-Hace años te anuncié que tenía el alma cansada y que quería marcharme de esta tierra. Entonces, tú te enojaste mucho conmigo. Me tiraste de las trenzas, me llamaste astuta y algunas cosas más. Sin embargo voy a decírtelo de nuevo. Ya permanecí aquí demasiado tiempo, no puedo ver que alguien más se marche antes que yo. Ahora sí voy
a irme, con o sin tu permiso.
-Hoy no me enojaré contigo, hermana. Tienes mi permiso y mi bendición para dejar esta tierra. Ya hiciste demasiado -tras un silencio Kupuka continuó-. ¿Crees que será pronto?
-Muy pronto. El corazón se me cansa a menudo, y cada vez creo que llega el momento.
-Tienes mi promesa: no vendré por Piukemán hasta que alguien me anuncie que te marchaste.
-Gracias.
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