Leemos a Cortázar con mis alupnos y alupnas y todo bien, uy, qué fantástico, uy las estrategias para sorprender al lector con un final inesperado. Leemos a Silvina Ocampo y no hay teorías que pueda abarcarla, y las hipótesis se disparan y pienso en tantas cosas de mi vida de niña rara.
Pobre Julio: ya no me mueve un pelo. Y la Ocampo: cómo me despeina!!!!
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