dispuesto al sacrificio se tiende en esta ara de metal que es la
camilla helada en su quietud pero ardiente en el fluir que recorre mis piernas

Agua agua que se desliza brota de mi interior y se derrama

Huele a materia humana al miasma mineral que ha de traerte aquí a mí
dormido despierto

Tu cuerpo solo viaja nada empuja hacia el canal abierto de mi carne

Tu cabeza de pronto colocada

Respiro respiramos violencia en la ranura vertical luego la huida:

Huyes huyes de mis entrañas de sus crípticas vueltas que semejan una oscura
ciudad amenazada

Apareces despuntas y desatas el oblicuo cordón de nuestro pacto

Hijo mío naciente el esperado al fin eres por fin habrás de ser las formas que
intuí cuando anidabas

Y es tu pecho húmedo contra el mío la evidencia del erótico pulso de la sangre
crecido en mí y recreado a mi imagen y aun mi semejanza

Un sosías de mí y también otro semejante al padre y a la madre semejante a la
especie que repite el constante el dulce apareamiento

Etéreo cielo altas humaredas que en el día de hoy juntos celebran al
anunciado infante ya nacido

Apaciguado está un instante el caos y ya asoma en el cieno una flor y en los
escombros la palabra cumplida el nuevo fruto la música ventrílocua y canora

Pez que en silencio encarna y se aposenta infinito y minúsculo milagro río de
cromosomas anudado por el azar el tiempo y la memoria:

Eres porque te sueño y te acaricio te imagino y modelo y en ti nazco


De Morir es un arte (2010)

MARINA
  
ésta es la danza con el mar
la eterna danza la macabra
espejo del atardecer
líquenes enredados a mi cuerpo
como un cordón umbilical
el mar me abre su vientre
me cobija sus olas son el amarillo
maternal esa caricia lejana
ya olvidada entre las olas
soy la niña del mar su criatura
de piernas recogidas y pulgar en el labio
el mar me lleva avanzo entre las rocas
lado a lado los ojos entreabiertos
a la izquierda el sol rojizo a la derecha
la medialuna pálida me observa cubre
mi negro omóplato en el mar
me copio y me recreo soy narcisa


BASTA SEÑORA DE LAS BELLAS IMÁGENES
 A Jorge

Te hablo de la muerte como una vieja herida.
Esa que conocemos y ahuyentamos
que a diario nos visita y sobrevuela
nuestro lecho de amantes desvelados.


Amor: anoche –anoche  justamente-
entornada la puerta intentamos atrapar el instante
tres minutos o diez entrelazados ajustados los dedos
ahuyentando a la dama de negro que aparece
en las caricaturas de la tele y en la prensa y se viste
de huracán o de hambre, de diaria cuchillada, de estallido
y leyendo noticias nos despierta y despierta a los niños
y nosotros, amor, ¿qué podremos hacer para que no se asusten
y sonrían aún y salgan correteando hasta el patio
pateando una pelota llevando su lonchera calentita a la escuela?


Y yo, amor, ¿qué podré hacer entonces para que no se asusten
sino retroceder, olvidar esa imagen de mi cuerpo saltando
abierta la ventana nueve pisos
y qué podré hacer sino aferrarme, atarme a las patas de la mesa
a la olla en que hierven las patatas, a la hora del té o la medicina?


Y tú, amor, ¿qué harás sino tomarme despacio y susurrarme
y que sea tu sombra bella sombra la que entonces
me libre de malos pensamientos y me aleje
de la señora muerte nuevamente
solo un instante aquí y solo ahora?


INSTÁNTANEA

¿Es eso ahora, mamá:
una fotografía colgada en la pared o de pie en la repisa
entre los libros?

La plana filigrana el gesto inmóvil
mamá que ya no puede sonreír (aunque sonríe)
que ya no tiene voz que no se oye
salvo por este ruido acá en el vientre
este nudo que es suyo esta obstrucción
mamá y su colapso en plena vena
un retorcerse suave un grito de dolor siempre discreto
siempre mamá callada sin quejarse
tan en su sitio aún tan solitaria
en la ambulancia el suero la emergencia
mamá y las toxinas los narcóticos
el innombrable opio la morfina
mamá adelgazando en dos semanas
delgadita y marrón entre las sábanas
su mirada que se abre que se cierra
y en la foto sonríe entristecida
ya mamá y sus ojos en el aire
con el gesto perdido con la mano
que me dice un abrazo y abrazadas despedidas las dos
acá en su cuarto mamá yo pequeñita y ella el ángel
eso es todo mamá y un flash que suena.

De Empresa delirio (INÉDITO)

EL VIENTRE de mamá es una casa
cerrada para mí en este tiempo
añejo de la muerte. Si en el sueño
descorro algún visillo a lo mejor
la veo el mismo vientre todavía
habitable esperando la vuelta
de sus crías en las cuatro crecida
atesorando su única señal de
identidad. Llegas tarde -me dice
revolviendo la olla- te esperaba
a comer con los niños. Y tal como
el conejo del cuento yo miro mi
reloj y me doy cuenta que esta
simetría es imposible: no le es dado
a mamá desde la ausencia convivir
con mis hijos ya crecidos y seguir
cocinando para ellos esos guisos
que huelen a comino enquistado
en el alma un viejo aroma incapaz
de volver.

¿Y yo entonces con qué cara
me asomo a la cocina aséptica
en New York y en un tris resuelvo
la merienda que a la madre solía
demorarle horas enteras? La veía
de lejos una Cucarachita Martina
tan trepada a sus ollas que temía
que ese guiso marrón de carapulcra
hirviendo como en olas bufando
se elevara por encima del borde
la tragara y entonces no quedase
ni merienda ni madre dadora de los
granos hacendosa gallina en peligro
de fuego o extinción?

¿Y qué comen mis niños qué les doy
con qué les alimento las neuronas
esa fibra de amor que los sustenta
flacos de piernas largas van los dos
con los ojos oscuros algo tristes
estirando los brazos por mimarme
y entretanto algo se les atasca
lo no dicho la manzana de Adán
sobresaltada y yo Eva desnuda
desprovista de cuchara de palo
el corazón caído en la neurosis?

A ver si más bien cambio de registro
si caliento la cena los arropo
mis polluelos siempre ávidos lo siento
por aquí hubo una falla entra el frío
hay algo de la madre un toque pío
una lección que no supe aprender.

¿QUIÉN HACE BROTAR LA LLUVIA?
(Pina Bausch)

Esta es una danza tú y yo
viajamos unidos como lapas
como percebes negros pegados
a la roca más grande más precaria
nuestra existencia sólo depende
del paso que daremos sobre esta
superficie aceitosa sólo la espalda
el plexo el sexo un vaho acuático
nos liga los brazos son aspas
los labios aspiran esta energía
que es tan intensa como velocidad
igual espacio sobre tiempo y sobre
ti y sobre mí las horas fluyen y
el espacio se acorta porque yo
me enrosco a tu cintura o tú reposas
en mi pecho y luego te deslizas
hacia el vientre y allí mismo yo
hago un círculo te ato a mi regazo
y es negro el paisaje las aguas
se revuelven y en ese remolino
tú me despojas de mi traje yo
me despojo del pudor somos  
dos anfibios recién nacidos
arrastrando una cola que de pronto
es un ala nos eleva y sobre el peñasco
un sonido gutural como de ave
un croar de cuervo herido te
identifica me define y llueve a grandes
baldazos con gran frío el agua
nos roza y acaricia acaso hierve pero
no importa ni tú ni yo nos dejamos
caer salvo en esta inocente pasión
inofensiva como cuando te cubro
los ojos y te digo sigue la línea que baja
por mi nuca detente en la fisura de las
primeras vértebras palpa la cinta que ata
mi corpiño y en uno dos o tres segundos
infinitos yo me daré la vuelta y he
de mostrarte mis senos el oscuro pezón
que te arrebata y entonces tal vez caiga
de nuevo lluvia y una música alegre hará
que el ritmo descienda hasta las piernas
yo haré un plié ajustándote a mi pelvis y
tú elevándote unos centímetros irás
acariciando mi hendidura pero no dejaremos
de avanzar sobre la pista como si un hilo
desde arriba nos moviera y entonces uno
podría preguntarse de dónde viene quién
es el demiurgo que hace brotar tanta agua
desde el firmamento mientras nosotros
continuamos croando y tu cuerpo y mi
cuerpo inventan de nuevo una pirueta
y esta vez desde el vértice del ojo veo
tu sombra que por detrás me acecha
con la soltura suficiente para trepar con
nuestros pies batracios hasta una cúspide
que luce como la bóveda celeste pero no se
ve más que las tibias hebras de tu cabello
de mi cabello boca abajo te salpico me alejo
apenas tres pulgadas tres minutos para danzar
frente a ti seducirte o saciarte mientras tú
tampoco abandonas el movimiento más bien
aplaudes cimbreas las caderas y en ese instante
tu torso ya desnudo siente mi abrazo y a esa
hora en que no sabemos si el sol está por irse
o volverá mañana o si acaso hay mañana en
esta historia donde yo quiero detenerme fijar
nuestra imagen de adoradas mangostas algún
molusco tendría que definir nuestro deseo
de andar así de a dos el mundo nunca tan cerca
ni tampoco tan lejos que se me encoja el corazón
de no encontrarte en ti he hallado el perfecto
acoplarse de los cuerpos la copla que te canto
cuando la llovizna se acelera y es esta cópula
nuestra única heráldica el escudo que nos libra
de todo tedio húmedos en el tiempo ardiente amor.

RAPSODIA PARA UN PARQUE AMARILLO
A Bruno, Dalmacia y Roy

He de volver al mismo parque siempre
bufanda azul y zapatillas negras
en el bolsillo derecho algo de lumbre
en el izquierdo un hilario de grifa un
hilo que solapa aspiraré a buen recaudo
de la policía y a mi lado otro aliento otros pies
otros muchachos somos varios aquí en el mismo
parque el humo nos congrega y nos redime
de la tarde de niebla del silencio que brota
anémico en medio de las hojas lábil emocional
tengo mi tribu de solitarios que como yo llevan
un libro deshojado bajo el brazo una flauta
melodiosa unos acordes en mi saga hay siempre
algo de música algo triste pero ellos me escuchan
y a lo lejos un perro viene raudo
un pastor alemán que está jugando y hemos
lateado el parque un par de veces
dos pitadas seguidas boto el humo y en la
banca de verde esa mujer con su traje de
seda o muselina el periódico lee las noticias
una tarde cualquiera algo se enciende y es el
sol de las cinco y es un fuego que nos dora a
los tres o más bien quema una fábrica inmensa
y mientras tanto hacemos que bromeamos pero
en verdad quisiéramos igual que lucho hernández
otra cosa inyectarnos en contra de este miedo de
la vida que sola va y a veces también arde así
como esta tinta sobre líneas tan finas que dibujo
un pentagrama donde marcar el ritmo la cadencia
que me nace por dentro mis amigos me abrazan y
celebran mis vaqueros y también mi sonrisa soy yo
la que paseo en esta tarde la que incendia praderas
vidrios rotos soy yo la que rasguea estas cuerdas
la que pide y se dice y contradice pero siempre
regresa al mismo parque con los ojos de lince y
los muchachos y el poema que da la media vuelta.


TARDE EN GRANADA
A Joëlle Guatelli-Tedeschi

Esto de aquí acontece en la cadera
pena que viaja del costado a la espalda
(baja espalda) arrastrando una pierna
à la Rimbaud llegar a esa colina donde
en las tardes brillantes se ve África. He
debido llegar a los 50 para huir de casa.
De nuevo l’inconnu me vuelve esquiva
de las cuentas de los hijos inmersa
en ese pozo donde al fondo de lo negro
arde el milagro. ¿A qué alude la calle de
Solera sino al sol sino a la sombra de este
día calcinado entre las piedras? Un perro
pasa a mi lado parece escapado de otro
tiempo un perro medieval que se recorta
ahoga su ladrido. Coger quizás la hoja
del romero y al borde de la acera
escuchar que una gitana le dice a otra
gitana: El amor va y viene y tras de sus
siluetas distinguir una aguda cadena de
montañas cubiertas de nubes o de nieve
(da igual).

¿De qué vale partir partirse el lomo
si ya el peso del ilíaco te pasma y
es un golpe de luz es un calambre
el instante en que agitas la mano y
adivinas en tus críos la mirada
que castiga tanto adiós? Ojo ajeno
del hijo que fue tuyo con olor a ternura
iba en tus brazos y ahora apenas camina
frente a ti sordo confuso sin mirarte
(esto es Varela). Otra vez dice una doña
cigarrillo en los labios yo discurro otra
nueva sacudida en las costas castigadas
del Japón una ciudad fantasma Fukijama
un rostro de mujer en primer plano
en medio del debris busca a su hijo. ¿Y yo
qué busco en esta callejuela que guarece
y sepulta tanta muerte diseño tan angosto
que si estiro los brazos toco ambos extremos
sin esfuerzo? Y pensar que cada mano mía
debería tomar otras dos manos que esta
libertad me precipita empiezan a girar todas
las culpas y la historia me encuentra rodeada
de cruces y de estacas juderías selladas
moros expulsados prestos cruzando el mar
para aparearse. Y sé que en mí están todas
las sangres (es Arguedas) y sé que deambulo
de una cita a otra cita de un verso a la canción
de cuna de la infancia y al voltear una esquina
de Granada veo el barrio de Lima color sepia
allí donde mi madre me conduce al centro
de ortopedia del Dr. Scholl.

Necesito una compresa j’ai besoin
d’une pillule una curita para apretar
el corazón y el dolor no desborde algo
que me devuelva en la penumbra
una tarta sabor de chocolate bordes
cremas y en el medio brillando deliciosa
la zarzamora de la felicidad. ¿Qué tiene
mi reina mora? Así decía mamá y la copla
seguía que a veces canta que a veces llora
y entonces es difícil avanzar arrastrando
el pie izquierdo reposar el cuerpo en una
curva mostrando una falencia en el meollo
de la espina dorsal. Saber que en este viaje
puedo perderlo todo cual Rimbaud el oro
y el moro la morada primera donde dos
pares de ojos ya me esperan donde dos
pares de alas vuelan ya frente a mí me
sobrepasan. Par delicatesse. J’ai perdu
ma vie dice el poeta y en esta tarde de afectos
que se quiebran como el cartílago el hueso
al caminar algo se extravía en una calle
por delicadeza.

LA EXPERIENCIA KLOAKA: TESTIMONIO DE PARTE

DREYFUS: Me parece que entre Roger y yo había una cercanía estética y también política. Nos gustaban los poetas malditos, el movimiento beatnik, la poesía imaginista, mayo del 68, el Ché Guevara. Los dos estábamos en el programa de Literaturas Hispánicas de San Marcos, que en realidad funcionaba como una facultad de escritura creativa, ahora que lo pienso. Nuestros profesores eran los mejores poetas peruanos, y tuvimos el privilegio de conocer allí, incluso, a un poeta supérstite de la vanguardia, José Alvarado Sánchez, que firmaba como Vicente Azar. También enseñaba ahí gente de la generación del cincuenta, como Belli, Delgado, Bendezú, y los entonces todavía jóvenes poetas del sesenta como Antonio Cisneros, Carmen Luz Bejarano, Marco Martos, Hildebrando Pérez. Había mucha movida en el Patio de Letras, donde circulaban revistas literarias como Tallo de habasHipócrita lectorLa Sagrada FamiliaSic. Ya para 1980 en el Perú todo estaba atomizado y se vivía un ambiente muy tenso, casi sin salida. Ese es el año en que empieza justamente la guerra de Sendero Luminoso. La idea de fundar Kloaka, a fines del 82, fue hacer una suerte de frente poético, en un momento pico de la historia, en una realidad cercada por bombas y apagones. La cofradía funcionó al principio semanalmente, en largas sesiones en la casa de Roger en el Rímac, donde leíamos, conversábamos, barajábamos ideas respecto a nuestra propia estética. En ese cóctel de lecturas y canciones recuerdo nombres fundamentales como Lautréamont, Pound, Ginsberg, Charly García, David Bowie, Clarice Lispector. Todo lo consumíamos aceleradamente, como si la vida fuese a terminarse al día siguiente, con un sentido de urgencia, un vitalismo que también tenía sus “caídas hondas de arquitecto”, como diría Vallejo, porque era muy difícil ser joven y estar contento en Lima en ese momento. Esos fueron los mejores meses de Kloaka, cuando funcionábamos como una secta solapa que se reunía ritualmente para leer, fumar, cantar en alta voz. (Tomado de: Carlos Torres Rotondo y José Carlos Yrigoyen. Poesía en rock. Una historia oral. Perú 1966-1991. Lima: Ediciones Altazor, 2010: 223-224).

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MARIELA DREYFUS (Lima, 1960) es autora de los poemarios Memorias de Electra (1984), Placer fantasma (1993; Premio de Poesía Asociación Peruano-Japonesa, 1992), Ónix (2001), Pez (2005) y Morir es un arte (2010). Estudió Literatura en las universidades de San Marcos (Lima) y Columbia (Nueva York), donde se doctoró en Literatura Latinoamericana. Ha co-editado el volumen Nadie sabe mis cosas. Reflexiones en torno a la poesía de Blanca Varela (2007); ha escrito también el estudio Soberanía y transgresión: César Moro (2008). Fundadora del movimiento Kloaka (1982-84). Su obra ha sido traducida al inglés y al francés y está incluida en importantes antologías de poesía peruana y latinoamericana. Actualmente enseña Poesía y Traducción Literaria en la Maestría de Escritura Creativa en Español de New York University (NYU). Tiene un volumen de poesía inédito, cuyo título provisional es Empresa delirio.
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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...